IX
—Entonces, Spindle, cómo terminaste en este grupo? — preguntó Aurora.
Sus palabras permanecieron en el aire mientras caminaban por el exterior del almacén, escaneando el perímetro en busca de cualquier vulnerabilidad que pudiera suponer una amenaza para su seguridad.
—Bueno, fue un día típico -o una noche, más bien- en el caos de este mundo. Daba vueltas por calles abandonadas, con la mente felizmente alejada de la cruda realidad. Entré en un edificio, sin darme cuenta de que era un nido de caminantes. Antes de darme cuenta, estaba rodeada.
Aurora escuchó atentamente, centrada ahora en su relato.
—Los zombies me acorralaron e intenté esquivarlos, pero eran demasiados. Sentí que mi energía se agotaba. Me desplomé en una habitación, desangrándome y convencido de que mi vertiginoso viaje había llegado a su fin.
—Y entonces?
—Entonces, Nyx me encontró. Había estado rebuscando cerca con Mike y oyó el alboroto. De alguna manera, Mike logró despejar a los caminantes y me encontraron a punto de morir.
—Nyx? No me lo creo.
Spindle rió entre dientes.
—Sí, Nyx. Atendió rápidamente mis heridas y me curó, — continuó Spindle, con una sonrisa de agradecimiento cruzando su rostro. — Le debo la vida y, a cambio, he decidido quedarme por aquí.
—Nyx no puede hacer eso, de ninguna manera.
—Talvez debas de herirte, así Nyx podrá demostrartelo. — Spindle bromeó, ganándose una mirada fulminante.
Los dos continuaron su vigilancia, Aurora analizando posibles puntos de entrada, mientras Spindle giraba sobre si.
—Qué hay de ti, Aurora? ¿Cuál es tu historia?
Aurora miró a Spindle, su expresión amansandose brevemente por los recuerdos que su pregunta había despertado.
—No tengo que contarte una mierda. — Aurora refunfuñó.
—Venga ya! ¿Yo cuento la mía y tú no cuentas la tuya? — se quejó Spindle. — Por lo menos cuéntame cómo conociste a tu grupo! Me interesa saber cómo tres shinys acabaron juntos.
—ok, ok, joder... — suspiró exasperada.
La mirada de Aurora se desvió hacia el lejano horizonte mientras empezaba a contar su propia historia.
—QUIÉN ERES?! — Exclamó Aurora, — ¡No te atrevas a acercarte más!
—wowowo, tranquila, tranquila. No busco problemas. — El espeon dijo, levantando las patas en señal de paz, — Me llamo Heka.
En el ruinoso patio trasero de una residencia antaño acogedora, Aurora y Heka estaban rodeadas de restos de vidas olvidadas. Las malas hierbas se abrían paso entre las grietas del pavimento y los restos esqueléticos de un columpio crujían inquietantemente al viento, dándole una sensación de abandono.
Aurora, con los instintos a flor de piel, observó a Heka con cautela. Los primeros días del brote le habían enseñado a no fiarse de nadie, pero había algo en el comportamiento de Heka que la intrigaba.
—Estás solo? — preguntó, tratando de ver a espaldas de Heka.
Heka, sintiendo la tensión, levantó una pata en un gesto de paz.
—Completamente solo. Al igual que tú, al parecer.
Aurora estudió a Heka por un momento, evaluando la sinceridad en sus ojos. Había un cierto brillo en los ojos de Heka, que chocaba con la soledad a la que se había acostumbrado.
—No vas a hacerme daño, ¿verdad?
—Nop, para nada. De hecho, esperaba que pudiéramos ayudarnos mutuamente a sobrevivir.
—Ayudarnos mutuamente? Sí, claro. — bufo Aurora.
Heka señaló un banco viejo y desgastado. Aurora, aún un poco recelosa, tomó asiento, con la mirada fija en Heka, quien se acomodó a su lado. Le dedicó una sonrisa tan cálida que la tranquilizó ligeramente.
—Sobrevivir es un juego solitario, pero no tiene por qué serlo. He estado viajando, intentando entender lo que está pasando, y creo que juntos podemos tener más posibilidades.
Aurora miró a Heka con un brillo de curiosidad. Ladeo la cabeza en confusion, casi como si no pudiera creer que él realmente existiera, o simplemente era una ilusión.
—Por qué debería confiar en ti?
—Creo que, más o menos, ya lo haces, — se rió entre dientes, señalando a los dos sentados uno al lado del otro.
—Calla, — bufo Aurora.
Heka sonrió ante su réplica, fundiéndose en el dulce y herboso abrazo del banco.
—Puedes relajarte si quieres. No te preocupes por los infectados. He colocado algunas trampas aquí y allá, — explicó con una suave sonrisa, — de hecho, estoy bastante impresionado de cómo has acabado aquí. Quiero decir, ¡todo este lugar estaba lleno de trampas! Eres realmente increíble.
—Trampas? Esa es una primera para mi, — comentó ella, con una sutil sonrisa en los labios.
—Bueno, hay que ser creativo para sobrevivir aquí. ¿No crees?
La mirada de Aurora se suavizó cuando las palabras de Heka resonaron con su propia lucha por la supervivencia. Pero no como a ella le gustaría.
—Soy Aurora, por cierto.
—Encantado de conocerte, Aurora! — Heka sonrió, ofreciendo su pata.
Aurora dudó un momento, mirando la pata extendida de Heka.
—Encantada de conocerte a ti también, Heka, — respondió, apartando su pata con una de sus cintas.
Heka miró la pata rechazada con una sonrisa nerviosa.
—Al menos te acordaste de mi nombre, — bromeó para sus adentros, — De todos modos, ¿podrías decirme cómo evitaste mis trampas? Quiero decir, ¡eran bastante mortíferas! Bueno, al menos creo que lo eran...
Con una sonrisa de satisfacción, Aurora se recostó en el banco, con la mirada fija en Heka.
—Tus trampas? Bonitas, pero llevo esquivando peores desde que empezó este lío. De hecho, esquivar es todo lo que he estado haciendo... Desde el principio.
Heka intrigado no pudo evitar notar que su tono se volvio renuente.
—Te encuentras bien? — Preguntó tentativamente.
Los ojos de Aurora parpadearon y, por un momento, dudó.
—No se puede estar peor, — respondió encogiéndose de hombros con indiferencia.
Heka asintió, percibiendo las capas de dolor bajo el duro exterior de Aurora. Los dos se sentaron en un silencio momentáneo, rodeados por los ecos de un mundo que se había desmoronado en el caos.
Un gemido lejano perforó el silencio, haciendo que Aurora y Heka volvieran en sí. Los ojos de Aurora se entrecerraron y sus orejas se agudizaron cuando localizó la dirección del sonido.
—Ugh, putos zombies, — murmuró Aurora, levantándose rápidamente del banco.
—No te preocupes, no te preocupes, — intentó calmarla, — deberíamos estar a salvo con las trampas que he colocado. Mientras no las hayas activado, estaremos bien.
Los gemidos lejanos se hicieron más fuertes, y los ojos de Aurora se abrieron de par en par al darse cuenta de las implicaciones de sus movimientos. La expresión de Heka pasó de la tranquilidad a la preocupación mientras seguía la mirada de Aurora hacia la fuente del sonido.
—Has activado las trampas? — preguntó Heka, con una nota de urgencia en la voz.
Aurora vaciló un instante, con una mezcla de frustración y arrepentimiento en su rostro.
Heka sonrio nerviosamente.
—Bueno, esto es incómodo, — murmuró avergonzado.
Cuando los gemidos lejanos se hicieron más fuertes, indicando la aproximación de los infectados, Aurora lanzó a Heka una mirada que lo decía todo.
—Tenemos que irnos de aqui, — sugirio Heka, mientras su cola señalaba la pared detrás de ellos. — Realmente no sé cómo pelear, así que a huir!
Aurora miró la pared de piedra que se imponia ante los 2, haciendole tragar saliva por su enormidad descomunal.
—Uhh... sé que tengo cintas, pero no puedo llegar tan alto.
—No te preocupes, yo me encargo.
Heka cerró los ojos y un surco apareció en su frente mientras se concentraba en canalizar sus habilidades psíquicas. El aire a su alrededor brillaba con una fuerza invisible.
Tras un momento que pareció más largo de lo que fue, Heka ascendió por los aires y su cuerpo quedó suspendido justo por encima del suelo. Permaneció con los ojos cerrados y se le formaron gotas de sudor en el pelaje mientras se estabilizaba contra la tensión mental.
Finalmente, con un jadeo triunfal, se posó en lo alto de lapared, mirando a Aurora con una sonrisa agotada.
—Te diré algo... ugh... Es bueno que... hayas evolucionado a sylveon... — Dijo Heka, jadeando por el esfuerzo, — Esto de ser psíquico... no es fácil... ugh...
—No sé, — se rió entre dientes, — He visto a espeons usar psíquico sin sudar.
—Espera, qué, en serio? — exclamó Heka. — Olvídalo, olvídalo. Ahora mismo, tenemos que subirte aquí!
Heka se puso en posición una vez más, cerrando los ojos en señal de concentración.
—Esto puede sentirse un poco raro, así que no te asustes.
Heka intentó levantar a Aurora del suelo. Sin embargo, la tensión en sus poderes era evidente, y Aurora sólo se levantó unos centímetros antes de volver a flotar hacia abajo.
—Vamos, Heka. No tengo todo el día, — se burló Aurora, aunque en su voz persistía un deje de preocupación.
Heka, decidido a superar el reto, respiró hondo y concentró su energía una vez más. Esta vez, con un ascenso lento.
Aurora miró hacia abajo y vio lentamente que el suelo crecía mas lejos de ella. Movió los brazos, haciéndola flotar torpemente. Mientras, se acercaba a Heka, quien estaba totalmente serio para mantener su estabilidad psíquica.
Mientras Heka luchaba por levantar a Aurora, estiró la pata hacia ella. Con toda la fuerza de voluntad que tenía, su conexión psíquica milagrosamente no flaqueando.
Aurora, con los ojos fijos en la pata extendida de Heka, dudó un instante. Había un destello de vulnerabilidad en su mirada, una pausa momentánea en medio del caos. Los lejanos gemidos de los infectados que se acercaban parecieron desvanecerse cuando sus ojos se clavaron en la verdosa pata de él.
Lentamente extendió la suya, entrelazándola con la de Heka. Usó dos de sus cintas para envolver sus patas y reforzar el agarre. El agarre fue justo a tiempo, pues Heka se desconcentro y dejó soltar a Aurora. Con la ayuda de las cintas, consiguió agarrarse a la pared.
Heka se esforzaba por levantar a Aurora y sus músculos temblaban por el esfuerzo. Aurora se aferró a la pared, sostenida por las cintas entrelazadas y la pata decidida de Heka.
Los gemidos contagiosos se acercaban.
—Aguanta, Aurora, — gruñó Heka, con gotas de sudor formándose en su pelaje mientras seguía esforzándose.
Con un último esfuerzo, Heka consiguió izar a Aurora hasta lo alto del muro. Ella trepó por el borde, asegurándose en el lado seguro. Heka, aún jadeante por el esfuerzo psíquico, se unió a ella con una sonrisa algo triunfante pero fatigada.
—Estás bien? — consiguió decir Heka entre jadeos.
Los ojos de Aurora se cruzaron con los suyos en señal de silencioso reconocimiento, y en sus labios se dibujó una sonrisa que reflejaba la de Heka.
—Vaya, qué comienzo de grupo. — Exclamó Spindle con un giro, trayendo a Aurora de vuelta al presente, — Así que así es como tú, Heka y Black terminaron juntos?
—Sí, acabo de decírtelo, — suspiró con exasperación, — Y no realmente, Black se unió muuuucho después.
Spindle, fascinada por las historias entrelazadas, giró sobre sí mismo con renovada emocion. — Cómo lo conociste, entonces?
—No. Definitiva y rotundamente no, — proclamó ella. — Heka es una cosa, ¿pero Black? Por supuesto que no. No hablare de ese edgy imbecil.
—Pero Aurora, no puedes dejarnos con ese cliffhanger. Los edgys imbeciles siempre tienen las historias más interesantes!
Aurora lanzó una mirada inexpresiva a Spindle.
—No estoy de humor.
Antes de que pudiera seguir hablando, Spindle, con una floritura, señaló hacia una sección del perímetro donde una barricada parecía más débil que el resto.
—Yo digo que reforcemos ese punto débil. ¿Y tal vez podrías hablarme de Black mientras reforzamos? — suplicó Spindle.
Aurora refunfuñó en voz baja, lanzando una última mirada a Spindle antes de ceder.
—Bien, reforcemos esta mierda.
Mientras trabajaban en fortificar el punto débil, Spindle seguía mirándola con ojos de cachorro, a pesar de su mirada mareada.
—¡No me mires así! — Ella gruñó, — ¡Ese idiota no tiene nada de interesante! Es un puto idiota, ¡argh! Lo odio tanto!
—Vamos, Aurora, escúpelo todo. ¿Qué te hizo para que reacciones así?
—Es simplemente... exasperante, — murmuró ella, sus patas trabajando con una intensidad controlada. — Siempre melancólico, siempre gruñón. Se cree la cosa más hardcore que hay, como si el mundo le debiera algo.
—Pero debe haber algo más. — Spindle giró pensativo. — No se suele tener reacciones tan fuertes sin una historia.
Un repentino destello de aquella noche en el bosque pasó por su mente, antes de que Aurora lanzara a Spindle una mirada cortante.
—No quiero hablar de eso, ok? Es algo personal.
Spindle hizo una pausa, dándose cuenta de que había tocado un nervio. El rítmico tintineo de sus esfuerzos llenó el aire por un momento antes de que volviera a hablar con cautela.
—Entonces, ¿son ex-pareja o algo así?
Los ojos de Aurora se entrecerraron en Spindle con una mirada que podría derretir incluso el hielo más frío.
—Ya le gustaría ser lo bastante importante para eso.
Los dos trabajaron en relativo silencio, los ocasionales gemidos o arrastres de los lejanos gemidos de los infectados proporcionando una banda sonora inquietante a sus esfuerzos. La mente de Aurora, sin embargo, estaba enredada en los recuerdos que tanto se esforzaba por enterrar.
Cuando terminaron de reforzar la barricada, Spindle, siempre optimista, rompió el silencio.
—Ya está! Esta barricada no se derrumbará pronto. Ahora, regresando a Black...
Aurora le lanzó una mirada que podría congelar hasta la más ardiente de las llamas.
—Spindle, si mencionas a ese imbécil borde una vez más, te juro que haré que desees estar enfrentándote a una horda de zombis en su lugar.
Spindle, aparentemente impertérrito, se alejó girando con una sonrisa maliciosa.
—Hey! Espera, idiota piruetador!
La persecución se vio interrumpida por una repentina y distante mezcla de gemidos y rugidos.
Los dos se congelaron, sus miradas fijas en la fuente del peligro que se acercaba; Una masa oscura de figuras retorcidas, avanzando implacable hacia donde se encontraban.
Los ojos de Aurora se entrecerraron con urgencia mientras se acercaba rápidamente a Spindle. Sin dudar, extendió sus cintas, tejiéndolas en un capullo seguro a su alrededor. Spindle, desprevenido, se vio levantado del suelo mientras Aurora corría hacia la seguridad del almacén.
—Wooooow, taaaan mareado... — dijo Spindle.
—SIEMPRE ESTÁS MAREADO, ¡AHORA CÁLLATE!
Aurora atravesó el laberinto de obstáculos con Spindle a remolque. Sus cintas danzaban en el aire con una agilidad sin igual. Aurora se anticipó a cada giro, evitando escombros, esquivando estructuras en ruinas y deslizándose con elegancia innecesaria por terrenos irregulares.
Spindle, que seguía girando entre las cintas, comento.
—Sabes, estos zombis parecen bastante lentos. Creo que estamos bien.
Antes de que Aurora pudiera responder, un sonido distante pero inconfundible cortó el aire: la energía crepitante de la electricidad. Los gemidos rítmicos de la horda habían enmascarado su aproximación.
El aire a sus espaldas seguía crepitando cuando una figura surgió de entre la masa de cuerpos en descomposición: un Jolteon, cuyo pelaje, antaño vibrante, estaba ahora enmarañado y descolorido.
Los ojos de Aurora se abrieron de par en par, dándose cuenta del peligro inminente. El Jolteon infectado, a diferencia de sus perezosos compañeros, se lanzó a través de la horda con una velocidad antinatural.
Aurora apretó los dientes y ajustó el rumbo para esquivar al Jolteon que se acercaba. La criatura infectada, alimentada por una energía antinatural, redujo la distancia que los separaba a una velocidad alarmante.
A medida que se acercaban a la entrada, el corazón de Aurora se aceleraba y los gemidos rítmicos de la horda se intensificaban. Sin dudarlo un instante, gritó hacia la entrada, donde casualmente se encontraba Watson.
—Deja de gritar, coño! — exclamó Watson, —Ya sé que tu amigo es un asesino pordiosero, pero...
—CIERRA LA PUTA PUERTA!
La sonrisa burlona de Watson se desvaneció en medio segundo al darse cuenta. Justo cuando Aurora y Spindle llegaban a la entrada, Watson tiró de la palanca, haciendo que la enorme puerta metálica descendiera rápidamente sobre el jolteon zombificado.
El impacto provocó una repugnante sacudida en su cuerpo descompuesto, haciendo que sus retorcidos miembros se contorsionaran de forma antinatural. El sonido de la carne desgarrada, los huesos rotos y el repugnante chirrido de los órganos rotos llenaron el aire.
Las mitades cortadas del Jolteon se movían espasmódicamente, extinguiéndose lentamente los últimos ecos de su existencia no muerta.
Mientras los grotescos restos del Jolteon yacían retorciéndose en el suelo, una sensación de alivio invadió a Aurora y Spindle. Respiraban entrecortadamente y los gemidos rítmicos de la horda se mezclaban con los ecos enfermizos de la muerte de la criatura.
Aurora aflojó el agarre de las cintas de Spindle y se tomó un momento para recuperar el aliento. Los giros de Spindle cesaron por un instante, su mareo momentáneamente dominando por la intensidad de la situación.
—Siento que voy a vomitar... — murmuró Spindle.
Aurora aguzó el oído y percibió un sutil crujido a sus espaldas. En un instante, la mitad cortada del Jolteon que Watson había pasado por alto volvió a la vida. Con una sacudida enfermiza, se lanzó hacia Spindle, impulsado por un hambre insaciable de carne viva.
—SPINDLE!
Las mandíbulas cortadas y descompuestas del Jolteon, a escasos centímetros de su pierna, mordían con sombría determinación. Spindle, aún tambaleante por el mareo, tropezó hacia atrás, ajeno al horror reanimado que se abalanzaba sobre él. Este movimiento hizo que el jolteon se estrellara contra las cajas de madera situadas detrás de Spindle.
En un salvaje estallido de electricidad, Watson se abalanzó hacia delante, con los colmillos crepitando con la fuerza bruta del trueno. Con un gruñido feroz, Watson hundió sus afilados colmillos en la carne descompuesta, y sus mandíbulas forjadas por el trueno atarasiaron con una fuerza brutal. La electricidad recorrió el cuerpo en descomposición, cortocircuitando al instante sus nervios corruptos.
El hedor a piel quemada y carne chamuscada impregnó el aire cuando los colmillos de Watson perforaron los restos putrefactos. El jolteon se convulsionó en su agonía final, dejando una mezcla tóxica de pelaje carbonizado y entrañas humeantes.
Aurora respiraba entrecortadamente y su mirada pasó del jolteon muerto a Spindle, que permanecía paralizada por el shock.
—Spindle, ¿estás bien?
Spindle, con la mirada distante y vacía, finalmente habló, —Yo... creo que estoy bien.
Aurora, no muy convencida, se le acercó cautelosamente, con los ojos entrecerrados mientras examinaba al mareado Spinda.
Cuando Aurora se acercó a Spinda, sus ojos se centraron en su pierna. Lo que vio fue un cuadro sangriento: una profunda herida en la pierna de Spindle supuraba sangre. La carne desgarrada y los tendones expuestos revelaban la gravedad de la herida.
—Mierda, Spindle! — maldijo Aurora, su voz mezclada con genuina preocupación. — Estás sangrando como una maldita fuente!
Spindle, aún aturdido y balanceándose, se miró la pierna con una mueca. —Oh, eso... sí, no es tan grave como parece.
—NO TAN GRAVE? ESTAS CIEGO?! TE FALTA UN MALDITO CACHO DE PIERNA!!!
Antes de que Spindle pudiera ofrecer otra réplica indiferente, el aire crepitó con el inconfundible sonido de la electricidad.
—No te muevas, Spindle, — gruñó Watson, con los colmillos aún titilando de electricidad residual.
Aurora, con el escepticismo grabado en sus facciones, observó cómo Watson inspeccionaba la herida. Examinó la herida con la precisión de un depredador. Cuando acercó el hocico, sus colmillos crepitaron con energía residual, arrojando un espeluznante resplandor que le sirvió de iluminación.
—Lo arañé accidentalmente mientras me ocupaba del Jolteon. Debería estar bien, pero tenemos que llevarlo con Nyx.
El escepticismo de Aurora se profundizó, su desconfianza hacia Nyx evidente en la forma en que sus orejas se aplanaron contra su cabeza.
—Nyx? Puede siquiera arreglar esta mierda?
—Ella es la enfermera aquí, Aurora. Si alguien puede ayudar, es ella.
De mala gana, Aurora suspiró.
—Bien, terminemos con esto. — Suspiró de mala gana.
Aurora, con la frustración grabada en el rostro, levantó al mareado Spindle con ayuda de sus cintas. Sus piernas colgaban torpemente, con la herida destrozada a la vista.
Watson, con los colmillos aún titilando de electricidad latente, se dirigió hacia la enfermería improvisada en el almacén.
—Será mejor que no estés infectado, idiota. — murmuró Aurora.
—S-spindaordinario...
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