Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2. - 1ª Parte

Joder. Mierda. Joder.

Llegaba quince minutos tarde a la reunión que tenía con el director de mi nueva universidad. Me había puesto el despertador pronto para salir con tiempo, pero también me había hecho un lío con el metro y terminé en una estación que estaba bastante lejos de mi destino.

Además, cuando bajé esta mañana a desayunar mi madre había preparado todo un desayuno al estilo japonés, con arroz, pescado y demás. Estaba agradecida, pero apenas puedo mantener los ojos abiertos por la mañana ¿cómo iba a comerme todo aquello?. Había estado toda mi vida en un país donde el desayuno estándar era un café bebido de un trago y salir cagando leches de casa.

Después de disculparme, salí de casa pensando que, en el trayecto, pasaría por alguna cafetería y pediría un café con leche o algo para desayunar de camino, pero terminé tardando tanto en llegar que ahí estaba yo, corriendo por la calle, sin nada en el estómago y llegando tarde.

La gente se apartaba a mi paso y me miraban con una mezcla de curiosidad y enfado, pero no tenía tiempo de preocuparme por los modales japoneses, tenía que llegar ya.

Crucé la gran valla de entrada al campus y no me paré a mirar nada, me había estudiado el plano y sabía donde estaba mi edificio. Corrí hasta llegar delante y me detuve a recuperar el aliento, por suerte para mí, el día era fresco y aunque había corrido mucho apenas había sudado. Una chica muy bien arreglada que había en la recepción me indicó donde estaba el despacho del director y no lo hice esperar más. Llamé a la puerta y esperé.

— Pase —dijo una voz al otro lado.

— Muchas gracias, con su permiso —dije mientras empujaba con delicadeza la puerta y entraba en la estancia.

El despacho del director era grande, con una mesa enorme y pesada de una madera oscura que miraba en mi dirección. Detrás de la mesa había toda una pared de estanterías repleta de libros y algunos objetos de decoración. La luz entraba por todas las ventanas que cubrían la pared que daba a los jardines del campus y había un par de plantas verdes distribuidas por la habitación. Detrás de la mesa había un hombre de unos cincuenta y tantos sentado en una silla de piel negra.

Era corpulento y calvo, llevaba gafas y un traje con chaqueta y corbata gris a juego. Permanecía muy serio y en cuanto entré se levantó despacio para saludarme con una ligera reverencia, yo le imité, pero con una más grande, había llegado tarde y lo último que quería era faltarle al respeto aquel hombre. 

Mientras se sentaba me indicó con la mano que me sentara en una de las sillas que había frente al escritorio y me inspeccionó de arriba a abajo. Parecía sorprendido al verme en persona, era cierto que para el examen de ingreso no había que adjuntar ninguna foto y aunque sí envié una tipo carnet para el expediente, estaba segura de que era la primera vez que me veía en directo. Apretó ligeramente los labios y por su gesto no pareció gustarle demasiado lo que había visto. Empezábamos bien.

— Disculpe el retraso, espero no haberle hecho esperar demasiado —empecé a disculparme al mismo tiempo que me sentaba.

— No se preocupe, pero confío en que no vuelva a pasar. La puntualidad es imperativa en nuestra institución y no esperamos menos de alguien con unas calificaciones cómo las suyas —dijo con una voz tranquila mientras sacaba de un cajón un dosier.

— No volverá a pasar, se lo garantizo —me disculpé de inmediato.

El hombre parecía estricto y pasó unos minutos observando lo que estaba segura de que era mi expediente sin decir ni una palabra, pero no me iba a dejar intimidar, dejé mi mochila en el suelo junto a mi silla, crucé una pierna por encima de la otra y me enderecé mostrando la mejor sonrisa de niña buena que tenía.

— En primer lugar, debo felicitarla por su examen de ingreso —dijo sin levantar la vista de la carpeta —. Ha sacado la mayor nota de los últimos 2 años, su familia puede estar orgullosa.

— Gracias, señor.

— ¿Me permite preguntarle por qué cursa literatura comparada?. Dadas sus calificaciones podría aspirar a algo más elevado —me preguntó ahora mirándome levemente.

— Prefiero dedicarme a algo que me guste. No creo que sea buena idea centrar mi vida en algo que los demás consideren más "elevado" pero no me haga feliz —me defendí.

No entendía por qué algunos estudios se consideraban mejores que otros, ya había tenido esta misma conversación un año antes en España, cuando terminé las pruebas de acceso a la universidad. Mi nota había sido muy elevada y todo el mundo asumió que iba a dedicarme a la medicina o algo así, recuerdo la cara de sorpresa de mis tutores cuando les dije que tenía intención de inscribirme en literatura, me dijeron que eso sería desperdiciar mis capacidades y ese comentario me cabreó muchísimo.

El director pareció sorprendido con mi respuesta y solo se limitó a asentir en silencio, acto seguido cerró mi expediente y lo dejó encima de la mesa.

— Señorita Daiko, voy a serle franco —empezó a decir mirándome —. Esta es una de las instituciones internacionales con mayor renombre en todo Japón. Su familia aquí es muy respetada, su padre fue uno de los más exitosos alumnos que hemos tenido y su hermano está siguiendo sus mismos pasos —hizo una leve pausa y continuó —. Usted, de momento, les ha superado a ambos, pero le mentiría si le dijera que esperaba... otra cosa —esto último lo dijo señalándome con la mano de arriba a abajo.

— Perdone, pero creo que no le he entendido bien —dije con un aire de inocencia.

Pues claro que le había entendido bien, joder. Me estaba diciendo que esperaba una empollona estereotipada, con gafas, jersey de cuello vuelto y una coleta alta entre otras cosas. Por contra había llegado yo, con mi pelo ondulado por encima de los hombros que llevaba tintado de blanco desde que cumplí los quince años y mi estilo más próximo al punk que al de niña buena. Ese comentario me cabreo mucho, me había ganado el derecho de entrar en esa universidad con creces y no estaba dispuesta a que me restregaran sus prejuicios en la cara.

— Esperamos que nuestros alumnos sean una representación de la universidad y usted... digamos que llama demasiado la atención y podría dar una impresión equivocada —dijo finalmente.

— Creo recordar, señor Himura, que esta universidad no tiene ningún código de vestimenta.

— Cierto, no lo tiene —confesó.

— En ese caso y si no le importa, seguiré dedicando mis esfuerzos a representar a esta gran institución con mis calificaciones y no perderé mi tiempo pensando en mi aspecto —sentencié con seriedad.

El director permaneció en silencio por un momento, después suspiró y apoyó los brazos sobre la mesa.

— Está bien —se rindió —. Durante el día de hoy recibirá su horario de clases. Hoy tiene permiso para no asistir a sus lecciones y así poder visitar las instalaciones, los clubs y demás espacios del campus. Le hemos asignado un alumno de su misma especialidad que le acompañará durante este año para que le ayude con la adaptación a nuestro país e idioma —dijo antes de abrir de nuevo mi expediente —. Aunque por lo que veo puede que no sea necesario. En su dosier pone que usted, aunque sus padres son de nacionalidad española, en realidad es nacida en Japón y que permaneció aquí hasta los siete años. Si no es molestia, ¿por qué se marchó y no continuó sus estudios aquí?.

— Tuve unos problemas familiares que me obligaron a ir a España, de la misma forma que ahora otros me obligan a volver aquí —pareció entender que no tenía intención de contarle más.

— Bien, no le preguntaré por detalles.

— Se lo agradezco.

¿Cómo va su nivel del idioma? —preguntó en japonés.

Bien, no creo que tenga ningún problema —contesté.

Perfecto —dijo y pareció complacido antes de continuar en inglés—. La mayoría de las clases se imparten en inglés y todos nuestros estudiantes hablan entre ellos también en el idioma, pero me alegra saber que no habrá problemas si se dirigen a usted en japonés. Como comprobará durante su estancia aquí tenemos alumnos de todas las nacionalidades, aunque los que más abundan son japoneses. Le animo a que conozca a gente y se relacione con sus compañeros. Apúntese a algún club, son una gran oportunidad de conocer a gente.

— Le agradezco el consejo, les echaré un vistazo.

— Eso espero —dijo antes de acercarse a un altavoz que tenía sobre la mesa y comunicarse con su secretaría—. Haga pasar a la señorita Himeko, por favor.

Unos segundos después se abrió la puerta y una chica guapísima entró en el despacho. Tardé un poco en reaccionar, pero el movimiento del director que capté por el rabillo del ojo me despertó y ambos nos levantamos para saludar con una reverencia. 

Esa chica era preciosa, con un aura casi etérea, algo más bajita que yo y delgada, tenía una melena lisa, larga y de un negro intenso que brillaba con la luz de las ventanas. Llevaba un flequillo abierto por un lado un poco más bajo de las cejas y aunque estaba lejos pude ver que sus grandes ojos rasgados eran negros azabache. No llevaba maquillaje o al menos había conseguido que no se notara, llevaba un ligero vestido azul claro de tirantes y un bolso marrón claro a juego con sus sandalias. No llevaba ningún complemento, de hecho no llevaba ni pendientes, eso me hizo levantar la mano lentamente y tocar mi oreja derecha, donde tenía cuatro aros a lo largo del lóbulo. La oreja izquierda no se quedaba atrás, tenía 3 aros negros en el lóbulo y otro en mitad del cartílago.

Me quedé hipnotizada mirándola y juraría que se me abrió un poco la boca, ella permanecía seria mientras hablaba con el director y me lanzaba fugaces miradas que se me clavaban en los ojos tan profundamente que asustaba. De repente se quedó quieta mirándome sin decir nada y vi como a su lado el señor Himura también me miraba con cara interrogante.

— Eh... perdón... ¿Qué? —alcance a tartamudear mientras parpadeaba varias veces. Estaba claro que me habían dicho algo, pero no había oído ni una palabra desde que ella entró.

— Le decía que esta es Mai Himeko, la estudiante que hemos designado para que la ayude durante el año —dijo el director frunciendo el ceño. Seguro que se habían dado cuenta de que no les había prestado atención.

— Encantada de conocerte —dije con mi mejor sonrisa acercándome a ella.

— Igualmente —contestó ella permaneciendo seria.

— Perfecto —empezó a decir el señor Himura —. Entonces la dejo en sus manos señorita Himeko. Si necesitan algo más no duden en decírselo a mi secretaría y ella me lo hará llegar. Cuento con usted para que la señorita Daiko se adapte como corresponde a nuestra universidad —dijo mientras daba unos pasos hasta su escritorio —. Ahora, si me disculpan, tengo asuntos que atender.

Ambas hicimos una reverencia y yo me acerqué a recoger mi mochila, me la colgué de un solo hombro y cuando estaba a punto de salir el señor Himura habló una vez más.

— Y señorita Daiko —dijo sentado en su silla con una leve sonrisa —. Continúe así, espero con ansias ver si realmente podrá superar a su padre.

— ¡Descuide! —dije después del shock inicial que me había producido el halago. Levante los dedos con el símbolo de la victoria y le guiñe un ojo mientras sonreía antes de abandonar el despacho dejando al hombre estupefacto.

Tuve que correr un poco para alcanzar a Mai, que no me había esperado mientras me despedía del director, cuando la alcancé le sonreí pero ella ni me miró. Salimos del edificio y la seguí mientras caminaba, quería entablar una conversación, pero no sabía qué decirle y ella no parecía dispuesta a ponerlo fácil. Después de unos minutos intenté hablar con ella.

— Así que también estudias literatura comparada —dije sin obtener respuesta —. ¿En qué curso estás?

— En el mismo que tú —dijo tranquilamente —. Vamos a las mismas clases.

— ¡Genial! —dije alegre —. Entonces supongo que tenemos la misma edad.

Mai afirmó con un gesto con su cabeza. Pasaron unos minutos y tuve que volver a hablar yo.

— Entonces... ¿Qué plan tenemos para hoy? —pregunté.

— Primero voy a enseñarte las clases, después te llevaré a la biblioteca, los clubes, la cafetería y el gimnasio.

— El gimnasio puedes ahorrártelo —dije —. ¿Y te importaría que adelantemos la cafetería al primer puesto de la lista? Tengo mucha hambre.

— Ya podrás comer cuando sea la hora del almuerzo, si seguimos el plan llegaremos a la cafetería justo para comer —dijo.

No pude hacer otra cosa que mirarla con asombro. Estaba claro que tenía un plan de ruta y no iba a cambiarlo por mí. Mai era bonita, pero estaba claro que también muy fría y no parecía contenta con tener que acompañarme por el campus. Si esta iba a ser su actitud hacia mí durante todo el tiempo entonces este año iba a ser divertido.

Mientras visitábamos las clases y la biblioteca Mai me hablaba con un tono de voz neutro, cortante y apenas me miraba a la cara. Ahora que la tenía más cerca podía ver que le sacaba un poco más de media cabeza de altura, tenía la piel pálida comparada con la mía y parecía suave. Pude notar que usaba alguna clase de champú o crema con olor a coco, era dulce pero sin ser empalagoso. Mientras caminábamos por los jardines entre edificios del complejo me percaté que la mayoría de gente me miraba, algunos lo hacían con más disimulo, pero otros me miraban directamente y hablaban entre ellos.

— ¿Por qué todo el mundo me mira? —se me escapó la pregunta en un susurro.

— Porque llamas demasiado la atención —sentenció Mai y me miró ligeramente sin disminuir el paso.

Pude ver a qué se refería de inmediato. La mayoría de las chicas que caminaban por aquí iban con vestidos parecidos al de Mai, vaporosos, con la falda por debajo de las rodillas y de tonos pastel. Algunas pocas vestían pantalones, pero eran anchos y en general ninguna vestía ropa que se ciñeran a su figura. Todas llevaban maquillaje muy natural y la gran mayoría tenía el pelo negro como Mai o marrón muy oscuro.

Esta mañana tenía tanta prisa que no me había parado a observar a la gente pero pude ver que, en general, nadie destacaba demasiado y yo tenía que parecer una maldita bengala en medio de la oscuridad. 

En comparación con sus vestimentas pastel, yo llevaba un pantalón vaquero negro con las rodillas rasgadas y como hacía algo de fresco me había puesto mis botas de piel verdes oscuras con adornos plateados. En la parte superior llevaba una camiseta de tirantes negra por dentro del pantalón y una camiseta roja y negra a rayas con el cuello muy ancho, tanto que se descolgaba por un lado y me dejaba al descubierto totalmente tanto el hombro derecho como el omóplato. Además seguro que me habían visto el tatuaje que llevaba en la muñeca izquierda y también estaba segura de que, aunque solo se vería parcialmente, el otro que llevaba en el omóplato se asomaría lo suficiente como para que se percataran de su existencia. El pelo blanco seguro que también contribuía a llamar la atención.

— No creo que sea para que me miren así, la verdad... —comenté encogiéndome de hombros.

— Seguramente también se pregunten cómo alguien como tú ha podido entrar en una universidad como esta.

— ¿También? —pregunté —. ¿Tú también piensas eso?

— Sí —contestó cortante.

— ¡Oye! —le increpé —. Me he ganado la entrada aquí tanto como cualquier otro.

— Lo que tú digas —dijo fríamente y empecé a cabrearme.

— Mira, si tan a disgusto estás conmigo, solo tienes que ir al director y decirle que no quieres hacer esto. Yo no he pedido que me asignen a nadie.

— No puedo hacer eso.

Entrecerré los ojos, dispuesta a decirle alguna barbaridad cuando de repente lo entendí todo. Solo había una razón por la que Mai me podría haber estado tratando de como llevaba toda la mañana haciéndolo.

— Espera un momento —empecé a decir —. ¿Por qué te han asignado a ti? —Mai permaneció en silencio —. Ahora que he sacado la nota más alta de la universidad, ¿Quién ha bajado al segundo lugar?

Sabía que Kyo no ocupaba el segundo lugar, porque él mismo me había dicho que ahora estaba en el tercero, por lo tanto si yo ahora ocupaba el primer lugar y Kyo el tercero alguien debía de estar en el segundo y estaba segura de que acababa de descubrir quién. Corrí hasta colocarme delante de Mai, me paré bloqueando su paso y bajé mi cabeza a su altura hasta que quedamos cara a cara y la miré fijamente a los ojos.

— Eres tú, ¿verdad? —pero Mai no contestó, se limitó a desviar su mirada a un lado —. No me conoces y me llevas tratando toda la mañana como la mierda, así que debe de haber otra razón para que yo te caiga mal. Alguien que está en cuarto o décimo puesto le daría igual bajar uno más, ¿pero pasar del primero al segundo?, eso duele.

Si antes ya nos miraba la gente ahora debían de estar con los ojos clavados en nosotras, porque estábamos realmente cerca la una de la otra. Mai siguió en silencio, pero ahora sí que me miró a los ojos confirmando mi teoría.

— ¡Ja! —grité señalándola con el dedo mientras mostraba una gran sonrisa —. ¡Te pillé!

— Estás muy cerca y eres muy ruidosa —dijo Mai en un susurro mientras se ponía roja.

— Mira —empecé a decir mientras me enderezaba —, entiendo que te moleste todo esto. ¿Bajas al segundo puesto y encima te obligan a hacer de niñera de la que te lo ha quitado? ¡Ugh! Pero te aseguro que yo no estoy aquí para robar nada a nadie, solo quiero terminar mis estudios y hacer mi vida. Sin competiciones y sin malos rollos.

Mai pareció que me analizaba, me miraba como si intentara averiguar si estaba diciendo la verdad, pero antes de que pudiera soltarme otra bordería hablé de nuevo mientras le ofrecía mi mano.

— Empecemos de nuevo, ¿vale? —dije con mi mejor sonrisa —. Hola, soy Ona Daiko, pero puedes y debes llamarme solo Ona, odio que me llamen por el apellido. Acabo de llegar a esta universidad y me vendría bien una cara amiga, porque vuestra cultura es muy diferente a la mía y estoy segura de que me voy a meter en más de un lío sin quererlo.

Mai pareció dudarlo un momento, pero finalmente me estrechó la mano y aceptó el saludo.

— Mi nombre es Mai Himeko y estoy realmente frustrada porque has sacado más nota que yo en el examen de ingreso, pero lo voy a aceptar con deportividad porque en el resto de exámenes pienso adelantarte. Y yo sí que quiero que me llames por mi apellido porque no somos tan cercanas aún como para llamarme por mi nombre.

— Lo aceptaré, de momento, pero pronto me dejarás que te llame por tu nombre, ya verás, soy adorable —dije sonriendo.

— Deja que sean los demás quienes decidan si lo eres o no —dijo algo seria pero con una leve sonrisa.

Nuestro grandioso momento de reconciliación fue interrumpido por el gruñido de mi estómago más fuerte que había oído en toda mi vida. Mai y yo abrimos los ojos, sorprendidas por la claridad del sonido.

— Bueno —empecé a decir mientras me sonrojaba —, ahora que mi estómago ha cantado para ti, ¿me llevarás a la cafetería mientras todavía pueda caminar o prefieres arrastrarme hasta la enfermería dentro de un rato?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro