Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 34

Woklan andaba sin rumbo por un paraje que parecía infinito; un lugar donde descendían del cielo pequeñas chipas rojas que se extinguían antes de tocar el suelo; un sitio donde finas telarañas blancas flotaban en el aire y lo obligaban a apartarlas con el brazo mientras caminaba cojeando.

Aunque se apoyaba en el bastón para andar, la herida del gemelo le ardía y le arrancaba pequeños gemidos. Con una mueca de dolor y los dientes apretados, inspiraba con fuerza y avanzaba intentando que el abatimiento no consiguiera doblegarlo.

—Debo acabar con esta locura... —masculló, casi al mismo tiempo que a una decena de metros unas grandes flores negras empezaban a brillar con un tenue tono dorado.

Mientras se acercaba luchando contra la debilidad, notó que la arena del suelo que pisaba se elevaba unos centímetros. Sin dejar de avanzar, oteó cómo los granos se desvanecían flotando a su alrededor.

Aceleró el paso todo lo que pudo y penetró en el gran jardín repleto de flores con gruesos tallos de los que nacían finas hojas agujereadas. Allí, rodeado por una densa capa de vegetación, no tardó en percibir un intenso olor que acabó por sumirlo en un estado de nostalgia y alegría. El dolor y la angustia desaparecieron y junto con ellas se fue difuminando el paisaje que lo envolvía.

Al mismo tiempo que el jardín se descomponía, una niebla blanca daba forma a personas que se movían cerca sin fijarse en él. Los fantasmas del pasado, recuerdos proyectados de un mundo que ya no existía, fueron ocupando cada vez una mayor parte de aquel paraje en el que no cesaban de llover chispas rojas del cielo.

Sin darse cuenta, Woklan soltó el bastón y, en medio de las representaciones de personas que lo atravesaban, caminó sin cojear. Invadido por emociones que no controlaba, buscó entre aquel mar de caras algún rostro que significara más que un recuerdo fugaz.

Tras unos minutos, en los que anduvo sin rumbo en simbiosis con la marea de personas brumosas, se detuvo y dirigió la mirada hacia una proyección que permanecía inmóvil.

Después de observar durante unos instantes el rostro agrietado del hombre creado con niebla que se mantenía contemplándolo con los brazos cruzados, dijo:

—Eres... —Una secuencia de recuerdos se encadenó en su mente y le reveló algo—. Tú... —Vio cómo durante su vida se había topado multitud de veces con aquel hombre—. No entiendo... —Mientras hablaba, supo que los encuentros no fueron fortuitos y que se había cruzado con él por una razón—. ¿Cómo puede ser...? —Meneó un poco la cabeza y preguntó confundido—: ¿Quién eres?

Lentamente, el hombre se fue solidificando, dejando atrás su estado brumoso, cubriéndosele el cuerpo con un uniforme de La Corporación.

—Soy un producto de la ruptura de la realidad —afirmó, después de que se completara su trasformación.

—¿Un producto de la ruptura de la realidad? —La incomprensión se adueñó del rostro del crononauta—. ¿Qué quieres decir?

El hombre observó las figuras de bruma unos instantes y dijo:

—Nací después de que el multiverso empezara a ser devorado por la paradoja y me propagué más allá de esta. Viajé hasta que alcancé el pasado.

—¿El pasado...? —repitió Woklan de forma automática—. ¿Conseguiste llegar más allá del suceso originario?

El hombre asintió.

—Logré unirme a la energía que da forma a los cimientos de la realidad y pude ver lo que ocurrió.

Lleno de preguntas, queriendo saber más del extraño, Woklan dijo:

—Si eres capaz de retroceder en el tiempo e ir antes del inicio de este desastre, ¿por qué sigues aquí?

El hombre se agachó, cogió un poco de tierra, la observó y, mientras se levantaba y la dejaba caer, contestó:

—Sigo aquí porque nací con un propósito. —Miró fijamente a los ojos del crononauta—. He de ayudar al que hizo posible mi existencia a completar lo que se propone.

Woklan dudó, pero, ante la intensa mirada del hombre, comprendió que se refería a él.

—¿Quieres decir que yo te ayudé a existir? —preguntó extrañado.

—El que estés aquí, vagando en medio de la paradoja, moldeando parte de la realidad con tus recuerdos, fundiéndote con fragmentos de universos despedazados, buscando la verdad e intentando acabar con el suceso originario antes de que comience, hace posible que yo exista.

El crononauta no entendió muy bien qué relación podía haber entre su periplo y que el hombre existiera. Confundido, lleno de dudas y multitud de preguntas, lo escrutó con la mirada, movió las manos de forma inconsciente y dijo:

—¿Cómo puede ser que mi tormento haga posible tu existencia?

El hombre ladeó la cabeza y caminó alrededor de Woklan atravesando las personas brumosas.

—Has pasado tanto tiempo atrapado en este lugar que ya no eres capaz de recordar. —El crononauta iba a preguntarle qué quería decir, pero el hombre comenzó a explicarle—: En un principio la creación debía ser lineal. —Movió la mano y creó un trazo luminoso en el aire—. La existencia debía moverse hacia delante, completar su ciclo y desvanecerse para volver a dar forma a la nada. —Hizo una pausa—. Siempre fue así, este multiverso no fue el primero ni debía ser el último. —Volvió a mover la mano y del trazo emergieron infinidad de líneas que se dispersaron en todas direcciones—. Sin embargo, al poco de tomar forma, se crearon varias anomalías que manipularon el multiverso, lo obligaron a extenderse sin fin y dieron forma a una realidad enferma. —Miró las líneas que emergían del trazo, superponiéndose, devorándose unas a otras. Las observó durante un instante hasta que desaparecieron—. Hay seres que han buscado desterrar la muerte y eternizar la agonía de una realidad que ha agotado su tiempo.

Woklan soltó casi sin pensar:

—¿Los Antiguos?

—Algunos de ellos. Aunque no son los únicos. La misma realidad se ha deformado de tal modo que ha creado monstruosidades que juegan con los cimientos de la creación.

El crononauta se mantuvo en silencio unos segundos asimilando lo que le había dicho y pronunció un pensamiento en voz alta:

—Vivíamos en una anomalía antes del suceso originario. —El hombre asintió—. Pero ¿qué tienes que ver con eso?

—Como te he dicho, soy producto de la ruptura de la realidad. —Se acercó a Woklan—. No te acuerdas, pero esta no es la primera vez que estás aquí intentando revertir la paradoja. —Ante la cara de asombro del crononauta, el hombre elevó la mano y la niebla que los rodeaba se descompuso dejando paso a una recreación de La Ethopskos—. Estás viviendo en un bucle que te conduce una y otra vez a este punto. —Giró la cabeza y señaló el monitor del puente de la nave—. Estás atrapado en la paradoja.

A través de la pantalla, Woklan observó una esfera brillante que, rotando a gran velocidad, centelleaba en medio de la línea temporal.

—La paradoja controlada... —susurró.

Durante unos instantes, permaneció en silencio contemplando la brecha en la realidad que intentaba crecer y devorar el multiverso.

—Así empezó todo... —murmuró, acercándose a los paneles de control.

Dirigió la mirada hacia los sistemas y se fijó en cómo la Ethopskos mantenía la paradoja estable, evitando que se expandiera el tejido espacio-temporal que había desagarrado.

—Jugamos a ser dioses... —Hizo una breve pausa—. Jugué a ser Dios... —soltó entristecido.

Sin dejar perder de vista la paradoja, el hombre le dijo:

—Era inevitable que tu especie iniciara la ruptura de la realidad. —Woklan lo miró—. Fuerzas ocultas han jugado con vosotros desde vuestra creación. —Se dio la vuelta y empezó a caminar—. Aunque vuestro destino estaba sellado antes de que os empezaran a manipular. —Movió la mano, el puente desapareció y se materializó otra sala de la nave—. Estabais llamados a convertiros en los que devolverías el orden a una realidad agónica. Sin daros cuenta, desde el principio, fuisteis esclavos de la enfermedad que devora la realidad. —Se detuvo delante de una cápsula metálica refrigerada que encerraba en su interior a una persona—. Tuvisteis que nacer para que la creación pudiese empezar a morir.

Woklan se acercó al hombre.

—¿Nuestro destino era acabar con la realidad...?

—Vuestro destino era anular a aquellos que buscan evitar la Entropía. La humanidad nació para liberar al multiverso del caos. —Hizo un gesto con la cabeza para que Woklan mirara por el pequeño cristal que mostraba el interior de la cápsula—. Nada puede existir eternamente. La vida necesita muerte para vivir y la muerte necesita vida para existir. El ciclo de la existencia y la nada debe seguir su orden natural.

Mientras el crononauta asimilaba lo que le decía, miró a través del cristal y un escalofrío le recorrió la columna.

—¿Qué...? —Se dio la vuelta y pregunto perplejo—: ¿Qué significa esto?

El hombre movió ligeramente la cabeza y la cápsula se abrió.

—Significa que ese era tu estado instantes antes de que la paradoja se volviera inestable. —Cuando quedó a la vista el cuerpo de Woklan congelado y cubierto de cables, añadió—: No pasó todo lo que crees. No al menos en tu línea temporal.

El crononauta observó el interior de la cápsula y se estremeció.

—¿Cómo acabé así?

Mientras el vaho helado emergía del metal y del cuerpo, el hombre contestó:

—Después de lo que sucedió en la Dhareix quedaste contaminado por una gran cantidad de energía Gaónica.

Woklan no pudo articular palabra durante unos instantes. Verse en ese estado, inmerso en un sueño gélido, con la escarcha sobre la piel, lleno de eléctrodos y cables, lo sumió en un mar de confusión.

—¿Quieres decir que estuve muerto hasta que se inició el suceso originario? —preguntó con una voz que reflejaba la de dudas que lo invadían.

—No, no estabas muerto. Tu cuerpo estaba inerte, pero tu mente se hallaba conectada con tus diferentes versiones de otras líneas temporales. De ellas sacaste la información necesaria para crearte una historia a partir de lo sucedido en la Dhareix. —La sala de la nave se desvaneció y las personas brumosas volvieron a aparecer—. La sacaste de tus dobles de universos paralelos y de las cosas que escuchaste durante los meses que estuviste en letargo en los laboratorios del doctor Ragbert.

—¿Ragbert...? —soltó sin darse cuenta.

—Aunque limitada, aparte de hallarse conectada a las mentes de tus dobles, durante el tiempo que estuviste dentro de una cápsula en los laboratorios de Ragbert tu consciencia pudo desplazarse por parte de la ciudadela y alcanzar la de otras personas. —Las chispas que descendían del cielo incrementaron su brillo y empezaron a palpitar—. Has podido sobrevivir porque has trascendido los límites de tu cuerpo.

Una fuerte corriente de aire golpeó a Woklan y trasformó la bruma blanca de las personas proyectadas en una intensa niebla rojiza de la que se desprendían espesas gotas carmesíes.

Mientras el crononauta escuchaba el estruendo que producía la lluvia del denso líquido al impactar con el suelo, mientras oía el eco de las gotas chocando con la arena seca y veía deformarse las figuras que representaban parte de sus recuerdos, sintió fuertes pinchazos en las sienes.

Al mismo tiempo que unos relámpagos rojos se apoderaron del cielo e hicieron tronar la atmósfera, un sinfín de imágenes de vivencias deformadas se adueñaron de su mente, obligándole a presionarse la cabeza y apretar los dientes.

—Weina —masculló cuando empezó a vislumbrar con claridad lo que le sucedió a su mujer mientras él estuvo sumido en un profundo sueño en una cápsula en los laboratorios del doctor Ragbert—. ¡Weina! —A la vez que descubría el destino del amor de su vida, poco a poco, comenzó a revelársele las repercusiones de lo que sucedió en la Dhareix—. No. —Negó con la cabeza—. No, no. —La imagen borrosa de su hija arrastrando un oso de peluche deshilachado se apoderó de él—. No puede ser... —Las lágrimas le resbalaron por las mejillas mientras descubría una parte de su pasado que había evitado recordar de forma inconsciente—. ¡No! —Con los músculos del rostro temblándole, con los ojos rojos y las venas hinchadas, gritó—: ¡¿Por qué me hicisteis esto?! —Bajó la mirada, observó al hombre que se mantenía impasible, caminó hacia él y lo cogió del cuello—. ¿Qué me has hecho? —Ante el silencio, vociferó—. ¡¿Que qué me has hecho?!

—Nada. —Le apartó la mano—. No te he hecho nada. Solo soy un producto de la ruptura de la realidad y de la fusión de tu consciencia con la energía Gaónica. —Ladeó la cabeza y vio cómo se manifestaban dos puertas, una roja y la otra negra—. Solo estoy aquí para ayudarte.

Aunque la rabia seguía poseyéndolo, aunque tenía la mente nublada, la aparición de las puertas lo sacó por un segundo del profundo estado colérico y lo empujó a recordar la infinidad de veces que había estado en ese lugar, en ese instante.

Sin entender nada, sufriendo un intenso sufrimiento y una gran confusión, se separó del hombre y caminó hasta quedar a dos metros de las puertas.

—He estado aquí antes —dijo, mientras se secaba las mejillas—. Siempre llego hasta aquí —soltó con impotencia y frustración—. Y siempre empieza de nuevo...

El hombre se acercó, se puso a su lado y le explicó:

—Estás atrapado en tu sufrimiento y por eso todas las veces que has llegado a este instante has preferido olvidar. —Se colocó en medio de las puertas y las señaló—. Una te conduce de nuevo al inicio del bucle demencial construido con las pesadillas de una creación que agoniza. —Hizo una breve pausa—. La otra te lleva hacia el encuentro con aquello que te tortura y te abre la posibilidad de acabar con tu dolor.

Woklan escuchó la risa de una niña, giró la cabeza y vio correr la representación de su hija creada con bruma blanca. Mientras la pequeña avanzaba y se difuminaba, las lágrimas volvieron a recorrerle las mejillas.

—Lo siento... —susurró.

El hombre esperó unos instantes antes de decirle:

—Aquí empieza y acaba todo. —Woklan lo miró a los ojos—. Tu elección marcará el futuro y sellará el pasado. —Antes de empezar a desvanecerse, concluyó—: El tiempo se acaba y esta quizá sea la última vez que puedas elegir.

Cuando el hombre desapareció, el crononauta escuchó fuertes pisadas y rugidos. Se volteó y vio cómo a lo lejos unas criaturas grotescas de varias fauces se acercaban clavando las afiladas garras en las arena.

—Weina... —Cerró los ojos y pensó en su hija—. Pequeña princesa... —Al oír los sonidos desgarradores de las bestias aproximarse, abrió los párpados y ojeó las puertas—. Descubrir la verdad o volver a vivir en la mentira... —Avanzó, cogió el pomo de una de las puertas y sintió la liberadora sensación de la culpa alejándose—. Vivir un mentira feliz... —Giró un poco el pomo, pero cuando la puerta empezó a abrirse le pareció sentir la voces cariñosas de su familia y se echó atrás—. Weina... —mientras susurraba el nombre de su mujer, aquel extraño lugar comenzó a resquebrajarse; el cielo, el aire y la tierra se agrietaron—. Os echo de menos... —La puerta por la que había estado a punto de entrar también se agrietó—. Siempre os echaré de menos... —Se acercó a la otra puerta y la abrió justo en el momento en que las bestias estaban a punto de alcanzarlo—. Da igual el infierno por el que camine, nadie podrá arrebatarme el dolor que siento por vuestra pérdida...

Las criaturas soltaron alaridos e intentaron clavar sus garras en el cuerpo de Woklan, pero la densa oscuridad que se propagó a través de la entrada que absorbió al crononauta las hizo retroceder.

Cuando la puerta se cerró, las bestias se lanzaron contra la madera oscura en un vano intento por seguir al teniente. Sin embargo, no pudieron arremeter mucho tiempo, el lugar donde se hallaban terminó de agrietarse y las fisuras explotaron acabando con ellas.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro