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Capítulo 36

La habitación carecía de ventanas y era tan estrecha que de estirar mis brazos en ambas direcciones mis dedos harían contacto con el duro material que formaba los cuatro muros que me mantenían cautiva. Era tan silenciosa que podía incluso escuchar el latir de mi corazón en los oídos.

Me encontraba recostada en una reducida cama donde sólo un niño de tres años podría dormir a gusto si no fuera por el duro e incómodo colchón que separaba mi cuerpo del concreto. Mi muñeca izquierda se hallaba encadenada a un muro impidiéndome mover más de un metro, lo cual era una tortura mayor a la soledad y a la desesperación de no saber lo que sucedía allá fuera.

Mi estómago rugió al menos un centenar de veces clamando por algo de comida, aunque fuera un pan duro y verde a causa del moho. Mi garganta también se sentía seca y vacía a pesar de que me había asegurado de tomar suficiente agua antes de salir de lo que era mi dormitorio. Sabía que podía sobrevivir sólo un par de días sin agua antes de morir deshidratada, aun así dudaba que la intención de la realeza fuera que muriera de tan mundana manera.

Más vergonzoso aún era la presencia de un inodoro al otro lado de la habitación, al que no podía acercarme aunque lo intentara con todas mis fuerzas. Estaba reuniendo toda mi compostura y fuerza de voluntad para mitigar las ansias de orinar pero eventualmente mis necesidades fisiológicas ganarían.

Pasé de una posición a otra, sin poder sentirme cómoda o a gusto con ninguna, mis extremidades gritaban de dolor a causa de los calambres y la piel de mi muñeca se sentía al rojo vivo, pronto alcanzaría el músculo y no sería un espectáculo digno de presenciar.

Las luces de la habitación se apagaron poco después de mi llegada aunque sospechaba que aún faltaba mucho para la hora de la cena. No obstante, no podía estar segura de ello dado que con mi microordenador confiscado las probabilidades de conocer el horario por mis propios medios era nula.

Era casi hilarante el hecho de que las cadenas que me mantenían prisionera se encontraran en el mismo lugar que veinticuatro horas atrás se encontraba el dispositivo que me permitía mantener contacto con el mundo exterior y que era como otra extremidad de mi cuerpo. Prácticamente toda mi vida se encontraba en ese aparato y esperaba que Perseo tuviera la sensatez de hackearlo para impedir que el mismo fuera examinado.

Pese a mis esfuerzos para mantenerme despierta y el hambre voraz que experimentaba, el cansancio terminó finalmente por derrumbarme. Si bien tenía miedo de quedarme dormida y de padecer horribles pesadillas, mi sueño no se vio interrumpido por ninguna externalidad o acontecimiento.

Desperté cuando la deslumbrante luz sobre mi cabeza se encendió y volví a caer dormida cuando la misma se apagó poco después. Empero, en medio de la oscuridad mi cuerpo finalmente sucumbió a sus necesidades biológicas y con lágrimas en los ojos, oriné al lado de la cama agradecida por la privacidad que me brindaba la penumbra, no muy segura de que alguien no me estuviera observando.

Lloré por el tiempo que duró la oscuridad, hecha un ovillo en el medio de la cama, mientras recuerdos de mi infancia me llegaban tan rápidamente como gotas de lluvia. Lamentaba muchas de las decisiones que había tomado en mi vida pero no las de los últimos meses.

Podría jurar que habían pasado meses, incluso años, desde la última vez que había visto a algún pasajero o tripulante de la nave aunque eso era imposible dado que la falta de alimento e hidratación ya se habrían cobrado mi vida. No obstante, en el momento exacto en que una de las paredes grises se deslizó hacia un costado permitiéndome ver un estrecho pasillo, me sentí desbordar de alegría aunque mi visitante fuera Francisco.

Su nariz se arrugó, al quedar encerrado en la habitación, debido al olor a orina que la inundaba. A pesar de sentirme indefensa, una pequeña pizca de orgullo me invadió. Podía sacarlo de sus casillas incluso encadenada a un pared y sin posibilidad de defenderme.

ꟷVeo que has redecorado la habitación.

El sarcasmo en sus palabras tenía el mismo efecto que mil balas impactando en mi cuerpo. La satisfacción que había experimentado segundos atrás desapareció por completo, demostrando lo volátil que estaban mis emociones debido al encierro y aislamiento. Incluso la persona más fuerte podría romperse en una situación similar a la mía. Era una sensación claustrofóbica que no le deseaba a nadie, ni siquiera al mismísimo Malvoro.

ꟷ¿En qué puedo ayudarte? –la voz raspó mis cuerdas vocales, sin embargo, ninguna mueca de incomodidad surcó mi rostro.

Mantente fuerte.

ꟷEl rey espera que puedas proporcionar información útil –se paseó por la habitación, dos zancadas a la izquierda, luego dos a la derecha y repitió el proceso por al menos cinco minutos.

ꟷ¿Información útil? –elevé una ceja, esperando adquirir una mirada curiosa.

Su andar finalmente se detuvo, una pequeña eternidad transcurría mientras cada uno de los dos finalmente hablaba. Él medía sus palabras al tiempo en que yo lo evaluaba buscando donde atacar.

ꟷ¿Qué puedes decirnos sobre los marcados?

Tragué con fuerza.

ꟷVoy a necesitar un vaso de agua y una cadena más extensa. De lo contrario mis labios permanecerán sellados.

Su mirada penetrante, de un oscuro azul, se detuvo en mis ojos. En lo más interno de mi ser, una parte se removió atemorizada mientras el resto permanecía impenetrable. Estaba asombrada por mi entereza.

ꟷNo estás en condiciones de negociar.

ꟷEntonces dile a tu rey que me iré a la morgue sin decir ni una palabra.

La oscuridad volvió luego de que Francisco se retirara y el cansancio reapareció con ella. No opuse resistencia, mi explotada cordura necesitaba tiempo de descanso para mantenerse a raya. Las pesadillas tampoco llegaron durante la inconsciencia como si algún calmante fuera utilizado como aromatizante para mantenerme dormida.

Al despertar, pude sentir menor resistencia por parte de la cadena de hierro que me mantenía unida a la pared. Tal como esperaba, la misma había sido reemplazada durante mi lapso de sueño por una más extensa, reforzando la idea de que era drogada cada tanto para mantenerme al borde de la locura. Junto a mi cama, yacía en el nuevamente reluciente suelo de hormigón, un pobre desayuno que provocó un audible rugido en mi estómago.

A pesar de que no tenía intención alguna de cooperar, disfruté de la comida y la posibilidad de utilizar el retrete sin producir daño alguno en mi brazo. De alguna extraña manera me sentí libre como un pájaro que aprende a volar y no quiere detenerse.

Francisco reapareció luego de que hubiese saboreado mi primera comida en muchas horas, con el semblante sereno y una postura relajada que nadie se hubiese tragado. Me evaluó por unos segundos e incluso retiró la bandeja de plástico en donde se encontraba los alimentos.

No fue un acto de bondad sino de inteligencia, podía utilizar tranquilamente el rectángulo para golpearlo repetidamente.

ꟷTus requerimientos fueron aceptados.

Asentí con la cabeza, sentada en la cama con la espalda contra la pared con la intención de mantener la mayor distancia posible entre mi antiguo entrenador y mi maltratado cuerpo.

ꟷNo hablaré con nadie más que el príncipe.

Su rostro se despojó de la máscara de tranquilidad y con la velocidad de un depredador se abalanzó sobre mí, cerrando con fuerza sus manos sobre mis brazos. Apretó tan fuerte su agarre que temí que mis huesos cedieran ante él.

ꟷSi fuera tú, no jugaría con la suerte.

Elevé mi rostro para encontrarme con sus ojos.

ꟷSi fuera tú, sacaría mi enorme trasero de esta habitación e iría con Malvoro Wang.

Su puño cerrado impactó con fuerza contra mi quijada, dejándome desorientada y con la cabeza dando mil vueltas. El dolor se extendió como una ola de calor por el resto de mi rostro y hasta mi cuello, no por ello me rendí.

ꟷCuida tus palabras, traidora.

Escupí su rostro, que se vio manchado con una mezcla de saliva y sangre.

No predecí el siguiente golpe, ni los que le siguieron a ese. Mis labios se mantuvieron sellados, indispuestos a traicionar a mi padre y a los millones de pangeanos que aún quedaban en la Tierra.

Mi cuerpo acabó adolorido, sintiéndome como una bolsa de boxeo y dispuesto en posición fetal sobre el frío colchón.

ꟷTu última oportunidad de hablar.

Con la última gota de energía que me quedaba en el cuerpo solté en un susurro una simple palabra que me hizo receptora de otra paliza.

ꟷPúdrete.

______

¡Hola, hola! ¿Qué tal están? ¿Siguen en cuarentena o en su país el Covid-19 dejó de ser una amenaza? Donde vivo se está flexibilizando pero a nivel país aun está complicado.

Dirigiéndonos a temas más alegres o quizás no tanto... La historia está en la recta final pero me pondré a escribir la segunda parte en estos días. Se llamará Sinergia. ¿Qué les parece?

¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Aanisa les agrada? ¡Los leo!


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