Capítulo 4
Enzo D'Angelo.
Me irritaba cuando las cosas no salían como deseaba. Organizaba cada detalle de mi vida y que alguien rompiera ese orden me provocaba ganas de matarlo y destruir sus miserables vidas. Sabía que el día no iría bien cuando Luka me informó que un grupo de rusos interceptaron un cargamento de drogas que iba dirigido a Siracusa.
—Mataron a tres de nuestros hombres, sin embargo, logramos atrapar a uno de ellos —informó, mientras nos dirigíamos al almacén que utilizábamos para torturas.
—¿Ha dicho algo? —cuestioné, poniéndome unos guantes de cuero. Así evitaría manchar mi mano de sangre porque luego debía ir a la empresa y no se vería bien que el respetado hombre de negocios que la prensa creía que soy apareciera públicamente como si hubiera matado a alguien.
—No, no ha querido hablar. Alonzo lo torturó, pero se resiste. Odio a los malditos ruso. —Se quejó.
Uno de los hombres que custodian el depósito, nos abrió la puerta. Al adentrarnos, varios de mis hombres se encontraban ahí.
—Jefe —dijo, Alonzo cuando estaba a su lado.
Miré al ruso encadenado, su cuerpo estaba cubierto de heridas y sangre. El hedor a orina era fuerte, parece que no aguantó la pequeña tortura de Alonzo.
—Despiértalo —ordené. Me dirigí a la mesa metálica llena de diferentes armas que servirían para hacerlo hablar. Escogí una navaja, si no llegara tarde para una reunión disfrutaría desmembrarlo con el hacha.
Alonzo le arrojó un cubo de agua, haciéndolo despertar sobresaltado. Sus hinchados ojos se enfocaron en los míos.
—Chertovski ital'yanskiy—escupió, enfurecido. Me moví, quedando delante de él e impactando mi puño contra su boca.
—No estás en una posición para maldecirnos. —Tiré de su cabello, poniendo la filosa navaja debajo de su barbilla —. ¿Cómo sabían que esa mercancía pasaría por esa ruta?
Río, cortándose en el proceso.
—El poderoso D'Angelo tiene un traidor entre sus hombres, quien lo diría. —Se burló. Desplacé la hoja afilada por su cuello, creando una herida poca profunda. Necesitaba que hablarla antes de matarlo.
—Si hablas seré piadoso contigo, de lo contrario, permitiré que mis hombres se sigan divirtiendo.
—De todos modos, moriré. Nosotros no somos unos predateli como los italianos —Su rostro se contrajo de dolor cuando clavé la navaja en su abdomen —. Treklyatyy...
—Me ofende que no aceptarás mi generosa oferta, no todo el mundo tiene el privilegio de recibirla. —Saqué el cuchillo y limpié la sangre con su rostro —. Encárgate de él —Le dije a Alonzo.
Solté al ruso y me dirigí a la salida con Luka siguiendo mis pasos. Me estaba quitando los guantes cuando escuché algo que dijo el prisionero.
—¡Los Ivanov acabarán contigo y todos los tuyos! Aaah. —Escuché su grito. Ni para mantener la boca cerrada servía, pero su estupidez fue mi ganancia. Presentía que ellos estaban detrás del ataque, solo me faltaba la confirmación que acabo de tener.
—Quiero que le envíen su cabeza a los Ivanov —hablé, entregándole los guantes. Este asintió —. Descubran al traidor lo antes posible, no deseo perder otro cargamento o acabaré con sus malditas vidas —expresé con frialdad.
—Hoy mismo me pongo en ello.
—Bien. Ve y hazle una visita a Andreas, me informaron que su deuda con el club aumentó. Tiene hasta el sábado para pagar, si no, mataremos a su hermano.
Marco me esperaba con la puerta del auto abierta. Me fijé en mi reloj y ya llegaba dos horas tarde a la empresa.
—Es un imbécil, deberíamos deshacernos de él —sugirió.
No le respondí y subí. Marco cierra la puerta para luego rodear el carro, poniéndose en su lugar. Lo enciende mientras los autos que van delante de nosotros con mis guardaespaldas comienzan a avanzar. Una vez que arrancamos, los otros coches que van detrás nos siguen.
Ser el capo di tutti capi viene con la amenaza de muerte. Mis enemigos esperan cualquier momento de debilidad para atacar y acabar con mi imperio, como lo hicieron con mi padre.
Las otras cuatro familias de la cosa nostra le tendieron una embocada para matarlo y quitarlo del poder. Lo lograron y fueron por mí, el heredero del gran Leandro D'Angelo. Sin embargo, muchos de los soldados eran leales a mi familia.
Me escondí durante un mes, preparando como mataría a cada miembro de las familias que nos traicionaron. El día llegó y las calles de Palermo se tiñeron de rojo. No habían tenido una masacre tan grande desde 1916. Eso dejó claro que yo era el nuevo capo y que todo aquel que se atreviera a enfrentarme terminaría muy mal.
Ahora la cosa nostra estaba formada por los D'Angelo, Lombardo, Russo, Rinaldi y De Luca. Algunos no estaban conforme con el nuevo orden, sin embargo, sabían las consecuencias de desafiarme.
Esto no era una democracia, para tener el poder se tiene que arrebatar y para mantenerlo teníamos que matar. La poca humanidad que poseemos muchas veces se pierde, no podemos darnos el lujo de mostrar sentimientos ni piedad por nadie.
Durante el recorrido a la empresa, voy revisando varios correos. Para el resto de las personas, soy el Ceo de Vinícolas D'Angelo, la empresa de vinos más importante de Italia y gran parte del mundo. Lo que me convierte en uno de los hombres con más dinero y poder. El primer viñedo se creó hace unos cien años por Matteo D'Angelo, un humilde campesino que solo deseaba mantener a sus hijos.
Pero se involucró con la mafia y parte del éxito de la compañía fue por el lavado de dinero.
Actualmente, era una empresa legal, ya que poseía otras compañías que servían de tapadera para mis negocios ilegales.
Marco se parqueó en mi estacionamiento privado, abrió la puerta y salí. Tres de mis guardaespaldas entraron conmigo al ascensor que solo yo tenía acceso. No compartiría mi espacio con cientos de empleados desesperados.
—Buenos días, señor —saludó mi secretaria cuando llegué. Apenas le eche una breve mirada antes de entrar a mi oficina con ella detrás —. Le acaba de mandar su agenda de hoy, pospuse su reunión con los nuevos comerciantes para mañana, como usted ordenó —informó, dejando una taza de café en mi escritorio —. Su cita con el señor Ricci será en una hora y en la tarde tiene una reunión con el departamento de Marketing.
—¿Ya acomodaste los papeles que te envié ayer?
—Sí, los mandé a su correo.
—Puedes irte. —Lo hizo en silencio. Tomé un sorbo de mi café y me dispuse a revisar y firmar papeles.
En un mes sacaríamos un nuevo vino tinto al mercado y todo debía de estar perfecto o habría mucha gente despedida.
La mañana pasó sin ningún contratiempo, a la hora del almuerzo me reuní nuevamente con Luka. Él le dio su última advertencia a Andreas, suplicó por la miserable vida de su hermano y dijo que pagaría su deuda. El sábado tendría que ir al club, no quiero que otro idiota acumule una deuda tan grande, no importa si es un socio.
—Dmitry Ivanov solo desea iniciar una guerra, se ha visto que su hijo hace unos días se encontraba en el país, sin embargo, partió a América. Nada bueno deben de tramar.
—Hay que investigar para qué fue para América, llama a Jasha y dile que vigile los pasos de Nikolay. Voy a sacar a los malditos rusos de mi territorio.
Yo sabía por qué Nikolay se encontraba en mi territorio. Resulta que su novia es la empleada que ayer recogí de la lluvia, no creo que sea una casualidad, así que tengo que planear que haré con ella.
Nuestros problemas empezaron cuando ellos se aliaron a las familias para derrocar a mi padre, luego Nikolay mató a mi prometida e hirió a mi hermana menor y lo haría pagar por eso.
Volví a la empresa, me concentré en el trabajo hasta que fue la hora de la reunión con el departamento de Marketing. Me gustaba tener reuniones sorpresas con mis empleados, así tenía una oportunidad de despedirlos.
Chiara, mi hermana y vicepresidenta de la compañía vino a mi oficina, ya que hoy iría a esa reunión junto a tres socios más.
Mi secretaria organizó todo con rapidez y eficiencia, al entrar a la sala de juntas, el lugar se encontraba casi lleno. Tomé lugar en la cabecera y Chiara a mi lado.
Uno de ellos empezó su presentación, solo se notaba lo incapacitado que estaba para el cargo. Tendré que despedir a todos en recursos humanos, solo contractan gentes incompetentes que me hacían perder el tiempo.
Lo interrumpí, porque ya no quería seguir escuchándolo y lo despedí. ¿En serio piensa que nuestra mejor estrategia de marketing es copiando descaradamente lo que hace la competencia? El pobre idiota pensó que no me daría cuenta.
Se arrodilló, suplicando que no lo hiciera, porque debe cuidar a su familia. Como si ese fuera mi problema.
Una irritante y conocida voz se atrevió a cuestionar mis órdenes, volteé la cabeza para observarla. Era la misma mujer que ayer tenía el aspecto de un pajarito abandonado bajo la lluvia y quizás a punto de ser asesinada por un delincuente. De no ser por Marco que minutos antes la había visto saliendo de la empresa, la hubiera dejado allí, pero él insistió porque se parecía a su hija. Y qué bueno que le hice caso, tenía a la debilidad del ruso en mis manos.
Ayer tuvo el atrevimiento de llamarme amargado y hoy de meterse en asuntos ajenos. Todos jadean cuando me llama imbécil y puedo ver como sus ojos verdes se abrieron más de la cuenta, dándose cuenta de su error, pero no se disculpó, cosa que me agradó e irritó al mismo tiempo.
Su superior le llamó la atención, aunque ella dijo algo sin prestarle atención a la advertencia y levantando la barbilla en claro desafío.
Mi mano apretó el bolígrafo con fuerza, imaginando que era ese delicado cuello. La estrangularía hasta que el brillo de sus ojos se apagara, pero al mismo tiempo, me excitaba que me desafiara y no controlara lo que decía.
No sé si quiero matarla o follarla, puede que haga ambas cosas.
Ordené que todos salieran, quedando a solas con ella. Me llamó idiota y una persona con falta de empatía. El pajarito vivía en una burbuja, todavía no sabe lo cruel y jodida que es la vida.
—Todo aquel que ha cuestionado mis métodos o me desafiaron, no le han sobrado días para contarlo. —Me incliné y pude ver como tragó grueso, notando mi amenaza en mis palabras —. Puedo ser peor que el diablo si se meten en mis asuntos y ponen en duda mi autoridad delante de mis súbditos.
—Señor...
—Te encuentras despedida —La interrumpí. No la quería husmeando en mi empresa sabiendo que sale con el ruso.
Puede que me parezca atractiva y quisiera follarla, pero su falta de respeto a su superior no la toleraré, además de que es una simple pasante. Eso le enseñaría a controlar esa boca.
Boca que se encuentra pintada de rojo y me la imagino envuelta alrededor de mi polla.
Cerró los ojos por un momento, pude ver la angustia en su rostro. Quizá pensando en lo mal que se vería no completar su pasantía porque fue despedida.
Cuando volvió a enfocar su atención en mí, debí de suponer que no se quedaría callada. ¿La mato aquí o espero que se vaya y uno de mis hombres lo haga?
—Sé que si le suplico aun así no volverá a contratarme.
—Al fin algo inteligente sale de tu boca.
Frunce el ceño molesta y sus ojos se oscurecen.
—Sin embargo, podemos hacer un trato.
—Nada de lo que tengas me interesa.
—Ni siquiera me has escuchado. —Rodó los ojos. Apreté la mandíbula, odio que haga eso.
—¿Nunca te advirtieron que no debes hacer tratos con el diablo? —Ella sonrió, como si fuera la cosa más divertida de la vida. Y joder, era tan malditamente atractiva.
—Señor, D'Angelo —pronunció mi apellido con lentitud y tuve que acomodarme en mi silla —. Si usted es el diablo, yo soy el fuego que hace arder el infierno. No le temo, en cualquier caso, usted debería hacerlo.
Fue inevitable, pero mis labios se movieron en una casi sonrisa. Ha sido la cosa más estúpida que ha dicho, porque ahora tiene mi atención y no es bueno tenerla.
—¿Cuál es el trato? —La satisfacción en su rostro aumentó mi deseo de doblarla sobre esta mesa y azotar su trasero hasta que aprenda a controlar su boca.
—Juguemos un juego de mesa, el que usted quiera. Si yo gano, me vuelves a contratar y si usted gana...
—Si gano yo, haré que no consigas trabajo en ninguna empresa de este país —abrió la boca lista para reclamar —. Ese es el único trato, tenga en cuenta de que sus notas dependen de los informes que de tu jefa de departamento. Imagínate la decepción de la maestra al ver que no duraste ni una semana en tu puesto de trabajo y tendrá que reprobarte la materia —señalé, callándola.
—Eres un maldito —dijo entre dientes. Sus mejillas se pusieron rojas y me agradó enfurecerla.
—Tú eres la que quería un trato. ¿Lo aceptas o no?
—Tú ganas. ¿Qué jugaremos?
Lo pensé, no es como si tuviera una colección de juegos de mesa, no tenía tiempo para eso.
—Jugaremos una partida de ajedrez. —Era lo único que había en mi oficina, fue un regalo de mi padre. Solíamos jugarlo. Algo parecido al alivio se asomó en sus ojos, alivio que le duraría poco porque soy el mejor en ese juego. Me paré, dirigiéndome a la salida de la sala de juntas —. Sígueme.
Lo hizo sin rechistar, cuando pasé por la mesa de mi secretaria, le ordené que nadie nos interrumpiera.
—Toma asiento —señalé el mueble mientras iba a buscar el ajedrez en el estante del fondo. El tablero era de cristal, al igual que las fichas.
Lo puse en la mesa delante de ella, para luego buscar mi botella de whisky y dos vasos.
—¿Piensa emborracharme para ganar? —inquirió, acomodado un mechón de su flequillo. Se notaba nerviosa.
—No, señorita Vitale. Aun sobria, dudo mucho de que puedas ganar.
—No sea arrogante, señor D'Angelo. Nunca hay que subestimar a su oponente.
El juego empezó, ella escogió las piezas blancas y yo las negras. Arrugó el rostro cuando dio un sorbo de la bebida.
—No sé por qué alguien bebería esto voluntariamente —dice y mueve un peón, dando inicio al juego.
—Después de unos sorbos, tu paladar se acostumbra al sabor —Moví mi peón.
—¿No deberías de beber vino?
—Lo hago, pero me gusta el alcohol fuerte.
Ella asintió y hasta ahí llegó nuestra charla. Nos concentramos en el juego y no me gusta admitir esto, pero ella es realmente buena. Ambos nos encontrábamos concentrados en la partida, la tensión se sentía en el aire y cualquiera de los dos podría ganar.
—¿Quién te enseñó a jugar? —pregunté, viendo como su caballo captura mi torre.
—Mi padre. Durante su juventud ganó varios concursos y cuando tuve edad suficiente, me inició en este mundo y me gustó tanto que también llegué a participar en concursos.
El juego se encontraba a su favor y cuando le tocaba hacer un movimiento, negué, no podía ser posible.
Nadie me ganaba.
—No... —Su reina se colocó junto a mi rey, mientras otra pieza protegía la suya, acorralándome y evitando que la capture.
Me miró con una sonrisa victoriosa, ella me había vencido.
—Jaque mate, señor D'Angelo.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.
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Por cierto, hay grupo de whatsapp por si desean unirse. Solo escriban al privado.
Síganme en mis redes para noticias y avances.
Les quiere, March.
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