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CAPÍTULO 99

CAPÍTULO 99



Al despertar, lo primero que vi fue la caja y ánimo se esfumó, provocando que me cubriera completamente con las cobijas.

—¿No pretendes levantarte? —escuché un susurro del otro lado y me descubrí, encontrando a Ryan del otro lado. —El almuerzo está listo.

—¿Almuerzo? —fruncí el ceño.

—Si, es casi mediodía. —sonrió y miré la hora. Efectivamente decía la verdad.

—¿Te quedarás?

—Soy el ingrediente para tu día perfecto. —amplió su sonrisa y le devolví el gesto para confirmar.

—Definitivamente será un día perfecto. —murmuré ante su sorpresa por mi respuesta.

—Te estaré esperando. —depositó un beso en mi mejilla y se levantó para salir de habitación.

Tomé una ducha y me cambié, salí y lo primero que hice fue sentir un delicioso aroma a comida.

—¿En qué momento hiciste todo esto? —sonreí observando la mesa.

—Me levanté hace dos horas. —hizo un gesto pensativo.

—¿Lo cocinaste tú? —lo miré inquisitivamente y sonrió.

—¿Quien más? —se sentó de frente e hice lo mismo.

—Espero que hayas mejorado. —probé el primer bocado y levanté ambos pulgares. —Maldito Ryan. Esto era lo que te faltaba para ser perfecto.

—Imaginaré que esas palabras se convierten en una preciosa confesión, similar a un te amo. —hizo un gesto soñador, cerrando los ojos levemente y reí.

—Imaginar, soñar y anhelar son cosas magníficas, ¿No lo crees? —lo miré sin borrar mi sonrisa, y él quedó con una expresión de recordar algo. —¿Podemos pasar el día juntos? Podemos salir con Max.

—¿Estás segura de eso? —se sorprendió.

—Completamente, podemos salir a un parque, pasar la tarde juntos y luego ir a cenar con la familia. Aunque, no sé dónde será, mi padre no me dijo nada. —miré mi móvil.

—Será en casa de mis padres, como siempre. Es una tradición.  —tomó mi mano por encima de la mesa. —Cuando terminemos de comer iré a buscar a Max, me encanta tu idea y predisposición.

—Perfecto.

El momento transcurrió totalmente en paz, imaginando que sería un día maravilloso y que quedaría como un hermoso recuerdo. Como así también, un nuevo inicio y no tenía duda alguna.

Terminaba de alistarme cuando recibí su mensaje de estar esperando abajo, junto con Max. Bajé con una sonrisa y allí estaba el niño con sus ojitos brillantes de ilusión, casi igual que su padre.

—Hola pequeño. —lo saludé subiendo al automóvil.

—Hola. —saludó con una diminuta sonrisa y le devolví el gesto.

—¿A donde vamos? —preguntó su padre y pensé un momento.

—El día es maravilloso para ir al parque de diversiones, hay juegos geniales para la edad de Max. —me coloqué el cinturón de seguridad. —Pero pagaremos, no quiero que uses tu apellido. —lo miré con seriedad, anticipando que usaría su nombre en el parque que era propiedad de Rogers-Anderson.

—Le quitas lo divertido a la vida. —murmuró.

—Deja de quejarte, te hice recuperar tus millones ¿O no? —fruncí el ceño. —Hacer algo tan pobre sería demasiada avaricia.

—Me lastimas.

Entonces escuché reír a Max, quien parecía haber prestado atención a toda la conversación y entendido tal cual era.

—¿Que es lo gracioso, pequeño? —giré para mirarlo.

—Pelean sin gritar. —siguió riendo, totalmente divertido.

Esa simple frase podía ser característica de un niño de su edad, quienes tomaban todo como broma y juego, pero detrás de eso sabía que se refería al hecho de qué, sus padres siempre gritaban al pelear.
Miré a Ryan y liberó un suspiro pesado, ambos recordaban alguna situación, pero con diferentes perspectivas.

—¿Ella simplemente desapareció? —pregunté en un tono bajo, para que no fuera percibido por el niño y el mayor asintió en confirmación.

No dije más al respecto y al llegar compramos algunos boletos y dulces para Max. Claramente lo acompañamos a cada juego que se podía subir,  y en ningún momento le quitamos la mirada de encima.

—¿Sabes? —dijo, estando sentados en una banca, a la espera del niño que jugaba felizmente. —Nunca pensé que podían existir días como estos, en los que podríamos parecer una familia.

No supe que responder.

—No me malinterpretes. No lo digo por ti, lo digo por Ashley, con ella no había días tranquilos, no había paz y no había felicidad. Siempre había gritos y discusiones, cosas que Max seguramente escuchaba apesar de estar en su habitación y me culpo, porque no supe protegerlo de esas situaciones.

—Ryan... —tomé su mano. —Hay cosas que no podemos controlar, pero independientemente de eso, no te culpes. No fue tu culpa, eres un buen hombre, eres un buen padre y no deberías pensar en lo que fue y sí, en lo que será. Mira a Max, él es un niño y entiende perfectamente ese concepto, deberá olvidarse de su madre, algo que no será sencillo, pero con felicidad pasará pronto. Deberías hacer lo mismo, ser feliz, de ese modo no tendrás remordimientos.

—¿Y si parte de mi felicidad depende de ti? —aquella preguntá sonó temerosa y conocía la razón, aunque decidí ignorarlo.

—Tu primordial felicidad vendrá de tú hijo, quien te amará sin importar qué. —le sonreí y presionó mi mano.

—Lily, yo...

—Oh, ya salió. —me levanté, impiendo que hablara para buscar al niño que reía sin control. —¿Fue divertido?

—Mucho. —tomó mi mano y fuimos con su padre.

Luego de varias horas decidimos regresar, la hora de la cena familiar se acercaba y debía tomar una ducha.

—Lily. —me llamó antes de que bajara de su automóvil, observando por el espejo, viendo que Max estuviera distraído con algunos juguetes que le había comprado.

—Dime. —lo miré.

—Ser una familia sería mi mayor felicidad.  —confesó, mirándome a los ojos y sonreí con serenidad.

—¿Estuviste pensando en eso? —miré a Max. —Nos vemos en un rato.

—Nos vemos. —me miró agitando una de sus manitos y reí.

Bajé con cansancio por el día que estaba llevando, pero aún faltaba algo importante que sucedería en la noche y podría decir que fue un día “perfecto”.

Cerré la puerta de mi departamento mientras me desvestía hasta llegar al baño y poder tomar una relajante ducha. Salí secando mi cabello mientras buscaba mi ropa y observé algunas cosas, tomé el móvil para escribir un mensaje y en cuanto se envió suspiré.

En el trayecto que conducía a la casa de los Rogers coloqué música que me hicieran mantener mis ánimos para que no hubiese ninguna duda, y también para afrontar a todos los que estarían allí.

—¡Cuñada! —me saludó Eve abriendo la puerta y suspiré con paciencia. —Pasa por favor.

—Dime cuñada una vez más y olvidaré que eres una mujer mayor. —respondí pasando.

—¿Por qué te molestas? Solo digo la verdad. —me abrazó y susurró. —Cuñada.

Y se fue corriendo como una niña hasta su esposo que cargaba a Lucas, en cuanto a Amy estaba en brazos de Ryan.

—Buenas noches. —saludé a todos en general y Vanessa se acercó a mí para halarme con Ryan.

—Deberían ir practicando. —dijo para molestarnos y él sonrió divertido.

—¿Planearon molestarme? —los miré a ambos y luego a Benjamín, quien se acercaba con una copa.

—No, solo digo lo más lógico. —rió mi amiga, totalmente ilusionada por la idea. —Pero primero la boda, luego los bebés. O como gusten. —tomó del brazo a su novio y negué.

—Si, ambos deberían tomarse las cosas más seriamente. —agregó el chico bebiendo.

—Si tanto quieres tener un bebé en brazos, pídele a Benjamín que haga algo al respecto. —la miré. —Y hablando de seriedad, ¿Por qué no le propones matrimonio? —miré al chico y luego sonreí al ver que quedaron en silencio.

Ryan no dijo nada, y ambos pasamos tiempo con Amy hasta que pasamos a la mesa para cenar en familia.

—Primero que nada. —habló mi padre, levantándose con una copa en mano. —Quisiera hacer un brindis por mi hija, Lily, quién demostró ser la mejor abogada que conocí y que nos salvó de muchas cosas. Hija, estoy muy orgulloso de ti.

Me incomodaba ser el centro de atención, pero me conmovió lo último provocando una sonrisa de mi parte.

—Gracias.

Brindamos entre todos, reconociendo que las cosas volverían a ser como antes, al menos en el sentido profesional donde la mayoría se había alterado por el juicio. Dejando de lado ese tema, se disfrutaba un ambiente animado, lejos de preocupaciones.





Que bonito día, ¿Verdad? *Observa las nubes*

Intriga por lo que puede llamarse “perfecto” para Lily? *Guiño, guiño*

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