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FINAL ALTERNATIVO

FINAL ALTERNATIVO:
PARTE VIII



Por la mañana me aferré a él, al sentir que intentaba levantarse y se quedó un momento más donde depositó un beso en mi mejilla, viajando hasta mis labios.

—Buenos días... —susurró y abrí los ojos levemente. —¿Desayunas conmigo?

—¿Es muy temprano? —suspiré sentándome y bostecé.

—No, son pasadas las ocho. —se levantó dirigiéndose al baño y suspiré.

—Necesito trabajar de nuevo, no me gustas este estilo improductivo. —murmuré y detuvo su andar para mirarme con curiosidad.

—¿No te gusta descansar?

—Si, pero...

—Deberías tomarte el resto del año, así regreses el próximo con mucha energía.

—¿El próximo? —cuestioné levantándome para acercarme. —¿Y qué podría hacer durante todo ese tiempo?

—Simplemente ser Lily, y compartir ese tiempo conmigo. —me tomó de la mano para que lo siguiera a tomar una ducha.

—¿Bromeas? Sé que hay muchas cosas que no puedo hacer contigo. —sonreí cerrando la puerta y tardar más de lo debido en aquella habitación.

Al bajar encontramos un perfecto desayuno esperando por nosotros, y solo nosotros, ya que solo había dos lugares.

—¿Donde está Micaela? —pregunté tomando asiento.

—Dijo que saldría temprano, estos días tiene mucho de qué ocuparse y dejó algo para ti en tu habitación. —dijo lo último con una sonrisa.

—Me pregunto que será. —comencé a comer

Por la tarde encontré lo que Lucio había mencionado y era un hermoso vestido color azul que lo usaría esa misma noche, en una cena que tendría con él.

—Este lugar es... —observé, llegando a dicho lugar.

—Si, el mismo restaurante donde tuvimos esa cena en particular. —al bajar me tomó de la mano, y parecía que la situación se repetía como tal.

—Espera... —me detuve y él me miró. —¿Que hacemos aquí, exactamente?

—¿Exactamente? —fingió pensar y  luego dibujó una sonrisa. —Es una sorpresa.

Caminamos un poco en la inmensidad del restaurante que solo estaba reservado para nosotros dos, mientras platicábamos algunas cosas y al momento de cenar dejé el pedido a su criterio, algo que sabía muy bien.

—Me pregunto la razón de este momento tan especial. —suspiré, satisfecha por la grandiosa comida.

—Creo que lo sabes, o quizás olvidaste la razón de estos detalles tiempo atrás. —sonrió con algo de timidez, agitando a mi corazón por su expresión y por lo dicho.

—Vamos señor Dimarco, dispare de una vez. —respondí, intentando sonar segura mientras bebía de mi copa, pero la verdad era que quería reprimir el nerviosismo que sentía en ese momento y recordar, exactamente,  lo que mencionaba.

—Si lo colocas así... —rió levemente. —Solo me incentivas y das seguridad para hacerlo.

Con movimientos lentos, pero seguros, se levantó de su lugar para acercarse a mí y ofrecerme su mano, la cual tomé sin temor alguno. Estando delante suyo, llevó mi mano a su labios donde depositó un suave beso mientras dibujaba una sonrisa y ante mi mirada ansiosa se inclinó para ponerse de rodillas.

—Lily... —me miró directamente a los ojos. —Viendome de este modo sabes lo que haré, y admito que jamás me imaginé hacer esto. Jamás, hasta que te conocí. Conocí a una mujer fuerte, segura y decidida que se atrevió a desafiarme, aún sospechando quien era realmente y eso es un golpe que jamás superaré...

Reí levemente ante lo último, mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.

—Sin embargo, detrás de esa mujer decidida, había otra que era cálida, con temores, inseguridades y sufrimientos que nadie se atrevió a ver, pero cualquier lo notaría de tan solo conocerte un poco, como lo hice yo... —frunció levemente el ceño mientras abría la pequeña caja. —Creo que en este momento no bastan las palabras para expresar lo que siento por ti, pero existen innumerables razones por las cueles te escojo a ti, ¿Puedes hacer lo mismo? —hice una mueca, conteniendo las lágrimas, hasta que prosiguió. —Eligeme Lily, y prometo que jamás derramarás otra lágrima, yo haría todo por tí, por eso, elígeme.

Me tomé unos segundos para mirar el brillante diamante del anillo que me proponía, pero eso quedaba en segundo plano cuando observé su rostro, su expresión, sus ojos, y su seguridad reflejada en el mismo. Brindándome esa mirada que me hacía sucumbir de un modo que jamás imaginé.

—Lucio Dimarco... —sonreí levemente. —Señor Dimarco, me doy cuenta que te he llamado por todos los nombres posibles, pero ahora eres tan importante para llamarte mi amor... Claro que te elijo, una y mil veces. —acepté con emoción y él colocó el anillo, ampliando su sonrisa para levantar y poder besarme de manera intensa.

—Prometo que no te arrepentirás. —susurró sobre mis labios y asentí en concordancia.

—Sé que no. —lo abracé con fuerza y recibí lo mismo de su parte.

—¿Quieres probar el postre? —preguntó en un tono incitante, separándose para mirarme y sonreí. —Eso no, esto tendrá que esperar. —agregó, deduciendo mis pensamientos.

—No pensé en otra cosa. —reí desviando la mirada y me dirigió nuevamente a mí lugar, mientras alguien nos traía el postre, algo que me sorprendió. —¿Pastel de fresas?

—Tu favorito. —lo señaló y lo probé. —¿Te gusta?

—Tenía uno favorito en Londres, pero esto... —cerré los ojos, saboreando tal sabor. —Es el mejor que he probado.

—El mejor chef de Italia cocinó todo esto, disfrutalo, futura esposa mía. —me sonrió una vez más y quedé totalmente hipnotizada por su expresión y el trato que me daba.

—¿Estaré a la altura para ser tú compañera? —pregunté después de un momento, intentando disipar esa duda.

—No lo estarás... —hizo una breve pausa y lo miré. —Lo estás, y eso no cambiará. Incluso para mucho más, me pregunto si soy quien está a la altura de tal mujer.

—Ya... —me cubrí parcialmente el rostro con una mano. —Haces que mi corazón se acelere.

—Me alegra. —rió y la noche continuó entre pláticas y risas.

Al finalizar nos fuimos a un hotel donde pasamos una maravillosa noche, llena de pasión y amor, algo que me hacía sentir completa, con él me sentía completa y agradecía tenerlo en mi vida.

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