Capítulo 3
La mala suerte debe de perseguirme, ¿cuáles son las posibilidades de encontrarme con mi jefe y que este me llevara a mi casa? Exacto, ninguna. Le pedí al destino que fuera una coincidencia con otra persona con ese apellido, sin embargo, al buscar su nombre en Google, me aparecieron imágenes de él y la información de que era dueño de Vinícolas D'Angelo.
Le dije que era un amargado, aunque mentira no es. ¿Y si me despide? No, no puede hacerlo. No estábamos en horario laboral.
Eso no importa ahora, mi amiga tiene un problema de corazón roto.
—... ¿Por qué lo hizo? —sollozó más fuerte. No sabía qué decir, así que dejé que se desahogara. Su cabeza se encontraba apoyada en mis piernas y ella abrazaba a mi gata —. Esperé y respeté su decisión de mantener nuestra relación secreta, porque ella todavía no se encontraba preparada para admitir que le gustaban las mujeres y ahora me dice que lo nuestro no puede seguir porque se estuvo viendo con un chico mientras estábamos juntas. Todo un año de ilusiones para que al final... —Levantó la cabeza. Sus ojos y nariz se encontraban rojos. El maquillaje corrido manchaba su rostro —. Dios, duele tanto. Siento como si me estuvieran arrancando el corazón. —Su mano se situó en su pecho, como si eso la ayudara a calmar el dolor —. ¿Qué hice mal?
—Oye. —Estiré la mano para limpiar sus lágrimas —. Tú no hiciste nada mal, ella fue la que falló, no tú. ¿Entendido? —Hizo un mohín con sus labios, sin dejar de llorar —. No merece tus lágrimas, Bea.
—Lo sé, pero la amo tanto. Ahora no sé qué haré sin ella.
La atraje a mí para abrazarla. Roma se acurrucó entre ambas, maullando.
—Al principio será difícil, sin embargo, aquí estaré yo para ti. ¿Quieres que la desaparezca? Sé cómo esconder un cuerpo o hacer que su muerte parezca un accidente. —Sentí su pecho vibrar, se estaba riendo.
—Nada de matar a nadie, Fior.
—Lástima, tenía mucho deseo de matar a la maldita por hacer llorar a mi mejor amiga.
—Gracias por estar conmigo y prestarme tu hombro para llorar —murmuró, abrazándome más fuerte.
—Nada que agradecer, te amo y haría cualquier cosa por verte feliz.
Permanecimos en silencio. Tuve que salir de mi clase cuando recibí su llamada. Al otro lado de la línea, Beatrice se escuchaba alterada y se notaba que se encontraba llorando.
Le dije que me esperara en mi casa, que en unos minutos estaría ahí. Al llegar, Bea se hallaba en mi mueble con la compañía de Roma. Me contó que fue al departamento de su novia y que, al momento de entrar, la encontró teniendo sexo con un chico. Discutieron, Carmina terminó confesándole que llevaba tiempo con ese hombre y que había pensado en decirle para terminar su relación, pero que nunca encontraba el momento perfecto.
Juro que, si se cruza en mi camino, la golpearé. Bea dio todo en esa relación y aun así ella le falló. El amor a veces era una mierda.
Beatrice se quedó en mi departamento, me hubiera gustado permanecer con ella, sin embargo, debía trabajar. Bea quiso arreglar mi cabello, para así distraer su mente. Lo planchó y acomodó mi flequillo. Le pregunté si pensaba que iría a una pasarela cuando me pintó los labios de un bonito rojo, ella solo se encogió de hombros.
Admito que me veía muy bien. El pantalón de vestir negro realzaba mi trasero y le daba forma a mi cintura, la blusa blanca de seda me hacía ver elegante, junto a un delicado collar, bolso y tacones rojos.
Al llegar a mi piso, fui directo a mi cubículo. Dejé mi cartera a un lado y encendí la computadora.
—Hola, Adriano me dijo que cuando llegaras te avisara para que pasaras por su oficina —informó, Laura.
—Claro, ahora voy —suspiré, Adriano no era mi persona favorita.
Me levanté y me dirigí a su oficina que se encontraba al lado de la encargada de este departamento. Cuando llegué, toqué la puerta y esperé hasta que escuché su voz ordenándome que pasara.
—Buenas tardes. —Levantó la vista de unos papeles que tenía en su escritorio. Una sonrisa se formó en su rostro cuando me vio.
—Fiorella, ya llegaste.
No, todavía estoy en mi casa.
—Sí, Laura dijo que querías verme.
—Oh, sí. —Se paró de su silla y se acercó, invadiendo mi espacio. Di unos pasos hacía atrás, alejándome —. Hoy harás conmigo algunas investigaciones del mercado y de nuestras competencias.
Mi suerte no podía ser mejor, pasaré algunas horas encerrada con él. Dios, mátame ya.
Fui a buscar mi laptop para poder iniciar con nuestro trabajo. Me senté en la silla frente a su escritorio, pero parece que sentía que había demasiada distancia entre nosotros y se puso a mi lado.
La primera hora fue normal, me enseñaba cuáles eran las principales compañías que le hacían competencia a Vinícolas D'Angelo e investigamos sobre ellas y de cómo le iban con sus ventas y nuevos clientes. Las estrategias que utilizaban y qué cosas cambiaron en el último año para mejorar.
Pero ha mediado que pasaba el tiempo, se fue acercando cada vez más. Incluso llegó a poner su mano en mi muslo, tratando de acariciarme. Si no lo hubiera detenido, iba a tocar mi zona íntima.
—Si sigues tocándome sin mi consentimiento e iré a recursos humanos —expresé con frialdad. Apreté la mandíbula con fuerza, aguantando las ganas de golpearlo.
Quitó su mano inmediatamente y soltó una risa.
—¿Qué dices? ¿Estás loca? No he hecho nada. —Tuvo el descaro de hacerse el indignado y mentalmente me ordené calmarme para no hacer una estupidez.
—No vuelvas a tocarme, nunca te he dado la libertad para hacerlo. —Apreté los puños, odiaba a los tipos como él.
—No seas exagerada. —Movió la mano con desdén —. Creo que sería una pena decirle a Bianca que no eres adecuada para ser pasante en esta empresa —dijo con falsa preocupación. ¿Me despedirían si arruinara su estúpida cara?
—Lo que sería una verdadera pena es que no solo le tenga que decir a recursos humanos que me estabas acosando sexualmente, si no, que también me estás amenazando.
La ira se notaba en cada una de mis palabras. Puede que perdiera mi trabajo, sin embargo, no dejaré que nadie me intimide o acose.
Su rostro se transformó, la expresión relajada desapareció y la molestia tomó su lugar.
—Desde ayer me andas provocando, ¿ahora dices que te estoy acosando? —La indignación se notó en cada una de sus palabras y quise reírme.
Dios, dame paciencia para no matarlo.
—¿Yo te estoy provocando? ¿Qué demonios tienes en la cabeza?
—Sí...
Los toques en la puerta lo interrumpieron, me lanzó una mirada llena de rencor antes de permitirle el paso a la persona del otro lado.
Volvió a su silla detrás del escritorio y Laura entró a la oficina.
—¿Qué deseas, Laura? ¿No ves que estamos trabajando?
—Lo siento, Adriano, pero se ha convocado una reunión —dice nerviosa —. Bianca me mandó a avisarte. En diez minutos comenzará y debemos estar todos.
No, no, no. ¿Es una broma del destino? Voy a volver a ver a mi amargado jefe, estoy jodida.
—Ambas pueden irse. Prepárense para cualquier cosa.
Recogí mis cosas y me fui junto a mi compañera, no puedo tolerar un minuto más en su presencia.
—Es la primera vez que estaré en una de esas reuniones, nos hacen ir para preparándonos y vayamos aprendiendo, aunque me da terror el jefe. Las cosas que he escuchado no son muy bonitas —habló una vez que estamos en nuestro puesto —. La suerte es que nosotras no haremos nada, por lo cual, no nos ganaremos su ira.
Si me mantengo en una esquina de la sala de juntas, quizá pase desapercibida.
Nos avisaron que ya podíamos ir subiendo, así que agarré una libreta para apuntar cualquier cosa. Laura iba hablando con otras pasantes y yo me encontraba a unos pasos detrás de ellas.
El elevador llegó a la última planta, la secretaria al vernos llegar nos guio a nuestro destino.
El lugar era muy espacioso, una enorme mesa se encontraba en el centro y delante de esta, una gran pantalla. Que supongo que servía para presentar proyectos y conectarse a videollamadas con algún socio.
Me senté en una de las sillas más lejana. Otros empleados fueron llegando, hasta que el espacio estuvo casi lleno. Contuve la respiración cuando la puerta se abrió y por ella entro Enzo D'Angelo.
Se veía impresionante, se notaba la confianza y el poder que emanaba de él. Era más alto que los otros hombres de la sala, el traje se moldeaba perfectamente a su musculoso cuerpo, el cabello lo llevaba recogido a la altura de su nuca y la barba que cubría su mandíbula la llevaba bien recortada y prolija.
Detrás de él, entraron tres hombres y una mujer. Enzo se sentó en la cabecera y los otros a su alrededor.
La reunión empezó, de vez en cuando apuntaba algunas cosas en mi libreta y la otra parte del tiempo observaba de manera disimulada a Enzo. Su rostro era una máscara de frialdad y seriedad. Movía el lapicero que tenía entre sus dedos, mientras veía la presentación de uno de los empleados con desinterés.
A mitad de su discurso, lo interrumpió.
—Se nota que no sabes de lo que hablas. —Su profunda voz puso nervioso al chico —. Me parece una falta de respeto que me hagas perder el tiempo con este intento de presentación. Esta es una empresa multimillonaria, aceptamos lo mejor de lo mejor, no gente mediocre y sin una idea clara de lo que hace.
—Señor D'Angelo, es que su reunión nos tomó por sorpresa... —intentó escusarse.
—¿Eso es lo único que tienes que decir? —inquirió, con cierto desprecio —. Se les paga para que estén preparados en cualquier momento, no me puedo permitir gente incompetente en mi compañía.
Fruncí el ceño, comprendiendo los rumores que escuché de él.
—Prometo que para la próxima y-yo...
—No habrá próxima vez para ti. Estás despedido.
—Señor, tengo una familia que cuidar. Le juró que mejoraré —suplicó. Todo el mundo se mantuvo en silencio.
—Esos no son mis problemas. Puedes irte —ordenó, impasible.
Mordí mi labio, tratando de evitar decir algo. Algunas de mis calificaciones dependen de mantener este trabajo.
—Por favor, por favor. —Se arrodilló, la desesperación se notaba en su cara.
—Levántate, no quiero llamar a seguridad.
No le quedó de otra que salir, cabizbajo y con los hombros hundidos, en señal de derrota.
—Siguiente y espero un excelente trabajo.
—¿En serio lo despidió? —dije, incrédula —. El chico hasta se arrodilló y su presentación ni siquiera fue mala.
—Cállate —susurró la persona a mi lado.
Enzo volteó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. Si me reconoció, no dio ningún indicio de ello.
—Repite lo que dijiste —Había una nota de advertencia en su tono, sin embargo, mi boca era muy imprudente y a veces no podía mantenerse callada.
—Aparte de imbécil, también tienes problema de audición. —Unos jadeos de terror, me hicieron dar cuenta de que lo dije en voz alta y no en mi mente. Creo que estoy en problemas.
El hombre de su derecha dejó escapar una risa y el otro lo golpeó para que se controlara.
—Señorita Fiorella, esas no son formas de hablarle al señor D'Angelo. —Me regañó Bianca, pero mis ojos no se apartaron en ningún momento de Enzo.
—Y esas no son las maneras de tratar a sus empleados. —Levanté la barbilla en claro desafío.
Internamente, quise darme una bofetada. La voz dentro de mi cabeza me gritaba para que me callara, no obstante, de nada servía porque no le hice caso.
En este momento, yo era una idiota. Estaba más que seguro que perdería mi pasantía y este hombre podría arruinar mi carrera laborar en un segundo.
—Señor, disculpe su falta de respeto. Es una de las nuevas pasantes, ya nos encargaremos de ella —declaró, Bianca sonando avergonzada.
—Salgan todos de la sala —ordenó, sin dejar de mirarme —¡Ahora! —gritó, cuando todos se quedaron petrificados en su lugar. Comenzaron a salir, hasta que nos quedamos solos —. ¿Sabes con quién estás hablando? —preguntó.
—Claramente. —Alzó una de sus pobladas cejas —. Con un idiota con aires de grandeza y falta de empatía a la hora de tratar con sus empleados.
Se acomodó en su silla sin dejar de mirarme en ningún momento, creo que pensaba que me iba a intimidar.
—En el mundo empresarial no hay que tener empatía, señorita Vitale. Esto es la vida real, no una burbuja a la que seguro debe de estar acostumbrada.
Mi mandíbula se tensó y juro que hacía todo lo posible para mantenerme callada.
—Sé lo que es la vida real, señor D'Angelo, sin embargo, hay formas de tratar a las personas que trabajan para usted. Gracias al trabajo de cada empleado en esta empresa es que su negocio ha prosperado, sin ellos, usted no es nada.
Algo oscuro brilló en sus ojos y quise encogerme en mi asiento, pero no podía demostrarle debilidad.
—Todo aquel que ha cuestionado mis métodos o me desafiaron no le han sobrado días para contarlo. —Se inclinó, luciendo peligroso. Tragué grueso, eso era una clara amenaza —. Puedo ser peor que el diablo si se meten en mis asuntos y ponen en duda mi autoridad delante de mis súbditos.
—Señor...
—Estás despedida. —Me interrumpió.
Cerré los ojos, ¿por qué no pude mantenerme callada? He arruinado mi carrera y todo por estúpida.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que estén bien.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Quieren que el próximo sea narrado por Enzo?
Fiorella tipo: El que tenga miedo a morir que no nazca.
Por cierto, no tengo día fijos para actualizar, sin embargo, todas las semanas subiré uno o dos capítulos.
Síganme en mi redes para adelantos de la novela.
Les quiere, March.
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