Un ruido escandaloso hizo que saliera rápidamente de mis recuerdos, fijé mi vista en las lámparas que empezaban a encenderse, no reconocía el lugar, estaba en una parte totalmente desconocida para mí, donde al parecer, yo era la única que había piso ese lugar en más de 50 años; las paredes eran de ladrillo donde la naturaleza ya había tomado posesión de ellos tornandolos de un color verdoso, el suelo era tierra que parecía más pantano, las lámparas alumbraban muy poco impidiendo buscar una salida ¿Donde estaba? ¿Quién me había traído allí? Empezaba a sentir miedo en lo más profundo de mi ser.

Dejé de observar el lugar y me concentré en las personas que empezaban a entrar por una puerta de hierro oxidado que al parecer solo se podía abrir y cerrar por afuera. Las personas que entraron eran imposibles de reconocer, tenían máscaras que cubrían las facciones de sus rostros, en total eran 6 personas y en la mitad de ellos una mujer, lo sabía porque su cuerpo era más delgado que el resto y sus uñas estaban pintadas de un color coral, el mismo color que tanto adoraba Silas.

—¿Por qué me tienen aquí? —pregunté temerosa por la respuesta.

—Venganza. —susurró la chica con una voz irreconocible.

—No entiendo —dije—. Se han equivocado de persona.

—No lo creo. —volvió a susurrar la chica.

Los hombres se acercaron a mí y yo solo podía pensar que estaba completamente desnuda delante de ellos, todos empezaron a desatar los fuertes nudos que impedían mi huida, seguido a eso me cargaron hasta una mesa completamente vacía ¿Qué me iban a hacer? Era lo único que podía pensar en ese precioso momento. La chica se acercó a mí con una aguja llena de un líquido rojizo, mis nervios empezaron a alterarse e inmediatamente empecé a forcejear, pero aquellos hombres eran muchísimo más fuertes que yo.

—¡Sueltenme! —grité desesperada—. No me hagan daño por favor.

—Tranquila preciosa. —dijo uno de los hombres con piel oscura— lo vas a disfrutar tanto como nosotros.

—¿De qué están hablando? —cuestioné sintiendo el sudor caer por mi frente.

—Esta droga es llamada "la droga del amor" —informó hundiendo la aguja en mi brazo, yo solo grité al sentir el dolor atravesando mis venas—. Estos hombres podrán hacer contigo lo que quieran y tu cuerpo reaccionará como si lo estuviera aceptando. Podrás gritar, llorar y pedir ayuda, pero nada más, tú cuerpo en este momento no te pertenece.

—Son unos malditos. —murmuré sintiéndome débil ante la droga.

Tal como la chica lo había dicho, mi cuerpo no reaccionaba a lo que yo le pedía, trataba de moverme, pero este parecía muerto. Por alguna extraña razón, podía sentir como el deseo empezaba a atacar mi parte íntima, probablemente por dicha sustancia rojiza llamada la droga del amor, éste iba a ser mi fin. Traté de moverme con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo se movía a la lentitud de una tortuga, mis fuerzas me habían abandonado y el temor empezó a crecer cuando aquellos hombres empezaron a quitarse los cinturones de sus pantalones.

Muchas gracias mis amores, les recomiendo a las personas sensibles hacía estos temas, que se salten el próximo capítulo, ya que será algo fuerte respecto a las violaciones, recuerden que solo es ficción y ninguna mujer u hombre merece tal cosa.

Los quiero mis amores 💜💜😘