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Capítulo 5

—¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre, Fiorella? —Me regañó, Bea. Le conté todo lo que había pasado desde ayer hasta hoy. De cómo me subí al auto de un desconocido para después descubrir que era mi jefe y que hoy lo insulté e hice un trato con él —. Tus impulsos te meterán en graves problemas.

—Lo sé.

Ella tenía toda la razón del mundo, a veces —la mayor parte del tiempo— soy demasiado impulsiva, suele decir las cosas que se me pasaban por la mente sin medir las consecuencias de mis actos. He tratado de cambiar, sin embargo, no ha funcionado.

—Imagina que hubieras perdido esa partida de ajedrez, tu carrera habría terminado sin ni siquiera empezar.

—Pero gané. —Traté de justificarme, aunque no funcionó. Me lanzó una mala mirada antes de sentarse a mi lado.

—Carla debió de dejarte caer cuando estabas pequeña. —Me pegó con la almohada y reí. Beatrice era la más sensata de las dos, analizaba los pro y contras de cada situación, todo lo contrario a mí.

—Prometo que me comportaré, guardaré silencio, a pesar mi jefe sea un arrogante de mierda y despida a todos sin razón —juré, poniendo la mano derecha en mi pecho.

—¿Tú guardar silencio y comportarte? Ja, claro. Y yo iré al cielo —expresó con claro sarcasmo.

—¿Cierto que me sé comportar, preciosa? —Le pregunté a mi gata, ella me mira un breve momento y luego me ignora.

Esa ingrata.

—Hasta Roma te conoce.

La verdad es que no era mi culpa, solo lo heredé de mi madre que es mucho peor que yo. Admiro a papá por toda la paciencia que le tiene, porque yo no estaría con una persona como nosotras. Y no es que esté mal, simplemente que a veces desearía tener un filtro entre mi mente y mi boca.

En mi adolescencia me metí en muchos problemas, las personas odian que les digan sus verdades y prefieren que le mientan. Aunque admito que podía ser cruel con lo que decía, no es que lo hacía de forma intencional, si no, que soltaba las cosas tal cual lo pensaba y luego me daba cuenta de mi error.

Por eso no tuve muchos amigos en la escuela secundaria.

—En defensa de lo que pasó hoy, fui muy satisfactorio ganarle a D'Angelo. El amargado dijo que dudaba de que le pudiera ganar, ¿te lo puedes creer? —cuestioné con incredulidad.

Cuando le gané, no pude ocultar mi sonrisa victoriosa. Creo que él pensó que me ganaría, y sí, es muy bueno jugando ajedrez, sin embargo, yo tuve al mejor maestro.

—Pues sí, seguro se encuentra acostumbrado a salirse con la suya y pensó que también lo haría en esta ocasión. Ahora prométeme que controlaras tu carácter, esta vez te salió bien la jugada, pero Enzo D'Angelo es un hombre con mucho poder y puedes salir mal de todo esto.

—Lo intentaré —prometí.

Bea suspiró, aun así no dijo nada más respeto al tema.

—Aliméntame, tengo hambre —dijo, parándose de la cama. Hoy pasaría la noche conmigo.

—Tengo pereza, aliméntate sola.

—¿Quieres que incendie tu cocina? —Colocó las manos en su cadera, mirándome desafiante.

Hice un mohín, Beatrice quemaba hasta un huevo. No cocinaría nada decente por más que su vida dependa de ello. Cuando éramos adolescente estábamos en la casa de mis padres, ella me dijo que iría a cocinar y yo me quedé en mi habitación. Al rato me llegó el olor a quemado y tuvimos que llamar a los bomberos, casi quema la casa.

Desde ese instante, no la dejamos cerca de una cocina; es un peligro.

—¿Qué deseas comer? —inquirí, yendo a la cocina con ella siguiéndome.

—Mmm... spaguetti alla carbonara —habló, luego de pensarlo.

—Buena elección.

Ambas amábamos el espagueti a la carbonara, en especial el de mi madre. Era nuestro platillo favorito. En general, nos encantaba la pasta, como buenas italianas que somos.

—¿Tienes vino? —Se acomodó en el taburete.

—Sí, lo compré en el supermercado —Abrí el gabinete donde guardaba las pastas y otras comidas. Luego fui a buscar la cacerola para echarle agua y ponerla al fuego.

—¿No te regalarán vinos en tu trabajo? Los vinos de las tiendas suelen ser horrible.

—Dudo mucho de que lo regalen. Una botella de esa puede costar hasta doscientos mil euros.

Introduje la pasta en el agua hirviendo. Abrí el refrigerador, no tenía queso pecorino romano, así que me tocaría hacerlo con parmesano.

—¿Quién da tanto dinero por un vino? ¿Trae oro o algo?

—No, pero a los millonarios le gustan las cosas caras —respondí.

Puse el sartén en la estufa y saqué el guanciale para picarlo en pequeños trozos. Una vez listo, lo puse a freír.

—Quisiera tener tanto dinero y no preocuparme por el precio de las cosas.

Batí dos huevos en el tazón donde también mezclaría los espaguetis. Le añadí un toque de pimienta, sal y un poco del agua de la pasta.

—Yo igual, los libros cada día están más caros y necesito tener una biblioteca.

—Tú y tu obsesión por los libros.

Me giré y la apunté con mi tenedor.

—No sé cómo es que eres mi amiga, no sabes apreciar el arte. —Me quejé de forma dramática.

—Es que son solo letras, mejor veo una película —expresó.

—Te dejaré sin cenar Beatrice Bianchi, ni una palabra más. Estoy tan decepcionada de ti —dije con seriedad y a los segundos ambas nos empezamos a reír.

Nunca le gustaron los libros, intenté unirla al lado oscuro, sin embargo, no funcionó.

Sigo preparando la cena, mientras seguimos hablando de hacernos millonarias. Una vez lista, sirvo la pasta y la coloco en la pequeña encimera. En el departamento no había un comedor, por lo que nos tocaba comer aquí o en el mueble.

Buscó el vino y dos copas para servir la bebida. Comimos entre anécdotas y chistes muy malos, me encantaba pasar tiempo con ella. Es una de mis cosas favoritas en la vida.

A pesar de lo que la gente cree, no soy muy extrovertida y me provocaba nervios cada vez que tenía que hablar frente a un grupo grande de personas. Hoy tuve una exposición y aunque me fue bien, mis manos estaban frías y no pude parar de moverlas de un lado para otro.

Hoy salí un poco tarde de la universidad, lo que casi ocasionó que llegara tarde a la empresa. Por suerte, no había mucho tráfico.

El pitido del ascensor me sacó de mis pensamientos, fui directa a mi cubículo y podía notar como algunos me miraban de manera nada disimulada.

¿Qué pasaba? ¿Será por lo de ayer? Todos ellos se encontraban ahí cuando lo llamé imbécil, creo que nadie se había atrevido a hacerlo antes.

Al llegar a mi puesto descubrí que mis cosas no estaban en su lugar, confundida fui a preguntarle a mi compañera.

—Oye. —Laura me miró al escuchar mi voz —. ¿Sabes por qué mis cosas no están en mi cubículo?

—Oh, eso. Bianca mandó a recogerlo. Dijo que te esperaba en su oficina. Se encontraba muy disgustada por tu repuesta al señor D'Angelo.

Joder, esperaba que no hiciera un reporte de mi comportamiento o estaría jodida.

—Gracias.

—Por cierto —Detuve mis pasos —. ¿Qué te dijo el jefe después de que nos ordenó irnos? Dicen los rumores que estuviste en su oficina por unas horas —dijo en un susurro.

—Me dio una charla del porqué no debo cuestionar sus órdenes, que por esta vez lo dejaría pasar, ya que soy una pasante —mentí. Su ceño se arrugó, con una leve sospecha.

—Hay algunos rumores...

—¿Cuáles rumores? —No es que me importaran, siendo sincera.

—Que te acostaste con él y por eso no te despidió —habló, mirando para ambos lados, asegurándose de que nadie la escuchara.

Arrugué la nariz. ¿Yo acostarme con D'Angelo? Ja. Eso nuca sucedería.

—Tengo pareja, además, ni loca mantendría algún tipo de relación con él. Es un imbécil arrogante —declaré.

Ella se encogió de hombros.

—No te juzgaría si lo haces, es muy guapo y millonario. Muchas mujeres quisieran tener una oportunidad con él.

—Seguro porque no conocen su personalidad, de ser así, saldrían corriendo.

—Bueno, nadie se negaría a una noche de placer. No es que quieran algo serio.

—Es algo que no me interesa, ya que no me acostaré con nuestro jefe —dije —. Me voy, a ver que me dirá Bianca.

—¡Suerte!

Me dirigí a su oficina y toqué la puerta.

—¡Entre!

Hice lo que dijo, ella levantó su vista el portátil y al verme, su rostro se transformó. La molestia se notaba al mirarme.

—Señorita Vitale, ¿sabe que lo que hizo es inaceptable en esta empresa? Esos no son comportamientos de alguien que aspira a ser profesional. No sé si con una actitud así esperas tener un buen empleo y una buena recomendación —comentó con desdén.

—Y-yo...

—No puedo creer que Enzo no te despidiera ni me dejara mandar un informe de tu comportamiento a la universidad, tienes suerte. —Se notaba que no le agradaba esa noticia —. Él te espera en su oficina, un error más y tu carrera terminará antes de empezar —amenazó.

Odio las amenazas, pero guardé silencio y dibujé una falsa sonrisa.

—Como usted diga, señorita Bianca.

—Puedes irte.

No lo pensé dos veces antes de salir de su oficina y subir al ascensor. Este día no iba a ser tranquilo. Todo esto era mi culpa y de mis impulsos, es algo que me joderá la vida siempre.

—Hola —saludé a la chica que había visto ayer y que es la secretaria de D'Angelo —. La encargada del departamento de marketing me informó que el señor D'Angelo requería mi presencia.

—Su nombre, por favor.

—Fiorella Vitale.

—Sí, tiene razón. El señor la ha estado esperando. —Tomó el teléfono y marcó un número. Sonó unos segundos y luego respondieron —. Señor D'Angelo, la señorita Vitale ya se encuentra aquí. —Hizo una breve pausa, escuchando lo que le decía —. Muy bien, señor —colgó y me miró —. Puedes pasar a su oficina.

—Gracias.

En esta planta solo se encontraba la sala de juntas, el espacio de la secretaria y la oficina del jefe. Se notaba que no le gustaba convivir con otras personas.

Abrí la puerta con lentitud, preparándome mentalmente para cualquier cosa.

—Siéntate —dijo, sin despegar la vista de unos papeles. Me moví un poco insegura y tomé asiento en la silla delante de su escritorio.

Durante un buen tiempo, me ignoró y siguió haciendo su trabajo; como si yo no estuviera aquí. Mis dedos jugueteaban con mi bolso, tratando de distraerme. La vista detrás de él era impresionante, se lograba ver gran parte de la ciudad de Palermo. Su oficina era espaciosa, pero también aburrida. Lo mismo colores que el resto de la empresa predominaban en este lugar, con la única diferencia de que era muy silencioso al contrario de los demás pisos de la compañía.

—¿Por qué me mandó a llamar, señor D'Angelo? —No me hizo caso —. Estoy perdiendo el tiempo, tengo trabajo que hacer.

Al fin se dignó a levantar la vista de sus papeles y mirarme, sus ojos tenían una expresión gélida y oscura que provocó que me moviera incómoda en mi lugar.

—Señorita Vitale, mi secretaria le estará pasando sus nuevas tareas y orientándola durante una semana. —Debía de admitir que todo en él imponía respeto. Desde su voz ronca con un matiz de poder, hasta su ancho y musculoso cuerpo.

¿Nuevas tareas?

—¿Su secretaria orientándome? —cuestioné, sintiéndome confundida.

—Aparte de irrespetuosa y maleducada, también tienes problemas de audición —apreté los labios en una fina línea. Era lo mismo que le dije ayer.

—No tengo ningún problema, cosa que no puedo decir de usted. Solo me siento confundida con lo que dijo.

—Señorita Vitale, después de nuestro trato he decidido de que usted será mi nueva secretaria a medio tiempo.

—¿Qué? Debe de estar bromeando, ¿cierto?

—¿Acaso cree que soy una persona de bromas? —inquirió con frialdad. Negué, sin poder creer mi mala suerte —. Mi secretaria merece más tiempo libre por asuntos personales, así que pensé que era muy buena idea de que trabajaras como mi asistente cuando su horario escolar terminara.

—No puede hacer eso.

—Claro que puedo, soy el dueño de este lugar —habló con calma. Calma que yo no sentía.

—Hicimos un trato...

—Lo sé, te contraté nuevamente.

—Eso no fue lo que acordamos. —Me incliné, poniendo mis manos en su escritorio.

—De hecho, el trato fue que la contratara. Nunca especificó que lo hiciera en el departamento de markenting.

—Eres...

—Cuide lo que va a decir, no deseo despedirla tan pronto y no toleraré su falta de respeto. Si no le gustan mis condiciones, las puertas de la empresa están abiertas para que se vaya —expresó serio y con cierta amenaza.

Cerré los ojos y conté hasta tres, respirando profundo. No lo puedo matar, iría a la cárcel y soy muy joven para eso.

Tranquilízate, Fiorella. No hagas nada imprudente.

¡Es un hijo de puta!

—Señor, estoy haciendo una pasantía de marketing, no de secretariado. Así lo exige la universidad —comenté de la forma más amable que conocía.

—Seguirás en pequeños proyectos del departamento, sin embargo, trabajarás para mí. Hoy le llegará un contrato actualizado. ¿Tiene algún problema con eso? —cuestionó, esperando que lo desafiara.

Tuve que morder mi lengua y poner una falsa sonrisa, mientras todo en mi interior gritaba que le clavara el bolígrafo en su estúpido rostro.

—No, señor. No tengo ningún problema.

—Soy muy exigente con mi trabajo, un error y te encuentras despedida. ¿Entendido?

—Sí, señor.

Vete a la mierda, es lo que quise gritarle en su estúpido rostro.

—Es bueno que al fin nos entendamos. Te puedes ir —indicó, como si no soportará tenerme en su presencia.

Me levanté del asiento, aun manteniendo mi sonrisa.

—Te vas a arrepentir de tenerme trabajando a tu lado Enzo D'Angelo —murmuré, cuando estuve segura de que no podía escucharme.

Hola, criaturas pecadoras. Espero que hayan tenido un buen mes.

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Creen que Fiorella se mantendrá "tranquila" por mucho tiempo?

¿Enzo la matará o follara?

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Les quiere, March.

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