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Entrevista a @Guideonh (Parte 3/3)


Ella se retuerce, me empuja y me clava el tacón. Grito y caigo, sosteniendo mi pie adolorido. 

—¡Pensé que eras diferente a tu compañero! Qué equivocaba estaba. ¿Comprobamos si me atrevo a acercarme al fuego? —espeta furiosa.

Alrededor todos voltean. Cuando retiro las manos esperando encontrar una herida supurante, no hay nada visible. Ni siquiera la sombra del tacón. Observo a Andrada, mareado y estupefacto. ¿El citra me ha protegido? 

—¿Por qué tienes rojas las orejas? —señalo y me incorporo.

—Por el mismo motivo por el que tienes una daga pegada al cuello —escucho que dice Kaadel detrás de mí y siento un filo helado contra la garganta.

—Siempre es un gusto tenerte rondando —acoto con dificultad—. Lástima que ahora pueda hacer esto.

Con un chasquido hago que la daga se convierta en goma. Kaadel la pasa por mi garganta solo para comprobar que hace más cosquillas que daño. 

—No creo que sirva de mucho —replica Kassia, que ha aparecido junto a Andrada—. Mi señora, ¿gusta que la lleve a vuestra mesa?

—Lo más lejos de aquí, si es posible —dice ella. Me clava una mirada más furiosa que su tacón y se aleja junto a Kassia, que susurra en mi mente: 

«Me parece que he ganado.»

Regreso junto a Alejandro.  

—Debería disculparme con Andrada —digo, avergonzado. 

—¿Por qué? —pregunta él.

—¿No viste lo que pasó?

—Estaba viendo eso —señala hacia las mesas a nuestras espaldas y veo a un grupo de invitados aplaudir y reír mientras Adam Black le está quitando el liguero a cierta embajadora. En otra esquina, a uno de los embajadores se le ha quedado enganchado el mantel en la bragueta y corre por ahí intentando zafarse. 

—Olvido que estamos en una boda —acoto.

—¿Algún otro reto que deba superar? 

Miro la libreta. El siguiente es demasiado... tal vez sea demasiado para él.

—¿Dirías que fabulista_del_ayer es el usuario de Wattpad que más admiras?

—Sí, creo que ya me explayé sobre eso hace rato. ¿Estás celoso?

Pongo los ojos en blanco.

—Solo debemos buscarlo.

—¿Por qué?

—Hay algo que debes hacer por él.

Paseamos entre las mesas, interrogando invitados. Nadie da razón del paradero de Fabulista, ni TyGwyn —que habla sobre la resaca de Pasado mañana con Poisonganger—, ni ktlean1986 —que intenta separar a Marcedia de Frank, mientras Blanca_1412 lucha por unirlos de nuevo— , ni DraculasBlood, ni Denise_83 —que está disfrutando de un buen guacamole—, ni Escriboymegusta, ni Lady_Eclipsa —que pelea con Belosnezhka32—, ni L-ZigZag —que comenta haber visto una oveja, pero no un fabulista—, ni NieblaEspacial —que es solo una nebulosa de sueños latentes— ni Shiribita —que persigue a Kadhannet—, ni Ailine_blood —que nos dice que ya nos demos por vencidos— y casi lo hacemos, pero MonicaBenet comenta que la única que podría saber la respuesta es AbuelaCaradura y nos acercamos a su mesa.

—¡Abuelita! —exclamo.

Lleva gafas de sol y los audífonos puestos. Seguro está oyendo kpop de los noventas u otro de sus grupos raros. Mi sonrisa se esfuma cuando noto el porro que intenta esconder bajo la mesa.

—¿Ya te estás drogando de nuevo? ¡Pero si acabas de salir de rehabilitación!

—Tejí tu chambrita drogada, así que deberías agradecerme.

—Con razón olía a mota bien cabrón —digo, atando cabos—. ¿En medio de tu viaje no viste a fabulista_del_ayer?

—He visto tantas cosas en mis viajes... ¿Cómo está vestido el fabulista? ¿Tiene buen trasero?

—Diría que es solemne —dice Alejandro, que lo conoce bien—. Lleva un traje de samurái y una larga katana.

—¿Larga katana? —remarca la abuela—. Tal vez fue una fantasía fujoshi, pero creo que entró ahí —señala las fauces del dragón.

—¿A la Sala Principal? —pregunta Alejandro—. ¿No está repleta de guardias que defienden la integridad de los novios?

—Que defiendan lo que quieran mientras me dejen fumar en paz.

No sabemos si creerle en su estado, pero como no podemos descartar la posibilidad, nos adentramos en las fauces del dragón. Una lengua viperina —como la de AltezaCulebrosa— hace de puente para llegar al salón en el interior de la cabeza. Por los ojos como ventanales entra la luz del sol e ilumina un cristal escarlata, que dispersa la luminiscencia como si de fuego se tratara. Un fuego muy tenue.

—Aquí huela a sangre —dice Alejandro y tiene razón.

—¿Será por ese cadáver?

Casi lo he pisado. Lleva chaleco antibalas y una automática, pero tiene el cuello cortado. Hay otros quince, dispersos por ahí.

—Ha sido Fabulista el que los ha pasado por la katana.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque está allá —dice, señalando el portón de metal que protege el acceso a la garganta. Reconozco al sujeto por el traje de samurái.

—Pues la abue no estaba tan drogada después de todo —acoto y me encamino hacia él teniendo cuidado de no pisar los charcos de sangre.

—¿Qué se supone que debo hacer? —pregunta Alejandro.

—Debes matarlo.

—¿Matarlo?

—El reto es asesinar al usuario que más admires de Wattpad.

—Es que yo no...

—¿Quieres llamar a Kassia para que lo haga?

Sonrío ante la posibilidad de un Kassia cortado en dos por Fabulista, pero pronto se me esfuma la sonrisa. Nuestro hombre más buscado está echado contra el portón como si ya no pudiera levantarse más.

—Los demás están adentro —dice con voz solemne, pero cansada. La katana ha caído a su lado, toda llena de sangre.

—¿Te han herido? —pregunta Alejandro, esperanzado. Tal vez quiera librarse de su responsabilidad por una suerte del destino.

—Ni un rasguño.

—¿Entonces por qué pareces a punto de morir? —pregunto.

—Estoy agotado. 

—Pues Alejandro ha venido a matarte.

—Es un reto, tío, nada personal —se disculpa.

Fabulista lo mira por un momento, intenta levantarse, pero no puede.

—Mira, mátame anda, pero yo de aquí no me muevo, que estoy mu cansao.

—¿Estás... seguro?

—Que sí, yo no me levanto. Que estar de pie es un fastidio. Maté a los guardias porque estaba buscando el baño y me he cansao demasiado. —Saca un dulce y lo come, despacio—. Anda ya. Acaba.

Alejandro toma la katana y yo retrocedo un paso.

Estoy fantaseando con Kill Bill y la frase tan épica de Lucy Liu —crush por siempre—resonando en la sala: ¿Creías que iba a ser tan sencillo? 

Pero para mi desgracia lo fue, fue sencillo.

Alejandro acaba rápido. El dulce rueda por el suelo a medio comer y el portón rojo, tras Fabulista, se abre unos centímetros. Algo me llama a su interior (la posibilidad de una primicia).

—Voy a colarme a ver a los novios —suelto, entusiasmado. 

Alejandro me sigue por la garganta del dragón. Cada escalón dejado es más estrecho que el siguiente. Al llegar a la base, estamos al borde de un salón muy amplio, que más bien es una caverna de paredes redondeadas iluminadas por decenas de antorchas. Hay una hilera de balcones adheridos al estómago de la bestia, cerca del techo, y una franja de grabados en la piedra negra que relatan como los Targaryen llegaron a Rocadragón.

—¿Esa no es Andrada? —pregunta Alejandro señalando la piscina de llamas que arde bajo los grabados.

En efecto, es ella, y luce muy tensa parada cerca del fuego. La acompaña un viejo septón que tiene el mentón hundido en el pecho como si dormitara. 

—¿Qué haces aquí? —resuena mi voz mientras me acerco a ella. Hay bancas de lado y lado, como en una iglesia—. Te busqué hace rato, quería disculparme... ¿Dónde están los novios?

Andrada niega. Frustración y miedo se trasluce en su rostro.

—¿Y los novios? —pregunta Alejandro, haciéndome eco—. ¿Son invisibles?

—¡El novio acaba de llegar! —resuena una voz conocida.

—¿Fox? —siseo con furia y miro hacia todas partes, pero no lo encuentro—. ¡Qué chingaos haces aquí?

—Soy el wedding planner —responde muy fresco, pero no asoma la cara—. ¿Quién crees que puso tu comida favorita en el menú y esas cervezas mezcladas con whisky? Alguien tenía que tratarte bien el día de tu boda.

—¿Mi boda? —Arrugo el entrecejo—. ¿De qué habla? —le digo a Andrada.

—¿De verdad me lo estás preguntando? —espeta—. Teníais todo esto planeado desde el principio. Los tres.

—Eh, eh, a mí no me mires —suelta Alejandro.

—No hablo de ti —dice ella y se le tensa la mandíbula. Parpadea como si estuviera conteniendo las lágrimas y me mira con rencor.

—¡Tampoco sé lo que sucede! —siseo.

—Si de verdad no estáis en esto, sacadme de aquí —pide y la voz se le corta.

—Entonces vamos. —Comienzo a caminar hacia la salida—. ¡No tengo tiempo para tus juegos, Fox, así que nos largamos!

—Eso no se va a poder —replica sin mostrarse, pero el sonido de armas hace eco en el salón. Las miras láser dibujan saetas en la oscuridad. Sobre la frente de Andrada hay al menos cinco puntos rojos y comprendo por qué no se ha movido de su sitio—. Roth, toma tu lugar frente a la novia y comencemos la ceremonia. Los invitados han esperado demasiado.

—¿Mi lugar frente...? ¿De qué hablas cabrón? ¡Sal de dónde quiera que estés y explícame esta nueva estupidez que tienes entre manos!

Me aprieto el pecho, la furia de nuevo escuece. 

—¿Qué te duele, querido amigo? —Pregunta, todavía escondido—. ¿Será la piedra que te dio Beatrice? Siempre confías en un par de piernas bonitas. Todavía no aprendes de tus errores.

Se escuchan pasos y entonces lo veo: se acerca por las lindes de la piscina de fuego.

—¿De qué hablas? Esta cosa solo proyecta mi magia.

—Todo tiene un precio, ¿no recuerdas a Melisandre? Varitas a cambio de una cría —señala a Andrada—. Tú has intercambiado magia por tu libre albedrío, tu... humanidad.

Me abro la camisa haciendo saltar los botones y busco el dije, pero la piedra se ha incrustado en mi piel y se hunde. Escuece. 

—¿Mi voluntad? ¿De eso hablas? ¿Para qué la quieres?

—Tal vez quiere tu espada juramentada —susurra Alejandro.

—Mi objetivo es casarte con Andrada. Beatrice me ha facilitado el citra para que lo haga. Mira la invitación y lo comprobarás. 

Saco el papel de mi bolsillo. Los nombres se han hecho visibles, se lee: T. J. Rothfuss y Andrada Moisa.

—Te has vuelto loco. ¡No vamos a casarnos! ¿Por qué... por qué querrías algo así?

—¿Yo? No se trata de mí, se trata del padre de Lady Moisa. Cree que la hemos deshonrado con nuestra entrevista y so pena de muerte, me ha exigido que uno de nosotros se case con ella.

—¡Mientes! —suelta Andrada—. Conozco a mi padre, nunca haría algo así. Antes te despedazaría vivo que obligarme a algo como esto.

—¿Hace cuánto que saliste de casa? —le pregunta Fox—. ¿Estás segura que conoces a tu padre? Te has alejado tanto de tu hogar, que ahora eres casi una desconocida.

—¡Estoy segura! Y si tanto dices que lo ha decidido él, ¿por qué no está aquí? Que me lo diga a la cara si quiere que le crea.

—¿Qué? ¿No lo sabes? —Fox no deja el tono de burla—. ¿No sabes qué ocurre en tu reino ahora mismo? Qué princesa tan desconsiderada eres, has abandonado a los tuyos a su suerte. Por desgracia no tenemos tiempo para discutir cuestiones políticas. Roth, colócate junto a la novia. Y usted, viejo septón, despierte. ¡Tiene que casarlos!

El anciano da un respingo y murmura entre dientes.

—No, Rothfuss, no lo hagas —dice ella, pero yo no puedo evitar dar los pasos necesarios—. ¡Alejandro, has algo!

—No hará nada —dice Kassia y veo de reojo que ha aparecido junto a su creador—. Nos estamos divirtiendo.

—Lo siento, Andrada —replica Alejandro—, pero coincido...

—¡Es una locura! —grita ella.

—¿Y qué es el mundo, qué somos nosotros, sino el resultado de la locura creativa de algún dios? —suelta Kassia.

—No me vengas con filosofías. —Lágrimas comienzan a caer por las mejillas de Andrada—. Rothfuss, por favor —suplica hacia mí.

—Roth hará lo que yo le diga —replica Fox y se planta a mi lado, como si fuera el padrino. Me pasa el brazo por el hombro—. Cásate con Andrada, no podrás conseguir mejor partido. Tiene el poder de crear portales entre universos literarios. Ya no dependerás de mi fortuna para ir de una entrevista a otra. Te librarás de mí.

Sus palabras caen en mi mente con una lógica implacable.

—Visto de esa manera, creo que has arreglado un buen matrimonio —acoto.

Kassia ríe y se coloca detrás de Andrada. La sujeta con firmeza, le susurra algo al oído y ella se debate, tratando de liberarse.

—¡No, suéltame! No podéis hacerme esto.

—Eso deberías decírselo a tu padre —dice Fox.

—¡Él no es así!

El septón comienza a murmurar algo inentendible. Fox se planta entre nosotros y abre una caja con un par de brazaletes. Los miro, tienen el escudo de mi familia: la muerte vestida de charro sobre un campo de flores de cempasúchil. Estoy a punto de tomar el que le corresponde a la novia, pero algo ondula frente a nosotros, como si el fuego se partiera en dos.

—¡No intentes abrir un portal!—advierte Fox dirigiéndose se Andrada—. Ya me dijo tu padre que necesitas agua para hacerlo y no encontrarás una gota de líquido por aquí.

Tomo el brazalete. Sé lo que ocurrirá si lo pongo alrededor de la muñeca de Andrada y estoy ansioso.

—¡Alejandro! —intenta Andrada una vez más, mirando hacia él.

—¿Yo qué? No termino de entender qué hago aquí. Mi único poder es ser normal y tragar cantidades absurdas de morros de cerdo.

—¡Creaste a Kassia! Algo se te ocurrirá.

—Sí lo creé, pero aquí no tengo poder sobre él. ¡No estamos en mi universo!

—Pensé que disfrutabas del espectáculo —le dice Fox a Alejandro—. Desde que te nominó, has querido que Andrada sufra.

—Me apetece verla sufrir sabiendo que luego todo saldrá bien, pero aquí no lo tengo tan claro. Casi me da un poco de pena, toda la vida con Roth...

Veo como Andrada se muerde el labio, derrotada. Trato de hablar, pero tengo la garganta cerrada. El viejo ha llegado a la parte del brazalete. Doy un paso y tomo la mano de Andrada. Cuando lo cierro alrededor de su muñeca, un halo de pétalos anaranjados la envuelve. Está atada a mí, hasta la muerte y después de ella (de una manera muy literal).

—Es tu turno —dice Fox, extendiéndole a Andrada el brazalete restante—. Tienes que ponerla alrededor de la muñeca de Roth y todo esto habrá acabado. Podrán regresar junto a tu padre, que te necesita. ¿Irás en contra de sus deseos? Tu reino está en juego, Lady Moisa, ¿o debería decir, Su Alteza?

Alargo mi mano. Ella toma el brazalete, dudosa, pero no lo coloca.

—Fox, por favor... —suplica.

—Recuerda que tengo a Kaadel. Tal vez no pueda hacerte daño a ti, pero con él tengo cuentas pendientes —sisea mi amigo.

—Eres un ser despreciable —replica ella, temblando de furia

—De eso parece haber bastante por aquí —dice Alejandro.

—Acaba con esto —espeta Fox impaciente—. Afuera los esperan todos. Quieren celebrar a los novios.

Andrada tensa los hombros, agarra con fuerza el brazalete y lo acerca, pero entonces Kassia deja escapar una carcajada, como si se hubiera estado conteniendo todo este tiempo, y él, Andrada y Fox desaparecen.

Volteo hacia Alejandro, pero está en el suelo, lo mismo que los guardias armados. El viejo septón es el único que sigue consciente de la situación y mira a todas partes con cara de espanto.

Fox, Kassia y Andrada aparecen, pero algo ha cambiado. Es Fox el que está en lugar de Andrada y cuando se da cuenta, me ha colocado el brazalete en la muñeca.

—No, no, no, no —dice alejándose de mí, pero el halo de pétalos también me envuelve. Está hecho.

—¿Qué? —escucho decir a Andrada y suelta una risa nerviosa.

—Te dije que confiaras en mí —replica Kassia

—¡Hijos de la chingada! —suelta Fox. El septón nos está declarando marido y marido. Es un viejo progresista—. No, pinche anciano, vamos a repetir esto.

Una multitud se acerca y comienzan a lanzarnos arroz.

—Seremos muy felices —digo, sonriendo, me parece lo más lógico, pero él me pega en la nuca.

—Ya cabrón, despierta. Vamos por Andrada y...

Pero Andrada ya no está —dice una voz desde lo alto.

—¡Narradora! —exclamo.

Todos los guardias han caído, así que me he colado. Como iba diciendo... Pero Andrada ya no está, ni Kassia tampoco. La multitud rodea a la pareja del año, felicitándolos. Alejandro se acerca a darles la enhorabuena, por lo visto no recuerda que antes estaba ahí Andrada en lugar de Fox.

—¿A dónde iremos de luna de miel? —pregunto. 

—A la chingada, claro, porque es ahí donde mandaremos a Andrada y de paso a Kassia. Si se piensan que eso acabará así...

Andrada y Kassia disfrutan de un baile privado, muy lejos de ahí. Rothfuss piensa en ir a Cancún, le hace falta un buen descanso, apartado de todo. Fox deja a un lado la furia y abraza a su amigo. Ha hecho realidad un sueño muy antiguo. Y yo... Yo quiero tomarme unos cócteles con cierta señorita neblinosa, pero por desgracia, debo seguir narrando los acontecimientos.

La felicidad de ahora solo es el prólogo del drama que se cierne sobre el mañana. Un barco, muy diferente al Deus Ex Machina espera a los novios cerca de la playa.

¿Qué les deparan las siguientes entrevistas?   

*

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