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Capítulo 20

Cené en mi habitación, no queriendo arriesgarme a un momento incómodo con Demetria o, aún peor, ver a Malvoro sin que una distancia kilométrica nos mantuviera separados. Cada bocado que daba era un esfuerzo, no sentía hambre ya que mi estómago estaba ocupado por el sentimiento de incertidumbre que me había invadido en tanto Perseo había abandonado la habitación.

Seguí su consejo, me vestí con mi ropa de entrenamiento –dado que era lo más cómodo que había en mi armario- y esperé sentada en el living a que llegara la hora de nuestro encuentro.

Medianoche.

Las luces se apagaban en todas las habitaciones de la nave a las once de la noche, la única excepción era cuando los reyes autorizaban alargar la velada, por lo cual mientras el reloj marcaba la una de la mañana, yo me encontraba sentada a oscuras en mi dormitorio queriendo comprender la razón de su demora.

Cuando el cansancio estaba por vencerme, las luces de la habitación se encendieron, arrojándome fuera de los brazos del sueño. Similar al resto de las ocasiones en las que Perseo había visitado mi dormitorio, entró sin permiso manejando los sistemas a su antojo desde su microordenador casi transparente.

Al igual que yo, llevaba ropa de entrenamiento pero no la que usábamos con Francisco en nuestros entrenamientos diarios. La misma era negra en su totalidad, con una leve franja de color violeta a un costado de sus pantalones. Sus manos estaban en su escondite habitual, sus bolsillos, y llevaba el cabello despeinado y húmedo.

—¿Lista?

Asentí con la cabeza, demasiado adormilada para responder coherentemente.

Seguí sus pasos fuera de la habitación y, al igual que la vez anterior, por distintos pasillos y escaleras sin conocer el verdadero destino al cual nos dirigíamos.

—¿A dónde vamos?

Los pasos de Perseo se detuvieron y pronto giró hacia mí, sus ojos eran un mar de emociones que no pude descifrar, siendo quizás, la primera persona con la que me resultaba dificultoso adivinar sus emociones.

Lo positivo de no tener amigos era que te conviertes en alguien realmente bueno observando a sus pares y estudiándolos. Me había vuelto una experta en ello, pero Perseo había logrado tirar mi habilidad por el tubo de basura.

—A evitar que algo como eso vuelva a ocurrir –sus ojos se posaron en el hematoma que descansaba en mi cuello y no pude evitar tragar con fuerza.

Estaba asustada, Malvoro y Francisco me asustaban a pesar de luchar contra ese miedo. Sin embargo, estaba más preocupada por el mensaje de mi padre que en el horrible cardenal y dolor que el príncipe heredero me había causado.

ꟷ¿Qué hay del mensaje de mi padre?

ꟷHablaremos de ello más tarde.

ꟷNo lo entiendes, ¿no? –solté el aire contenido en mis pulmones y elevé un poco la voz, inconscientemente-. Estamos hablando de la vida de mis padres, que tus padres sean los reyes y por ello no estén en peligro no significa que debas ser un insensible.

Su ceño se frunció a medida que las palabras escapaban a borbotones de mi boca a causa del miedo constante que estaba viviendo. No deseaba tratarlo mal, después de todo era el único con el que podía contar en la nave y había demostrado que era de fiar pero me molestaba su tono indiferente y lo expuesta que me sentía. Necesitaba salvar a mis padres, era lo único que necesitaba.

ꟷLos reyes no son mis padres, Aanisa –susurró, sus ojos oscureciéndose debido a la tristeza-. Mis padres fallecieron cuando era un niño, créeme que sé lo que es perder a alguien.

ꟷYo... -las palabras se atoraron en mi garganta en ese momento convirtiéndose en una labor imposible decirle que lo sentía. Me sentí como una niña malcriada en consecuencia a la que sólo le importaba el bienestar de los suyos.

Había tratado mal a Perseo y no lo merecía en lo más mínimo.

ꟷAndando, perdemos tiempo.

Perseo se detuvo frente a una puerta de metal, por la cantidad de pisos que me había obligado a bajar estaba segura que nos encontrábamos en alguna parte del subsuelo de la nave que, según Demetria me había explicado, era donde se guardaba el equipaje, los elementos de Gobierno y donde los empleados tenían sus habitaciones y lugares recreativos dado que los ingenieros habían decidido que el proletariado no era lo suficientemente bueno como para convivir codo a codo con los nobles.

ꟷ¿Dónde estamos?

Los ojos de Perseo se posaron sobre mí una vez más y en respuesta a mi pregunta, con ayuda de su microordenador, abrió la pesada puerta. Frente a mis ojos el panorama cambió, la habitación deduje era una sala de entrenamiento bastante similar a la de los pisos superiores pero por mucho más grande.

ꟷ¿Entrenaremos? –no pude evitar levantar una ceja en ese momento e imprimir en mi tono de voz rasgos de desconcierto. De todos los lugares donde creí que me llevaría, un recinto de entrenamiento no era uno de ellos.

ꟷTe prepararé para tu próxima pelea.

ꟷNo planeo pelear, Samuel.

Su nombre dejó un leve cosquilleo en mis labios, era agradable y desconocido a la vez.

De alguna manera me gustaba la intimidad que me brindaba saber su verdadero nombre y estar autorizada a decirlo en voz alta.

ꟷLo harás si deseas salvar a tus padres.

Recosté todo mi cuerpo en el suelo alfombrado del recinto, mi respiración era trabajosa y mis músculos rogaban por un descanso que sabía que no iba a poder proporcionarles en breve. Si había creído que Francisco era cruel con el entrenamiento, Perseo acababa de derrotarlo.

Pese al dolor que experimentaba en mi tráquea, realicé cada ejercicio que me había mostrado. Al principio necesitaba de su ayuda pero luego de pocas repeticiones podía efectuarlo por mí misma sin problemas.

No obstante, la mayor dificultad de presentó cuando Samuel intentó enseñarme combate cuerpo a cuerpo. Caí sobre mi cuerpo un centenar de veces, la mayoría impactando primero con el trasero, mientras mi nuevo entrenador me derribaba.

Sabía que no iba a poder vencerlo con facilidad por lo cual me decanté en estudiar sus movimientos intentando encontrar algún punto ciego que pudiera usar a mi favor. Para el momento en que mi cuerpo ya no podía conectar un puño, no había descubierto ninguna debilidad.

Lo habían preparado bien.

ꟷ¿Te encuentras bien?

Jadeé en respuesta, intentando emitir un sí. Por la creación, necesitaba diez litros de agua.

ꟷVen –me extendió su mano y sin pensarlo la tome-. Vamos por algo de beber.

Seguí sus pasos fuera del recinto y por los pasillos, en los cuales se movía con suma naturalidad como si se encontrara en su casa. Poco después, por fortuna se detuvo y entró a una pequeña habitación.

En la misma descansaba una cama de una plaza, un escritorio de madera industrializada con una silla que lucía realmente incómoda y un reducido armario. Tomé asiento en la cama perfectamente estirada y observé a Perseo hacer un pedido en la diminuta pantalla plana adherida a la pared.

ꟷ¿De quién es este lugar?

ꟷMío.

ꟷ¿Tienes dos habitaciones?

Una leve sonrisa surcó sus labios al procesar mis palabras y no puede evitar sentirme como una infante, una que ha dicho una dulce insensatez y había conseguido ablandar el corazón de sus padres.

ꟷÉsta es mi única habitación –explicó apoyando su espalda en la puerta del armario-. Me rehusé a tener una habitación inmensa, después de todo trabajo en la nave y no utilizo la habitación para algo más que dormir.

Asentí en respuesta, deslumbrada por sus palabras. Perseo era una caja de sorpresas que parecía no tener fin, cada momento que pasaba a su lado descubría una pequeña parte de su carácter y pasado.

ꟷToma.

Tomé la botella de vidrio que me extendía y sin pensarlo dos veces la abrí y vertí su contenido en mi garganta, la cual agradeció el acto enormemente.

ꟷ¿Quieres?

Negó con la cabeza con una sonrisa lobuna adornando su rostro y sentí mis mejillas arder en consecuencia.

Había descubierto un par de cosas sobre Perseo, la más importante era que mi cuerpo reaccionada de maneras extrañas a su presencia. No sabía que pensar sobre ello y mucho menos como actuar.

ꟷPuedo convidarte si lo deseas.

Volvió a negar: ꟷLa necesitas más que yo.

Tenía razón, realmente necesitaba hidratarme.

Mantuvimos el silencio por algunos minutos mientras conseguía recuperar el aliento y acababa el contenido de la botella que sabía como el paraíso. Sin embargo, la tranquilidad no se extendió por mucho dado que Perseo finalmente emitió las palabras que esperaba escuchar.

ꟷBien... hablemos de tus padres.

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¡Buenas! Espero que hayan tenido una bonita semana, ¿qué tal su día lunes?

Espero que les guste el capítulo y como siempre muchas gracias por el apoyo.

¡Hasta la semana que viene!


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