Un mundo entre muchos se cae a pedazos.

El cielo de invierno, antes tan gris y deprimente, ahora luce rojo como la sangre y el aire, antes frio, ahora quema los cuerpos de todos los habitantes de la Tierra, quienes se derrumban en el piso mientras sus cuerpos adoptan formas bestiales.

Y entre todo el caos, una chica corre como si su mundo dependiese de ello.

El suelo que pisa se cae a pedazos y un edificio se tambalea peligrosamente sobre su cabeza, pero ella solo corre, ignorando los gritos de los civiles que suplican su ayuda, ignorando los miles de cadáveres de perros, gatos e incluso humanos que ahora están desperdigados por todo el suelo. 

Un auto en llamas le obstaculiza el camino, pero ella, en vez de detenerse solo junta las yemas de los dedos, formando un triángulo con sus manos y salta mientras un escudo celeste de forma esférica la rodea por completo, evitando así las llamas y permitiendo que se eleve a una altura inhumana.

Mientras cae, rompe el curioso dije en forma de "T" que posee su collar y un agujero negro se abre en el suelo, el escudo se deshace y la chica pasa a través del agujero segundos antes de su inevitable cierre.

La chica cae en un espacio liminar de todos los tonos de azul. Las paredes no son sino espacios creados a base de números  que se alinean de forma vertical y van del cero al nueve, apenas separados por líneas curvas paralelas de color blanco. Algunos números desaparecen y dejan en su lugar un vacío negro que se extiende peligrosamente por toda la superficie, acercándose cada vez más a una gran mancha roja muy alejada de la ubicación actual de la chica, quien tropieza y cae de bruces antes de ser tragada por el vacío.

Como puede, levanta la cabeza, se quita el collar, rompe el dije y lo lanza al aire antes de juntar sus dedos en forma triangular por última vez y liberar a su fiel escudo, permitiendo que el collar lo absorba, al igual que el vacío la absorbería a ella pocos segundos después.

Me acerco a la escena, recojo el collar y lo resguardo en mi puño mientras recito de memoria:

—Fuerzas ancestrales, yo a ustedes invoco y les suplico que se lleven este collar y lo pongan a buen recaudo.

El collar cae en la cama de una pequeña niña de cuatro años con ojos tan verdes como las hojas de primavera.

—Una "te"—se asombró la pequeña al ver el collar en su cama—"te" de Tenko.

Tenko Fujiwara, ese era su nombre.

En aquel entonces, no lo sabía, pero ella estaba destinada a algo mucho más grande que yo.

Por cierto, olvidé presentarme, soy Altheda, la diosa del tiempo.