Capítulo 10
Capítulo dedicado a: Mor_enaa
Mi cabeza dolía ligeramente y la voz de la maestra no ayudaba mucho. Había pasado una semana desde el accidente, una semana desde que Nikolay se tuvo que ir y lo extrañaba. Antes de irse consiguió un permiso médico de tres días, así que no tuve que ver al amargado de mi jefe ni escuchar sus órdenes.
El moretón de mi frente desapareció por completo al igual que los otros que estaban esparcidos por algunas partes de mi cuerpo. Beatrice insistió en quedarse toda la semana en mi departamento, a pesar de que le dije que no era necesario, sin embargo, me amenazó con llamar a mis padres si no me dejaba cuidar por ella.
Los otros días que fui al trabajo, D'Angelo se encontraba inusualmente menos exigente, lo cual era genial para mí. Su secretaria dejaba todo el trabajo que yo tenía que hacer ordenado, haciéndome el trabajo más fácil. Era genial, ya que debía de hacer muchos proyectos de la universidad y sentía que el tiempo no me daba ni para respirar. Por suerte, este año me graduaría y podría concentrarme al cien por ciento en mis metas laborarles.
Poseía una cuenta con ahorros para empezar una empresa de marketing en algún momento de mi vida. Ese dinero no lo tocaba, ni siquiera si me encontraba pasando por una crisis económica.
Volví a tratar en concentrarme en lo que decía la maestra, por suerte esta era mi última clase. Los viernes mi horario era tranquilo, por lo que me daría tiempo de adelantar algunos proyectos antes ir al trabajo.
—Te tengo que decir algo cuando salgamos —susurró, Aurora. Inclinándose un poco para que la pudiera escuchar.
—Está bien.
Durante una hora más me concentré en la clase, tomaba apuntes cuando era necesario. Anoté el proyecto que quería la maestra para la próxima semana. Recogí mis cosas y salí acompañada de Aurora.
—Y bien, ¿qué deseabas decirme? —inquirí, ajustando mis gafas de sol una vez que salimos del edificio.
—Sabes que a veces trabajo de modelo en una marca de lencería, ¿cierto?
—Sí, lo sé.
Aurora era preciosa. Atraía la mirada de cualquiera, alta, con curvas, tez oscura y sus ojos eran color ámbar. No era de extrañar que trabajara de modelo.
—Bueno, deseaba saber si te gustaría participar en una sección de fotos para la nueva temporada.
—No sirvo para posar. De todos modos, ¿no tienes amigas modelos? —En las únicas secciones que participé fue en la de mi madre y obligada. Ella quería tener recuerdos míos en cada etapa de mi vida. Creo que debía de tener más de tres álbumes llenos de fotos.
—Sí, pero buscamos algo más atrevido y tú tienes mucho... —Su mano hizo un movimiento, señalando mi cuerpo.
Tenía curvas, mis pechos eran generosos al igual que mi trasero. Solía ir al gimnasio para tonificar mi cuerpo, aunque últimamente no he tenido tiempo de hacerlo.
—Por favor, por favor... —rogó cuando nos detuvimos. Había algunas personas al nuestro alrededor, pero estaban concentradas en sus cosas e—Tendrás una buena paga. —El dinero llamó mi atención, siempre era bueno un ingreso extra.
—Bien, pero tendrán que instruirme con las poses —chilló, lazándose a mis brazos. Me tambaleé, sin embargo, logré equilibrarme.
—¡Genial! —Se separó luego de unos segundos, en su rostro se había dibujado una gran sonrisa —¿Te llevo a tu casa? Tengo un rato libre.
—Claro.
Nos dirigimos a donde Aurora tenía parqueado el auto, en el camino me contó un poco de la marca, de las lencerías que vendían e incluso me enseñó fotos de algunas modelos con los conjuntos puestos. Son preciosas, elegantes y sexis.
En algunas de ellas sale Aurora junto a otras chicas y en otras, ella sola. Mi favorita es donde posa con un conjunto negro, acompañado con ligueros y ella con la espalda arqueada, los ojos cerrados y la boca entreabierta. En definitiva, se ve demasiado hermosa.
—Debes de tener a todos a tus pies —comenté cuando nos detuvimos en el semáforo, sonrió, aunque no despegó su vista de la calle.
—No al chico que me gusta, piensa que soy muy arrogante y superficial.
—¿Es en serio? —Esa información me sorprendió, es cierto que a Aurora le gustaba estar al día con las tendencias, usar atuendos un poco extravagantes, sin embargo, eso no la hacía superficial.
Suele hablar con todo el mundo, ya que es muy sociable y buena compañera.
Ella asistió haciendo una pequeña mueca con sus labios.
—No merece la pena estar interesada en una persona que piensa eso de ti cuando no lo eres, ni siquiera se da el tiempo de conocerte.
Me sentí ligeramente indignada por una situación que no era conmigo, pero odiaba que la gente sacara conclusiones precipitadas de otra persona sin conocerla.
Ahora que lo pienso, es un poco irónico porque también he sacado algunas conclusiones de mi jefe, aunque en mi defensa, sus acciones hacen que reafirme mi opinión de él.
Amargado y cruel eran las primeras palabras de mi lista imaginaria.
—Lo sé, pero he tenido un flechazo con él desde hace años, creo que mi miopía hace que confunda sus red flag con corazones.
Una carcajada salió de lo más profundo de mi garganta, me acordaba a mí cuando quería justificar a los personajes de moral dudosa.
—Tendremos que comprarte unos lentes para que ya no confundas las cosas rojas con corazones —bromeé, dejando su teléfono en el tablero de su coche.
Seguimos avanzando en el tráfico hasta llegar a mi casa, una vez ahí, me despedí de ella prometiéndole que sí iré el domingo a la sección de fotos. Me dijo que me enviaría la dirección y que no tendría que preocuparme por nada.
Antes de entrar al edificio, miré a ambas direcciones. Tengo días sintiéndome observada, no sé si era yo de paranoica, ya que las personas a mi alrededor ni siquiera se fijaban en mí. Cada vez que mirada a mi entorno, las cosas lucían normales.
No debe de ser nada.
Al llegar a mi departamento, dejé mis llaves en su lugar.
—Roma... —guardé silencio al notar que en la mesita que se encuentra delante de mi mueble, hay una gran caja blanca y un ramo de lirios, mis flores favoritas.
Oh, mierda. Alguien entró a mi casa. Doy una rápida repasada, a ver si noto algo extraño, pero no, todo sigue como lo dejé antes de irme. Con excepción de ese regalo.
¿Y si era una bomba? ¿Habrá alguien más aquí?
—¡Roma! —Corrí a mi habitación asustada. Ella siempre me recibe y que no viniera a mi llamado era extraño. No era lo más inteligente porque podría haber alguien, pero no me importaba.
Cuando entré a mi habitación encontré a mi gata durmiendo cómodamente en mi cama, ajena a todo. Respiré tranquila, me moriría si le pasará algo a mi bebé.
Salí y fui a revisar las otras partes de mi casa, no hallé nada extraño ni fuera de su lugar. Todo se encontraba como lo dejé antes de salir a la universidad. Una vez en la sala, me acerqué con lentitud a la caja, como si esperara a que explotara en cualquier momento.
Me senté en el mueble para estar a la altura de la mesa y poder abrir el regalo. Le eché una mirada al ramo de flores, antes de concentrarme en desatar el lazo rojo. Levanté la tapa, poniéndola a mi lado y miré dentro, encontrando un montón de libros. Mi mirada fue a la tarjeta que estaba encima de los libros y reconocí las letras de Nikolay.
Elegí estos libros pensando en ti, sé que te encantarán y posiblemente te harán llorar. Solo espero que no ames más a los personajes de lo que me amas a mí.
Siempre tuyo, Nikolay Ivanov.
Mordí mi labio, luchando con una sonrisa. Parecía una adolescente, pero no me importaba. Nikolay siempre me complacía en mis gustos por los libros.
Luego de leer la tarjeta, saqué algo cuadrado que se encontraba cubierto con papel de seda. Lo desenvolví y cuando vi lo que era solté un chillido.
—No es cierto —murmuré viendo el último disco que sacó Taylor Swift —. Es una broma.
Había querido comprar el álbum desde su lanzamiento, sin embargo, fue imposible. Estaban agotados.
Se me pasó mi molestia de que alguien haya estado en mi casa en mi ausencia, pero esto vale la pena. Los libros y Taylor son mi vida. Fui al rincón donde tenía mi vinilo, junto a otros discos y lo dejé ahí. Más tarde tendría tiempo para escucharlo, ahora llamaría a Nikolay.
Allá ya es de noche, aunque no era un problema, ya que no era muy tarde. Marqué su número y al segundo timbrazo contesto.
—¿Sabes que eres el mejor novio de todo el mundo? —Fue lo primero que le dije. Al otro lado se escuchaba unos ruidos de fondo y luego una puerta cerrarse —¿Interrumpí algo importante? —inquirí. Sabía que Nikolay pasaba la mayor parte del día trabajando, es un adicto a eso.
—Nada es más importante que tú, solnyshko —dijo con aquel acento que me encanta —. ¿Te gustaron mis regalos?
—Sí, me encantaron. Muchas gracias.
—No tienes que agradecerme, sabes que me encanta verte feliz.
—Si pudiera besarte en este momento, lo haría.
—Puedes venir y quedarte aquí conmigo. —Propuso luego de una pausa.
—¿Se te olvida que estudio y trabajo? No puedo dejarlo todo e irme.
Volví a sentarme en el mueble.
—¿Y en tus vacaciones?
—Tengo que seguir trabajando por mi pasantía.
Escuché como suspiró y me imaginé que debía de estar pasándose la mano por el cabello, algo que hace cuando las cosas no salían como planeaba. Esa imagen me hizo sonreír, a veces se le olvidaba de que no todo el mundo seguiría sus órdenes.
—No me gusta estar alejado de ti, solnyshko.
—Pues vuelve, aunque sea por unos días.
—Sabes que no puedo...
—Yo tampoco. —Odiaba saber que se encontraba tan lejos, pero ambos teníamos responsabilidades.
Estaba ingresando los nombres de los socios que asistirían a la reunión del miércoles cuando las puertas del ascensor se abrieron. Levanté la vista para encontrarme con Adriano y tuve que mentalizarme para no hacer una mueca, él no era mi persona favorita.
—Fiorella. —Hasta mi nombre sonaba desagradable cuando él lo pronunciaba.
—Señor Santoro. ¿Qué se le ofrece? El señor D'Angelo no está disponible —dije, tratando de sonar amable.
Sus ojos me recorrieron y apoyó su brazo en mi escritorio. Moví mi silla, para crear un espacio más grande entre nosotros, me sentía incómoda con él tan cerca. Al ver mi acción, me lanzó una mirada despectiva.
—¿Ahora que cambiaste de puesto soy el señor Santoro? ¿Qué pasó con el Adriano? —preguntó molesto e internamente rodé los ojos.
Dios, dame paciencia.
—¿Qué se le ofrece, señor Santoro? —Remarqué su apellido, para ver si así entendía de que no lo llamaré por su nombre. Pensaría que estamos en confianza y volvería a intentar lo que hizo en su oficina. Cosa que no deseo que vuelva a ocurrir.
—Veo que los rumores son ciertos —siseó —. Te volviste la puta del jefe y por eso tienes este puesto, ahora te la quieres dar de importante.
Imbécil.
—Le voy a pedir que se retire, por favor —comenté con calma que no sentía.
—¿Cuántas veces le has tenido que chupar la polla? No tardaste nada en abrirle las piernas, sin embargo, a mí me querías acusar cuando tú eras la que me estabas provocando.
Respira, respira. ¿Qué tiene este hombre en la cabeza? Parece que sus dos neuronas se fueron de paseo.
—Tendré que llamar a seguridad...
Eso pareció enfurecerlo.
—¡Puta de mierda! ¿Es por qué él tiene dinero? —Sacó de su cartera dinero en efectivo y me lo arrojó al rostro. Retrocedí, asustada por su actitud —. Ahí tienes dinero, zorra. No tienes ninguna excusa para no estar conmigo —jadeé cuando rodeó el escritorio y me sujetó el brazo.
—¡Suéltame! —forcejeé, intentando liberarme.
—No te muevas —gruñó, jaloneándome y lastimándome por su fuerte agarre.
Sin pensarlo, levanté mi mano en un puño y golpeé su nariz con fuerza. Retrocedió unos pasos, maldiciendo y grité por ayuda. Los guardaespaldas de mi jefe siempre se encontraban en la puerta de su oficina, así que supongo que escucharon mi llamado.
—Maledetta cagna. —Se quejó al ver la sangre. Iba a volver acercarse, pero los guardaespaldas se hicieron presente, sujetándolo. Detrás de ellos, la imponente figura del señor D'Angelo se hizo presente.
Mis manos temblaban y mi corazón latía como loco, ¿qué demonios le pasaba a Adriano? Solo trabajamos juntos en dos ocasiones antes de ser trasladada a este piso.
—¿Qué sucede aquí? —El señor D'Angelo me miró primero y luego se fijó en Adriano. Este, al presenciar al jefe adoptó una posición tranquila y nerviosa.
—S-señor, yo...
—No te lo he preguntado a ti —expresó con frialdad —¿Qué sucede, señorita Vitale? —Sus penetrantes ojos no me quitaban la mirada y me puse nerviosa.
—Santoro comenzó a insultarme e intentó darme dinero para estar con él y luego se puso agresivo —¿Y si no me creía? No es como si le cayera muy bien a mi jefe —. Golpeé su nariz cuando sujetó mi brazo con fuerza.
—¡Eso es mentira! ¡Ella se me ha estado insinuando, señor! Le dije que hablaría con usted y me golpeó. ¡Está loca! —Trató de zafarse del agarre de ellos, pero estos no lo permitieron.
¿Y todavía tenía el descaro de decir que yo me le insinuaba? Ni aunque fuera el único hombre en el jodido planeta intentaría algo con él.
D'Angelo hizo caso omiso a sus palabras y se dirigió a mí, ¿me volvería a despedir?
—Señorita Vitale, espéreme en mi oficina —ordenó.
—Señor... —Me lanzó una mirada y yo asentí.
Los guardaespaldas arrastraron a un lado, para que no me pudiera tocar. Sus gritos maldiciéndome no se hicieron esperar y pude respirar tranquila cuando llegué a la oficina del jefe.
Al sentarme en la silla frente a su escritorio, pensé en la surrealista situación. Dios, ya te he explicado que no deseo ser tu mejor guerrera si eso incluye hacerme la vida imposible. Creo que optaré en dejar de creer en ti, a ver si me va mejor.
El dolor en mi mano izquierda se hizo presente, mis nudillos se encontraban rojo y seguro más tarde se inflamaría. No soy buena dando puñetazos y mi mano es la prueba de eso.
Unos minutos después, la puerta se abrió. No me giré, sabía que era Enzo quien entró. Espero que no le haya creído a Adriano y no me despida por su culpa.
—Señorita Vitale —dijo cuando se sentó en su silla —. No me gustan los escándalos en mi empresa.
—Y a mí no me gusta que me acosen, pero veo que no es posible...
—No volverá a ser molestada ni acosada, si se repite algo así vienes y me lo dices, ¿entendido? —cuestionó con autoridad.
—Sí —murmuré. Su mirada fue a mi mano y luego a mi rostro.
—Se tendrá que poner hielo, no puedes trabajar así.
—Lo sé.
—Es una pésima golpeadora, sé terminó lastimando más a usted que a su atacante.
—Ya lo sé —rodé los ojos, este hombre me exaspera.
—Le he dicho que es de mala educación rodar los ojos. ¿Tiene algún problema para captar lo que le dicen?
—No. —Volví a hacer ese gesto de forma intencionada. Lo que fue muy infantil de mi parte —. Solo es algo que me encanta hacer.
Su rostro se hallaba calmado y sereno, parecía un bloque de hielo. Nunca mostraba algún tipo de emoción, quizá sea algún robot realista. Sería genial. ¿Será su cuerpo de metal? ¿Será un robot de última generación? Lo dudo, se nota mayor y oxidado. Internamente, reí. ¿Por qué estoy pensando en esto? Creo que estoy en shock
—No vuelvas a rodar los ojos en mi presencia, o...
—¿O qué, señor D'Angelo? ¿Me va a castigar? —bromeé. Noté que sus ojos se oscurecieron. Quizá se encuentra pensando en la manera en que me matará, ya que agoto su paciencia.
—O la despediré, señorita Vitale.
¡Hola, criaturas pecadoras! Espero que hayan tenido bonitos días.
Por cierto, ¡Ya son 100K de lecturas! Muchísima gracias por su apoyo.
¿Qué les pareció el capítulo?
¿Creen qué Enzo le haga algo a Adriano?
La última en comentar se queda con Adriano.
Para adelantos de la novela, seguirme en mis redes.
Les quiere, March.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro