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Capítulo 20

Esta semana ha sido agotadora y frustrante, cada una de mis solicitudes para trabajar en otra empresa fueron rechazadas sin ningún tipo de explicación. No sé qué he hecho mal, nunca me había pasado.

Suspiré, tendría que terminar mi pasantía en la empresa D'Angelo. No veía otra opción. Solo tengo que ser profesional y todo saldrá bien.

Dios, solo te pido que alejes la tentación. No soy tan fuerte como para evitar caer en ella.

Mi vida sería mejor si yo fuera un personaje de los libros que suelo leer. Tal vez la esposa de un mafioso italiano que esté tan obsesionado que solo tenga ojos para mí y haría cualquier cosa con tal de protegerme. Que ponga el mundo a mis pies y me adore como su diosa.

Gesù Cristo, sono fottutamente pazza. Debería desear un hombre decente y no uno moralmente cuestionable.

Subí las escaleras para llegar a mi departamento, deseando tomar una ducha y comer algo antes de ir a trabajar. Tengo unos proyectos pendientes y hoy hay una reunión con el departamento de marketing y publicidad. El nuevo vino estaba a un mes de ser lanzado al mercado.

Me detuve a dos pasos de mi puerta viendo con confusión al hombre que estaba apoyado en ella. Al verme se formó una enorme sonrisa en sus labios, acortó la distancia y sus brazos me envolvieron en un abrazo.

—Fiorella, te estaba esperando. —Besó mi mejilla en un gesto cariñoso.

—Alessandro, ¿qué haces aquí? ¿Cómo sabes en donde vivo? —pregunté, alejándome disimuladamente de él.

—Le pregunté a tu madre diciéndole que deseaba pasar tiempo contigo después de tanto tiempo y ella aceptó.

Voy a estrangular a mi madre.

Forcé una sonrisa para no parecer incómoda de que sepa en donde vivo. La esperanza brilló en sus ojos y yo agarré con fuerza mis llaves, deseando desaparecer.

Alessandro era un hombre maravilloso y muy atractivo, sin embargo, no deseaba que se creara falsas esperanzas entre nosotros. Hubo un tiempo en donde lo amé, no obstante, fue algo de adolescentes.

—Me encantaría pasar tiempo contigo, pero en un rato tengo que ir a trabajar.

—Lo sé, yo te llevaré.

—No es necesario, yo...

—No me molesta, además mi nuestro trabajo es en la firma de abogados Marchetti e Associati. —Su sonrisa se amplió al ver mi sorpresa. Esa firma de abogados estaba al frente de la empresa en donde yo trabajaba —. ¿Entramos? —señaló mi puerta.

No me quedó de otra y asentí. Introduje la llave en la cerradura y abrí la puerta, entré yo primero y me hice a un lado para que él entrara.

—Bienvenido a mi humilde morada.

Esperaba que el sarcasmo no se notara, pero era que odiaba tener visitas sin avisar.

Roma salió de donde sea que se encontraba y se enredó en mis piernas, maullando por atención. La recogí y sentí los ojos de Alessandro en cada uno de mis movimientos.

—¿Me extrañaste, bebé? —maullido —. Mami también te extrañó.

Besé su cabeza y ella se acurrucó en mi cuello. Alessandro se acercó y trató de acariciarla, sin embargo, ella no se dejó y trató de arañarlo. No puede evitar reír, Roma odia a las personas desconocidas.

—Creo que la pequeña Roma ya no se acuerda de mí.

—Ha pasado demasiado tiempo, no es nada personal.

La última vez que Roma lo vio fue hace seis años y ella estaba pequeña, así que era entendible que se olvidara de él.

—Puedes sentarte, ¿deseas agua o algo?

—No, gracias. Así estoy bien —dijo, sentándose en mi mueble.

—Vendré en un rato, debo arreglarme...

—Está bien, aquí te espero.

Asentí y me dirigí con mi gata aún en brazos a la cocina, en donde le serví su comida y le cambié el agua. La dejé en el suelo y quise buscar algo para comer, no obstante, mi nevera se encuentra vacía.

Hice una mueca al recordar que se me olvidó completamente hacer la compra, cuando salga del trabajo tendré que pasar por el supermercado, por ahora comeré algo en la cafetería de la empresa.

Voy a mi habitación para elegir la ropa que me pondré hoy y luego me desnudé para entrar al baño. Toda la semana he tenido que vestir con ropa que no mostrara mis piernas o cuello porque las marcas de mi noche con D'Angelo estaban muy presente en mi cuerpo.

Después de una semana la mayoría se habían desvanecido, aunque algunas todavía se notaban y tenía que taparla con maquillaje.

Al salir del baño dejé caer la toalla y me puse la ropa interior, para luego colocarme la camisa negra que elegí y los pantalones color crema. Me puse unos tacones negros, coloqué cuidadosamente mi labial rojo favorito, rímel, rubor y para finalizar mi perfume favorito con aroma a flores.

Mi cabello se hallaba rizado, pero no había tiempo para plancharlo, así que lo dejé así y solo acomodé el flequillo.

Guardé mi teléfono, llaves y dinero en mi cartera y salí de la habitación. Alessandro se encontraba en el mismo lugar, solo qué entretenido con su teléfono. Al oír el sonido de mis tacones repicando contra el suelo, guardó su teléfono y se puso de pie.

—Estás hermosa. —Sus ojos recorrieron mi cuerpo una vez que estuve frente a él.

—Gracias, ya estoy lista para irnos.

Asintió, sin poder apartar la mirada. Carraspeé para llamar su atención, sacudió la cabeza como si estuviera saliendo de su ensoñación.

—Sí, vámonos.

Me despedí de Roma, cerré mi puerta y seguí a Alessandro hasta su auto. El trayecto estaba sumergido en un silencio un poco incómodo. Lo cual era un poco raro porque años antes ambos siempre teníamos un tema de conversación y hablábamos hasta por los codos.

Es extraño tenerlo devuelta, cuando se fue con su madre a otro país su partida me dolió, no solo era mi novio, sino también mi mejor amigo. Durante años anhelaba su regreso, pero mientras más iba pasando el tiempo en cierto punto lo olvidé, creí que nunca volvería y no mantuvimos el contacto entre nosotros.

—Trabajas en una empresa reconocida mundialmente, ¿te gusta trabajar ahí? —preguntó, manteniendo la mirada en la calle.

—Solo estoy haciendo una pasantía, pero sí, me gusta mi trabajo.

Dejando de lado que me acosté con mi jefe y eso no fue muy profesional de mi parte. Aunque es algo que no diré en voz alta, solo lo sabe Bea y casi pierde la cabeza. No la culpo, porque sí he sido muy irresponsable en estos meses.

—Estoy seguro de que una vez que termines tu pasantía te contrataran sin pensarlo, eres talentosa en todo lo que haces.

No lo creo, pero le sonrío.

No podría estar trabajando con D'Angelo por mucho tiempo, al menos de que vuelva a mi puesto en el departamento de marketing y no tenga que verlo salvo en algunas reuniones.

Llegamos a nuestro destino y Alessandro me acompaña hasta las puertas de la empresa, a pesar de que me niego.

—Nos veremos más tarde, yo te llevaré.

—Alessandro, yo puedo irme sola...

—Yo te llevaré, tenemos mucho tiempo que recuperar. Adiós, preciosa. —Se despide besando mi mejilla, sin dejarme tiempo a replicar.

Mordí mi labio y suspiré. No me gustaba verme obligada a hacer algo que no deseaba.

—¿Se encuentra bien, señorita Fiorella?

—Estoy bien, Rafael —sonreí para darle veracidad a mis palabras. Él no se vio muy convencido, pero lo dejó pasar.

Rafel era uno de la seguridad de la empresa y me caía demasiado bien, a veces cuando llegaba temprano me detenía para hablar con él.

Entré a la empresa y me dirigí a uno de los ascensores que me dejaron en la última planta. Al llegar, saludé a Alice y como siempre me dejó organizadas las reuniones que Enzo tendría hoy.

—De nuevo te dejaron flores —habló, señalando en nuevo ramo de lirios blancos que llevo recibiendo todos los días.

—¿No hay tarjeta?

—No, no dejaron ninguna.

Son mis flores favoritas, pero no sabía quién se tomaría el tiempo de enviarme flores a la oficina.

Me despedí de ella y me puse a contestar algunos correos, luego terminé una pequeña presentación que preparé para la reunión de marketing. Bianca no me lo pidió, pero tal vez tenga la oportunidad de presentárselo.

El teléfono sonó y era la línea directa de mi jefe.

—Señor D'Angelo, ¿en qué puedo ayudarlo?

—A mi oficina, ahora. —No tuve tiempo para responder cuando colgó la llamada.

Rodé los ojos, mi jefe tan amable como siempre.

Saludé a los dos guardias que casi siempre están fuera de su oficina antes de tocar y esperar la confirmación de que puedo entrar.

Una vez adentro encendí la tablet para apuntar cualquier cosa que me diga.

—Acercarte —ordenó, mirándome fijamente.

Había algo diferente en él, siempre es frío y no deja mostrar sus emociones, sin embargo, hoy se veía molesto.

Me detuve frente a su escritorio y esperé que diera alguna orden, todavía me miraba con fijeza, como si pudiera ver a través de mí. Desde el otro fin de semana he mantenido mi distancia con él, manteniendo todo lo más profesional posible. Eso no impedía que mi cerebro reprodujera una y otra vez las imágenes de nosotros dos en su cama. En su fuerte mano, en él follándome hasta el desmayo y en lo bien que la pasé ese día.

—¿Tienes algo que decirme?

—¿No? —dije confundida —. Su próxima reunión no empieza hasta dentro de dos horas y...

—No me interesan las reuniones. ¿Con quién llegaste a la empresa hoy?

¿Por eso me llamó? ¿Y cómo sabía que vine con alguien? Creo que la seguridad de la empresa se lo dijo, aun así, no deberían de informarle a mi jefe con quien llego, no es que sea su problema.

—Señor D'Angelo, ese no es su problema. ¿Se le ofrece algo relacionado con el trabajo o puedo irme?

—¿Quién es él?

—Tengo trabajo que hacer, ¿puedo irme? —repetí.

—Puedes irte, Fiorella. De todos modos, lo descubriré.

—No sé por qué tanto interés, solo soy una empleada. Mis asuntos personales son solo míos, no de usted.

—Te dije que eras mía, no me gusta que lo mío lo toque otro hombre, me pone jodidamente de mal humor y con ganas de asesinar a alguien.

Solté una carcajada de incredulidad. Él no puede estar hablando en serio, ¿cierto? ¿Quién se cree que es? ¿Mi esposo?

—Solo follamos, señor D'Angelo. Eso no significa que sea suya. ¿No sabes lo que es sexo casual o en este caso, por una noche?

—¿Sabes cuantas mujeres querrían estar en tu posición? ¿Tener mi atención?

—Pues vaya y busque a esas mujeres, parece que lo necesitas.

¿Dios, por qué los hombres son unos imbéciles arrogantes?

Salí de su oficina, solo estaba perdiendo el tiempo y no deseaba iniciar una pelea con mi jefe, siempre terminaban con él besándome u otras cosas que no son adecuadas para el horario laboral.

Escuchaba y tomaba notas de la presentación de Bianca para el lanzamiento, ese día también se celebraría una gran fiesta de promoción de la que se encargaba el departamento de publicidad, donde solo habría invitados exclusivos y los empleados de esta empresa.

—Solo quiero que llegue ese día por la fiesta. Imagínate, estará llena de millonarios y tal vez uno de ellos sea el amor de mi vida —susurró Laura, para que solo yo la escuchara.

—Tal vez yo también encuentre el mío —bromeé.

Seguí escuchando la presentación, me sorprendía el imperio que era Vinícola D'Angelo. El público general era exclusivo para la clase alta, multimillonarios que se daban el lujo de gastarse miles de dólares por una botella de vino. Siendo objetiva, no creo que otras empresas presenten alguna competencia para D'Angelo.

—¿Alguien tiene alguna pregunta? —Bianca nos mira y cuando levanto la mano hace una mueca un poco disimulada.

La mujer me odia desde lo que pasó en mi segundo día de trabajo.

—¿Sí, señorita Vitale?

—He hecho una presentación con varias propuestas...

—Señorita Vitale, los pasantes están aquí para adquirir conocimientos, observar y aprender sobre la dinámica del negocio y solo contribuir cuando sea necesario. Ahora mismo no es necesaria su contribución.

Mis mejillas se calentaron al sentir todas las miradas en mí, quería decir algo, pero me mordí la lengua. Ya hay bastantes rumores sobre mí, no deseo agregar más.

—No te preocupes, le hace lo mismo a todos los pasantes —habló Laura y asentí de manera distraída.

Por fin llegó la hora de salida, termino de recoger mis cosas al tiempo en que la oficina de mi jefe se abre y sale acompañado con sus dos guardias.

—Buenas noches —dije por educación y me dirijo al ascensor. Antes de que pueda subirme en el, mi jefe me llamó.

—Sube aquí, necesito hablar contigo —señaló su ascensor privado.

—Señor, yo... —Su mirada interrumpió cualquier cosa que iba a decir y no me quedó de otra que subir con él. Sus guardias se fueron en el otro, por lo cual solo estábamos nosotros dos en este espacio reducido.

Miré la hora en mi reloj, Alessandro hace unos minutos me envió un mensaje para avisarme de que me estaba esperando.

D'Angelo presionó el botón para llegar al estacionamiento, en el transcurso no dijo ni una sola palabra. Así que no sé qué querrá decirme.

Al llegar al estacionamiento, Marco lo está esperando junto a su auto y otros guardias. ¿Por qué tiene tantos guardaespaldas?

—Entra, Fiorella —abrió la puerta del carro.

—¿Qué? No. Usted dijo que quería decirme algo.

—Sí, te llevaré a tu casa.

—Gracias, pero no gracias. Ya me están esperando.

—No te estoy preguntado. Te irás conmigo.

—Y yo te dije que no, ve a controlar a alguien o consíguete una mujer que te mantenga ocupado y se encargue de tu humor.

—Ya la conseguí, ahora entra o haré que despidan a tu amigo.

—¿Me estás amenazando? —dije con incredulidad, si poder creer su descaro.

—Yo no hago amenazas, Fiorella. ¿Entras o tengo que cumplir con mi palabra?

—No puedes estar hablando en serio, esto es ridículo.

Arqueó una de sus cejas sin decir nada, esperando con la puerta abierta.

¿Dios, qué mal estoy pagando? ¿No puedes darme un día de paz?

No quería que despidieran a Alessandro, sé que Enzo tiene el poder de hacer que esta ciudad hagan su voluntad, así que no dudo de que cumpla su palabra. Alessandro no se merece perder su trabajo solo porque mi jefe tiene una extraña obsesión conmigo.

Derrotada, subí al auto sin dirigirle la palabra. Marco se puso en marcha y salimos del estacionamiento. Saqué mi teléfono para enviarle un mensaje de texto a Alessandro avisándole que no podría irme con él. Envió una contestación al instante, sin embargo, no respondí. No le diría lo que el imbécil de mi jefe amenazó con hacer.

—Necesito hacer una parada en el supermercado.

Marco miró a su jefe para confirmar y este dio su aprobación. Unos largos minutos después nos encontrábamos en el estacionamiento del supermercado.

—Dile a Marco lo que deseas y él irá a conseguírtelo.

—Yo puedo buscar lo que deseo sin ningún problema.

—No vamos a entrar a un supermercado.

—¿Por qué no? ¿Hay algún problema?

—Sí.

—¿Cuál? ¿Nunca has entrado a uno? —dije con sarcasmo.

—No, para eso tengo a mis empleados.

—Esto debe de ser una broma, todo el mundo ha ido al supermercado.

—Claro, toda la gente pobre.

Por Dios, ahora también es clasista.

—Yo soy pobre.

—Sí, me di cuenta.

Rodé los ojos, este hombre es un verdadero caso perdido.

—No me importa si no quieres entrar, yo lo haré. —Abrí la puerta y salí del auto.

No miré hacia atrás, pero escuché unos pasos detrás de mí. Busqué un carrito y al girar la cabeza Enzo estaba a mi lado. Su ceño se encontraba fruncido y miraba todo como si fuera algo salido de este mundo.

Se mantuvo pegado a mi lado criticado cada uno de los alimentos que yo elegí. En serio, este hombre es irritante cuando se lo propone. Que Dios se apiade del alma de la persona que será su mujer en un futuro.

—¿Carne congelada? ¿Sabes la cantidad de conservantes que tiene esto?

—¿No comes carne congelada, Enzo? —le arrebaté el paquete y lo puse en el carrito.

—No, siempre hay carne fresca en el congelador de mi casa. Carne de buena calidad, no está cosa de procedencia e higiene dudosa.

—Llevo años comiendo esta carne, no me hará nada. —Voy al pasillo de las verduras y fruta con él siguiéndome.

—Te enviaré carne, voy a llamar a mi distribuidor. —Sacó su teléfono de su traje y tuve que detenerlo.

—Enzo, no es necesario.

—Claro que es necesario. —Me observó con el ceño fruncido. Como si no me entendiera por rechazar su carne de primera calidad.

—No, no lo es. Ahora déjame terminar mi compra para que nos podamos ir.

Al fin se guardó sus comentarios sobre la comida y pude terminar de elegir los alimentos que necesitaba. Al llegar a la caja tuvimos una pequeña discusión porque pagó por todo lo que compré y como el testarudo que es, ganó esta batalla.

Llegamos a mi departamento e hizo que dos de sus guardias subieran mi compra, se lo agradecí y quise cerrarle la puerta en la cara a mi jefe porque ya no soportaba estar un minuto más con él y tenía sueño.

—¿No me darás las gracias?

—No, adiós.

—Pequeña mocosa. —Antes de que pudiera decir algo, su boca reclamó la mía y gemí. Quise negarme, no obstante, me aferré a él y le seguí el beso con el mismo deseo. Sus manos fuertes rodearon mi cintura y me atrajeron hacia él. La proximidad de Enzo con aura poderosa y oscura eran irresistible, por más que quisiera negarlo una y otra vez.

El beso era profundo y existente, como si intentara reclamar algo. El mundo se desvaneció y solo éramos nosotros dos y nuestras respiraciones entrecortadas.

—Eres lo más dulce que he probado en mi vida, dolcezza. Estoy deseando marcarte como mía.

Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.

¿Qué creen de Alessandro? ¿Qué hará Enzo con él?

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Les quiere, March.

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