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Capítulo 22

Estaban muy activas en el capítulo anterior, así que les traje otro.

Nunca creí estar tan deliciosamente adolorida después de tener sexo, Enzo se superaba cada día más en dejarme agotada. Luego de hacerlo en la encimera de mi cocina y en la ducha, en algún momento de la madrugada perdí la conciencia.

Mi alarma sonó hace unas horas, sin embargo, preferí perderme un día de clase y seguir durmiendo. No creía poder escuchar a mis maestros durante horas sin desmayarme del sueño.

Llevaba unos minutos despierta observando el techo y decidiendo si pararme de la cama o no. Al final lo hice, todavía me encontraba desnuda por lo que busqué una camiseta extragrande y me la puse. Me dirigí al baño para lavarme la cara y cepillarme los dientes, al mirarme en el espejo no me sorprendí en encontrar chupones en mi cuello que bajaban hasta mis senos. D'Angelo parecía obsesionado con marcarme como si fuera su propiedad.

Dios que se apiade del alma de la que será su mujer. Porque si conmigo ha tenido actitudes posesivas no siendo nada, no quiero saber cómo actuará estando en una relación seria.

Suspiré, viendo mi reflejo. Creo que podría mantener lo que sea que está sucediendo entre nosotros siempre y cuando no afecte en horario laboral, además, solo faltaban tres meses para que mi pasantía en su empresa acabara. Luego me graduaría, conseguiría trabajo en otro lugar y en un futuro abriré mi propia empresa.

¿Nada podría salir mal, cierto? Aunque conociendo mi suerte... Mejor no diré nada.

Al llegar a la cocina me detengo en seco, observando el ramo de lirios blancos y la caja a su lado. Estas si traen una pequeña tarjeta por lo que la agarré para poder leerla.

"Ricorda uccellino, sei mia".

Enzo D'Angelo.

Puse los ojos en blanco, él siempre tan posesivo. Las flores confirman que las otras que me llegaron a la empresa fue de su parte. ¿Cómo supo que son mis flores favoritas? Dejé la tarjeta y fui a abrir la caja, encontrando una docena del vino que todavía no sale al mercado.

¿Es en serio? Cada botella cuesta una pequeña fortuna y él solo me la regala como sin nada. Aunque es el dueño, así que supongo que no es la gran para él.

¿Habrá...? Me dirigí a la nevera y quedé sorprendida por hallar mi refrigerador abastecido de diferentes cortes de carne y los que compré ayer ya no estaban. ¿A qué hora dejó todo esto? Juró que no pensé que hablaba en serio.

Hago una nota mental para recordarme que debo agradecerle por su... ¿Regalo?

Invitaré a Bea una copa de vino, se va a morir al ver esas botellas y también cuando le cuente de que volví a tener sexo con mi jefe.

Preparé una taza de café porque no puedo iniciar el día sin mi dosis de cafeína, limpié el plato de Roma y le puse nueva comida y agua. La traicionera ayer estuvo atrás de Enzo, maullando para que este la acariciara y ni siquiera me hizo caso en ningún momento que la llamé. Hasta mi gata suspira por D'Angelo.

Hablando de ella, aparece de repente y se enrolla en mis piernas.

—¿Ahora si me haces caso? —me miró y maulló —. Estoy molesta contigo, elegiste a un desconocido sobre mí.

Si ella pudiera hablar diría que soy una dramática, pero como no puede, solo me ignoró y se acercó a su plato de comida.

Voy al dormitorio a buscar mi teléfono y la laptop, los coloqué en la mesa frente al mueble y volví a dirigirme a buscar mi café. Encendí la televisión cuando Roma se acomodó en el mueble porque ella se entretiene mirando las cosas que pasan en los canales.

—Esto es la gloria. —Di otro sorbo de mi café, disfrutándolo.

Si tuviera que beber algo eternamente sería sin duda una buena taza de café, no entendía a las personas que lo odiaban. ¿Cómo se mantienen todo el día con energía sin la bebida de los dioses?

Agarré mi teléfono y busqué entre mis contactos el nombre de Aurora.

Yo: Hola, Aurora. ¿La señorita Rosse dejó algún trabajo?

Al pasar un minuto sin su repuesta, puse el celular a un lado para sostener mi laptop y buscar el documento del ensayo que debo de entregar al final de la semana.

Investigué en varias fuentes para luego escribir sobre el impacto y la influencia que tienen las estrategias de marketing en el consumidor o como a veces las campañas deben de adaptarse a diferentes culturas y mercados internacionales. Era un tema largo e interesante, porque el marketing ha evolucionado mucho en esta era digital.

El sonido de mi celular me distrae y al verificarlo tengo la repuesta que esperaba.

Aurora: ¡Hola, Fior! ¿Te encuentras bien? Es raro que faltes a clase y no, Rosse no dejó nada, pero hoy estuvimos hablando sobre métodos para negociar y cerrar acuerdos con clientes. ¿Deseas que te pase los apuntes?

Yo: No, estoy bien. Solo tuve una noche un poco agitada y no logré descansar. Y sí, deseo esos apuntes, por favor.

Aurora: Cuando llegue a mi casa te envío todo.

Yo: ¡Gracias! Eres la mejor.

"Las calles de Palermo han amanecido sumergida en sangre..."

La voz de la presentadora de la noticia llamó mi atención, subí el volumen para poder escucharla bien.

"En la madrugada de hoy se ha cometido un atentado que ha dejado a la ciudad aterrorizada." En la pantalla se muestra imágenes del lugar, todo estaba cubierto de sangre y lo que parecía partes de los cuerpos. "Las víctimas fueron encontradas desmembradas en varias calles, un espectáculo grotesco que ha estremecido a toda la comunidad."

Un escalofrío recorrió por mi espalda, no podía apartar la vista de la pantalla a pesar de que mi corazón late con fuerza en mi pecho. La cámara enfocó los restos esparcidos, borrosamente censurados. ¿Quién podría hacer esto?

"El ataque fue firmado como Il Diavolo, un nombre que siempre ha causado miedo entre los ciudadanos porque la mafia parece apoderarse..."

Apagué la televisión sin ganas de seguir escuchando lo que sucedía. No era la primera vez que escuchaba ese nombre, la policía sabía que era una mafia que gobernaba Sicilia, sin embargo, nunca han encontrado quien es el hombre detrás de Il Diavolo.

—El señor D'Angelo revisó estos documentos y me pidió que te dijera que hagas todo de nuevo. No está satisfecho con el resultado y quiere que lo replantees desde cero. —Le entregué la carpeta a Bianca que mi jefe me había ordenado traerle.

—Pero ¿por qué? Si todo se encuentra como le gusta. —Su ceño se frunció con molestia, como si yo tuviera la culpa de los cambios de D'Angelo. El hombre era muy exigente con todo el trabajo relacionado con la empresa y no le gustaba la incompetencia. Me quedó claro desde la primera reunión.

—Dijo que hay una inconsistencia financiera respecto a la campaña, por eso quiere que revises los números y rehagas el informe.

—Lo haré, puedes irte.

Salí de su oficina y fui directo al ascensor, todavía debía responder unos correos y organizar una reunión. Sin embargo, la voz de Laura diciendo mi nombre me detuvo, me giré para observarla venir hacia mí con rapidez.

—Justo contigo quería hablar —jadeó como si hubiera corrido un maratón —. Creo que debo mejorar mi resistencia y dejar de comer tanto.

—Hola, Laura —le sonreí, ella me agradaba, a pesar de que muy pocas veces coincidíamos en el mismo lugar —. ¿En qué te puedo ayudar? —Miró a los alrededores y luego me alejó del ascensor, a un rincón donde nadie nos prestaba atención —. ¿Qué sucede? —inquirí por su rara actitud.

—¿Sabes que un día Adriano desapareció cierto? —Mi cuerpo se tensó al escuchar su nombre, la última vez que lo vi fue cuando los guardaespaldas de D'Angelo se lo llevaron, pero nunca volví a preguntar por él porque no me interesaba su paradero después de lo que hizo. Asentí a su pregunta —. Todos creímos que lo despidieron, aunque nunca supimos el motivo, no obstante, parece que eso no fue lo que sucedió.

—¿No? —Mi voz fue un pequeño susurro.

—No. Cuando esta mañana pasé por la recepción estaba una mujer preguntando por él. Resulta que era su madre. —Se inclinó, como si me fuera a contar algo confidenciar —. Al parecer Adriano lleva dos meses que no contesta sus llamadas por lo que preocupada llamó al edificio en donde él vive y le dijeron que tampoco ha estado ahí en los dos meses, que la última vez que salió no regresó. ¿No es raro? —Solo podía pensar en que Enzo debería de saber del paradero de Adriano, él y sus guardaespaldas fueron los últimos en verlo —. Fiorella, ¿estás bien? —carraspeé, volviendo al presente.

—Eh, sí. Solo que todo es muy extraño.

Nos despedimos y subí al ascensor para ir directo a la oficina de Enzo. Abrí su puerta sin tocar y él levantó la mirada de los papeles que hay esparcidos en su escritorio.

—¿Hay algo urgente para que irrumpas en mi oficina sin tocar? —ignoré su tono de voz frío y me detengo delante de su escritorio.

—¿Dónde está Adriano?

—¿Por qué sabría eso? —Su expresión no cambia en ningún momento.

—Se encuentra desaparecido y tus guardaespaldas se lo llevaron el día en que intentó agredirme, fue el último día que lo vieron. Así que te pregunto de nuevo, ¿dónde está Adriano?

—Estoy seguro de que sabes la repuesta a esa pregunta, Fiorella.

Por un momento dejé de respirar, solo se me venía algo a la mente. ¿Pero por qué haría algo así? Es un empresario, no un... Negué, tal vez yo estaba equivocada.

—Lo que estoy pensando no puede ser cierto —murmuré.

—¿En qué piensas?

—¿Tú... lo asesinaste? —Sus ojos no se apartaron de los míos en ningún momento y se quedó en silencio sin confirmar o negar nada, pero fue suficiente para saber sí lo asesinó —. ¿Por qué lo hiciste?

—¿Creíste que sus actos no tendrían consecuencias, dolcezza? Asesinaré a cualquier hombre que se atreva a tocarte.

Lo dice como si fuera algo normal y no una locura. Me senté, sus palabras resonaban en mi mente como un eco lejano. No sabía qué decir ni cómo actuar. Dios, mi jefe es un asesino.

Quité un mechón de cabello de mi frente y quise tirar de el con fuerza para ver si estaba soñando. Enzo se hallaba relajado en su silla, prestando atención a cada uno de mis movimientos.

De repente, me llegó un recuerdo.

—Aquella noche en el club, cuando entré a ese almacén y te encontré golpeando a ese hombre, ¿también lo asesinaste? —Nuevamente silencio, confirmando lo que pregunté —. Llamaré a la policía, tú no puedes estar libre...

—¿Y qué le dirás? —inquirió con ligereza, sin sentirse amenazado —. ¿Qué he matado a dos hombres?

—Sí —tragué saliva, debería de estar corriendo y denunciarlo, sin embargo, no me moví.

—Es dulce que pienses que la policía hará algo en mi contra.

—Es su deber.

—Soy el dueño de toda Sicilia, Fiorella. Cada persona de esta ciudad se encuentra bajo mis órdenes, podría matar una docena de personas delante de las autoridades y mirarían a otro lado. Nadie contradice mi mandato, no quieren tener de enemigo al diablo —dijo en un tono bajo y amenazante, cada palabra impregnada de una frialdad que me heló la sangre.

No era una simple advertencia, era una declaración de poder. La habitación se llenó de una tensión asfixiante, la manera en la que me miraba con esos ojos oscuros y penetrantes me dejó sin aliento. Por primera vez en los meses que llevo en esta empresa, veo el peligro que representa Enzo D'Angelo.

No quieren tener de enemigo al diablo.

Esa frase se repetía una y otra vez en mi cabeza, no dejaba de resonar, como si fuera importante.

—La ley debe cumplirse.

—Dulce pajarito, yo soy la ley.

Un simple empresario por más dinero que tenga no puede controlar a toda una ciudad, mucho menos tener bajo control a la policía. Al menos...

El diablo.

Il diavolo.

—Il Diavolo, eres el mafioso detrás de ese nombre —murmuré, tratando de asimilar que mi jefe, el hombre con el que tuve sexo es también un mafioso.

¿No eras tú la que deseabas ser la esposa de un mafioso italiano? Ahora Diosito te cumplió el sueño de conocer uno, solo falta que seas su esposa.

Cállate, estúpida conciencia. Esto es una situación seria.

Él mantuvo su fachada de seriedad, sin embargo, no pude evitar notar el leve brillo en sus ojos, como si algo en mi reacción le resultara divertido. Su boca se torció en apenas una mueca que casi parecía una sonrisa, pero que no alcanzaba a romper la máscara de frialdad que lo rodeaba.

Era como si disfrutara de ver como procesaba la realidad de su poder mientras él seguía proyectando esa imagen impenetrable.

—Así que sabes quién soy, pajarito.

—Tu masacre está en todas las noticias.

—Puedes estar tranquila, no era gente inocente.

Jesús, esta situación es surrealista y yo debería de estar corriendo.

—Me voy, no puedo seguir aquí.

Me puse de pie y caminé hacia la salida, cuando mis dedos tocaron el frío metal del pomo de la puerta, su mano se cerró alrededor de mi cuello, deteniéndome en seco y antes de poder reaccionar, él me volteó con firmeza.

El movimiento fue tan brusco que me hizo tambalear. Instintivamente, apoyé mis manos en su pecho para evitar caerme. Quedamos demasiado cerca, tanto que podía sentir su respiración acariciar mi rostro. Su mirada intensa me sostuvo en el lugar.

Una parte de mí deseaba correr, pero la otra se sentía atraída por él y todo lo que representa. El agarre de su mano no era doloroso, pero si implacable, como si no pudiera permitir que me fuera.

—Déjame ir, Enzo —pedí sin aliento.

Su agarre en mi nuca se apretó y su otra mano fue a mi cintura, acercándome lo más que podía a pesar de que ya no había espacio entre nosotros. La situación le excitaba, podía sentir su duro miembro.

Lo peor es que yo lo estaba, a pesar de que descubrí que es un monstruo, un asesino. Mi cuerpo no pensaba lo mismo, al parecer le agradaba la idea de que haya asesinado por mí.

Santa virgen, estoy loca. Me internaré en un psiquiatra y pediré que nunca me suelte, no confío en mi capacidad mental. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Hay algún trastorno para las personas que se sienten atraída por el peligro?

—Pajarito, desde la primera vez que entraste a esta empresa te convertiste en mía. No irás a ninguna parte lejos de mí.

—Eres un puto sociópata enfermo, D'Angelo —golpeé su pecho, pero ni se inmutó —. Renuncio.

—¿De verdad piensas que puedes hacerlo? —Me empujó hasta que mi espalda tocó la puerta. Quitó su agarre de mi nuca y con su mano libre inmovilizó las mías por encima de mi cabeza, dejándome sin posibilidad de moverlas.

Mierda, mi centro se humedeció. Sí, definitivamente me internaré en el psiquiatra.

—Te odio —jadeé, sintiendo como subía mi falda y su mano se adentró a mi braga, tocando mi coño.

—Me odias tanto que estás goteando por mí, dolcezza. —La arrogancia de su voz me da deseo de golpearlo.

—Cualquier hombre puede lograr eso. ¡Maldición! —grité cuando pellizcó mi sensible clítoris. Su mirada se oscureció y su mandíbula se tensó.

—Parece que te gusta verme molesto, Fiorella. —Sacó su mano de mi braga y luego escuché el sonido de su cremallera abrirse para dejar su polla libre.

Aflojó su agarre y liberó mis manos, la sensación de libertad fue momentánea porque sus brazos se deslizaron por mi cintura, levantándome del suelo con facilidad. Instintivamente, mis piernas rodearon la suya y mis manos se envolvieron alrededor de su cuello.

Guio su miembro a mi entrada y no dudó en entrar en mí en una sola embestida, sin dejarme acostumbrarme a su grosor.

Ambos gemimos y repitió el movimiento penetrándome de manera profunda. Rotó su cadera, tocando ese punto que me vuelve loca.

—¡Enzo! —grité con la respiración entrecortada. Su oficina se llenó de mis gemidos, jadeos y sus gruñidos roncos.

Cerré los ojos, concentrándome en mi placer y las sensaciones que mi cuerpo solo ha experimentado con Enzo.

—Abre los ojos, dolcezza. Mírame mientras te follo —me negué a seguir su orden y el imbécil mordió mi labio inferior con fuerza, sacando sangre que vi saborear cuando los abrí. Su polla se agranda en mi interior y me folla bruscamente. Jadeé, dejando caer mi cabeza en su hombro y permitiendo que me use como él deseé —. Eres —empuje —mi —empuje —mujer, Fiorella.

Ahogué mi grito en su hombro y me corrí junto a él, sintiendo su liberación llenar mi coño.


Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.

¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó?

¿Tienen teorías de lo que va a pasar más adelante?

Si les gustó el capítulo no te olvides de comentar y votar.

Les quiere, March.

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