Capítulo 24
La nave se sacudía por las embestidas que producía la entrada en la línea temporal. El metal del que estaba compuesta la superficie exterior, el que se hallaba en contacto con la energía Gaónica, vibraba y se veía forzado a reducir el grosor ligeramente. La presión que ejercía la corriente temporal no era normal.
El enmascarado, aferrado a un saliente de un sistema de control, miró a Wharget y le dijo:
—Me has metido en un ataúd espacial. Este trasto no aguantará mucho más. —Al pensar en la posible destrucción de la nave, al verse desmembrado flotando por la línea temporal, no pudo evitar soltar una carcajada—. Al menos moriré con clase. —Volvió a reír.
El hombre de la katana, sin apartar la mirada de los monitores, siguió dirigiendo el rumbo de la nave manualmente y contestó:
—No vas a morir. Aún tenemos mucho que hacer. —Una sacudida tambaleó al enmascarado que se agarró con más fuerza al saliente—. Aunque podrías sentarte y ponerte los cierres de seguridad para no acabar con el cráneo partido.
El hombre del traje sonrió.
—No te preocupes, una fractura en el cráneo no me matará. —Miró un monitor que mostraba la densa neblina verde que cubría el borde de la línea temporal—. Aunque la energía que hay ahí fuera sí que puede llegar a hacerlo. —Centró la mirada en Wharget—. Esperemos que el casco aguante. No me gustaría que alguien encontrara esta nave con dos cadáveres en el puente. —Hizo una breve pausa—. Uno sonriente y el otro serio.
El hombre de la katana no contestó, pero sí lo hizo la representación de la inteligencia artificial de la nave que se manifestó cerca del enmascarado:
—El hecho de que no temas a la muerte, de que la sientas casi como un camino hacia la libertad, te convierte en alguien sumamente peculiar. —Observó uno de los monitores que mostraban la densa neblina verde—. Casi tan peculiar como la envoltura de energía que recubre esta línea temporal.
Mientras el enmascarado hacia un gesto de aprobación con la cabeza, Wharget, sin dejar de maniobrar, preguntó:
—¿Has conseguido averiguar la causa de la sobrecarga en la corriente temporal?
La niña caminó unos pasos y se detuvo al lado del hombre de la katana.
—Parece que no es cosa solo de esta línea temporal. La energía Gaónica está fluctuando a tal velocidad que ha empezado a fusionar fragmentos de distintos universos temporales.
—¿Cómo? —soltó confundido el enmascarado—. ¿Quieres decir que las diferentes partes de la creación se están alienando?
Antes de que la inteligencia artificial pudiera contestar, Wharget señaló:
—El universo único.
—¿El qué? —preguntó el enmascarado.
La niña miró al hombre del traje y contestó:
—El universo único forma parte de la teoría de la inestabilidad temporal del profesor Ragbert. Poco antes de morir, revisó los cálculos que realizó durante su vida y formuló que por más que se intentara mantener la existencia de diferentes líneas temporales, por más que se crearan bifurcaciones de estas para mantener la complejidad del multiverso, a la larga una fuerza proveniente de más allá del tejido de información cuántico acabaría por unificarlas dando forma a un universo único.
Durante los segundos que el enmascarado se quedó pensativo, asimilando lo que le acaban de explicar, las turbulencias empezaron a perder fuerza.
—Un universo único... —Sacó un cigarrillo de la pitillera y lo encendió—. Incluso muerto, incluso siendo una versión de otra línea temporal, Ragbert siempre logra sorprender. —Echó el humo y siguió hablando—: Si es verdad esa teoría, si se está cumpliendo, hay una fuerza que se aprovecha la debilidad de lo poco que queda de la creación.
Wharget tecleó una secuencia numérica y la nave activó el piloto automático. Miró al enmascarado, se levantó del sillón de mando y explicó:
—Ni Ragbert ni los que prosiguieron sus investigaciones pudieron llegar a probar la teoría. Aunque sí lograron hallar pruebas de la existencia de una energía que se encontraba más allá de la base del multiverso, más allá de la información cuántica.
—¿Una fuerza de fuera de la creación? —El enmascarado mordió la boquilla y dio una calada—. Quizá sea el creador de Dhagmarkal.
Wharget dudó, pero, al recordar el encuentro con el siervo de la deidad oscura, al revivir la extraña experiencia en un lugar creado a partir del tormento de las almas humanas, dijo:
—Podría ser. —Se dio la vuelta y caminó hacia el sistema de escáneres exteriores—. Sea lo que sea lo que se encuentra más allá de los cimientos del multiverso ha de ser una fuerza o energía con un poder inmenso. —Examinó la pantalla en busca de rastros de tecnología avanzada—. Por eso debemos revertir el suceso originario antes de que sea demasiado tarde. No solo nos enfrentamos al posible exterminio, ahora nos enfrentamos a la creación de algo que escapa a nuestra concepción de la realidad. —Al encontrar las emisiones que emitía una de las versiones de la ciudadela del final del tiempo, se giró y le ordenó a la inteligencia artificial—: Envía una sonda, que se adelante y escanee las instalaciones. —Guardó silencio un segundo—. La firma energética del Woklan originario proviene de ahí. Con suerte, aún se encontrará en la ciudadela.
La niña asintió y se desvaneció. El enmascarado tiró el cigarrillo al suelo, lo pisó y dijo:
—Como si no fuera lo suficientemente malo tener que hacer frente al fin de la existencia y a un dios demente, encima también tenemos que preocuparnos por algo que intenta fundir las distintas líneas temporales. —Miró hacia el cristal opaco que separaba el puente del vacío—. Esperemos que Woklan esté ahí. Es la clave para evitar la destrucción de la existencia.
Whargert caminó hacia la pared que sellaba la sala de armas, posó la palma sobre ella y se abrió la entrada a la armería.
—Lo necesitamos. —Se acercó a la katana y cogió la empuñadura—. Es la llave para revertir el suceso originario.
El enmascarado sintió un leve pinchazo en la sien, se la tocó y escuchó dentro de su mente:
«Te esperamos. Nos alimentaremos con tu esperanza».
Mientras el hombre del traje meneaba la cabeza, Wharget, al verlo, le preguntó:
—¿Te encuentras bien?
El enmascarado no habló durante unos segundos.
—Sí... Supongo. —Miró a Wharget a los ojos—. Debemos estar preparados. Nos están esperando. —Hizo una breve pausa—. Me están esperando.
—¿Quiénes te están esperando? —preguntó el hombre de la katana casi al mismo tiempo que empezó a sonar una alarma y la estancia se iluminó con los brillos de las luces rojas—. ¿Qué demonios? —Corrió al puesto de mando y examinó los análisis de los escáneres exteriores—. ¡Nos atacan! —bramó al ver cómo disparaban un haz contra la nave.
El impactó en el casco los arrojó por los aires. Mientras volaban, el tiempo pareció ralentizarse y alguien pareció moverse por la sala a gran velocidad.
«Tu muerte sella el pacto» escuchó el enmascarado en su mente.
Cuando chocaron contra una pared, la sensación de ralentización desapareció y ambos, entre fuertes dolores, volvieron a sentir que ya no estaban a merced de una extraña fuerza.
El hombre del traje se levantó, movió la cabeza y buscó con la mirada si había alguien en la habitación. Al escuchar cómo Wharget se ponía en pie, le preguntó:
—¿Lo has notado?
—Sí —masculló, aguantando el dolor—. Algo ha entrado en la nave.
El enmascarado apretó los puños.
—Han entrado a por mí. —Se crujió los nudillos—. Aunque al estar conmigo tú también te has convertido en su objetivo.
Las luces se apagaron y empezaron a oírse sonidos guturales. Wharget bajó la carcasa de cristal opaco del casco, blandió la katana y pronunció mientras activaba el modo de visión nocturna:
—Démosles una buena bienvenida. —La hoja de la espada se recubrió con un tenue brillo azulado.
Mientras las pupilas se le iluminaban levemente, el enmascarado señaló:
—Me gusta cómo suena eso —al acabar de hablar se lanzó contra una mujer de carne negra que arrastraba el pie engangrenado dejando un surco amarillo por el suelo.
Al ver cómo el hombre del traje golpeaba repetidas veces a la mujer en la cara, Wharget se adelantó hacia un hombre que caminaba con los intestinos colgándole y dijo mientras daba una estocada:
—No sabía que pudieras ver en la oscuridad. —La espada separó el cuerpo por la mitad.
—Si te digo la verdad, hasta hace unos segundos no tenía muy claro que tuviera esta capacidad. —Acercó el guante a la cara y olió el fuerte hedor que producían los tejidos desgarrados de la mujer—. Estoy descubriendo facetas de mí mismo que no conocía. —Cerró los ojos e inspiró con fuerza para degustar el olor.
Cuando las luces volvieron a iluminar la sala, buscaron sin éxito los restos de la mujer y el hombre. No había rastro de ellos.
—Curioso... —susurró el enmascarado.
Wharget caminó hacia el sistema de mando y examinó los análisis de los escáneres exteriores.
—Ya no está lo que lanzó el haz que golpeó la nave. Ha desaparecido. —Al escuchar el tenue pitido que emitió uno de los sistemas, se mantuvo unos segundos en silencio observando lo que le mostraban los monitores—. Parece que esa cosa se ha desplazado hacia la ciudadela. —Pulsó un botón y apagó el sonido—. Las lecturas de la energía que emite la estructura casi salen de la escala. —Se calló unos instantes—. La han sobrecargado.
El enmascarado se cruzó de brazos y comenzó a andar pensativo.
—Woklan —pronunció mientras Wharget lo miraba sin entender qué quería decir—. Buscan a Woklan. No creo que esté en esa ciudadela. —Ladeó la cabeza, se perdió en sus pensamientos y de alguna forma se conectó con los que habían abordado la nave—. Parece que nos necesitan para localizarlo.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
El hombre del traje se dio la vuelta y contestó:
—Porque algo está despertando dentro de mí. Algo que no sé describir, pero que me otorga ciertas capacidades. —Meditó un instante—. Quizá sea porque soy una anomalía. O a lo mejor es porque cuando me crearon dejaron un poder latente. —Se miró la mano, movió los dedos y vio cómo se plegaba el cuero del guante—. No sé qué lo causa, pero usaremos estos dones para ir un paso por delante.
Wharget enfundó la katana y asintió.
—Esperemos que tus dones nos sean útiles y que gracias a ellos podemos golpear cuando no se lo esperen.
El enmascarado sacó la petaca y dijo antes de dar un trago:
—Brindo por ello.
La inteligencia artificial se materializó y empezó a hablar:
—Hasta hace unos segundos estaba bloqueada dentro de la base de datos. —Wharget miró a la niña—. Mientras ha durado la anulación he podido conectarme con el sistema informático del objeto que arrojó el haz contra la cubierta inferior.
—¿Sistema informático? —preguntó el enmascarado a la vez que guardaba la petaca—. ¿Desde cuándo los siervos de Dhagmarkal usan tecnología?
—No sé si son siervos de Dhagmarkal, pero comparten parte de su naturaleza. Los restos que pude analizar del ser de humo adheridos a la katana coinciden con la estructura de uno de los seres que se adentró en la cubierta inferior. —La niña movió la mano y a su lado se manifestó una imagen que mostraba la captura de uno de los que abordaron la nave—. Estas criaturas parecen formar parte de una sociedad avanzada.
—¿Alienígenas? —susurró el enmascarado mientras se cruzaba de brazos—. Las formas de vida extraterrestres fueron borradas de las líneas temporales. Los soldados de impacto acabaron con ellas.
—¿Los soldados de impacto? —soltó Wharget—. Así que en la línea temporal del Woklan originario se llevó a cabo la iniciativa. —El enmascarado lo miró—. En mi tierra nunca pasó de ser un proyecto teórico.
El hombre del traje se quedó pensativo mientras recuerdos de la mente de Woklan emergían de lo más profundo de su ser y le revelaban sucesos importantes.
—Supongo que Ragbert tenía razón.
—¿Ragbert? —preguntó Wharget.
—El Ragbert de la línea temporal donde se inició todo. —El hombre de la katana lo observaba expectante, deseando que le explicara más—. En la última conexión que hubo entre la Ethopskos y la ciudadela del final del tiempo, el profesor dijo que la línea temporal primaria era en la que ellos vivían, que las demás solo eran réplicas distorsionadas construidas a raíz de sucesos diferentes.
»Con la cara reflejando la locura que lo poseía, repitió varias veces que desde que empezaron a surcar la línea temporal habían podido moldear los distintos universos revirtiendo en todos ellos la muerte de La Tierra, pero que les había resultado imposible hacerlo en el suyo.
»Mientras se arrancaba los ojos y partes de la ciudadela empezaban a explotar, dijo que la brecha espacio-temporal, que la paradoja, les conduciría a la realidad oculta y que con la energía que canalizarían a través de ella podrían reconstruir la realidad y evitar la muerte de la verdadera Tierra. —Hizo una pausa—. Afirmó que el resquebrajar el multiverso lo había convertido en un dios.
—¿La línea temporal primaria? —El hombre de la katana bajó la mirada un segundo—. Tiene sentido que la sea, eso explicaría por qué no se puede revertir el suceso original si no es con el Woklan originario. Hasta ahora pensaba que era imposible revertirlo porque fue en esa línea donde se creó la primera paradoja, pero no se puede revertir porque el multiverso gira entorno a ella.
El enmascarado asintió.
—Antes de que la Ethopskos perdiera el control de la paradoja y comenzara a arder con el fuego generado por la energía Gaónica, Ragbert llegó a decir algo más, afirmó que no había marcha atrás, que la llama cósmica prendería con fuerza y lo reconstruiría a él y a su mundo.
Mientras hacía que desapareciera la imagen del ser que abordó la nave, la inteligencia artificial dijo:
—Esas palabras puede que tengan mucho sentido. Puede que estén relacionadas con el universo único.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Wharget.
—El profesor Ragbert de nuestra línea temporal teorizó que si fuese posible sintetizar la información de una estructura cósmica y enviarla a la realidad oculta, lo más probable es que no solo se acelerara el proceso de unificación, sino que este adoptaría gran parte de los datos que le llegarían desde este lado de la realidad. Quizá el Ragbert de la otra línea temporal manipuló la creación de la paradoja para que a través de ella llegara la información para crear una réplica de su universo antes de que su mundo fuese consumido.
—Podría ser... —murmuró pensativo el enmascarado.
De repente, las luces empezaron a parpadear y los monitores parpadearon. Antes de que pudieran reaccionar, se escuchó una trasmisión a través del sistema de comunicaciones:
—Dadnos lo que buscamos. —Un chirrido resonó por los altavoces—. Si lo hacéis seremos magnánimos y tan solo os ahorcaremos con vuestras vísceras. —De nuevo se oyó el ruido—. No nos interesa ni la nave ni el piloto ni la consciencia encapsulada en la memoria de la máquina. —Hizo una breve pausa y se escuchó a otros de su especie hablar en un lenguaje que hería los tímpanos—. Dadnos a la anomalía medio humana y no seréis torturados.
El enmascarado estuvo a punto de hablar, pero Wharget se adelantó:
—Habéis planteado vuestras condiciones, ahora escucharéis las mías. —Se acercó al micrófono adherido a un panel de comunicaciones—. Me da igual cuál es el sucio agujero del que habéis salido. Me da igual lo que sois y lo que queréis. —Apretó los puños—. Lo que no me da igual es que habéis profanado mi casa. Me habéis amenazado a mí, a mi hija y mi aliado. Habéis empezado una guerra y guerra es lo que tendréis. Si valoráis vuestra vida huid. Y si os es imposible escapar de la ciudadela, si no podéis salir corriendo, empezad a temerme. Porque vais a descubrir lo que de verdad significa el dolor. —Miró a la inteligencia artificial e hizo un gesto con la cabeza—. Preparaos para desead la muerte mientras os hago tragar los pulmones.
La niña activó el sistema de autodestrucción de la sonda que había enviado a la ciudadela y esta explotó sacudiendo la base y anulando el camuflaje del aparato que disparó contra la nave. Wharget observó la señal del objeto enemigo, apuntó los cañones de energía Gaónica y abrió fuego destrozándolo.
El enmascarado sonrió y dijo:
—Touche.
Mientras por la transmisión se escuchaba ruido de fondo, Wharget se giró, asintió y señaló:
—Debemos darnos prisa. No sabemos qué son, ni cuántos aparatos tienen cerca de la ciudadela. Entraremos y acabaremos con los que nos encontremos. —Empezó a caminar hacia el pasillo que comunicaba el puente con la sala central de la nave y el enmascarado lo siguió—. Saltaremos al interior y los cogeremos por sorpresa. —La niña se materializó unos metros delante de él—. Cuando salgamos de la nave, activa los sistemas de armamento, el sistema defensivo y destruye todo lo que se acerque. Si hace falta, si envían una gran flota, desgarra el tejido espacio-temporal a su alrededor para destruirla.
El hombre del traje, sin dejar de fantasear con la carnicería que esperaba cometer en la ciudadela, soltó:
—Una paradoja... Interesante.
Después de que atravesaron la representación holográfica de la inteligencia artificial, la niña se desvaneció fundiéndose con los sistemas de la nave, preparándose para activar el potencial destructor de la mayor arma que construyó la civilización humana en la línea temporal de Wharget; un arma capaz de destruir universos y también de crearlos.
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