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Capítulo 3. - 2ª Parte

— De verdad que tenéis un concepto de fiesta muy raro —sentencié delante del local de karaoke.

Priya me dio unas palmaditas en el hombro para relajarme y me empujó a través de una puerta con luces moradas que me hizo entrecerrar los ojos. El local por dentro no era más discreto que por fuera, en realidad en cuanto llegué pensaba que me había equivocado de lugar y tuve que enviarle un mensaje a Priya avisándola de que estaba delante del karaoke para que saliera a por mí. La cantidad de luces de neón que había dentro y fuera del local deberían ser ilegales.

Había llegado un poco tarde por lo que la gente ya había entrado a la sala que teníamos reservada.

— ¿A qué este local es una pasada? —preguntó delante de mí mientras me acompañaba a la sala.

— Deja que se me acostumbren los ojos a toda esta fantasía de luces y carteles y te doy mi opinión —dije mientras me frotaba con los puños los ojos y fingía estar ciega.

— ¿Pero qué dices? Si es genial.

— Claro, claro —contesté—. ¿Y los órganos me los quitan ahora mismo o puedo beber algo antes?

— Deja de quejarte de una vez y entra que ya te he pedido una bebida dulce —dijo empujándome hacia una puerta cerrada.

— No me gustan las bebidas dulces —me quejé—. Prefiero las bebidas amargas o ácidas.

— Pues haber llegado antes —sentenció abriéndola y lanzándome dentro de la sala.

La habitación era más grande de lo que pensaba, de unos nueve o diez metros cuadrados tenía en el centro una mesa ovalada con todas nuestras bebidas encima y la rodeaba un sofá que recorría la sala en forma de "U" para que todos pudiéramos llegar bien al soporte. Al lado de la puerta había una pequeña plataforma con una tele donde podías escoger y leer la letra de las canciones mientras cantabas y fijado a la pared otra pantalla donde todos podían leerlas. Dentro la luz era más clara y parecía algo menos un prostíbulo que lo de fuera.

Priya me indicó un lugar para sentarme al lado de un chico rubio escandalosamente alto, para después sentarse en el hueco que me quedaba en el otro lado. Me ofreció la bebida y me presentó al resto del grupo. Las dos chicas que estaban delante de mí me saludaron de forma tímida y siguieron hablando entre ellas mientras le lanzaban miradas al chico rubio junto a mí.

— Este vikingo que te tapa la luz es Akxel —dijo Priya mientras señalaba al rubio—. No te puedo decir su apellido porque no sé pronunciarlo y estoy segura de que se lo ha inventado.

Akxel se rio de buena gana y me ofreció la mano para saludarme.
Era un chico muy alto y delgado, de los que estaba segura de que tenían problemas en un país como este donde la estatura media era más bien baja. Tenía unos ojos verdes muy claros, grandes y con unas pestañas largas tan rubias como las cejas o su pelo, que llevaba recogido en un pequeño moño al estilo samurái. Tenía una espalda ancha, no del tipo que se mataba a hacer ejercicio, sino más bien de los que les cae la bendición por genética. Su marcada mandíbula la rodeaba una espesa pero corta barba rubia y llevaba una gafas sin montura. Era agradable de ver, no en el sentido de que era guapo, sino que las facciones de su cara transmitían cierta amabilidad que me hizo relajarme al instante. Sí que parecía después de todo algo así como un vikingo, pero un vikingo al que podrías achuchar.

— Encantado de conocerte Ona —dijo sonriendo—. No le hagas caso. Mi nombre es Akxel Skjeggestad y mi familia es de Noruega.

— Encantada —saludé mientras escuchaba como Priya susurraba que su apellido sonaba como un estornudo—. Sí que tenías pinta de ser de alguna parte del norte de Europa.

— Es un alivio que alguien lo note, la verdad. La mayoría de los japoneses me confunden con un americano.

— No puedes echarnos la culpa, Akxel —dijo el chico que estaba a su lado—. Es culpa de Hollywood que nos enseña que si eres rubio vienes de América —rio. Acto seguido me hizo una ligera reverencia para saludarme—. Me presento, mi nombre es Rokuro Ito.

— Encantada de conocerte, me suenas de algo o no puedo recordar de qué.

— Claro que te sueno, vamos a la misma clase, pero yo me siento detrás del todo y tú te sientas por el medio —aclaró—. Yo te tengo más a tiro de vista que tú a mí.

— ¡Es verdad! —alcé la voz—. ¡Tú eres el que está obsesionado con Lovecraft!

— Culpable.

— No me jodas Rokuro... —dijo Akxel mientras se reía y se tapaba los ojos con una mano.

El chico empezó a reírse mientras sostenía su bebida con una mano y bebía. Rokuro claramente era japonés, de estatura media y con los ojos marrones. Era muy delgado y llevaba su pelo negro corto y de punta. Era guapo como Akxel, pero sin ser espectacular y parecía algo más abierto que un japonés medio.

Una vez terminaron las presentaciones llamamos al personal del local para pedir comida y empezó el desfile de la vergüenza ajena.
Una de las chicas fué la primera en cantar, escogió una canción japonesa que no había oído en mi vida y se esforzó en entonar bien, pero a partir de ahí todo lo que se mostró en ese escenario fue un ridículo tras otro. Akxel resultaba muy gracioso cada vez que subía a la plataforma para cantar, su estatura le obligaba a inclinarse mucho para poder leer las letras y más de una vez se golpeó la cabeza con la pantalla colgante. Mientras por un lado las dos chicas sonaban tímidas cuando subían al escenario, Rokuro cantaba alto, sin pudor y desafiando como un gato en una trituradora, pero con mucha energía y pasión. Yo me negué desde principio a cantar, pero Priya me terminó engañando para que subiera con ella y ambas, a grito pelado, interpretamos Girls just to wanna have fun al mismo tiempo que bailábamos y reíamos.

Al final la comida dejó de llegar y solo venían bebidas alcohólicas. Siempre he tenido muy buena resistencia al alcohol, por contra Priya parecía que con dos copas iba más que servida. A Rokuro también se le empezaba a notar en la actitud que no era buena idea que pidiera más, mientras que Akxel estaba como una rosa. No podía imaginar la cantidad de alcohol que se necesitaba para emborrachar ese cuerpo, pero me gustaba poder hablar con alguien al que no se le enredaba la lengua en mitad de la frase.

En un momento a Priya le vibró el móvil y salió de la sala.

— Mira, ya ha llegado el que faltaba —dijo mientras salía por la puerta.

Antes de que pudiera ofrecerme a acompañarla ya había desaparecido de mi vista, así que continué hablando con Akxel. En seguida nos caímos bien y desde que la noche empezó prácticamente habíamos estado hablando entre nosotros. Teníamos gustos muy parecidos y junto a Rokuro, que solo intervenía en la conversación cuando hablábamos de literatura, estaba segura de que había formado un pequeño grupo de amigos con los que me iba a divertir.

— ¡Ya estamos aquí! —gritó Priya entrando de un salto a la sala con los brazos abiertos.

No pudimos evitar reírnos al ver la actitud de Priya claramente afectada por el alcohol, pero mi risa se congeló al ver que Kyo estaba detrás de ella esperando a que se apartara para poder entrar. No sabía que iba a venir, ni siquiera me habían dicho que lo iban a invitar.

En cuanto Priya se lanzó a su asiento, Kyo pudo pasar y empezó a saludarnos a todos. Le tendió la mano a Akxel y ambos se saludaron con una sonrisa, a Rokuro por contra le hizo una pequeña reverencia, pero cuando me miró a mí me hizo un gesto de saludo levantando la cabeza al mismo tiempo que me guiñaba un ojo y sonreía con esa sonrisa suya que tanto me molestaba.

Puede que fuera el alcohol, pero le devolví el saludo con la mano y una sonrisa para después convertir ese mismo saludo en una peineta que le arrancó una carcajada. Acto seguido se lanzó para sentarse entre las dos chicas que estaban a nuestro lado y nos ignoró por completo durante gran parte del tiempo.

La noche continuó mientras el ambiente se relajaba, hacía un buen rato que nadie subía a cantar y pasamos el tiempo charlando entre nosotros. Priya se había recostado de lado sobre el asiento y cerró los ojos, una de las chicas la imitó poco después y Rokuro se reclinó sobre el asiento y participaba en la conversación que teníamos Akxel y yo de vez en cuando. Kyo por contra nos había ignorado a todos desde el principio y se había centrado en repartir su atención entre las dos chicas que Priya invitó, cuando una de ellas sucumbió al sueño Kyo se volcó en la que quedaba en pie y se pegó a ella mientras le susurraba al oído.

— ¿Estás viendo a alguien, Ona? —me preguntó Akxel por sorpresa y juraría que pude ver como Kyo empezó a prestarnos atención.

— ¿Románticamente dices o en plan alucinaciones? —reí, Akxel me acompañó con una gran carcajada.

— Románticamente, claro.

— Que va —aclaré mientras bebía un trago de lo que quedaba de mi vaso—. Si solo os conozco a vosotros.

— ¿Y no dejaste algún corazón roto en España?.

— Ninguno. El año pasado fue un año muy movidito y apenas tuve tiempo de quedar con la gente que ya conocía, como para conocer gente nueva.

—Aaaaaa... —canturreó Priya mientras se incorporaba y apoyaba su cabeza en mi hombro—. Pero ya le tiene echado el ojo a alguien, ¿verdad, mi querida amiga?

— ¿Tú no estabas en coma? —pregunté sin mirarla terminando el vaso.

— Sí, pero tu vida amorosa siempre me vuelve a la vida —dijo mientras me daba un ligero beso en la mejilla. Estaba claro que Priya no debía seguir bebiendo alcohol.

— ¿Es cierto? ¿A quién? —preguntó Akxel.

— ¿Oh, no lo sabéis? Nuestra adorable Ona invitó a Mai Himeko a venir con nosotros.

— Vaya... —dijo Rokuro—. No sabía que jugabas en esa liga.

— Por favor —empecé a decir mientras suspiraba—. Hay mucho más en una relación que lo que se tiene entre las piernas.

— De todas formas, creo que a nuestra amiga le han dado plantón —dijo con un falso lloro Priya.

— No me han dado plantón, simplemente hoy me dijo que tenía cosas que hacer. La veo todos los días, no es un gran drama.

— ¿En serio te interesa Himeko? —preguntó Akxel.

— Me interesa ser tu amiga, eso es todo —mentí.

— Seguro que sí... —canturreó Priya.

No tardamos mucho en abandonar el karaoke después de eso, ya era muy entrada la noche y la mayoría de nosotros o estábamos cansados o muy borrachos. Nos despedimos unos de otros en la puerta, Akxel agarraba a Priya para que no tropezara y la iba a acompañar a casa junto a Rokuro, las otras dos chicas se despidieron de nosotros, pero especialmente de Kyo, a quien le dieron sus teléfonos. Antes de seguir cada uno por su camino, Akxel se acercó a mí y me dio su número de contacto.

— Sin malos rollos, Daiko —dijo con una sonrisa ante mi cara de confusión—. No estoy buscando nada romántico, solo que es extraño encontrar a alguien que coincida con mis gustos raros y me lo he pasado muy bien hablando contigo. Quiero que seamos amigos.

— Me encantaría —dije con una sonrisa—. Podemos ser raritos juntos.

— Eso sería genial.

En cuanto me di la vuelta pude ver como Kyo, a unos metros de nosotros, miraba con el ceño fruncido a Akxel y apenas se despidió de él antes de seguirme camino a casa.

Kyo y yo caminábamos uno al lado del otro por las tranquilas calles y desde el principio un silencio incómodo se había instaurado entre nosotros. Nuestra relación había empezado de una forma extraña y se había desarrollado de una forma todavía más extraña, aunque en ocasiones tenía su punto. Tenía la impresión de que Kyo no era mal tipo, solo alguien que estaba acostumbrado a hacer siempre lo que quería, detrás de todo ese egocentrismo y chulería era bastante amable o por lo menos lo parecía cuando no me tomaba el pelo, en cierto modo éramos bastante parecidos.

La semana siguiente al fracaso de mi primer desayuno al estilo japonés empezó a aparecer un café recién hecho sobre la mesa de la cocina, con la cantidad exacta de leche y azúcar que acostumbraba a ponerme pero con un toque de avellana. Al principio creía que era mi madre quién me lo preparaba antes de irse a trabajar, pero un día, después de llegar empapada por la lluvia que me había pillado sin previo aviso, Kyo me dijo que fuera a la ducha y él me prepararía un café para que no me resfriara cuando saliera. Después de darle un sorbo, preparada para añadir los ingredientes que faltaban, descubrí que su sabor era exactamente el mismo que el de los cafés que me dejaban por la mañana.

Sin saber cómo reaccionar cuanto más lo pensaba más sentido tenía, mamá nunca estaba por las mañanas, durante esa primera semana en la que yo me hacía el café ella no podría haber visto cómo me lo hacía, el único que estaba conmigo era Kyo. ¿Pero por qué tomarse la molestia de aprender cómo me gustaba el café y hacerlo todas las mañanas?, ¿Quizás era para disculparse por lo del beso?.

Puede que no tuviera importancia, pero el hecho de que lo preparara incluso los sábados cuando tenía que levantarse muy pronto para irse con sus compañeros del club me confundía enormemente y no podía dejar de darle vueltas al asunto desde hacía más de una semana.

Después de un buen rato Kyo rompió el silencio y me sacó de mis pensamientos.

— ¿Te lo has pasado bien?

— Sí —dije asintiendo con la cabeza—. Nunca había ido a un karaoke y los amigos de Priya me caen muy bien.

— Ya lo he visto —dijo sin mirarme—. Parece que a Akxel le has gustado.

— Alto ahí —dije levantando la palma de la mano—. Sé por dónde va esta conversación y estás muy equivocado.

— ¿Seguro? Me ha parecido ver como te daba su teléfono —hizo una pausa en la que se metió las manos en los bolsillos antes de lanzar la bomba que estaba guardando—. ¿Vas a salir con él?

— Pues mira, aunque realmente no es asunto tuyo, no.

— ¿Porque estás interesada en alguien más?

— Sigue sin ser asunto tuyo, pero no —dije mientras le clavaba mi mirada llena de reproche—. Es solo que ahora no tengo planeado complicarme la vida de esa manera. Además hemos dejado claro que solo nos interesa ser amigos.

— Entonces me pregunto por qué me lo habrá preguntado antes.

— ¿El que?.

— Si tú y yo nos acostábamos.

— ¿Qué? - dije antes de estallar en carcajadas.

— Vaya, no esperaba que te hiciera gracia, creía que te enfadarías.

No pude contestar, me reía con tanta fuerza que me dolía el estómago, pero cuando miré a Kyo no parecía divertido sino más bien molesto por mi reacción. Permanecimos en silencio un poco más antes de que hablara yo esta vez.

— ¿Y qué hay de ti? Tal y como iba la noche estaba convencida de que íbamos a ser tres volviendo a casa.

—Nah —espetó—. No había química. Quiero decir, no estoy buscando nada serio, pero tampoco me gusta pasar la noche con alguien con quien no tengo nada en común.

— Me sorprendes, pensaba que eras... menos selectivo.

— ¿Tan capullo te parezco? —dijo con un aire ofendido.

— No creo que seas un capullo Kyo, o al menos no mucho —reí—. De hecho creo que tú y yo somos bastantes parecidos y por eso te gusta fastidiarme tanto como a mí me gusta fastidiarte a ti. Creo que eres buen tío, pero no sé por qué te esfuerzas en esconderlo a los demás.

Kyo permaneció en silencio mientras me observaba y sus labios esbozaron una pequeña sonrisa.

— Creo que tú y yo haríamos una buena pareja —sentenció para mi sorpresa.

— Puede que en otra vida —reí—. En una en la que no llevemos el mismo apellido.

Ambos reímos y por un momento me pareció que nuestra relación se calmaba un poco más. En cuanto llegamos a la puerta de casa Kyo me la abrió y con una reverencia me invitó a entrar primero.

— Desde luego si te lo propones puedes ser todo un caballero.

— Claro que puedo y además esos pantalones te marcan muy bien el culo —dijo con una sonrisa socarrona.

— Que poco ha durado la magia y que pronto te has vuelto a convertir en sapo.

Kyo reía detrás de mí mientras entrabamos en casa, las chaquetas de nuestros padres no estaban colgadas en la entrada, por lo que deducimos que esta era otra noche de las que no volverían a casa. Subimos las escaleras mientras seguíamos bromeando y nos despedimos delante de nuestras habitaciones antes de entrar y cerrar nuestras respectivas puertas.

Me quité la camiseta que llevaba y cuando agarré la camisa de cuello ancho que solía gastar para dormir oí como llamaban a mi puerta, rápidamente me la puse y en cuanto abrí Kyo estaba con los brazos abiertos apoyados en cada lado de la puerta. Tenía la cabeza agachada, pero antes de que pudiera preguntarle qué pasaba habló.

— Podríamos hacerlo —dijo.

— ¿El qué?.

— Acostarnos —sentenció mientras levantaba la cabeza y clavaba sus ojos en los míos.

— ¿Perdona? Se me ha metido una propuesta absurda en los oídos y no me ha dejado oír la tuya.

— Podría funcionar.

— ¿Me estás tomando el pelo?

— Lo digo muy en serio.

— ¡Tú te pinchas! —grité—. Cambia de camello, te da porquería.

— ¡Piénsalo! Ninguno de los dos queremos una relación seria. Saldríamos ganando ambos.

— ¿Has bebido tanto que se te ha olvidado que tenemos el mismo apellido? —dije gesticulando exageradamente.

— Sobre el papel sí, pero seamos realistas, nos conocemos desde hace apenas un mes, no somos genéticamente nada y no puedes negar que aquí —dijo mientras nos señalaba a ambos— hay cierta tensión.

— No me puedo creer que me estés proponiendo esto —dije mientras cerraba los ojos.

— Mira, no te estoy pidiendo que te cases conmigo —dijo—. Solo te pido que lo pienses antes de negarte, sabes que puede funcionar y si no quieres reconocer que te atraigo allá tú, yo por lo menos soy lo suficiente sincero como decirte que tú me atraes.

Kyo volvió a su habitación dejándome allí plantada como si un huracán hubiera pasado por mi cerebro y lo hubiera destrozado todo a su paso, tardé un poco en recomponerme antes de volver a entrar en la mía. La propuesta de Kyo me había dejado sin palabras, por un momento pensé que me había quedado dormida y lo había alucinado todo, pero no, realmente lo había hecho. No sé cuánto tiempo permanecí terminando de cambiarme de forma robótica, pensando en por qué era una idea nefasta, pero a la vez tentadora, podría ser por el alcohol que había bebido o porque llevaba mucho tiempo sin contacto íntimo, pero cuanto más lo pensaba menos mala idea me parecía, pero no, era una mala idea. Una muy mala idea.

— Supongamos que acepto —dije al mismo tiempo que abría la puerta de la habitación de Kyo con demasiada fuerza—. Será bajo mis condiciones.

— Claro —dijo él mientras, tumbado sobre la cama, dejaba a un lado el libro que tenía entre las manos y me otorgaba una visión clara de su pecho descubierto—. ¿Qué propones?

— Esto no es una relación —dije señalándonos—. No somos una pareja, no habrá ni cariñitos, ni citas, ni celos, ni nada de tonterías.

— Me parece bien —dijo mientras se sentaba al borde de la cama.

— Cuando uno de los dos diga que esto se acaba, se acabó —dije cruzando los brazos—. Sin protestas.

— Vale —susurró al tiempo que se levantaba.

— No podemos meter a terceros en esto —continué—. Si alguno de nosotros empieza a sentir algo por alguien más esto se termina. No hay razón para hacer daño a nadie.

— De acuerdo —dijo mientras se acercaba a mí.

— Si esto se vuelve raro se acabó, quiero decir, si alguno de nosotros empieza a sentir algo por el otro no podemos continuar.

— ¿Tienes miedo de enamorarte de mí? —dijo burlón mientras apoyaba los brazos a cada lado de mi cabeza y me encerraba entre la pared y él.

— No me vaciles que todavía me puedo ir y mandarte a la mierda —dije entrecerrando los ojos.

— Perdón. Continúa.

— De esto no se puede enterar nadie. No se lo puedes contar a tus amigotes ni a Priya, pero sobre todo no se pueden enterar mamá y Hideo.

— ¿Lo dices solo por ellos o también estás pensando en Himeko?.

— Una vez más, eso no es tu puto asunto.

Claro que había pensado en Mai, pero ella no me había dado ningún indicio de que pudiera estar interesada en mí, de hecho apenas me soportaba cerca. Mentiría si negara que Mai no me era indiferente y por ello la convertía en la última persona que quisiera que se enterara de la conversación que estábamos teniendo ahora mismo.

— ¿Alguna cosa más o ya has terminado? - me susurró mientras metía la cara en mi cuello e inspiraba el olor de mi champú.

— Una última cosa —dije mientras posaba una mano encima de su pecho y le empujaba hasta quedar enfrente de su cara—. El condón es obligatorio y eso no es negociable.

— Me parece lógico. Entonces, ¿tenemos un trato? —dijo extendiendo su mano.

— Tenemos un trato —afirmé mientras le devolvía el apretón de manos.

Antes de que pudiera decir una palabra más Kyo me agarró por los muslos y me levantó, presionando mi cuerpo contra la pared mientras me devoraba la boca. Todas las dudas que me hubieran podido haber surgido se evaporaron y fueron acalladas por aquellos sonidos que hacía demasiado tiempo que no salían de mi garganta. Kyo abandonó mis labios y humedeciendo antes la zona me dio un fuerte mordisco en el hombro que llevaba al descubierto que me hizo gritar de dolor y placer mientras me aferraba a su pelo y lo atraía a mí.

Aquello estaba mal y tenía la sensación de que, algún día, nos reventaría en la cara.

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