Capítulo 23
Otro capítulo porque se lo merecen y están muy activas.❤
—¡Salud! —El ardor del tequila bajando por mi garganta me hace arrugar la cara. Pensé que después del quinto o el... ¿Décimo trago? Ya perdí la cuenta, pero el punto es que creí que ya me acostumbraría al sabor.
Era fin de semana, Bea y yo nos encontrábamos en mi departamento emborrachándonos. Primero nos tomamos una botella entera de vino y ahora estábamos con el tequila que trajo de su casa.
Quisimos reunirnos luego de lo que había pasado el lunes, no obstante, la vida de adultos trabajadores lo impidió. Bueno, yo ya no tenía un empleo después de que renuncié.
Me reí al recordar el rostro de Enzo cuando salí de su oficina luego de que me follara, tal vez creyó que aun así me quedaría.
—¿De qué te ríes? ¡Yo también quiero reírme! —El movimiento brusco de su mano hace que se derrame líquido de la botella cayendo en su pijama.
—Recordé la cara de amargado de mi jefe. Es hago así... —fruncí el ceño como él hace e intenté imitar su mirada intimídate —. No irás a ninguna parte lejos de mí. Eres mía. —Ambas estallamos en carcajada por mi pésima imitación de su voz ronca, las lágrimas cayeron cuando ninguna pudimos parar de reírnos —. Es muy controlador, siempre quiere estar dando órdenes.
—Por eso te dije que... ¿Qué te dije? —preguntó confundida y yo solté una risita. Creo que estábamos un poco borrachas, solo un poquito.
—Que soy una estúpida, pero no lo soy. Solo estaba un poco caliente y él fue el primero disponible para aliviarme.
—Eso es ser estúpida.
—Lo sé.
Nos miramos y volvimos a estallar en carcajada. Le arrebaté la botella para darme un largo sorbo del tequila.
Dios, esto es fuerte.
Giramos la cabeza al escuchar el maullido de Roma. Estaba en una esquina, observándonos o juzgándonos.
—Tal vez ella quiera un poco —señaló la bebida en mi mano.
—¿Quieres? —le pregunté a mi gata y esta maulló —. Lo siento, señorita. La bebida es mala para su salud. Yo me lo tomaré por ti.
—Yo también lo haré.
Me doy un trago y luego se lo paso a Bea que hace lo mismo.
Roma se levanta de su lugar y se va maullando, dejándonos solas.
—Tengo que decirte algo —dijo de repente —. No me odies, pero yo igual hice algo estúpido.
—Al menos ahora seremos las dos haciendo estupideces —hablé, recostando mi cabeza en el respaldo del mueble —. ¿Qué hiciste?
—Me acosté con Carmina.
—¿¡Qué?! —grité, levantando la cabeza de golpe y mareándome en el proceso. Mierda, sostuve mi cabeza porque sentí que todo me da vuelta —. Dime que escuché mal, Beatrice —niega, viéndose arrepentida —. La imbécil te fue infiel como para que vayas y vuelvas a follar con ella.
—Lo sé, lo sé. Fue algo que solo sucedió y que no se repetirá.
—¿Segura? Porque si vuelve a suceder te encerraré hasta que recapacites.
—Estoy segura —hace una pausa —. Tenemos algo en común; nuestras parejas nos fueron infieles.
—No me lo recuerdes, genuinamente pensé que Nikolay me quería y que no se atrevería a serme infiel.
Mi mente vuelve a esos recuerdos bonitos de nuestra relación, lo feliz que me hacía, aunque estuviéramos en desacuerdo con algunos temas. Ahora todo queda empañado con esas fotografías con esa mujer y que ni siquiera se atrevió a llamarme luego de que ella me contestara.
—Mejor cambiemos de tema o terminaremos más borracha de lo que estamos.
Estuve de acuerdo, ya hay drama suficiente en mi vida.
—Tengo hambre, mucha hambre —hice un mohín al sentir mi estómago protestar por comida.
—Cocina algo y aliméntanos, siento que me duele la cabeza.
—Creo que si entro a la cocina en este estado terminaré provocando un incendio. Pidamos una pizza siciliana y una de extra-queso. —Se me hizo agua la boca al pensar en el sabor de esas pizzas. Bea asintió con entusiasmo —. Mira mi celular ahí —señalé la mesita —. Marca el número de la pizzería, ya los tengo agregados.
Bea me dejó abandonada por una emergencia en su trabajo y como yo no tenía nada productivo que hacer un domingo y tampoco deseaba salir de mi casa, me puse a limpiar y cambiar todo de lugar. En la limpieza no tardé tanto porque mi apartamento es pequeño, tampoco es como si tuviera un desastre.
Me di otra ducha porque estaba sudorosa, además no me pondré un pijama estando toda sucia. Mi cabello está más largo de lo que me gustaría, necesito cortarlo. Busqué la tijera y me puse mano a la obra, teniendo cuidado en que quedara parejo y no un mechón más largo que el otro. No tardé ni diez minutos haciéndolo y quedó bien que es lo importante.
Salí del baño envuelta en mi toalla lista para cambiarme y pasar la noche leyendo, sin embargo, alguien tocó la puerta de manera insistente. Suspiré, no deseaba visitas.
Así como estaba fui a abrir y deseé haberme puesto ropa cuando vi a Alessandro. La última vez que hablamos fue el día en que D'Angelo a mi casa.
—Alessandro, qué sorpresa verte. —Sus ojos me recorrieron arriba abajo y luego me miró a la cara con una sonrisa.
—Fiorella, he deseado verte desde la semana pasada. Te fuiste sin mí.
—Lo siento, surgió... algo con mi trabajo y no pude acompañarte —hablé aun sosteniendo la puerta y sin invitarlo a pasar.
—Te comprendo, el trabajo puede ser un poco agitado a veces —dijo comprensivo y me sentí un poco mal por mentirle —. Vine a invitarte a almorzar.
—Alessandro, yo...
—Solo es un almuerzo entre viejos amigos, lo prometo —me interrumpió —. Ya no conozco a mucha gente en la ciudad y no quiero pasar otro día solo.
Hice una mueca porque lo comprendía, es extraño volver a tu país luego de años y ya no tener a tus antiguas amistades.
—Está bien —acepté abriendo del todo la puerta para que pudiera pasar —. Espérame unos minutos a que me cambie, no tardaré nada.
Lo veo sentarse y trató de acariciar a Roma que estaba sentada en el mueble, pero esta lo ignora.
Me dirigí a la habitación y abrí mi pequeño closet para buscar que ponerme en vez de mi pijama que ya se hallaba en mi cama. Me decidí por un vestido sencillo y fresco de color rosado pastel y lo convine con unos tacones blancos de tacón grueso. Sequé mi cabello, apliqué un poco de maquillaje y me rocié perfume.
—Estás preciosa —dijo una vez que estuve frente a él. Tomó mi mano entre la suya y besó el dorso. Le sonreí, sintiendo mis mejillas calentarse.
—Gracias, ¿nos vamos?
—Claro, claro.
Bajamos las escaleras en silencio y yo teniendo cuidado de no romperme un pie por los tacones tan altos que decidí ponerme. Aunque en mi defensa, quedaban hermosos con el vestido.
—¿Cómo está, Elena? No he hablado con ella desde aquella comida con mis padres —pregunté una vez en el auto.
—Trabajando y viendo a alguien —hace una mueca.
—¿No quieres que tenga una relación?
—Mi madre no sabe tener relaciones, solo busca hombres sin ningún propósito en la vida.
Tiene razón, algo que siempre molestó a Alessandro es que Elena tuviera parejas temporales que lo único que aportaba a su vida era toxicidad, ya que esos hombres fueron agresivos o tenían problemas de adicción.
Llegamos al restaurante que conocía bien, a veces venía con mis amigas. El lugar era pequeño, sin embargo, muy hogareño y acogedor. Nos sentamos en una mesa del fondo y el camarero no tardó en venir con el menú.
—¿Qué me recomiendas? Tengo mucho tiempo que no disfruto una buena comida italiana.
—El risotto alla marinara es el plato estrella, es lo mejor de este restaurante.
Y realmente lo es, no soy muy fan del marisco, sin embargo, lo disfrutaba bastante con el risotto.
El camarero vino a apuntar nuestra orden y Alessandro pidió para acompañar el risotto vino y yo solo una orzata porque no deseaba más alcohol en mi sistema.
—¿Te has adaptado bien en tu trabajo?
—Sí, estoy trabajando en un caso de violencia doméstica junto a mi compañero. En realidad, soy algo así como su ayudante, todavía no me he ganado la confianza para llevar un caso yo solo.
Parecía frustrado por eso.
—Oye —estiré la mano para darle un apretón a la suya —, solo es cuestión de tiempo para que vean tu potencial y lo bueno que eres en tu trabajo. Si algún día asesino a alguien te llamaré para que defiendas mi caso —bromeé y en su rostro se dibujó una sonrisa y me devolvió el apretón.
El camarero llegó justo en ese momento con nuestra comida y bebidas.
—Está muy bueno —dijo cuando probó el primer bocado, asentí dándole la razón.
Empezamos a comer en silencio, disfrutando de la comida y el ambiente. Este no se sentía tan incómodo como la primera vez.
—¿Sucede algo? —inquirí al verlo dejar de comer.
—Acaba de entrar un hombre que nos está observando con una expresión asesina y se dirige hacia aquí.
—¿Qué? —miré por encima de mi hombro y abrí la boca sorprendida.
¿Qué demonios hace él aquí?
—¿Lo conoces? —Giré la cabeza prestándole atención a Alessandro.
—Sí, es mi exjefe.
—¿Te despidieron?
—No, yo...
—Fiorella. —Su fría y amenazante voz me interrumpió. Se detuvo al lado de Alessandro, pero no le dedicó ni una sola mirada, solo me veía a mí y podía sentir la furia irradiar de él. Detrás suyo había un hombre lleno de tatuajes que nunca he visto —. Levántate, nos vamos.
—Disculpe, ella se encuentra conmigo...
—Si no quieres perder la vida sal de aquí y no te vuelvas a acercar nuevamente a ella.
—¿Me estás amenazando? Soy abogado y...
—Alessandro, yo me encargo.
Sabiendo la nueva información de D'Angelo, sé que lo que dijo no es solo una amenaza. Me deslicé fuera de mi asiento y me detuve frente a él.
—No sé lo que estás haciendo, pero no me iré contigo. No eres nadie en mi vida aparte de mi antiguo jefe. —Su mandíbula se tensó e inclinó la cabeza en mi dirección.
Teníamos la atención de todos en el restaurante, aunque eso no pareció importarle.
—Ven conmigo por las buenas o...
—¿O qué, D'Angelo? —desafié.
Sus ojos adquirieron un brillo que no supe interpretar. Se encorvó un poco y antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo ya me encontraba encima de su hombro.
—D'Angelo, ¡bájame ahora mismo!
Qué vergüenza, podía escuchar los murmullos de los otros comensales y a Alessandro llamándome. Enzo ni siquiera se inmutó y nos sacó del lugar. El hombre tatuado nos seguía con mi bolso en su mano.
—¡Bájame! —golpeé con fuerza su espalda y jadeé con incredulidad cuando me devolvió el golpe en el trasero.
—Deja de comportarte como una mocosa malcriada.
—¡Tú deja de actuar como un psicópata obsesivo! —No me hizo caso, simplemente me ignoró.
—Luka, nos vemos en la mansión; yo conduciré.
Estar en esta posición hacía que la sangre se me subiera a la cabeza. Que bueno que no llegué a comer mucho porque si no terminaría vomitando. Aunque sería una buena idea para arruinar su caro traje.
Escuché como desactivó la puerta del carro y caminó unos pasos hasta que se detuvo nuevamente y al fin me bajó.
—Sube al auto —exigió y abrió la puerta del copiloto.
—No.
—Bien, entraré al restaurante y le dispararé delante de todos. Tú eliges, pajarito. Su vida está en tus manos. —El aire se volvió denso después de su amenaza y yo solo pude mirarlo.
—Te odio —le escupí. Me giré de forma brusca y me subí al asiento.
No podía creer que hiciera esto, luego de que pasó una semana desde que me fui de su empresa y no volvió a decirme nada, pensé que todo habría terminado ahí, pero veo que no. Siendo sincera no sé qué quiere conmigo, solo soy alguien normal al contrario de él que es un mafioso.
Dios, solo bromeaba cuando dije que deseaba a alguien que fuera un mafioso. Tú nunca me haces caso con las cosas que te pido, ¿por qué ahora si me escuchaste? ¿Qué fue el mal que yo te hice?
Tú sola te metiste en este problema al follar con tu jefe. Tal vez si no fueras una calenturienta nada de esto hubiera pasado.
Cállate, pareces mi enemiga.
Durante todo el camino miré por la ventana y me mantuve en silencio. No quería hablar con él, es demasiado intenso y consumía mi energía.
Una vez que el guardia armado abrió el portón entramos y condujo por otros minutos. La primera vez no me fijé en nada, pero este lugar parecía una pequeña ciudad, era enorme. Hombres vestidos de negro y con armas cuidaban los alrededores como si en cualquier momento pudiera ocurrir un ataque.
Al final del camino se hallaba la gran mansión y estoy segura de que este lugar es el sueño de cualquier arquitecto. La fachada era de un blanco impecable, con ventanales de vidrio que reflejaba el entorno como un espejo. La entrada principal estaba flanqueada por columnas elegantes y una puerta de madera pulida que contrastaba con el blanco radiante de las paredes.
El jardín que rodeaba la mansión parecía sacado de una película. Estoy segura de que si mi madre lo viera se enamoraría de este lugar. Un gran espacio verde se extendía
Alrededor, salpicado de árboles altos y flores perfectamente cuidadas. El ambiente era sereno y majestuoso, un lugar donde cada detalle parecía haber sido diseñado para deslumbrar.
Detuvo el auto frente a la entrada y rodeó el auto para abrirme la puerta. Salí sin dirigirle una palabra y él a mí tampoco. Mantenía su misma actitud fría y amenazante, aunque no me importaba. Nos encontrábamos lejos de Alessandro por lo que no podría hacerle nada.
Subimos unos pequeños escalones e introdujo un código en el panel de la puerta. Entramos al vestíbulo y Enzo me condujo a través de un pasillo amplio que daba a un gran espacio abierto. Nuestros pasos resonaban suavemente en el suelo de mármol. Giramos a la izquierda de donde procedían unas voces femeninas. Cuatro cabezas se giraron cuando llegamos, reconocí a una de ellas como Chiara, la hermana de Enzo. Las otras tres mujeres me observaron con curiosidad y me removí incómoda.
—Madre, nonna, ella es Fiorella. —Me presentó y la que es su abuela se paró del sofá y se me acercó.
—Eres hermosa —dijo tomando mi mano entre las suyas y miró a D'Angelo —. Dimmi che è la tua futura moglie, caro nipote.
—Oh, no —negué rápidamente —. Su nieto me secuestró luego de amenazar con matar a mi amigo.
Tal vez ella lo convencería de dejarme ir.
—Es igual a su padre y abuelo, que en paz descansen. No te preocupes, te adaptaras rápido.
La locura viene de familia, excelente.
—Señora, no seré la esposa de su nieto mafioso.
—Es una verdadera lástima, tendrían lindos bambini. Ven siéntate con nosotras, estamos tomando el té —me arrastró con ella a unos de los sofás. No me quedó de otra que seguirla, la señora tiene fuerza. Y estaba segura de que D'Angelo no me dejaría ir.
—Mamma, deja a la chica tranquila. Quiere salir corriendo —habló la que es la madre de Enzo —. Disculpa a mi hijo por traerte aquí a la fuerza, no sabe ser un poco más... sutil. Soy Alessandra.
—Diría que es un gusto conocerla, pero estoy aquí en contra de mi voluntad.
—Ella me agrada, tienes mi aprobación —le dice a Enzo que tomó asiento en un sofá individual, observándome en cada momento —. Yo soy Claudia, pero puedes decirme nonna, cariño. —Ella me sirvió una taza con té de menta que olía muy bien.
Asentí, sin saber cómo actuar en esta situación. Nunca pensé conocer a una familia de mafiosos ni que mi jefe fuera uno.
—A mí ya me conoces —habló Chiara y le regalé una pequeña sonrisa, ella me cae bien —. Ella es Vera, mi mejor amiga e hija de Marco.
Es cierto lo que dijo Marco, su hija y yo tenemos cierto parecido. Solo que su cabello es largo y sus ojos grises.
—Hola —murmuró y llevó su atención a D'Angelo —. Creí que estabas ocupado y que por eso no podías unirte a nosotras.
—Ya no lo estoy. He terminado mis actividades por hoy —respondió simplemente sin dirigirle una mirada porque el imbécil seguía con sus ojos en mí.
—¿Actividades que incluían secuestrarme?
—No fue un secuestro, te di opciones.
—¡Matar a mi amigo!
—Aún sigue siendo una opción —comentó con indiferencia y quise tirarle él te caliente a la cara, no obstante, sus guardias posiblemente me matarían.
—Ya pelean como un viejo matrimonio, ustedes terminaran juntos.
Bien, la nonna de Enzo es la más loca de todos.
—Claudia, si eso llegara a suceder estoy segura de que uno de los dos terminaría muerto. Y no sería yo porque me encargaría de arrancarle el corazón mientras duerme.
Soltó una carcajada como si mi amenaza fuera divertida.
—Entonces tendré que dormir con un ojo abierto, pajarito.
—¿No puedes irte? No deseo seguir viendo tu horrible rostro.
Su rostro no es para nada horrible, al contrario, podría protagonizar todas las portadas de revista, sin embargo, nunca admitiría eso en voz alta.
—Lástima, es mi casa.
—¿Cómo puedes amenazar de muerte a nuestro capo? Es una falta de respeto en la mafia, nadie se atrevería al menos que tenga deseo de morir. Todos le debemos lealtad. —La sala se quedó en silencio ante el comentario de Vera.
Ella parecía ofendida por lo que supongo que es mi falta de respeto hacia su capo.
—No pertenezco a la mafia por lo que él no es mi capo ni le debo lealtad. Mi lealtad se gana y él no se la ha ganado —apretó los labios en una fina línea, sin gustarle lo que digo —. Y seguiré diciéndole lo que quiera, así que puedes matarme desde ahora, D'Angelo —dije esto último mirándolo con desafío.
No era lo más inteligente retar a un mafioso, no obstante, se podría ir al infierno.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Les gustó?
¿Qué creen de Vera?
Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar.
Les quiere, March.
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