La primera vez... Entrenamiento
La sala de entrenamiento estaba vacía. Sin embargo, Chuck entrenaba por su cuenta. El sudor cubría su cuerpo mientras mantenía sus posiciones de ofensiva y defensiva.
Ser capitán de un momento a otro le caía bastante bien para su autoestima. Sin embargo, era más pesada su labor en el escuadrón. En su cargo tenía que cooperar con otras dos personas, una mujer y otro chico. Y a decir verdad, la mujer era muy testaruda, tanto que en ocasiones salían peleados por horas e incluso días.
Suspiró a ver la hora en la pared. El cuarto estaba caliente por las actividades que había hecho y le apetecía beber agua. Se acercó a donde descansaba su botella para alzarla, acercarla a sus labios y empinar el líquido hacia su boca. Bebió unos segundos dejando que se desbordara un poco por la comisura de sus perfectos labios. Pequeños jadeos salieron gracias a la falta de aire que beber de casi un trago media botella le había ocasionado.
Miró por la ventana del confinamiento de entrenamientos para asegurarse que nadie estaba espiando. Poco le importaba cooperar pero tampoco quería cometer errores al momento de demostrar su capacidad como piloto. Y a sabiendas de que la mujer en su escuadrón era la próxima a suplirle, tenía que cumplir su objetivo de concentrarse más. Se sentó en el piso, pensando en sus estrategias de vuelo, en sus ataques nuevos y en su próxima misión. Tan pronto como se vio sumido en dichos pensamientos, la puerta del gimnasio se abrió, afectando su concentración en el repaso mental que hacía.
Hablando de la chica castaña, ahí estaba ella. La mujer que le hacía salir de quicio y lo retaba siempre por el liderazgo.
-¿Qué haces aquí, Chuck? –su voz lo hizo respirar profundamente para calmarse y no responder de manera agresiva.
-Entrenar, ¿y tú?
Sonreí ante esa pregunta, obviamente ambos veníamos a entrenar. Ese maldito engreído jamás me dejaría atrás en la competencia por ser capitana. Pocas veces alguien me ganaba, pero Chuck es un caso excepcional. Lo admiro, lo admito y aún así no me dejaré ganar. En estos momentos es el jefe de nuestro escuadrón y yo soy la beta... Eso puede cambiar si se confía.
Es alguien bastante atractivo. Claro, con los genes de su padre que también era piloto, es obvio darse cuenta que es muy atractivo. Su cuerpo está completamente torneado y ni qué decir de ese rostro. Su cabello gotea sudor y a pesar de eso, no deja de verse bien. Sus labios tan masculinos y gruesos atraen a las demás chicas de la academia.
-También vengo a entrenar. Llegué antes para eso –y su sensual voz no puede ocultar ese acento que tanto me gusta. A este punto, no sé si me gusta o si me ha enamorado...
-Pues muéstrame tus movimientos –pongo las manos sobre mis caderas, retando su capacidad para el entrenamiento. Él cruza los brazos, no le gusta que le ordene nada.
-¿Crees que lo haría para alguien como tú? Eres mi subordinada, no tienes derecho de retarme, ¿lo sabías?
-¿Tienes miedo de que te gane, no es así? Tú nunca entrenas hasta altas horas de la noche.
Eran cerca de las 10 de la noche, todos ya estaban en su cama reposando. Únicamente nosotros estábamos en el mismo recinto peleando respecto algo tan tonto como quién es jefe y quién no. Suspiré y me puse a calentar los músculos. Mi ropa no era diferente a lo que siempre uso. Un pantalón de licra para mantenerme caliente y poder estirarme bien, un top color morado a juego con el pantalón y una sudadera para cuando finalizara. Mi cabello agarrado en una coleta y una muñequera que mi madre me regaló cuando niña.
Ignorando al sujeto que me gustaba, me acerqué al almacén donde las pesas estaban y saqué las mancuernas de 2 kilos. Estiré los brazos para empezar el calentamiento adecuado a ellos, antes de usar las mancuernas.
Chuck seguía con detenimiento mis movimientos. Me puso nerviosa su mirada pero no permití que lo notara. Para cuando terminé mis ejercicios preliminares, él se unió a mí. Sonreí mentalmente ante su debilidad por competir y ser el mejor.
-Bien, tengamos un pequeño combate, ¿te parece?
-Excelente idea. Dejemos de una vez en claro quién manda~.
Ese comentario era con doble sentido. Quizás me encanta competir con él porque me gusta. Quizás no sea por eso. Nunca lo sabré. Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro y atacó mi flanco derecho, bloqueé el ataque con la mano, girando sobre mis pies para darle una patada en el hombro. Sin embargo, se hizo hacia atrás antes de que siquiera lo tocara.
Regresó a la posición de defensa y busqué una abertura en su vanguardia. Generalmente, su brazo izquierdo empezaba los ataques, así que podía tratar nuevamente con su hombro derecho. Lancé mi puño en ataque a su hombro. Él contraatacó con un buen bloqueo. Seguramente había leído mis movimientos sin darme cuenta.
Me alejé de él para reestructurar mi estrategia. El sudor comenzaba a juntarse en mi frente y resbalaba por mis mejillas. En tanto, él sudaba también, mojando su playera deportiva de color gris. Sonrió cuando me vio un poco acorralada y comenzó su ataque de nueva cuenta. Mi pierna detuvo su agarre, logrando que saliera lejos de mí. Cayó al suelo por un momento, pero se incorporó de un salto hasta donde yo estaba.
-Parece que vamos empatados.
-No por mucho~. -mi voz se hizo cantarina y salté para derribarlo. Una patada casi queda frente a su rostro, pero me detuvo en el aire y me lanzó contra la pared. Mi espalda seguramente resentiría aquello.
Era rudo. Pero aún así, notaba que se contenía frente a una dama. No usaría esa ventaja, es como ser perdedora sin ni siquiera intentarlo. Las vértebras de mi columna crujieron al acomodarse nuevamente, nada roto afortunadamente. Me acerqué nuevamente, el sudor bajaba más rápido que antes así que era más incómodo luchar. Había sido debilitada por su anterior ataque, así que era cuestión de estrategia ahora. Sí... ahí estaba, una abertura finalmente. Sus manos eran rápidas para detenerme, su bello rostro no.
Hice una finta de moverme a un lado, luego a su contrario y entonces pude patear su pecho, tirándolo al suelo sin más. Parece cansado, no se ha levantado en unos segundos. Me quedé sobre él, de cierta manera un beso suyo no es desagradable.
-Eres una tramposa... -su voz salió apenas en un susurro, agotado por la caída. Sus ojos permanecían cerrados y después se enfocaron en mí. No parecía incomodarle que me sentara sobre él.
-Ah, vamos Hansen~, sabes que fue un gran movimiento. Ni siquiera lo leíste.
Lo llamaba por su apellido para hacerlo enfadar a veces. Esos ojos azules se veían más sensuales cuando la furia se les impregnaba. Gruñó y yo me acerqué más a sus labios. Estaba mareado por el golpe, así que el beso pudo hacerse. Como pensé, eran unos labios maravillosos, algo salados por el sudor pero no dejaban de ser apetecibles. De un momento a otro, correspondió el gesto con cierta intensidad. Su lengua tocó mi labio superior, haciendo que abriera ligeramente mi boca y por tanto, dejarla entrar hasta mi paladar. Jadeé con los ojos cerrados de su agresivo beso. Era estupendo para besar.
Su mano derecha viajó a mi nuca, haciendo totalmente profundo ese momento. Mi cabeza se inclinó ala derecha y en sincronía, la suya se dirigió a la izquierda. Sonreí en mi mente ante los sucesos. En realidad me gustaría llegar a más que sólo un beso.
De pronto, corté la magia a falta de aire. Jadeos salían de nuestros labios, relamí los míos al no sentir contacto con los suyos.
-Chuck...
-¿Sí? –mantuvo su mirada en la mía.
-Me encantas... -mordí mi labio ante el contacto que su mano tuvo en mi cadera, esa enorme mano me daba soporte para no caer.
-Lo hubieras dicho antes. –un beso apasionado fue plantado en mis labios de nueva cuenta, por iniciativa suya. Estaba llegando a un nuevo nivel.
De pronto, la ropa me pareció patética. Rodó su cuerpo hasta quedar sobre el mío. Gemí cuando me mordió el labio inferior pero ni siquiera me aparté. Su mano izquierda bajó hasta mis caderas, acariciando suavemente los costados. Era bastante cariñoso a pesar de su torpeza ocasional, y de su manera de tratarme en el campo de batalla. Solté mi cabello de la coleta que lo sujetaba.
Los besos bajaron por mi cuello. A veces eran marcas en mi piel, y otras eran besos húmedos. Pequeños gemidos empezaron abandonar mi boca. El piso ya no era incómodo como antes. El material del que estaba hecho era madera, así que me ayudaba a mantenerme caliente de ser necesario, aunque también hacía que resbalara por el sudor.
Friccioné mis caderas a las suyas, lo deseaba en verdad. Chuck pasaba sus manos por mi cintura, ni siquiera tocaba bruscamente mientras que yo hacía ademanes para que me tocara más. Sus enormes manos con esos dedos tan largos se movían a una velocidad baja, centímetro a centímetro podría decirse. Además, las venas que podían verse a través de su piel se habían inflamado un poco. Me comenzaba a desesperar esa actitud.
-Tranquila. –adivinó mis acciones. Su voz estaba hecha un susurro, bastante grave por el grosor de su voz. Gruñí bajo su cuerpo musculoso y él no evitó reírse.
-Sólo hazlo y ya. Quiero sentirte, fortachón~.
Sonreí y volví a besarlo, pasando mis manos por su cuello y reposando las mismas en sus cabellos. De nueva cuenta, su lengua jugaba con la mía y era imposible controlarme. En cierto punto, comenzó a desnudarse frente a mí, tan lentamente que parecía un baile erótico sin más reparo. Mordí inconscientemente mi labio inferior y pasé mis manos por su torso desnudo, dando atención a sus pectorales. Podía notarse un poco el nerviosismo que tenía por las torpes y tontas acciones que hacía como tratar de desabotonar su pantalón sin mucho éxito, por tanto tuve que usar mis encantos para ayudarlo.
Los besos se reanudaron cuando estuvo en ropa interior. Yo no necesitaba tanta ayuda. Sus fuertes manos bajaron de un jalón mi pantalón deportivo, sin ninguna sutileza en ser compasivo. Ahí fue cuando empezó la acción real.
Cada suave curva en su cuerpo me atraía. Si bien era una testaruda conmigo indudablemente no podía concentrarme en quedarme en una sola zona de su piel. Mis dedos se transportaron al top morado que llevaba. Sus pechos resaltaban bastante y cabían perfectamente en mis manos. Juraría que fueron hechos para que los tocara. Como juego preliminar, presioné sus pezones por sobre la tela, sacando un lindo gemido de sus labios. Hizo su cuello hacia atrás cuando hice dicho contacto, por lo que mi siguiente movimiento fue despojarla de ese molesto top.
El olor en la habitación era poco notorio, pero seguramente mi mente leía que Alex empezaba a desprender más feromonas al aire, por lo que el sudor se transformaba en algo netamente necesario para mantenernos juntos en aquel lugar. Si las cámaras de seguridad estaban encendidas sería un problema... Aunque ese problema no me interesaba en lo absoluto.
Tomé entre mis dientes el primer pezón, el derecho. Con el izquierdo me arreglaría después. Toqué su lencería de encaje y satén con la mano derecha, dibujando la forma que tenían sus labios mayores, ese roce fue suficiente para hacerla sonrojarse y cubrir su boca. No quería que la escucharan. A continuación, froté mi palma contra toda su feminidad. Esa fricción aceleró su excitación aún más, se empezaba a formar la lubricación entre sus piernas. Deslicé mis labios hasta su pezón izquierdo creando cierta reacción de placer en su cara.
-¿Cuántas veces te has tocado ya pensando en mí? –atiné a molestarla un poco a lo que se quejó.
-Unas 3. Las demás han sido con mis actores favoritos. –dijo sin vacilar. Buen contraataque.
Retiré su braga con lentitud, apreciando su mirada en el proceso. Sonrió un poco cuando aquella tela quedó en el olvido. Di un suave resoplido por su manera tan atrevida de tomar las cosas y me mordí su pezón. Un pequeño grito me satisfizo así que lo succioné para crear un nuevo sonido que fue un jadeo de sorpresa.
Bajé lentamente por su abdomen dejando besos y pequeñas mordidas hasta encontrarme con su clítoris. Aquella parte tan delicada fue succionada de inmediato mientras mis dedos hacían su camino dentro de ella. Tanto el dedo índice como el medio jugaban con pequeñas estocadas en su interior. Cuando lo sentí oportuno, el dedo anular se unió en el lugar dando lentas estocadas. Sus piernas comenzaban a temblar, marcando el próximo orgasmo que tendría.
Alejé mi mano de su entrada y utilicé mi lengua. El sabor del lubricante natural femenino era salado, la textura un tanto viscosa se podía sentir también. Me sumergí en sus labios menores para lamer y retirar lo poco que pudiera. Gimió sonoramente, arqueando la espalda y regresé a tender con largas lamidas el espacio del clítoris. En ocasiones jugaba con él y permitía que fuera succionado.
Para acelerar la situación, mi mano volvió a penetrarla y mi lengua también, tomando en el proceso todo lo que podía. Sonreí complacido con los sonidos emanados de sus labios. Eran gloriosos, era como tenerla a mí merced.
-Agh... Mmh...
-Hazlo más alto o me detengo. –amenacé con una sonrisa a la castaña quien no dudó en mover las caderas en círculos para lograr mayor fricción dentro de ella.
-Eres un...-jadeó de manera ahogada cuando acaricié un lugar clave para ella.
-¿Un qué? –atiné a responder, dejando de ser sutil con mis dedos. Las estocadas se habían hecho pequeños ganchos dentro de ella, buscando acariciar el nuevo lugar descubierto.
-Más... Chuck...
-¿Te gusta aquí, cariño?
Un gemido pasó por su garganta y llegó a mis oídos inmediatamente. Sonreí a medias por la victoria obtenida. Alex se incorporó a medias, con ayuda de sus codos para observar lo que hacía. La besé mientras hacía mi trabajo a lo que ella no resistió.
Sus caderas no se quedaban quietas mientras sucedía. Querían más movimientos, así que presioné con el pulgar su adorado clítoris, provocando un estremecimiento en ella. Cortó el beso para dejar libre su voz.
-Mgh... Ahh... Ya~...
-¿Te vas a venir, verdad?
Sin dejarla responder moví más frenéticamente la mano, creando círculos dentro de ella, justamente en el punto que las yemas de mis dedos presionaban. Así que de pronto se vino sobre ellos.
Lo siguiente que supe fue que me lancé sobre él. Maldito, se había tardado en hacerme llegar. Lo besé y quedé sobre él. Apreté su erección aún escondida en su ropa interior a lo cual gruñó. Sonreí cuando lo saqué de su escondite, frotando mis caderas contra las suyas. Su glande se mojaba de mis fluidos que aún goteaban de mi vagina. Podía sentir cómo se deslizaba, así que me era fácil imaginar lo grande que era. Miraba sus ojos para ver su agonía de ser controlado por mí.
Besé su cuello con la intención de excitarlo más. Las venas de su pene podían sentirse ligeramente con cada roce que daba y no pude contenerme mucho tiempo ante lo sensible que yo estaba también.
-Entra ya, joder. –gimoteé en completa excitación y él gruñó antes de levantarme y entrar de una estocada en mí.
Quedé sobre él, montando su escultural cuerpo. Mantuvo sus manos en mi cintura para ayudarme a moverme. Gemí en cuanto me atravesó, era demasiado grueso y largo para mí. Mis labios quedaron entreabiertos por la sensación, así como mis manos reposaban en su firme pecho. Subí y bajé las caderas junto a las suyas. Cada vez que me había masturbado pensando en él había valido la pena, era bueno para hacerlo.
En pocos minutos ya me tenía gimiendo, a pesar de ser estocadas lentas y suaves podía llenarme en cada una. Arqueé la espalda, dejando caer mi peso sobre mis brazos esta vez apoyados en sus rodillas. Miré hacia abajo para encontrare con la manera en que cada estocada se podía ver, es decir, mi piel sobresalía cada que entraba a fondo en mí. Esa vista me excitó más así que mis caderas se movieron rápidamente contra él. Jadeé de lo bien que se sentía cada embestida. Mi piel chocando contra la suya era un sonido que llenaba mi mente y hacía que me perdiera en eso.
Estaba pensando en ello cuando me tomó de los muslos y chocó mi espalda contra el suelo, alzando mis caderas a un nivel bastante placentero, al grado de tocar constantemente cada área de mi interior. Me calenté más por la sensación. Mis muslos reposaban agarrados por sus enormes manos. El resto de mis piernas flanqueaba sus brazos, de tal modo que con cada penetración se movían en un suave balanceo.
Grité en repetidas ocasiones a causa de sus malditos movimientos. Era tan bueno para eso...
Me senté al cansarme de la posición. Senté a Alex en mi regazo y seguí dando estocadas lentas. Dejaría la brusquedad para el final:
-Estás apretando mucho... Ahh, ¿sabes? –gemí escondido en su cuello.
-Tú... Agh~... Eres enorme... Mm~.
-¿Me imaginabas así en tus fantasías? –mordí su oreja tras susurrar aquello en su oído. Un jadeo ahogado salió de sus labios con aquella acción y enterró sus uñas en mi espalda casi sin cuidado.
-No responderé a eso.
Sonrió y movió las caderas en sincronía con las mías. Tomé sus glúteos para forzar a mi miembro a entrar más en ella. Gimió y se apoyó en mi hombro derecho como si su vida dependiera de eso. Podía llenar su interior hasta donde no sabía que existía espacio.
En su pelvis cada embestida era visible, como una tela elástica que se expandía al ser penetrada a fondo, sin llegar a romperse y después volvía a su forma inicial. Su blanca piel me encantaba a más no poder. Besé su cuello mientras dejaba marcas de succión por todos lados incluso en sus clavículas. Cargué a la castaña para salir de ella y me levanté demandando probar su habilidad con la lengua. Sonrió y se acercó gateando, tomando con sus manos mi glande. Lamió la punta produciendo un sonoro gemido mío que se hacía gutural cuanto más lamía. Hizo círculos pequeños en esa zona, bajando hasta mis testículos para después dar paso a lamidas largas. Besó la punta nuevamente antes de engullir mi virilidad.
Pronto toqué su garganta. Sus reflejos parecían bien entrenados para hacer eso. Cerró los ojos haciendo parecer que probaba un dulce enorme y le gustaba. Su cabeza subió y bajó lentamente, saboreando cada parte de mí. Gemí mientras hacía suaves estocadas en su boca, el calor que abrazaba mi glande era delicioso y sus movimientos eran tan hábiles. Irreparablemente, mi mano derecha viajó a su cabeza, halando su cabello en repetidas ocasiones y haciendo que fuera más adentro.
-Eres tan... Agh... Me voy venir pronto~. Apresúrate. –jadeé y soltó mi falo de pronto para responder.
-Está bien~. Hazlo. –dijo antes de volver a lamer y succionar mis testículos. Gemí cuando volví a sentir su ardiente garganta alrededor de mí.
Posteriormente la alcé. No quería venirme en su boca. Estampé su espalda a la fría pared, donde la ventana a prueba de balas se encontraba. Estaba fría así que ocasioné un estremecimiento de parte suya. Sin contención alguna, la penetré en una estocada mientras tomaba con mis brazos sus muslos. Se afianzó a mi cuello y pude ver su cara llena de placer. Los cabellos se arremolinaban en su rostro sudado y sus pupilas se habían dilatado, aunque duraron poco pues pronto con la primera embestida rápida se fueron a blanco.
Comencé a penetrarla con brusquedad y por tanto tuve que callar sus gritos, gemidos y nombramientos con mis besos. Jugué con su lengua, mordiendo su labio inferior en ocasiones. Sus pechos rebotaban y sus pezones erectos rozaban mis pectorales sin problema. Sonreí y con la mano izquierda la sostuve de la cintura para pegarla más al cristal. La mano derecha de ella bajó a tocar su clítoris no sin antes lamer dos dedos suyos.
Retomé el beso y mi mano regresó a su muslo. Mi pene estaba a punto de venirse en ella por la fricción producida en su húmedo interior, sin mencionar que arañaba con ambas manos mí espalda. No contuve más mi voz, escondiendo mi rostro en su cuello, clamé su nombre con cada nueva embestida y ella gimoteó aún más el mío:
-¡Ah, Chuck! Nnnh... Ahh~
-Hay que apresurar esto~. –el sudor nos cubría totalmente así que resbalaba por todos lados. Mantuve su cuerpo quieto sin balanceos, para asestar las estocadas en ese lugar que antes había tocado con mis dedos.
-¡Joder! ¡Así! ¡Más, sí!
-Será un placer.
Las palabras terminaron para convertirse en jadeos. Maldije lo apretada y sensual que era esa mujer. A pesar de ser una imposible subordinada me encantaba. Mis movimientos se hicieron frenéticos, tanto que el punto G de Alex fue alcanzado rápidamente y sus paredes se contrajeron contra mí en el vaivén marcado. Jadeé acelerando lo más que pude y sucedió como una pequeña explosión que nos vinimos al mismo tiempo.
No detuve las estocadas mientras era bañado por sus fluidos, quería prolongar su orgasmo junto al mío. El piso pronto fue mojado por ellos, sonreí en mi mente por la idea. Gimió y miró mi rostro aún agitada antes de besarme. Respondí apasionadamente el gesto. Luego, sus ojos viajaron al piso para encontrarse con sus fluidos y lo mojado que estaba el área.
-Asombroso, capitán.
-Nada mal, segunda piloto a bordo. –acaricié su mejilla antes de salir de ella. Después, tomamos nuestra ropa para limpiar el desastre que se había hecho.
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