Capítulo 10
—¿Puedo pasar? —pregunta con una sonrisa abriendo levemente la puerta de la habitación.
—¡Tía Nay! —Ella exclama emocionada mientras se levanta del suelo donde se encontraba jugando para correr hasta la pelinaranja— ¿Qué haces aquí?
Nayeon la toma en brazos y la aprieta fuerte contra su pecho, dejando un casto beso en su cabeza.
—He venido a cenar, tú madre me ha invitado. —le dice alegremente.
Ella por su lado sonríe divertida y levanta las cejas repetidas veces.
—Está nerviosa.
—¿Nerviosa? —pregunta con el ceño fruncido— ¿Por qué?
—Por su cita con la entrenadora Lili. —anuncia con ojos brillantes de emoción.
—¿Cita? —la niña asiente.
—Sip, la entrenadora Lili nunca ha visto los Minions. —dice claramente, como si aquello tuviera todo el sentido del mundo.
Nayeon frunce aún más el ceño, confusa, pero decide guardarse todas las preguntas para Jennie.
—Vaya, y yo ahora me entero.
—Mamá lleva todo el día actuando extraño, ha sonreído tanto que creo que debe dolerle la cara.
—Bueno, eso es genial. ¿Verdad? Nos gusta que mamá sonría.
—Sí —la niña sonríe—. Mamá está muy feliz.
—Entonces nosotras también.
—Mami feliz, nosotras felices.
[•••]
—Así que una cita, ¿eh? —Nayeon dice divertida al entrar en la cocina, encontrando a su mejor amiga terminando de hacer la cena.
Las mejillas de Jennie enseguida se vuelven carmesí, y con cuidado deja la cuchara de madera encima de la encimera.
—Que rápida, le daba más de una hora hasta que sacara el tema.
Nayeon sonríe y se apoya contra la larga encimera de mármol, mirando a Jennie de aquella manera que la ponía un tanto nerviosa.
—Estoy muy orgullosa, Jennie.
Las palabras de Nayeon le hacen sentirse pequeña, como si fuera una bebé que acaba de aprender a caminar. Porque de cierto modo, así era, Jennie estaba aprendiendo a caminar fuera de su burbuja, de su cálida zona de confort. Y era extraño y a veces le daban ganas de volver a esconderse dentro de su burbuja. Pero entonces la imágen de Lisa besándola bajo la lluvia le hace querer dar un millón de pasos hacia delante.
—No es nada. —niega con una sonrisa nerviosa mientras baja la mirada y continúa con la cena.
—Lo es, es la primera cita que tienes en años.
Lo era, exactamente la primera cita que tenía desde hace más tiempo del que puede recordar. Y estaba tan aterrada como emocionada.
—No lo sé, no es la gran cosa, ¿sabes? Vamos a ver una película de niños con Ella.
Nayeon sonríe, una sonrisa grande y sincera.
—Suena divertido, y que Ella esté involucrada solo lo hace mejor.
—Supongo. —Jennie sonríe al recordar la forma en la que Lisa parecía encantada de que Ella fuera a estar con ellas, la forma en la que hablaba de su hija como si fuera la niña más increíble del mundo.
—Me alegro mucho por ti, Jendeukie.
—Gracias Nay —le sonríe y se siente más tranquila ahora que su mejor amiga estaba allí.—. Ahora ayúdame a terminar la cena antes de que Ella se queje de que tiene hambre.
—Marchando, señora. —dice haciendo un saludo militar a lo que la castaña rueda los ojos.
Al menos, pase lo que pase, siempre tendría a Nayeon.
[•••]
El viernes llega, y con ella, una bomba de nervios que estalla dentro de Jennie. Las mariposas se prenden fuego, y quizás se convierten en murciélagos que muerden y arañan cada parte del interior de la castaña. Se siente como un huracán formándose lentamente dentro de ella, y cuando detiene el coche en el aparcamiento del club de fútbol todo se vuelve más real.
Iba a tener una cita con Lisa.
Probablemente estaba siendo dramática, no era para tanto. Pero de algún modo, lo era, Jennie había tenido citas, pero aquello había sido antes, hace mucho tiempo atrás, antes de tener que poner a su hija por encima de cualquiera, incluso de ella.
Salir con alguien lo complicaba todo, porque cuando aquello terminaba, no tan solo tenía que lidiar con su propio dolor, sino que también tenía que lidiar con el de Ella. Tenía que dejar su propio dolor a un lado y poner una sonrisa para la pequeña y hacer como si todo estuviera bien. Y aunque Jennie siempre había sido una romántica sin remedio, el miedo de que las cosas salgan mal de nuevo le detenía siempre de tan siquiera intentarlo.
Porque teniendo a Ella no necesitaba a nadie más. O eso creía hasta ahora.
—¿Nerviosa? —Ella pregunta desde la parte trasera del coche, sentada en su silla morada con los brazos cruzados.
—¿Por qué lo dices, cariño? —Jennie pregunta mirándola a través del espejo retrovisor con una sonrisa nerviosa.
—Llevamos aquí cinco minutos, mami.
Es entonces, que Jennie se da cuenta que llevan paradas en aquel estacionamiento más tiempo del que creía, que había sido completamente absorta por sus pensamientos.
—Oh. —es todo lo que es capaz de decir mientras sonríe un tanto avergonzada.
Quizás estaba actuando como una niña pequeña, pero volvería a ver a Lisa después de haberla besado, después de que se besaran bajo la lluvia hasta que sus labios se hincharon, y decir que no estaba nerviosa sería una completa mentira.
—¿Podemos ir ya? —Ella pregunta desabrochándose el cinturón para seguidamente colocar su pequeña mano en el hombro de su madre.— Estarás bien, mamá.
Son las palabras que de alguna manera necesitaba, dichas por la persona que más le importaba, así que Jennie se siente mucho más aliviada ahora, mucho más valiente.
—Por supuesto amor, vamos.
Salen del coche y cuando entran en el campo de fútbol, la pequeña corre hasta su entrenadora haciendo que Jennie sonría levemente.
—¡Entrenadora Lili!
—Hola, pequeña. —Lisa la abraza con la mayor sonrisa en su rostro, y las mariposas dentro de Jennie empiezan a revolotear.
—¡Te he echado de menos! —exclama con brillo en sus ojos— Ayer mi mamá y yo fuimos al parque con la pelota que me regalaste y le marqué todos los goles, ¿te lo puedes creer?
La pelinegra sonríe con cariño.
—No me sorprende para nada, pero no se lo digas a tu madre.
Jennie rueda los ojos pero sonríe, y cuando Lisa la mira, siente que todo el aire en sus pulmones desaparece.
—¿Nos vemos luego? —Lisa le pregunta y se ve tan bonita, tan perfecta, que Jennie piensa que no puede ser real.
¿Quién se veía tan malditamente bien en ropa deportiva? Jennie estaba convencida de que Lisa era la única persona que se veía tan increíblemente bien vestida así.
—Intentaré no llegar demasiado tarde. —dice sonriente, escondiendo sus manos en las largas mangas de su suéter.
—Inténtalo, porque estaré deseando verte.
Y Jennie siente cómo todo su cuerpo tiembla con las palabras de la pelinegra, y está segura de que puede escuchar a su propio corazón suspirar.
[•••]
Jennie, de hecho, acaba llegando tarde.
Pero no es debido al trabajo o al tráfico, es debido al huracán de sentimientos que la arrastran hasta el caos.
Se encuentra en el estacionamiento del club de fútbol una vez más, intentando encontrar el valor de bajarse y afrontar aquello a lo que tanto teme. El miedo al abandono una vez más, a enamorarse de alguien y que no funcione. Pero finalmente decide salir y dejar el miedo atrás, porque ya no había nada que pudiera hacer, ya no había vuelta atrás. Su corazón ya gritaba Lisa sin cesar no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
Y si es sincera, no quiere que se detenga. Tan solo espera que el de Lisa grite el suyo con la misma intensidad.
—¡Mami! —Ella exclama emocionada al verla caminando por el campo, saliendo disparada hacia ella.
—Hola, amor. —Jennie la saluda tomándola en brazos y dejando un casto beso en su frente.
—Te he echado mucho de menos.
—Yo a ti mucho más. —dice con una sonrisa.
Ella le abraza con fuerza antes de que su madre la vuelva a dejar en el suelo y empieza a dar saltitos de emoción, moviendo su cabello que se encontraba recogido en una coleta ya despeinada de un lado a otro.
—Voy por mis cosas —dice alegremente—. ¡Te tengo que contar como Soobin casi consigue marcar un gol!
Jennie suelta una pequeña risa y asiente.
—No puedo esperar a escucharlo.
Ella sonríe antes de salir corriendo hasta donde solía dejar sus cosas, y entonces, los nervios vuelven a golpear a Jennie.
—Se me hace raro que no haya harina esparcida por todo tu rostro, ¿debería preocuparme? —es lo que Lisa dice una vez están solas, y el corazón de Jennie se acelera.
—Es que hoy tengo una cita. —dice, con las mejillas levemente sonrojadas.
—¿Ah sí? —sonríe divertida— Debe ser una cita importante entonces.
—Oh lo es —asiente—. Incluye Minions, una niña de siete años con mucha energía y una entrenadora lo suficientemente loca como para ayudarme a hacer doscientos cupcakes en mitad de la noche.
Lisa sonríe, una sonrisa tan grande y sincera que causa pequeñas arruguitas a los lados de sus ojos, que de golpe, parecen brillar mucho más que antes.
—Suena a la cita perfecta —dice acercándose hasta Jennie para seguidamente levantar su mano y colocar uno de sus mechones detrás de su oreja.—. Pero solo para que lo sepas, a tu cita no le molesta verte repleta de harina, cree que es bastante adorable.
—¿Crees que soy adorable?
—Esto solo hará crecer más tu ego, castañita, pero si —asiente acariciando su mejilla que se encuentra completamente rosada y no precisamente por el frío otoñal.—, muy adorable.
Jennie se muere por besarla allí y ahora, en aquel preciso momento mientras le acaricia la mejilla y le dice lo adorable que cree que es.
—¡Ya estoy aquí! —Ella exclama llegando hasta ellas, haciendo que Lisa se separe levemente y aparte la mano del rostro de la castaña.
—¿Lista para irnos? —Jennie le pregunta.
—Lista —asiente—. ¿La entrenadora Lili viene?
—Tenemos una cita, ¿recuerdas? —dice divertida, sabiendo perfectamente que Ella no había dejado de pensar en ello.
—¡Jamás se me olvidaría! —exclama con falsa indignación.
—Dímelo a mí. —Jennie dice con un suspiro, a lo que Lisa ríe.
La pequeña sonríe alegre mientras toma la mano de su madre, comenzando su camino hasta el aparcamiento con Lisa a su lado. Y en mitad del camino, mientras le cuenta a su madre cómo ha ido el entrenamiento de hoy, Ella también toma la mano de su entrenadora.
[•••]
A pesar de todo, una hora después, Jennie se siente mucho más relajada. Ahora, las voces en su cabeza gritando todo lo que podía salir mal parecían haberse callado, y tan solo se sentía cómoda.
Bien, se sentía bien y se sentía correcta.
Porque había observado como Lisa cortaba el pan para su hija en la cena mientras le explicaba porque su fiesta favorita era la navidad, mientras debatían sobre las películas de Disney y Lisa les contaba cómo fue la capitana del equipo de fútbol en la universidad, y nada podía sentirse más correcto.
A Jennie realmente le gustaba Lisa, y ni siquiera se sorprende cuando lo admite para sí misma. ¿Quién podía conocer a Lalisa Manoban y no enamorarse completamente de ella?
Las líneas de lo correcto y lo que parecía ser tan solo un inocente y pequeño enamoramiento en la pelinegra se habían difuminado al completo, como si demasiadas galletas se hubieran horneado juntas en la misma bandeja. Y la ve allí, sentada en su sala mientras ríe de algo que ha dicho su hija y tan solo puede pensar en conocer a la madre de la chica, para poder darle las gracias por haber traído al mundo una obra de arte, la mejor persona que ha conocido nunca.
Jennie no estaba segura de qué tan bueno era eso, que tan peligroso podía ser, pero justo en aquel momento, mientras Lisa limpiaba los platos de la cena que acababan de tener, no le importaba.
—¿Te ha gustado la cena? —pregunta mientras seca los platos con un pequeño trapo, justo al lado de Lisa.
—Es la mejor que he probado nunca. —la mira con una sonrisa, y Jennie tan solo puede reír.
—Lili, eran nuggets congelados. —la pelinegra frunce levemente el ceño y asiente.
—Los mejores nuggets congelados, además, eran dinosaurios.
Jennie se ríe y niega lentamente mientras coloca los platos ya secos en su sitio.
—Prometo que la próxima vez tendrás una cena decente.
—Así que habrá próxima vez. —Lisa dice con una sonrisa divertida, a lo que Jennie tan solo puede sonrojarse mientras se encoge de hombros.
—Quizás.
Lisa va a abrir la boca para decir algo más, pero es interrumpida por la aguda voz de la pequeña.
—¡Mami! —Ella llama desde la sala— ¡Haz palomitas, por favor!
—¡Marchando! —Lisa la mira con asombro, la boca levemente abierta mientras sonríe.
—¿Nuggets de dinosaurios y palomitas? Es mi día de suerte. —Lisa dice alegremente mientras se seca las manos con el trapo que anteriormente Jennie estaba usando.
Jennie la mira con ojos brillantes mientras se muerde el labio, y lo siguiente que sabe es que se está acercando para dejar un beso en su mejilla.
—Malditamente afortunada. —Lisa susurra para sí misma cuando Jennie se aparta para comenzar a preparar las palomitas con las mejillas en tonos rosados.
Minutos después vuelven a la sala con un bol repleto de palomitas, Ella da pequeños saltitos de emoción sobre el sofá repleta de mantas y la película ya se encuentra en el televisor lista para darle play y comenzar a reproducirse.
—Por fin, por fin. —dice con emoción.
—Palomitas para la princesa.
—Palomitas porque es una cita y en las citas hay palomitas, ¿no? —Ella pregunta tomando una palomita del bol, haciendo que Lisa suelte una pequeña risa.
—Sigo sin entender porque esto es una cita, pero supongo que sí. —Jennie dice tan solo para molestarla y Ella rueda los ojos antes de quitarle con cuidado el bol a su madre.
—Es una cita porque tía Nay dice que cuando dos personas tienen una cita a veces, ven sus películas favoritas.
—¿Y mi película favorita es esta? ¿Los Minions? —Jennie pregunta divertida, a lo que Ella frunce el ceño.
—Dijiste que te había gustado mucho. —Jennie niega divertida, sin molestarse en llevarle la contraria a su pequeña.
—Tiene mucho sentido, bicho. —Lisa le da la razón mientras se sienta a su lado.
—¿Verdad? —Ella le sonríe poniendo el bol entre ambas.— Y también tenéis que ver G-Gre-.
—Grease. —Lisa le ayuda antes de tomar un puñado de palomitas.
—¡Grease! —exclama— Porque es la película favorita de la entrenadora Lili.
—Ya veo. —Jennie asiente, sentándose junto a Ella.
—¡Pues empecemos! —exclama con emoción la pequeña, y Jennie tan solo puede sonreír.
Le da al play y la película comienza a reproducirse en la oscuridad de la sala. Y lejos de todo lo que Jennie pensaba, aquello era agradable. Se sentía entrañable la forma en la que las tres se encontraban sentadas sobre el sofá viendo una película mientras metían sus manos en el bol de palomitas. Era malditamente adorable ver a Ella reír en algunas escenas y como Lisa se giraba para mirarla con una sonrisa y ojos brillantes.
Y Jennie considera que podría acostumbrarse a aquello para siempre. O al menos así era hasta que la pequeña bosteza después de que la película haya empezado.
—Mami. —dice en voz alta.
—Dime amor. —Jennie aparta la mirada del televisor para dirigirla a Ella con una pequeña sonrisa.
—Tengo sueño.
Automáticamente Jennie frunce el ceño. Ella no solía irse a dormir hasta un poco más tarde, y los viernes por la noche siempre solía aguantar mucho más tiempo despierta porque decía que dormir era para gente mayor como ella.
—Pero si la película ha empezado hace poco. —dice un tanto confundida.
—Estoy en crecimiento necesito descansar para crecer tanto como tú —dice batiendo sus pestañas mientras se pone de pie—. O a lo mejor me has pegado tus hábitos de persona mayor que duerme pronto.
Lisa suelta una carcajada sincera y Jennie tiene que retener la sonrisa que amenaza con dibujarse en sus labios.
—¡Serás! —exclama con falsa indignación— Soy muy joven para que me trates como una abuela.
—¿Tienes algo en contra de las abuelas, Jennie? —Lisa pregunta divertida desde su lado del sofá, mirando la escena mientras come palomitas.
—Yo creo que sí. —Ella asiente a lo que Jennie le mira con los ojos entrecerrados.
—Vete a dormir antes de que te haga un horrible ataque de cosquillas. —Ella abre los ojos horrorizada y niega repetidas veces.
—¡Me voy, me voy! —dice tomando una de las mantas del sofá para colocarla sobre sus hombros.
Aunque a Jennie le parecía algo extraño el sueño repentino de su hija, también sabía que era una niña que había estado haciendo deporte y se había levantado muy pronto para ir al colegio. Así que no se molesta en cuestionarlo.
—No necesito que me leas un cuento esta noche, puedes seguir viendo la película. —Ella habla de nuevo, acercándose a ella con una pequeña sonrisa.
—¿Segura? —la niña asiente y se pone de puntillas para dejar un beso en su mejilla.
—Buenas noches, mami.
Jennie sonríe y le abraza con fuerza.
—Buenas noches, cariño.
Cuando se separan Ella se acerca a Lisa para abrazarla también.
—Buenas noches entrenadora Lili, tienes que volver a comer nuggets de dinosaurio y ver películas.
—No me lo perdería por nada en el mundo —dice con cariño—. Hasta mañana, bicho.
Ella sonríe antes de salir de la sala, felicitándose a sí misma cuando se encuentra en la oscuridad del pasillo.
Y cuando llega a su habitación, toma uno de sus tantos libros y se sienta en la cama a leer. Esperando que la cita de su madre y su entrenadora, sea tan increíble como en las películas.
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