Capítulo 2
Al día siguiente de mi pequeña discusión con Nikolay y de no entender su actitud, me llegó un correo electrónico de la empresa D'Angelo con mi jornada de trabajo, la fecha en la que iniciaría y el protocolo de vestimenta que era formal.
El viernes, tuve que firmar mi contrato de seis meses con ellos. La chica de recurso humano me dio una copia de este y me habló del sueldo que recibiría. Sería menor que los que trabajaban en el departamento de marketing, ya que solo era una vacante, pero no me quejaba. Era una buena oportunidad y no todas las empresas le pagaba a los vacantes.
Llamé a mis padres para contarles de la buena noticia y ambos se emocionaron por mí. Depositaron dinero a mi cuenta bancaria a pesar de mi negativa, sin embargo, ellos dijeron que era necesario para comprar nueva ropa y estar presentable.
Tenían razón, era un lugar muy formal y elegante. Cada personal de esa compañía parecía sacado de una revista de lo hermosos que eran. Beatrice se encargó de acompañarme al centro comercial, ella era mejor con ese tipo de ropa.
Compramos algunas camisas, faldas y pantalones formales. No incluimos tacones porque ya tengo mucho de esos, admito que tengo una obsesión con los tacones; son preciosos y me hacen ver unas piernas largas.
Con quien no he hablado es con Nikolay, él se encuentra molesto y yo también. Creo que ya se fue para América y era la primera vez que estábamos tan enojados el uno con el otro.
Respiré hondo antes de acercarme a la entrada del enorme edificio, mis manos sudaban con cada paso que daba. Las puertas se abrieron automáticamente, mis ojos se movieron observando el enorme recibidor, los colores negro, blanco y gris predominaban en cada rincón; el sitió tenía una decoración minimalista.
Me aproximé a la recepcionista, era la misma que cuando vine por primera vez.
—Hola. —Levantó la vista de su computador al escuchar mi voz.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarla? —preguntó con una sonrisa cortes.
—Soy una de las vacantes para el departamento de marketing...
—Su credencial, por favor.
Saqué de mi cartera la credencial que recibí cuando fui a recursos humanos. En ella había una imagen mía, el nombre de la empresa y el mío. Le echó un vistazo cunado se la entregué y luego me la devolvió.
—Tienes que ir a la planta veinte —dice —. Allí te debe de estar esperando unos de tus compañeros para mostrarte las instalaciones.
—Muchas gracias.
Fui al ascensor para empleados y presioné el botón. Tuve que esperar un minuto para que llegara. Cuando se abrió, las personas que se encontraban ahí bajaron.
Entré y tres personas diferentes también entraron. Le di al botón que tenía grabada el número veinte y me puse en un rincón. Mientras subíamos, otras personas entraron y salieron, así fue hasta que llegué a mi destino.
El sonido de la gente fue lo primero que me recibió, se movían de un lugar a otro y algunos cubículos ya se encontraban ocupados. Me moví, insegura a quien acercarme. Para mi suerte, un chico vino a mi rescate.
—Hola, tú debes ser Fiorella Vitale, ¿cierto? —cuestionó, sonriendo.
—Sí, esa soy yo.
—Bien, yo soy Adriano. Te voy a enseñar las instalaciones, eres la última pasante que nos llega. —En mi rostro se formó una sonrisa incómoda, sus ojos no dejaban de ver mis senos cubierto por mi camisa blanca —. Las otras chicas vinieron hace dos semanas —Él intentaba disimular su mirada, pero claramente estaba fallando.
—Mi rostro está aquí arriba —No pude evitar decírselo. Se sonrojó, comenzando a balbucear incoherencias. Arqueé mi ceja e internamente rodé los ojos.
—Yo... he... lo siento. —Aflojó el nudo de su corbata —. Ven estos son los cubículos —dijo mientras comenzaba a caminar. Lo seguí en silencio deseando que esa situación no se repitiera.
Pasamos por cada uno de ellos, con él presentándome a mis nuevos compañeros que fueron muy amables. Después de presentarme a lo que creo que es todo el departamento, subimos al ascensor para un recorrido en las otras platas.
—Esta es la cafetería, aquí es donde la mayoría de nosotros nos reunimos en nuestro descanso. —El lugar era muy parecido a la cafetería de la universidad, aunque esta era más elegante, pareciendo un restaurante —. A veces los ejecutivos se reúnen con nosotros, los simples mortales —intentó bromear.
Estuvimos conociendo la compañía por un rato, excepto los últimos niveles donde se encontraban las oficinas del presidente y demás socios.
—No tenemos permitido ir allá, al menos que soliciten nuestra presencia o tengamos que presentar nuestras ideas de campañas para un nuevo producto en una reunión.
—¿Tienen reuniones muy a menudo?
—No, muy pocas veces. El señor D'Angelo suele hacer una reunión sorpresa para ver si todavía le somos útiles, de no ser así, nos despide. —Hizo una mueca —. La última vez despidió a diez personas de nuestro departamento, después de decirle los inútiles y mediocres que eran.
Fruncí el ceño, espero no encontrarme con ese hombre.
—¿Puede hacer eso?
—Es el dueño, puede hacer lo que quiera. —Se encogió de hombros —. ¡Bianca! —llamó a una mujer que pasó cerca de nosotros —. Ella es Fiorella, la última pasante que faltaba. —Me presentó a una mujer con aspecto serio e intimidante —. Fiorella, ella es Bianca, encargada del departamento.
—Es un placer conocerla, me entusiasma trabajar con ustedes. —Me dio una mirada, evaluándome con ojos críticos.
—Ese entusiasmo me lo demostrará con tu trabajo —asentí, manteniendo silencio —. Adriano, hazte cargo de ella. Indícale las tareas que tiene que hacer, luego me pasas el reporte —dijo, antes de macharse.
—Es un poco seria, pero buena persona.
—Claro.
Me llevo a mi cubículo, cerca de otras pasantes y me indicó algunas cosas que debía hacer. Hacer unos videos de prueba para las redes, sacar copias de algunos documentos y llevarle café.
Genial.
—Bienvenida, pronto te acostumbras a la dinámica. Por cierto, yo soy Laura.
—Creo que ya sabes mi nombre. —Se rio, asintiendo —. Un gusto conocerte.
La jornada fue normal, aunque creo que Adriano pensaba que yo era su secretaria. Las otras chicas me comentaron que él se aprovechaba de su posición de poder para delegarle todos sus trabajos a las pasantes.
Tuve que salir casi corriendo del edificio por lo tarde que era, el imbécil me puso a hacer un proyecto cuando estuve a punto de irme. Quise negarme, pero él le pasaría el reporte de lo que hiciera a Bianca y necesito mantener un buen perfil.
Ojalá encontrar a esta hora un autobús, además, estaba a punto de llover. Mi mala suerte no puede ser peor.
Sí, si podía ser peor. Antes de llegar a la parada, el cielo rugió y se desató el caos. En menos de un minuto estaba empapada, la ropa se me pegaba al cuerpo y solo deseaba que mi cartera no se mojara.
La lluvia caía más fuerte mientras esperaba el bus, probablemente terminaré resfriada. Temblé, no había nadie cerca y el transporte no llegaba.
—Dios, ya basta. —Me quejé mirando al cielo y este eligió el momento perfecto para tronar y que un rayo iluminará el cielo —. Eso significa que no me dejaras tranquila.
Las luces de un auto me cegaron y me asusté cuando se detuvo frente a mí.
—¿No harás que me maten, cierto? Todavía no te quiero conocer.
Si entras al reino de los cielos, que lo dudo.
La ventana del carro fue bajando y yo me giré, dispuesta a alejarme, no dejaría que me secuestraran.
—No me movería a esa dirección si fuera tú. —La voz grave me detuvo —. A tu derecha, hay un hombre que estuvo a punto de acercarse a ti antes que detuviera mi auto —miré a ese lugar y era cierto. En la otra calle había un chico que cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando, comenzó a caminar despacio —. Es alguien peligroso que seguro aprovechará la situación.
Volteé para observarlo. Llevaba un traje negro, el cabello recogido y se veía como alguien importante. Sus ojos marrones no dejaban de mirarme, pero la falta de emociones brillaba en ellos.
—Tú también puede ser alguien peligroso.
—Lo soy.
Me aferré a mi bolso, mirando a ambas direcciones y darme cuenta de que había otros autos cerca. Voy a morir aquí.
—Si piensas en secuestrarme...
—No podrás hacer nada, no hay nadie aparte de ese delincuente que seguro estará encantado de aprovecharse de ti —comentó, con indiferencia. Temblé, mi situación no era buena. Maldito, Adriano —. Sube —ordenó.
—Estás loco si piensas que me subiré con un desconocido.
—Si quisiera hacerte algo, lo hubiera hecho hace rato y no me tendrías perdiendo el tiempo.
—Yo no te dije que te detuvieras, pierdes el tiempo porque quieres.
Es un imbécil.
—Sube, última oportunidad antes de que te deje sola con ese hombre —habló fríamente.
Mi situación es jodida, ¿qué hago? Mi vista se nubla, quiero gritar de frustración. No encuentro otra salida, el autobús claramente ya no pasará. Si me quedó aquí podría llamar a mi amiga, sin embargo, tardaría un rato en llegar y lo que me puede es encontrar muerta.
Abrió la puerta del coche desde adentro cuando me aproximé, vacilante. Se movió, para dejarme un espacio.
—Voy a mojar los asientos.
—Entra.
Lo hice y cuando cerré la puerta, el carro se puso en movimiento y los otros también. Supongo que son sus guardaespaldas, lo que confirma que es alguien importante.
El olor a perfume caro y masculino llenó mis fosas nasales. El extraño huele muy bien.
—¿Cuál es tu dirección? —inquirió.
Dudé, pero se la dije.
—Gracias, es muy amable de tu parte llevarme a mi casa —comenté, luego de un largo silencio.
—Dale las gracias a Marco, de no ser por él ni siquiera hubiera detenido mi auto —expresó, sin mirarme.
Me removí incómoda.
—Gracias, Marco por ser tan amable —murmuré, con una sonrisa amigable.
Él me miró brevemente por el espejo retrovisor.
—De nada, tienes un parecido a mi hija y no podía haberla dejado allí.
Gracias a los dioses por parecerme a su hija.
Miré a través de la ventana, atenta a que fuera el camino correcto a mi hogar y no un secuestro.
—Deja de temblar, pareces un pájaro que acaba de ser mojado y puesto en su jaula. —Moví la cabeza para verlo, sin embargo, su atención se encontraba en el teléfono.
—Eso es porque estoy mojada —rodé los ojos.
—No ruedes los ojos, es de mala educación —ordenó. Creo que le gusta eso de dar órdenes.
Inevitablemente, volví a hacerlo. Vi como apretó la mandíbula.
—No debimos de recoger a esta mujer, parece una niña malcriada —Le dijo a su chofer. Este tosió, ahogando una risa.
—No soy una niña malcriada, solo es que tú eres un amargado —repliqué, molesta.
Antes de que él pudiera decir algo, el auto se detuvo frente al edificio en donde vivía. Aún seguía lloviendo, pero me alegré de llegar sin ningún daño.
—Muchas gracias por traerme, Marco.
—No hay de que, señorita...
—Fiorella.
—Señorita Fiorella. —Marco era muy amable, al contrario de su jefe.
—A pesar de tú amargues, gracias... —Esperé a que dijera su nombre. Levantó la vista del teléfono y me observó. En ese instante, me pareció muy atractivo, sentí la necesidad de tocarlo.
Sus ojos se desviaron a mis labios e instintivamente, pasé mi lengua por ellos, aunque nunca fue mi intención provocarlo, me gustó el brillo de deseo en su mirada.
No, no, no, Fiorella. Tienes novio.
—Enzo D'Angelo —comentó, rompiendo la conexión de nuestras miradas.
¿D'Angelo? Oh, mierda.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Qué creen que sucederá?
Les quiere, March.
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