Capítulo 28
—Buenos días, esposa. —Me sobresalté al escuchar la voz de D'Angelo justo cuando iba a salir de la casa. Entrecerré los ojos al verlo, pensé que ya se había ido a su trabajo —. ¿Dormiste bien, pajarito? —Noté un poco de burla en su pregunta y mordí mi labio para evitar insultarlo.
Anoche, luego de que todos se fueran después de la cena, la tensión entre nosotros se podía cortar. Su mano estuvo en todo momento tocándome, ya sean pequeños roces que parecían inocentes u otros en lo que tuve que disimular que no estaba pasando nada. Lo deseaba, sin embargo, en vez de dejarme llevar una vez que estuvimos solos, lo evité. Quería demostrarme que era capaz de resistirme a sus encantos y lo logré, pero terminé frustrada sexualmente.
Dormir con él en la misma cama no fue lo mejor.
—Estupendo, esposo —espeté con una falsa sonrisa —. Espero que tu noche haya sido igual de maravillosa que la mía.
—Excelente, no hay nada mejor que tener a mi mujer en mi cama.
Si antes creía que D'Angelo era irritante, ahora lo es mucho más.
—Me encantaría seguir hablando contigo, querido esposo. —Esperaba que notara el sarcasmo en mi voz —. Sin embargo, ya tengo que irme.
—Antes de irte debo presentarte a algunas personas.
No tuve oportunidad de protestar, su mano sostuvo la mía y salimos de la casa. Afuera se encontraban dos mujeres con expresiones serias y vestidas totalmente de negro. Detrás de ellas había tres autos y un pequeño grupo de hombres que no conocía. Supongo que son los guardaespaldas de D'Angelo.
Al detenernos frente a ellas nos reciben con una ligera inclinación de cabeza. Ambas son demasiado parecidas, el mismo cabello rubio y ojos azules. Deben ser gemelas.
—Fiorella, ellas son Anastasia y Natalia Kuznetsova, encargadas de tu seguridad. Te acompañarán siempre. Y ellos —dijo señalando el grupo de seis hombres —, también pertenecen a tu grupo de guardaespaldas, se mantendrán en las sombras y no notarás que están ahí.
—Signora D'Angelo, è un piacere per noi essere al suo servizio. —Su fuerte acento es igual al de Nikolay cuando hablaba italiano, así que supongo que ellas son rusas.
—Es un gusto conocerlas, ¿podrían darme un momento a solas con mi... marido? —Ambas asintieron y se alejaron lo suficiente para no oír nuestra conversación —. ¿Qué significa esto, D'Angelo?
—Son tus guardias. No creerías que siendo la esposa de un mafioso permitiría que estuvieras sin seguridad, ¿cierto?
Siendo sincera, no había pensado en muchas cosas que cambiaría de mi vida ahora que soy su esposa.
—No deseo a alguien encima de mí todo el tiempo, D'Angelo.
—No voy a ser flexible con tu seguridad, Fiorella. Tengo muchos enemigos y estoy seguro de que saben que ahora eres mi esposa y buscaran la manera de atacarte. Anastasia y Natalia te transportarán a cualquier lugar que quieras siempre que estés fuera de la mansión, no cambiaré de opinión —habló con frialdad cuando vio mi intención de negarme —. Al menos que quieras quedarte encerrada en casa te recomiendo que te acostumbres a tus nuevas guardaespaldas.
Apreté mis labios en una fina línea, odiaba todo esto y ni siquiera teníamos una semana de casados. D'Angelo tiene un serio problema en controlar todo lo que le rodea y las personas en su entorno hacían cualquier cosa que él ordenara sin cuestionarlo.
Sé que tiene razón en que ahora debo de tener guardaespaldas, pero no cambia el hecho de que pudo hablarlo conmigo antes de tomar cualquier decisión.
—Hablaremos de este tema luego, D'Angelo.
Ya se hacía tarde para mi primera clase y sé que él no cambiaría de opinión, así que no perdería mi tiempo.
—No hay nada de qué hablar, Fiorella. Este tema no está en discusión —rodé los ojos, deseo el divorcio. No nací para estar casada. ¿Cómo voy a aguantar a este hombre? Me alejé, lista para irme, no obstante, me detuvo y sacó algo de su chaqueta —. Usa esta tarjeta para lo que desees, en una semana llegará la tuya y tus documentos actualizados con tu nuevo apellido.
Observé la Amex black que puso en mi mano sin siquiera dudar.
—¿Me estás confiando tu tarjeta?
—Eres mi mujer, Fiorella. —Su repuesta era simple, como si eso lo explicara todo.
Sé que tiene mucho dinero, sin embargo, los millonarios siempre cuidan sus bienes y nosotros ni siquiera tenemos un acuerdo prematrimonial.
—D'Angelo, me encanta el dinero y darme una tarjeta sin límites será tu perdición —hablé solo para ver su reacción, aunque se mantuvo impasible.
—Tengo lo suficiente como para mantener la economía de varios países, usa todo lo que quieras, eres mi esposa.
Aquí es donde le diría que soy humilde, que no me interesa su dinero y que no soy como las demás mujeres que han pasado por su vida, pero la verdad es que, si me gusta el dinero y si él me lo está ofreciendo tan amablemente, ¿por qué lo rechazaría? Al fin y al cabo, estoy atrapada en este matrimonio por tiempo indefinido.
Cuando me dispuse a irme nuevamente, su mano rodeó mi nuca y me atrajo hacia él y tuve que sostenerme colocando mi mano en su pecho. Lo siguiente que sentí fueron sus labios sobre los míos, por un momento estuve aturdida, pero no tardé en devolverle el beso. Su lengua encontró la mía, dominando el beso como siempre lo hacía.
Mis labios hormigueaban una vez que nos separamos, mi respiración era agitada y no dejé de observarlo mientras su pulgar rozó mi labio inferior.
—Nos veremos en el trabajo, esposa —dejó un casto beso en mi labio y se separó, lo vi arreglarse la chaqueta de su traje y darme la espalda para ir a su auto con Marco esperándolo.
Me quedé un instante en mi lugar, toqué mi boca y luego bajé la mano de golpe. No puedo permitir que me bese de nuevo, ni que me guste, ni que... suspiré, solo estaba perdiendo el tiempo. Me dirigí a mis nuevas guardaespaldas y una de ella abrió la puerta trasera del coche para permitirme entrar.
—Gracias —murmuré, acomodándome en el asiento. Ellas se sentaron en los asientos delanteros y pusieron el carro en marcha.
—¿A dónde nos dirigimos, señora D'Angelo? —preguntó Natalia una vez que salimos de la propiedad.
—A la universidad y por favor, nada de señora D'Angelo, solo Fiorella.
—No creo que sea adecuado, el señor D'Angelo nos ordenó ser formales en todo momento.
—D'Angelo no se encuentra aquí y por lo que veo, nosotras pasaremos mucho tiempo juntas. Es raro estar escuchando todo el tiempo "señora D'Angelo".
Realmente raro porque toda mi vida he sido Fiorella Vitale.
—Lo entendemos, señ... Fiorella.
—Gracias —agradecí con una pequeña sonrisa.
El trayecto desde la mansión hasta la universidad era más largo que desde mi departamento, sin embargo, logramos llegar a tiempo. Fuera del campo universitario logré vislumbrar a algunos hombres con cámaras y agradecí que no reconocerían este auto.
—En serio, no tienen que acompañarme a mis clases, aquí no hay ningún peligro.
Traté de convencerlas, no obstante, era un caso perdido y me siguieron a mi primera clase del día.
—Nos mantendremos a una distancia prudente, no llamaremos la atención.
Quise decirle a Anastasia de que eso era imposible, ambas eran imponentes y en su rostro se notaba el peligro, pero guardé silencio, ellas solo se hallaban haciendo su trabajo.
Entré a la clase notando algunas miradas, la maestra todavía no llegaba. Mis guardaespaldas entraron conmigo, pero se mantuvieron en una esquina del fondo, cuando me senté al lado de Aurora me miraba con la boca ligeramente abierta.
—¿Ahora tienes guardias? —murmuró mirando por encima de su hombro para ver a las chicas.
—Hola, Aurora —giró la cabeza, volviendo a prestarme atención.
—Solo quiero decir que quiero ser tú cuando sea grande y te perdono por no invitarme a la boda —sacó algo de su bolso y lo dejó en la mesa. Era una revista y en la portada aparecíamos D'Angelo y yo —. No cualquiera puede convertirse en la esposa de su jefe. Es la noticia del año.
—No sé por qué tanto escándalo, muchas personas se casan todo el tiempo.
—Sí, pero no cualquiera es Enzo D'Angelo —dijo su nombre con admiración —. Era uno de los solteros más codiciado de toda Italia. Eres una perra afortunada, ¿qué se siente ser su esposa? Espera, ¿estás embarazada? —susurró esto último.
—Dios, no —la miré horrorizada —. No lo estoy y ni lo estaré en un futuro cercano.
—Si lo estuvieras, ese bebé sería precioso y tendría unos padres bastante hermosos y sexy. ¿Puedo reencarnar como tu hija?
—No hablemos de bebés, Aurora. —Me da hasta escalofríos pensar en mi embarazada.
—Está bien, está bien. Hablemos de tu romance con tu jefe, se ven bastante enamorados —abrió la revista en una página en específico, enseñándome otra foto de Enzo y mía. Me incliné para ver bien la imagen.
Esta fotografía debe de haber sido tomada desde una de las ventanas de la capilla. En la imagen D'Angelo me está poniendo el anillo de boda, su mirada se encuentra fija en la mía y yo lo observo con una gran sonrisa. Al fondo se halla el oficiante que es... ¿Elvis Presley?
Me reí cuando D'Angelo y yo llegamos a la capilla, su mano sostuvo la mía mientras me ayudaba a salir del auto y no me soltó en ningún momento.
—Mis amigas se volverán loca cuando se enteren de que me casé en Las Vegas —miré a mi jefe que en unos minutos sería mi esposo. Este pensamiento me hizo reír nuevamente.
Sí, debe de haber un alto nivel de alcohol en mi sistema, sin embargo, no me importaba. Lo que sucedía en Las Vegas se queda en Las... Vegas. Solté una risita, la frase es graciosa.
—¿Hay algo gracioso, pajarito?
Lo pensé un momento antes de responder.
—Eres bastante guapo, D'Angelo, pero shh, no le digas a Enzo que yo te lo dije.
Sus labios se curvan, aunque no llega a sonreír. D'Angelo siempre está con el ceño fruncido.
—Guardaré tu secreto.
Estuve satisfecha una vez que supe que mi confección se encontraba a salvo, entramos a la capilla. El lugar se veía desierto, contrario a lo que pensé. Me imaginaba que habría un montón de pareja esperando su turno para casarse.
Me encogí de hombros, es bueno no tener que hacer una fila, mis tacones me están matando. ¿Me puedo casar descalza?
Un señor salió de una pequeña puerta y nos observó con curiosidad.
—¿Vienen a casarse? —ambos asentimos —. ¿Tienen una licencia de matrimonio? —Volvimos a asentir. Tuvimos que pasar a un lugar llamado... se me olvidó como se llamaba. Lo importante es que no tardamos mucho.
D'Angelo sacó la licencia de su saco y se la entregó al hombre, este la verificó y luego nos sonrió.
—¿Desean que su oficiante sea algún personaje o no?
—No.
—Sí —respondimos D'Angelo y yo al unísono. Lo miré, arrugando la frente porque yo si quiero que un personaje icónico de Las Vegas nos case.
—No —repitió con su típica voz fría.
—Entonces no hay boda, D'Angelo.
¿Por qué me estoy casando con él? Oh sí, le prometí a Chiara que lo distraería. Tal vez pueda haber sexo de recién casados.
El hombre nos observó a los dos con una pequeña mueca. D'Angelo me siguió mirando con aquella mirada intimidante que no me intimidaba.
—Bien, elige al personaje —cedió luego de un minuto. En mi rostro se dibujó una sonrisa triunfal, yo siempre gano.
—¿Qué personaje desea señorita?
Lo pensé un momento hasta tener la repuesta correcta.
—Elvis Presley.
En las películas americanas siempre se casan con ese personaje como oficiante y, ya que estábamos en América, él era el adecuado para casarnos.
El señor me llevó a otra habitación y D'Angelo se quedó en el pasillo.
—Ella es Silvia y te arreglará, la ceremonia empieza en diez minutos —dijo esto y salió de la habitación dejándome a solas con Silvia.
—Eres una novia preciosa. Ven, siéntate aquí —señaló una silla alta frente a un tocador —. Solo arreglaré tu peinado y maquillaje —comentó una vez que estuve sentada.
Comenzó a retocarme y permanecí en silencio. Cuando llegara al hotel me dormiría, aunque no sin antes tener sexo.
Sexo, sexo, sexo. Una pequeña carcajada salió de mis labios, ¿por qué la palabra era tan divertida? Mañana le contaré a Chiara de mi gran distracción.
Silvia me miró raro, supongo que pensará que estoy loca.
—¿Te gusta el sexo, Silvia? —inquirí en voz baja. Ella tosió y sus mejillas se tiñeron de rojo.
—Ya está lista, señorita.
No respondió mi pregunta y me dio la espalda. Bueno, creo que eso fue imprudente. Me levanté del asiento y antes de salir me entregó un ramo de flores. Y no cualquier ramo, sino uno de lirios blancos.
—Son mis flores favoritas.
Con razón las parejas se casan en Las Vegas, hasta saben las cosas que te gustan.
—Vamos, por aquí —me guio por otra puerta y la seguí hasta que se detuvo —. Espero que tengas un feliz matrimonio.
Oh por Dios, las notas en piano de la canción Lover de Taylor Swift empezó a sonar por toda la capilla.
—Eres un ángel, Silvia.
¿Cómo logró saber que era mi canción favorita? No tuve tiempo de responderle porque ya debía salir y caminar por el pasillo. Lo primero que llamó mi atención fue el oficiante vestido de Elvis, llevaba un mono ajustado de color blanco con pedrería y un gran cinturón, para complementar traía una capa del mismo color.
A su lado, se hallaba D'Angelo con una expresión seria, pero sin quitarme la mirada en ningún momento. Al llegar a su lado, tomó mi mano y besó el dorso.
—Te ves hermosa, dolcezza.
—Fiorella, Fiorella. —Aurora me sacudió y salí de mis pensamientos.
—Lo siento, me estaba acordando de ese momento —le expliqué, señalando la imagen.
Al recordar cómo sucedieron algunas cosas, quise esconderme en mi casa y nunca salir. Jamás en la vida volvería a tomar tanto. Qué vergüenza con Silvia, esperaba nunca encontrármela en esta vida.
Nuestra conversación quedó interrumpida con la llegada de la maestra y nos concentramos en la clase porque ya quedaba poco tiempo para graduarnos. El resto de la mañana fue igual, entre clases y algunas miradas poco indiscretas.
En la entrada de la empresa si había una cantidad considerable de periodistas, algunos se acercaron al auto, aunque al no poder ver nada por los cristales oscuros, se alejaron. Esperaba que la noticia pronto dejara de ser relevante, no sé cómo los famosos pueden vivir estando con paparazzi todos los días pendientes a lo que hacían.
Nos subimos al ascensor privado de D'Angelo y no tardamos en llegar a la última planta.
—Fiorella, me enteré de tu boda con el señor D'Angelo, estoy tan feliz por ustedes. —Alice me abrazó y le correspondí. Supongo que ahora tendré que fingir que estoy locamente enamorada de mi jefe.
—Gracias, Alice.
—Nunca lo vi venir, pero hacen linda pareja. Las fotos de ustedes juntos son preciosas, me recuerda a mi época de juventud con mi esposo —Se quedó pensando en ese momento y luego volvió en sí —. Les deseo muchos años juntos.
Dios, no la escuches.
Ni siquiera sé si sobreviviré para fin de mes, así que no me veo años con D'Angelo.
Alice y yo nos despedimos y me senté en la silla para iniciar mi trabajo, las hermanas Kuznetsova se mantuvieron un poco alejadas, pero en alerta. Lo cual era un poco ridículo porque no creo que nadie se atreva a atacar esta empresa.
Me sumergí en el trabajo respondiendo correos, agendando citas y organizando algunos papeles que D'Angelo debe de firmar. En la mitad de mi trabajo recibí un mensaje de Bea preguntándome cuando nos veremos.
Eso me trae a la gran duda, ¿puedo decirle que mi ahora esposo es un mafioso? Es mi mejor amiga y siempre le cuento todo, aunque este es un tema delicado. También deberé hablar con D'Angelo en sí contarles a mis padres, pero creo que a mi papá le dará un infarto.
El sonido del ascensor me hace levantar la vista y veo a Alessandro salir de el. Arrugué la frente si saber cómo le dieron acceso a este nivel de la empresa. Mis guardias se ponen en alerta y le hago un gesto para que no se acerquen, Alessandro le echó una breve mirada y luego se concentra en mí.
—Fiorella, veo que estás bien —comentó con un suspiro de alivio.
Rodeé mi escritorio y me detuve delante de él.
—Alessandro, ¿qué haces aquí y quién te dejó subir?
—He estado preocupado por ti luego de la noticia de tu matrimonio, hace una semana me pediste una opinión sobre un contrato bastante extraño y de repente te casas con tu jefe. ¿Está todo bien? ¿No es algún tipo de chantaje?
Era bastante lindo que se preocupara por mí, sin embargo, necesitaba que se fuera de la oficina urgente. A D'Angelo no le agrada y me lo dejó claro ese día en el restaurante y a pesar de que él firmó un contrato conmigo, no me fiaba en que no hiciera algo.
—Te aseguro que estoy bien, Alessandro. ¿Podemos hablar fuera de mi horario laboral?
—¿Segura? Si tienes algún problema yo te puedo ayudar. —Su mano sostuvo la mía y en su rostro se reflejó la preocupación que sentía. Me recordaba al Alessandro adolescente que siempre se hallaba preocupado por mí.
—Estoy segura, yo...
—Quitas tus malditas manos de mi mujer ante de que decida rompértela.
La voz furiosa de D'Angelo me hizo cerrar los ojos por un breve momento, era justo lo que no quería, que viera a Alessandro.
—D'Angelo —dije su nombre a modo de advertencia, esperaba que se recordara de nuestro acuerdo.
La mano de Alessandro soltó la mía, no obstante, no se dejó intimidar por Enzo.
—Sáquenlo de mi jodida empresa, tiene la entrada prohibida. —Se dirigió a mis guardaespaldas y estas asintieron —. A mi oficina, ahora Fiorella.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.
¿Qué les pareció el capitulo? ¿Les gustó?
¿Qué creen que sucederá en los próximos capítulos?
Les quiere, March.
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