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Capítulo 27


Observé sin parpadear mi mano izquierda, en específico mi dedo anular donde se encontraba otro anillo que no estaba ahí cuando me fui a dormir. La piedra verde y los pequeños diamantes que la rodean brillan bajo la luz de la habitación. Acerqué la mano a mi rostro, fijándome en cada uno de los detalles. El diseño es hermoso y elegante, sin ser nada exagerado.

¿La esmeralda y los diamantes son reales? Sí es así, esto debe costar una pequeña fortuna.

Mentiría si dijera que no me gusta, las joyas al igual que los libros y los tacones son mi gran obsesión. Obsesiones que me dejaban en ruinas cada vez que me daba el gusto de comprarme algunos de ellos.

Alcancé mi teléfono y al ver la hora me di cuenta de que dormí casi toda la tarde, por lo que me perdí de mi clase; aunque no creo que me hubiera despertado tan temprano luego del agotador día que tuve. Abrí el chat grupal encontrando cientos de mensajes que aún no he respondido.

Anna: ¡FIORELLA!

Anna: ¿Cómo que te casaste con tu jefe?

Greta: ¡¿Qué?! ¿Cuándo sucedió eso?

Anna: Ayer en Las Vegas, pon las noticias.

Bea: ¡¿Qué?! No es posible, ella odia a su jefe.

Bea: OH MIO DIO. SÍ ES CIERTO.

Bea: FIORELLA.

No pude evitar reírme con la cantidad de mensajes que tengo de ellas y sus suposiciones sobre este matrimonio.

Greta: A pesar de que no fuimos sus damas de honor, ahora tenemos una amiga millonaria.

Anna: ¿Su esposo tendrá un hermano? Estoy disponible para el matrimonio.

Bea: Estoy preocupada por ella, no ha respondido los mensajes ni llamadas.

Anna: Seguro está disfrutando con su esposo, ya sabes a lo que me refiero.

Entendí a lo que se refería y no, no he consumado mi matrimonio. No podía pensar en el sexo estando en esta situación.

Yo: Hola, estoy viva.

Bea: ¡Al fin apareces, Fiorella Elisa Vitale! Casi me provocas un infarto.

Yo: Lo siento, todo ha sido un caos y no he tenido tiempo ni para acostumbrarme a esta nueva realidad.

Anna: Pensé que nos dejarías de lado ahora que tienes tanto dinero como mantener a medio mundo.

Yo: No seas dramática, Anna. Además, el dinero es de Enzo, no mío.

Anna: Eres la señora D'Angelo, lo de él es tuyo, al menos que hayan firmado un acuerdo prematrimonial.

Bea: ¿Cómo terminaste casada con él? ¿No lo odiabas?

Yo: Todo se resume en el alcohol y Las Vegas.

Por más que lo deseara no podía decirle que D'Angelo es un mafioso, esa información solo podría en riesgo sus vidas y no me perdonaría que algo les sucediera por mi culpa, así que evitaría darle cualquier detalle.

Dejé el teléfono y salí de la cama, mi maleta no se hallaba en el lugar en donde Enzo la colocó, por lo que fui a su armario y al entrar me detuve en seco. La primera vez que entré a su closet estaba repleto de sus caros trajes, sin embargo, ahora toda mi ropa ocupaba un lugar entre la suya.

Ver mis cosas entre la suyas hace que esto se sienta demasiado real y una voz en mi cabeza me dice que por más que lo intente, no habrá escapatoria. Respiré hondo, tratando no volver a estresarme.

Busqué un vestido cómodo y mi ropa interior, me dirigí al baño y mis artículos de higiene también ocupan un lugar al lado de los suyos. Parece algún tipo de escena doméstica de un matrimonio normal.

Matrimonio, aún sigo sin creerlo. Nunca pensé en casarme, ni siquiera con Nikolay o por lo menos, no tan joven. Mis planes era crear mi propia empresa, tener éxito y luego formar mi propia familia. No obstante, la vida siempre demuestra que las cosas nunca salen como uno la planea.

No tardé mucho en estar lista y salir de la habitación, ¿dónde estará Roma? No la he visto desde que desperté. La mansión se encontraba silenciosa, recorrí varios pasillos sintiendo curiosidad por el lugar que sería mi hogar por un tiempo que esperaba que sea corto. Abrí varias puertas encontrándome habitaciones vacías e impecables. Una de ellas parecía sacada de un museo, con pinturas que decoraban las paredes y creaban un ambiente magnífico. No reconocí a ningunos de los artistas, aun así, sus artes me cautivaron. Lo que se robó toda mi atención fue el piano de cola negro, un instrumento antiguo, pero bien conservado.

No pude evitarlo y me acerqué al piano, hacía meses que no tocaba ni una sola nota. Me senté en el banquillo de terciopelo y dejé que mis dedos acariciaran las teclas. No había ninguna partitura frente a mí, sin embargo, no era necesario. Las primeras notas de una suave melodía llenaron el aire, fue la primera que me enseñó mi madre cuando yo solo era una niña.

Me perdí en la música, olvidándome de todos mis problemas y concentrándome en los recuerdos felices de mi vida. Siempre me encantaron las tardes en donde solo era el piano, mi madre y yo. Las veces en que papá estaba en casa, no se perdía ninguna de nuestras actuaciones y al finalizar cada una de ellas, aplaudía para luego abrazarnos.

Solté las teclas suavemente, dejando que la última nota se desvaneciera en el aire. Me levanté, sintiendo un poco de nostalgia por aquel bonito recuerdo.

Mi estómago gruñó, recordándome que no he comido nada desde ayer. Era hora de ir a la cocina y prepararme algo para no morirme de hambre. Seguía sin encontrar a Roma, pero conociéndola, debe de estar bien y explorando la mansión. Solo espero que no destroce nada y sea la buena gata que es siempre.

Al llegar a la cocina, un rico aroma me envolvió por completo. Era un olor a hierbas frescas, ajo y algo más que no pude identificar de inmediato, pero me hizo agua la boca. El estómago me rugió de nuevo, esta vez con más fuerza. Dos pares de ojos me observaron cuando entré y mis mejillas se sonrojaron, esperaba que no hayan escuchado ese rugido.

—Usted debe ser la signora D'Angelo, ¿cierto? —preguntó una mujer mayor con una expresión seria.

Se siente extraño que me llamen por ese apellido.

—Solo Fiorella, por favor. —Ella hizo una ligera mueca que no supe interpretar.

—Signora D'Angelo, yo soy Donatella, el ama de llaves. —Se presentó, ignorando mi sugerencia de llamarme por mi nombre —. Él es Fabio, el chef.

—Un gusto conocerla, señora. —Fabio se notaba un poco más amable que Donatella —. No sabía cuándo bajaría a almorzar ni lo que le gustaba, por lo que le preparé una caponata. Si no es de su agrado, puedo prepararle otro platillo.

—Oh, no. Ese está bien, muchas gracias —asintió y se dio la vuelta para sacar una bandeja del horno.

Me dirigí a la isla de la cocina y me senté en una de las sillas altas, mirando con interés como Fabio colocaba la caponata en un elegante plato. Todo era muy refinado en esta casa.

—¿No desea almorzar en el comedor, señora?

—No, aquí estoy bien, Donatella.

Volvió a hacer otra mueca y creo que no le agradé, no sé por qué. No he sido grosera ni nada por el estilo.

Dejé de prestarle atención cuando Fabio regresó con una bandeja que contenía un plato humeante y al lado había una pequeña canasta con pan al ajo recién hecha.

—Gracias, esto huele delicioso —sonrió con orgullo y me ofreció un gesto de despedida antes de Salir de la cocina junto con Donatella.

Me serví un poco de la caponata y luego partí un trozo de pan, sumergiéndolo en el estofado. La combinación de sabores era exquisita y no pude evitar dar otro bocado. Amo la comida, es lo mejor que pudo crear la humanidad.

Con razón D'Angelo lo tenía como chef, ese hombre cocina como los dioses. Tendría que volver al gimnasio si seguía comiendo tanto, pero es un sacrificio que estaré encantada de cumplir.

Una vez que terminé de devorar todo, puse los platos en el lavavajillas y me dispuse a salir de la cocina, dispuesta a encontrar a mi gata. Mientras atravesaba el vestíbulo, me encontré con Chiara y su amiga, Vera. Esta me miró con molestia que no trató de ocultar, sus ojos se posaron en mi mano izquierda en donde estaban mis anillos. Al verlos, sus labios se fruncieron en una línea. Desde la primera vez que la conocí, había notado cierta hostilidad de su parte, en especial cuando le dije que D'Angelo no se ha ganado mi lealtad.

—Fiorella —dijo Chiara con una cálida sonrisa, sin notar la tensión de su amiga —. Quise venir a verte antes, pero Enzo ordenó no molestarte. ¿Cómo te has adaptado?

—Todavía estoy procesando la situación, no todos los días amaneces casada.

—No debimos emborracharnos, tantas cosas se pudieron haber evitado. —Le doy la razón, tal vez yo seguiría soltera.

—¿Qué querrías evitar? ¿Qué hiciste?

Chiara vio con arrepentimiento a su amiga.

—Le dije a Luka que me gustaba y traté de besarlo, sin embargo, me rechazó —murmuró avergonzada —. Ojalá pudiera retroceder el tiempo.

—No te preocupes, puedes tener a otros hombres que te hagan olvidar a Luka. Eres la gran Chiara D'Angelo y cualquiera mataría por tener un poco de tu atención. —Vera tomó su mano en señal de consuelo.

—Ahora hay una nueva D'Angelo en la familia —cambió de tema —. Me alegra que seas mi cuñada, la nonna está feliz con la noticia.

Me lo imaginaba, Claudia de alguna manera manifestó una boda entre nosotros y una semana después, sucedió.

—Eres afortunada en ser la esposa de nuestro capo, solo no olvides que ahora eres parte de la mafia y eso te pone un blanco en la espalda. —Vera me miró de nuevo, esta vez directamente a los ojos y el resentimiento se notaba en su mirada.

Era curioso cómo se puede descubrir ciertas cosas solo con la actitud de una persona. ¿Chiara sabe que su amiga tiene sentimientos por su hermano? ¿Vera y D'Angelo han mantenido algo tipo de relación? Si ese era el caso, espero que hayan terminado porque no seré vista como una cornuda.

—No la asuste, Vera —reprendió a su amiga —. Eres la mujer de Enzo D'Angelo y nadie se atrevería ir en contra de mi hermano. No te preocupes, Enzo no permitiría que nada te suceda.

Esto de ser esposa de un mafioso solo era divertido en los libros, genuinamente esperaba que nadie intentara matarme, aun así, le pediría a D'Angelo que me diera algún tipo de entrenamiento. No permanecería indefensa esperando que otros me salvaran y arriesgaran su vida por mí.

Ignoré a Vera, no era de mi total agrado y no iba a fingir que me gustaba su presencia.

—Me encantaría seguir hablando contigo, Chiara, no obstante, iba de camino a buscar a mi gata.

—Roma, ¿cierto? —afirmé con un leve movimiento de cabeza —. La vi en el hábitat de Ébano.

—¿Dónde se encuentra el hábitat de Ébano? —cuestioné preocupada de lo que le pudiera hacer a mi gata.

A pesar de que Ébano tal vez sea un poco domesticada, no dejaba de ser un depredador y podría ver a Roma como algún tipo de presa. ¿Cómo mi gata llegó hasta allá? ¿No tiene sentido de conservación? Un día de estos, Roma me provocará un infarto.

—Ven, te mostraré.

La seguí de vuelta al interior de la mansión, con Vera que caminaba detrás de nosotras. Chiara me guió por unos pasillos que no había recorrido antes, hasta detenernos frente a una puerta de cristal.

El aire fresco me envolvió al salir, caminamos unos pocos pasos hasta llegar a un área cercana y cerrada. Ahí, en medio de ese espacio verde, descansaba Ébano y a su lado, mi gata acurrucada como si fuera lo más normal del mundo. Pude respirar de alivio al no verla herida, al contrario, parecía muy cómoda.

—Abriré la puerta, no obstante, no entraremos. Ébano solo le tiene confianza a Enzo —dijo y procedió a abrirla —. Llama a tu gata.

Se hizo a un lado y me paré en el umbral, Ébano me observó con sus intimidantes ojos dorados, pero se quedó en su lugar.

—Roma, ven aquí, bebé.

Mi gata al escuchar mi voz levantó la cabeza y sus orejas se movieron, la vi levantarse lentamente y estirarse con elegancia antes de dirigirse hacía a mí. Cuando llegó, me agaché para recogerla y ella ronroneó para luego frotar su cabeza contra mi mentón.

—Te gusta vivir al límite, Roma. —Ella como siempre, maulló y no pude evitar sonreír. Amo a mi bebé.

—Tu gata es hermosa, quisiera tener una —habló Chiara una vez que cerró la puerta.

—Cuando desees puedo llevarte a un refugio, así puedes adoptar uno. Hay muchos gatos que son abandonados y merecen una segunda oportunidad con una nueva familia.

—Me encantaría, despejaré un espacio en mi agenda para que podamos ir. —Volvemos a entrar a la mansión —. ¿Nos sentamos a beber una taza de té, por favor? Ahora que somos familia me gustaría conocerte y pasar tiempo contigo.

Una parte de mí quiso negarse, pasar tiempo con Chiara también significaba estar con Vera y ella ya ha demostrado que no le agrado y odio estar en un ambiente tenso, sin embargo, acepté y fuimos a la sala de la primera vez que conocí a la familia D'Angelo.

—Esperen aquí, iré a preparar el té.

Salió de la habitación, dejándome a solas con su amiga. Tomé asiento en unos de los muebles y ella se sentó frente a mí. No le presté atención a su presencia y solo me centré en darle mimos a mi gata, sin embargo, ella tuvo que abrir su boca.

—Entiendo el interés de Enzo, eres bastante parecida a mí —levanté la mirada para fijarla en ella —. Solo qué ordinaria y sin clase. No perteneces a este mundo, eres una forastera. No eres suficiente mujer para él, yo debería ser su esposa...

Levanté la mano en un sutil y firme movimiento que la hizo callar al instante.

—Dejemos algo en claro, Vera —hice una pequeña pausa y acaricié a mi gata, sin dejar de observarla y notar el leve fruncimiento de sus labios por mi interrupción —. No voy a discutir con ninguna mujer por un hombre, no creo que ellos valgan tanto. Aunque si deseas seguir exponiendo por qué eres mejor que yo, deberías ir a decírselo a mi esposo. Tal vez a él si le interese lo que tengas que decir.

Vi como apretaba las manos en un puño hasta que sus nudillos se pusieron blancos, en sus ojos se notaba la furia contenida, sin embargo, no se atrevió a replicar.

Siempre he sido fiel al pensamiento de que, como mujeres, debemos de apoyarnos y estar unidas, porque juntas somos más fuertes. Sin embargo, eso no significaba que me quedaré callada ante el ataque de otra, mucho menos si no le he dado ningún motivo para hacerlo.

Me encontré con su mirada a través del espejo, sus ojos recorrieron mi cuerpo sin ocultar la lujuria que brillaban en ellos. D'Angelo siempre mostraba su deseo por mí y aunque deseaba negarlo, mi cuerpo respondía a él.

Él se acercó despacio, pero con seguridad. Su pecho se pegó a mi espalda, envolviéndome con su calor. Su mano se posó en mi cintura y sus dedos acariciaron mi piel cubierta la suave tela de mi vestido negro.

Su familia se encontraba en el comedor, esperándonos para cenar porque la nonna se encontraba entusiasmada por nuestra unión y quería darme la bienvenida a la familia D'Angelo.

Enzo estuvo todo el día afuera y cuando llegó, me mantuve alejada de él porque sé que cuando estamos a solas en una habitación, muchas cosas suceden y yo todavía estaba renuente a la realidad de ser su esposa.

Nos observé, notando la gran diferencia entre nosotros. Desde nuestro tamaño, hasta su presencia imponente e intimidante. Nunca había conocido a un hombre tan magnético y atractivo como D'Angelo.

Bajó la cabeza lentamente sin romper nuestras miradas y vi como sus labios se acercaron a mi oído. Mi respiración se volvió pesada, expectante de lo que haría.

—No puedo esperar a follarte, signora D'Angelo. —Su aliento rozó mi piel y sus labios se curvaron por mi reacción —. Me pone jodidamente duro ver mi anillo en tu dedo, sabiendo que la próxima vez que te folle, lo estaré haciendo con mi esposa.

Era inevitable negar que sus palabras causaron el efecto deseado, vi el leve sonrojo de mi rostro, pero más allá de eso, noté la forma en la que yo le respondía, como mi cuerpo se inclinaba hacia él, buscando su contacto.

—Tu familia nos está esperando —susurré, pero no hice ningún movimiento para separarme.

Su mano subió de forma lenta por mis muslos, adentrándose debajo de mi vestido hasta que llegó a la braga que cubría mi piel. Entonces, sin previo aviso, su mano se cerró con fuerza sobre la tela y de un solo tirón sentí como cedió bajo su presión. No pude evitar gemir por la sensación ardiente que se extendió por mi cuerpo.

Miré fijamente el espejo, viendo como sacaba su mano debajo de mi vestido y llevó a su rostro mi braga de encaje, inhalando mi aroma.

—Me tienes obsesionado, dolcezza —besó castamente mi mejilla y lo vi guardar el resto de la tela en su bolsillo antes de separarse —. Ven, mi familia nos espera.

Mi respiración era acelerada y él seguía luciendo impecable como siempre. Mordí el interior de mi mejilla, frustrada porque ahora estaba húmeda y necesitada. ¿Dios, qué me sucede?

Arreglé mi vestido para que no se viera arrugado y salí de la habitación sin dirigirle una mirada. Me molestaba de mí misma no saber resistirme a su encanto sexual.

En el comedor ya se hallaban todos y por suerte, no estaba Vera presente. La nonna se paró de su silla y vino a abrazarme antes de besar mis mejillas.

—Sabía que te convertirías en la esposa de mi nieto, Dios siempre escucha mis plegarias —comentó con demasiada alegría —. A pesar de que estoy feliz, no apruebo que se casaran en Las Vegas. Su boda debió de ser con toda la familia y una gran fiesta.

—Créame, no estaría casada con su nieto si hubiera estado sobria y lejos de una capilla.

—El destino encontraría una manera de unirlos.

Saludé a Alessandra con un corto abrazo, ella era calmada y serena, al contrario de su madre. Chiara y yo volvimos a saludarnos, pasamos el resto de la tarde juntas.

A diferencia de la primera vez que estuve en el comedor, en el cabecero de la mesa se encontraba dos sillas. D'Angelo se adelantó y sacó una de las sillas para que yo me sentara, para después tomar asiento a mi lado. Cuando todos estuvimos acomodados, los sirvientes comenzaron a entrar llevando bandejas con el primer plato. Los aromas exquisitos llenaron el aire y estuve encantada de probar nuevamente la comida de Fabio.

—¿Cómo se tomaron la noticia tus padres? —preguntó Alessandra, dejando a un lado su comida.

—Mi padre no le agradó del todo y mi madre estaba decepcionada de perderse mi boda, pero lo superarán.

El toque de D'Angelo en mi pierna me sobresaltó. Al mirarlo brevemente, no mostró ninguna reacción.

—Deberíamos conocerlos, ahora todos somos una familia.

Eso era amable, no obstante, no quería que mis padres se involucraran y terminaran descubriendo que mi esposo es un mafioso.

—Haremos una fiesta —declaró la nonna y llevé mi atención a ella.

—¿Fiesta?

—Cariño, te convertiste en la esposa del Capo di tutti capi, los demás líderes de las familias y mafiosos aliados deben de conocerte y mostrarte sus respetos. Habría sucedido si se hubieran casado de manera tradicional y como no sucedió, necesitamos hacer un evento. Ahora eres Fiorella D'Angelo, la mujer más poderosa de toda Italia.


Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó?

Les iba a dar una pequeña luna de miel, pero Fiorella es muy estudiosa y no faltará a la universidad.

Si les gustó el capítulo, no se olviden de votar y comentar.

Les quiere, March.

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