Nerdanel

by CireneMQ

—Pienso que deberías convertirte en mi esposa —el tono de aquella mal formulada petición le salió más exaltado de lo normal, ella chasqueó los dientes ofendida.

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Caminaba imperturbable por la costa de Valinor, disfrutando de la brisa cargada de humedad y sal que bañaba su nívea piel. Encantadora, fugaz y etérea. Como solo Nerdanel puede ser. Los rayos del sol reflejaban destellos cobrizos de su melena; ella era un paisaje, una maravilla que sólo Eru en su magnificencia pudo crear; así la veía Fëanor.

Ni siquiera recordaba cuanto tiempo llevaba siguiéndola; sí, la seguía, aunque justificaba sus dotes de perseguidor con supuestas casualidades. "Compañeros de viaje" le decía cada que parecían caminar en la misma dirección. Viajes improvisados; sacados de la nada y con las excusas más tontas que pudieran existir.... Tan sólo para verla. Intercambiar puntos de vista. Porque no sólo era bella, no, también inteligente, ingeniosa. Hábil de palabra, excelente conversadora.

Única... Perfecta.

Y así llegó aquella tarde tranquila. Fëanor se hizo del arrojo que lo caracterizaba para proponerle lo consiguiente. Por mucho que su intelecto intentase adivinar la respuesta nada le daba seguridad. Nerdanel eran tan brillante como impredecible. Y ni el mismo primogénito de Finwë, con todo el coraje y orgullo fulgurante que lo caracterizaba, podía hablar con voz de plomo ante ella.

La encontró moldeando con sus manos la imagen de Yavanna. Minuciosa, tarareando una conocida canción.

—Me pregunto si alguna vez dedicarás tu talento en alguna escultura mía —habló a su espalda. Ella pareció no sorprenderse de la inesperada visita.

—Cuando mueras te haré una —hizo la pausa para mirarlo, pero ipso facto continuó con su labor.

—Así que afirmas que moriré —comentó ofendido.

—Pondré especial cuidado en tu cabello. Para que los que la observen recuerden las hebras negras, como plumas de cuervos, que te adornaban la cabeza, Fëanor —sonrió, levantando la mirada. Los ojos intensos del elfo le indicaron que aquella afirmación requería una explicación.

—Alguien de espíritu tan inquieto no llegará lejos —de nuevo el reproche de la mirada masculina, ella rodó los ojos—, sin duda llegará alto, pero no lejos. Hasta el mayor intelecto necesita temple para actuar. Conocimiento no es igual a sabiduría.

—Pienso que deberías convertirte en mi esposa —el tono de aquella mal formulada petición le salió más exaltado de lo normal, ella chasqueó los dientes ofendida. —Necesito de tu templanza para llegar lejos, Nerdanel, lo acabas de decir.

La hermosa doncella clavó su atención en la luz cada vez más menguante de Telperion. Sus ojos irradiaban luz, aún delante de las creaciones de Yavanna. Y Fëanor se arrodilló.

—Acéptame por favor, Nerdanel. Los susurros de tus labios son lo único que puede apaciguar a mi desesperado corazón.

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Algunos siglos más tarde...

Consternado, Mahtan miraba la labor asidua de su hija. Piel perlada de sudor y machas negruzcas le ensuciaban el semblante. Sin embargo, sonreía con complacencia.

—Llevas demasiado tiempo quemando madera resinosa y aceites vegetales para luego recoger toda la ceniza ¿Me dirás en qué piensas ocuparlas? —preguntó mientras le tendía un paño húmedo para que ella se limpiara el rostro.

—Primero responde esto, padre. ¿Crees que este tono de color negro es el correcto? —el Noldor observó la vasija con las cenizas.

—¿Correcto en comparación con qué, hija mía? ¿Qué tono quieres alcanzar?

—Plumaje de cuervos —respondió con simpleza. Mahtan sonrió triste. —Cuando la Dagor Dagorath se realice, él vendrá. Le prometí la escultura. —su padre solo asintió, dando vuelta y dejándole sola.

—Te lo dije Fëanor, con ese espíritu temerario morirías pronto —susurró al viento—. Cuánto te extraño...

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Esperando el escrito sea de tu completo agrado Galedhel_.