Capítulo 6
Juro que envenenaré el próximo café de D'Angelo. Sé que en las ocasiones que se "equivoca" es para que yo repita el trabajo que en ese momento me encargó.
Su secretaria Alice ha sido muy amable en explicarme en cómo llevar la agenda y planear las reuniones del señor D'Angelo, también en cómo organizar sus documentos, los restaurantes que frecuenta para su hora de almuerzo o cita con algún socio, responder correos y hasta tener que ir a la tintorería por sus trajes. Es alguien muy ocupado y con mil cosas por hacer, la verdad es que Alice debería de tener un aumento de sueldo, solo con tener que aguantar el humor del jefe muchas hubieran renunciado.
Y yo soy una de las que quiere renunciar, es eso o caer presa por asesinato. ¿Quién me mandó a abrir mi estúpida boca? Lo peor ha sido tener que controlarme y no mandarlo al infierno cada vez que grita mi apellido por cualquier cosa.
Aunque creo que ese es su propósito, volverme loca hasta que renuncie.
Si antes había rumores de que me acostaba con él, ahora toda la empresa lo piensa. Parece que no todo el mundo tiene el "privilegio" de trabajar de forma directa Enzo D'Angelo, al menos que hayas pasado por un largo proceso de selección.
Era más fácil tener contacto con el presidente que con él.
—Llegaremos tarde, Fiorella y la fila para entrar a ese club es larga.
—Ya voy, ya voy.
Me rocié perfume para luego agarrar mi bolso, donde guardé mi teléfono y dinero en efectivo. Iríamos al club nocturno L'olimpo, Bea ya ha ido con sus compañeras de trabajo, pero esta sería mi primera vez.
—Ya estoy lista, ¿le pusiste a Roma su comida? —pregunté, cuando llegué a la sala.
—Sí, todo listo —dijo, poniéndose de pie. Se encontraba preciosa, llevaba puesto una camisa blanca con tres botones desabrochados, dando una vista espectacular de su tatuaje. Un jean negro y botas de tacón a juego. Su maquillaje era sencillo y su cabello se veía mojado, gracias a la espuma para el pelo.
Me agaché para recoger a mi gata.
—No me extrañes mucho, mami saldrá a divertirse —maulló —. Nada de travesuras, Roma. Pórtate bien, ¿entendido?
—Lo más travieso que hará Roma es dormir, tu gata es muy perezosa.
—No es perezosa, solo le gusta descansar, ¿verdad bebé?
—Ya deja de ponerle esa voz, la vas a traumatizar.
—No le hagas caso a tu tía, solo está celosa de que te quiero más a ti que a ella.
—Por Dios, Fiorella. —Se río y puso los ojos en blanco.
Dejé a Roma en el suelo, verifiqué que todo estuviera en su lugar antes de salir y cerrar muy bien mi puerta.
El club se encontraba a media hora, así que pedimos un taxi. Durante el camino, hablamos de algunos chismes y Bea recibió un mensaje de nuestras otras amigas, diciendo que ya se encontraban allá.
Al llegar, se hallaban en la fila de gente, aunque no tan larga como pensé. Por lo que me había contado Bea, es un lugar exclusivo y los que estaban aquí afuera tenían una reserva, pero al no ser VIP tendrían que esperar un poco más.
—¿Las chicas hicieron una reserva? —cuestioné, mientras buscaba a las chicas con la mirada.
—Sí, la hicieron hace casi dos meses.
—¿Tanto tiempo?
—Es un lugar muy aclamado, tuvimos suerte en tener una reserva en tan poco tiempo. Allí están ellas —dijo, señalando el punto donde se encontraban.
Nos movimos entre las personas hasta llegar a su lado. Algunas de ellas nos miraron mal, sin embargo, no nos importó.
—¡Al fin llegan! Creo que en una media hora podremos entrar —expresó, emocionada —. Aquí hay demasiados chicos guapos, ojalá irme con uno de ellos al terminar la noche —suspiró, con aires soñadores y nosotras solo pudimos reír.
—Espero que no te hagas ilusiones, muchos de ellos solo buscan pasar el rato y algunos de ellos son casados —habló, Greta. Ella y Beatrice eran las más sensatas de nuestro grupo.
—De todos modos, es mejor pasar una noche divertida y olvidarse de ellos —le aconsejé a Anna.
—Lo dice la que mantiene una relación estable con el sexy ruso. Yo tengo que seguir buscando entre penes hasta encontrar al que me haga mojar las bragas —Se quejó haciendo un puchero, por lo que no pude evitar reírme.
—Por Dios, Anna. Cuida ese lenguaje delante de las personas —susurró, Bea. Mirando escandalizada que nadie la haya escuchado.
Mordí mi labio, ahogando otra una risa.
—¡Ay, Beatrice! —Le puso la mano en el hombro —. Todos saben lo que es un pene, no seas mojigata. Disfruta de los placeres de la vida, tenemos que conseguirle otra chica. —Nos termina diciendo y Bea rueda los ojos.
—No necesito a nadie más, estoy bien.
—Por lo menos tendrás sexo, ¿cierto?
—No lo haré con una desconocida, Anna. —Se sonrojó, luciendo tímida y adorable.
—No hablen de sexo, estoy seca como un desierto —comenté, haciendo un mohín. Estúpido Nikolay por hacerme molestar e irse tan lejos.
—¿El sexy ruso no está regando tu jardín?
¿De dónde Anna sacará tantas ocurrencias?
—No, se fue a América por algún trabajo que tiene con su padre.
—No te preocupes, puedes hacer sexting con él y así te quitas la calentura.
—Yo...
—Señoritas. —Un guardia interrumpió lo que iba a decir —. Vengan conmigo. —Las cuatro nos miramos, extrañadas.
—¿Hemos hecho algo? —Se atrevió a preguntar, Greta. El guardia nos observó con seriedad y negó.
—No, solo que pondrá entrar al club sin seguir esperando. —Escuchamos a las personas delante de nosotras quejarse.
—¿Ganamos algo que tenemos el privilegió de entrar?
—No preguntes, Fior. Vamos, Vamos antes de que cambien de opinión.
Fruncí el ceño, pero le hice caso.
Cuando llegamos a la puerta, ya se podía escuchar la música. El grandullón le dijo algo al otro guardia y este nos dejó entrar sin peros.
—¡Qué suerte hemos tenido!
Las luces rojas y la música de Chase Atlantic hacían del ambiente un lugar sensual. A diferencia de lo que pensaba, el lugar no se hallaba abarrotado de personas. Había varios muebles distribuidos por el lugar, algunas camareras iban bailando al ritmo de las melodías mientras entregaban bebidas.
Al fondo se encontraba una escalera que la vigilaban tres guardias y a través de las ventanas del segundo nivel, no se podía observar nada. Supongo que ahí se encontraban los VIPS.
Nosotras fuimos directas a la barra, necesitábamos un trago. Cada una se sentó en los taburetes disponibles y esperamos que el bartender nos atendiera.
—Es un club bonito y elegante —comenté.
—Sí, aquí vienen varios empresarios y artistas famosos. Deben encontrarse en el área VIP, espero algún día tener suficiente dinero y subir —miró con anhelo el segundo nivel.
—¿Te imaginas que nos encontremos a Izan King? Soy capaz de dejar a Nikolay por él.
—No es probable, al menos, que se encuentre de vacaciones y de seguro lo haría acompañado de su novia. ¿Viste lo preciosa que es?
—Sí, no sé si tenerle envidia a ella o a él. —Izan es un actor británico por el cual mis amigas y yo suspiramos como tontas enamoradas.
—A mí me dejan a Valentina, es una diosa —murmuró, Bea.
—Buenas noches, preciosas. ¿Qué desean tomar? —inquirió el camarero con una sonrisa coqueta.
—Yo quiero un Sweet Manhattan.
—Deseo un prosecco, por favor.
—Yo también —dijeron al unísono Greta y Bea.
—En un momento les traigo sus bebidas. —Nos guiñó el ojo, antes de moverse al otro lado de la barra.
No tuvimos que esperar mucho y cuando la trajo les dimos las gracias.
Tomé un sorbo de mi vino blanco espumoso, mientras veía algunas personas bailando.
Durante un rato, disfrutamos de hablar y tomar de nuestra copa, hasta que llegamos a la cuarta y nos animamos a bailar. Lo hicimos juntas, ya que no queríamos que algún hombre se nos acercara.
El alcohol nos quitaba la poca vergüenza que podíamos tener en nuestro sistema, así que nos encontrábamos cantando las canciones a todo pulmón y bailando de una forma "sensual".
En algún momento sentí como si me observaran, no obstante, al mirar a mi alrededor todo el mundo se encontraba pendiente a sus cosas, así que no le di importancia.
Después de varias canciones, volvimos a la barra y pedimos otra ronda de tragos. La noche va de maravilla, salir con las chicas era divertido y emocionante.
—¡Estoy caliente! —gritó, Anna por encima de la música.
Todas dejamos escapar una carcajada, parecíamos un grupo de locas.
—¡Yo igual! Y no tengo a mi sexy ruso conmigo.
—¡Es una pena, amiga!
—Propongo un brindis —dijo, Greta.
—¡Por nosotras! —comenzó, Bea.
—¡Por nosotras! —Chocamos nuestras copas, antes de darnos un trago.
Creo que debí de parar con la bebida cuando llevaba ocho ¿o eran diez chupitos? Bueno, perdí la cuenta. Me sentía con demasiada energía y con ganas de seguir bailando, pero sentí el sudor bajar por el valle de mis pechos, por lo que decidí ir al vaya al baño, además de que debo orinar.
Cuando llegué, solo se hallaban dos chicas hablando mientras se retocaban su maquillaje. Hice mis necesidades y luego me lavé las manos. Aproveché para mojar mi cuello para tratar de refrescarme, aunque no funcionó mucho. Arreglé mi labial y salí, sin embargo, en vez de dirigirme a la pista de baile, me fui por otro pasillo. Necesitaba un poco de aire fresco.
No había mucha luz que iluminara el camino, así que tuve cuidado de no tropezar y romperme un pie con estos tacones. Aquí no se escuchaba mucho la música, por lo que pensé que había llegado a la parte trasera del club, donde se puede salir a fumar.
¿Por qué el suelo se mueve tanto? Me voy a caer si sigue así.
Abrí la puerta, esperando ver el callejón de los fumadores. ¿Se llamará así? Tendría lógica, pero mi mano se quedó en el picaporte de la puerta, pasmada con lo que estaba viendo.
Allí estaba Enzo, golpeando a un hombre de manera brutal. Este tenía el rostro todo golpeado, la sangre manchaba su camisa blanca y apenas podía moverse.
Al sentir mi presencia, se detuvo y los otros tipos vestidos de negro sacaron sus armas y me apuntaron.
Oh, por todos los dioses. Nunca pensé que a mis veinticuatro años tendría a alguien apuntándome con varias pistolas. Ni mucho menos en mi estado de embriaguez. Si estoy borracha, ¿esto puede ser una alucinación?
—Bajen sus armas —rugió y ellos lo hicieron al instante. Dejó caer al hombre y se acercó a mí. Instintivamente retrocedí. Su expresión causaba miedo, nunca lo había visto así, aunque no era que lo conociera —. Señorita Vitale, ¿qué haces aquí?
—Y-yo... tú... el pasillo —balbuceé algo que ni yo comprendí. Mi corazón latía con más rapidez de lo normal dentro de mi caja torácica. Mi mirada baja a su mano manchada —. Tienes sangre —señalé, como estúpida.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo saltaste mi seguridad? —Unos de sus hombres le pasó una toalla húmeda y él comenzó a limpiarse la mano —. Fiorella, odio repetir las cosas.
—¿Qué seguridad? Y yo solo buscaba el callejón de los fumadores.
—No hay tal callejón para fumadores, ellos tienen un largar dentro del club para hacerlo —dijo soltando la toalla —. Investiguen a donde demonios se fueron nuestros hombres. —Les dio una mirada mortal a dos de ellos. Pasaron por mi lado, cumpliendo su orden y quedaron tres en la habitación.
—Eso no importa, ¿ese hombre todavía está vivo? No te me acerques —Le advertí, sin embargo, mi voz no sonaba muy segura —. Tendré que llamar a la policía, después puedo ser acusada de cómplice si se muere.
¿Por qué estas cosas me pasaban a mí? Creo que me voy a desmayar.
—No vas a llamar a la policía, solo es un ajuste de cuentas.
—Eres un empresario, no un delincuente.
—Vámonos. —Trató de sujetarme, pero lo evité.
—Hay que darle atención médica, se puede morir,
—Ya saben qué hacer con él. —Ellos asintieron y se dispusieron a levantar el cuerpo del hombre inconsciente.
—¿Qué van a hacer? ¡Mantente alejado! —grité al sentirlo acercarse más de la cuenta.
—No es de tu jodida incumbencia, así que cierra esa boca. Estás colmando mi paciencia.
¿Yo colmado su paciencia? ¡Él lo hacía todos los días con la mía!
—¡Eres...! ¡¿Qué haces?! —chillé cuando en un parpadeo me encontraba encima de su hombro —. ¡Bájame! Aparte de matón, eres un secuestrador. Te voy a denunciar con la policía.
—Y yo te voy a despedir, eres irritante.
—No puedes hacerlo, no estamos en horario laboral —Le aclaré —. ¡Bájame! ¡Se me ve todo el trasero, estúpido! —golpeé su espalda, pero él no se inmutó y siguió caminando.
—Nadie te manda a ponerte este intento de vestido —expresó con frialdad. Aun así, bajó la tela.
—Quita tu mano de mi trasero, a mi novio no le gustaría ver que otro hombre me esté tocando.
—¿Novio? —preguntó, sin hacer caso a mi orden.
—Sí, novio. En serio debes de revisar tus oídos. —Me ignoró —. ¿A dónde me llevas? Vine con mis amigas, déjame con ellas.
—Te voy a llevar a tu casa. —No podía ver nada más que el piso y me encontraba mareada, en cualquier momento vomitaré.
—No, no puedo dejar a mis amigas solas. Se van a preocupar por mí.
—Las mandaré a recoger y haré que las dejen en su casa.
—No quiero ir contigo. —Me quejé —. Eres un amargado que me fastidias todos los días. Además, puedes ser un asesino.
—No me importa lo que quieras y hablas demasiado. —Me bajó y si no hubiera puesto su mano en mi cintura habría caído al suelo. Levanté la mirada y me di cuenta de nuestra cercanía, ¿Por qué tenía que oler bien y ser tan guapo? No era justo.
Su mano se mantuvo en mi cuerpo hasta que me entró al auto, Marco se encontraba en el asiento del conductor.
—Mis amigas...
—La llevarán a su casa. —Fue lo único que dijo mientras se ponía el cinturón de seguridad e imité su acción.
—Hola, Marco. —Lo saludé alegremente cuando puso el auto en movimiento. Al contrario de Enzo, él me caía bien.
—Señorita Vitale. —Hizo un saludo con su cabeza.
Apoyé mi cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos. Quiero mi cama, estoy segura de que despertaré con resaca.
—Quiero vomitar —murmuré.
—Espera llegar a tu casa.
Abrí los ojos y me acomodé.
—¿Él siempre tiene esa actitud amargada? —Le cuestioné a Marco.
—Mmm... sí, todo el tiempo.
—¿Cómo lo aguantas?
—Es mi trabajo.
—Di una cosa más y te encuentras despedido, Marco.
—Tú y tus deseos de despedir a todo el mundo —rodé los ojos exageradamente solo para molestarlo —. ¿Crees que si lo enveneno me culparía por asesinato? —Marco no respondió —. Por tu culpa él ahora no me habla, le quitas lo divertido a la vida.
Enzo no me dio ni una sola palabra y como no dijo nada —claramente ignorándome— cerré los ojos y guardé silencio.
No sé cuantos minutos pasaron, pero me desperté al sentir la leve sacudida en mi brazo.
—Despierta, ya llegamos.
Parpadeé, poniendo mi mano en mi boca para ahogar un bostezo.
—¿No pudiste tener la cortesía de cargarme entre tus brazos y llevarme a mi departamento? —bromeé, sujetando mi bolso.
—No —dijo, cortante.
—Buenas noches, Marco. —Abrí la puerta —. Y buenas noches, señor D'Angelo. Le diría que gracias, pero usted prácticamente me secuestró.
—Buenas noches, Señorita Vitale. —Cortó mi discurso. Tan amable como siempre.
Salí del auto y me dirigí a mi edificio, debía de llamar a las chicas. Su carro no se movió hasta que me vio entrar al lugar.
Eso me recordó a cuando nos conocimos, espero que no se haga una costumbre que él me traiga todas las noches a mi hogar.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Cómo les cae Fiorella?
Para las que preguntan que cuáles días actualizo, serán los lunes o los martes en la noche. Una vez a la semana.
Si desean el enlace del grupo de whatsapp, me escriben por privado o en la descripción de mi instagram pueden encontrar el link.
Les quiere, March.
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