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CAPÍTULO 92

CAPITULO 92:
Recuerdos de Lily
[Parte IV]



El tiempo pasó y con él el suceso de mi hermano, aquello que me había hecho perder la sonrisa, una vez más. El Milano se había olvidado completamente de mí, aunque mantenía un contrato y me había relajado un poco con respecto al caso en cuestión, ya que solo esperábamos el juicio y en el momento me dedicaba a  hacer algunos trabajos para la familia.

Llegué a la casa de los Dimarco, solo por una llamada que requerían mi presencia y fui recibida por Micaela.

—Bienvenida. —me sonrió y devolví el gesto levemente, aunque no tuviste ánimos.

—¿Me necesitaban? —miré a su hermano que se acercaba con un folio en mano.

—Si, es importante ¿Nos ayudarías a reclamar unas propiedades? Creo que alguien como tú podría hacerlo, de otro modo tendré que ir personalmente y no seré amistoso. —me sonrió levemente y asentí.

—Lo entiendo. —tomé los papeles y salí en su compañía.

—André te llevará.

El nombrado asintió, abriendo la puerta del automóvil y subí en silencio. El trayecto no fue diferente y André lo ambientó reproduciendo algunas canciones. Por fortuna pude arreglar el problema con sutileza y ayuda de las leyes, y las propiedades regresarían a sus dueños.

Al regresar encontré a Micaela observando una revista de moda, y en cuanto me vió sonrió tomando un sobre.

—¿Pudiste? —se acercó.

—Si, fue sencillo. Eran unas personas compresivas. —hice un gesto al recordar el breve momento.

—Eso significa que debiste explicarles como a unos niños, ¿Verdad?

—Basicamente. —moví un poco mi cabeza y ella tomó mi mano para entregarme el sobre. —¿Que es esto?

—Es tu pago y no quiero que lo rechaces. —se cruzó de brazos y lo abrí para encontrarme con un cheque con una gran suma de dinero.

—Esto es demasiado. —intenté negarme, pero me interrumpió.

—Si tienes alguna queja se lo dices a Lucio, no escucharé nada al respecto. —movió las manos.

—Está bien, ¿Donde está?

—Por allí... —señaló una puerta que daba a la parte trasera de la casa. —Está entrenando. —había dado unos pasos, pero me detuve al escucharla.

—¿Que? —volví a mirarla.

—Lo que oíste... —rió. —¿En qué piensas? Tampoco lo encontrarás semidesnudo, por favor. —parecía muy divertida por la situación y reí levemente recordando a Vanessa.

—Esto debe ser una broma. —negué. —me recuerdas a alguien.

—Espero que en el buen sentido.

—Absolutamente, y me alegra que hayas recuperado tu ánimo. —suspiré señalando la puerta. —Iré hablar con él.

Salí a paso tranquilo, buscándolo con la mirada hasta que lo encontré a una distancia con un arma en mano y parecía que probaba puntería. Mientras me acercaba más notaba que si parecía haber entrenado, con su cabello húmedo por el sudor y los nudillos colorados.

—¿Interrumpo? —llamé su atención al momento en que cargó el arma y me miró.

—Usted nunca interrumpe, señorita. —me sonrió levemente, dejando el arma en una mesa y prestarme atención, conociendo la razón de mi visita.

—Es demasiado. —mostré el sobre con la intención de devolverlo.

—¿Demasiado? —asentí. —¿Acaso no valora su trabajo?

A veces era gracioso el respeto con el que me hablaba, pero también sabía hablarme con confianza.

—Eso no tiene que ver con mi trabajo.

—Claro que sí, tienes un caso a nuestro nombre en el que hiciste mucho para conseguir el juicio correspondiente, y mientras esperas, tomas diversos trabajos para ayudarnos. Por ejemplo, el de hoy. —encogió los hombros.

—Es lo mínimo que podía hacer, ustedes me brindaron protección, de otro modo habría sido despedida y con alguien como Sebastián detrás, creo que estaría en una situación complicada. —suspiré.

—Así no es la abogada que conozco. —negó. —No debes pagar por tu protección Lily, porque estás bajo mi protección. Quien se atreva a tocarte un cabello, ya sabe lo que le espera.

—Eres demasiado considerado conmigo. —desvié la mirada al punto que sería su blanco. —¿Y eso está mal?

Su pregunta me sorprendió, pero no podía mostrar emoción alguna.

—Supongo que... No —murmuré y lo escuché liberar un suspiro.

—¿Quieres intentarlo?

—¿Que? —me sorprendí y volví a mirarlo. Al hacerlo me di cuenta de que refería al blanco y no a otra que cosa que mi mente había ideado. —No podría. —me negué al recordar el pasado.

—No es tan difícil. —nuevamente negué. —Tranquila, no asesinarás a nadie.

Sin que pudiera anticiparlo se acercó, tomando mi mano para colocar el arma y aunque intenté soltarla, la presionó con la suya.

—No lo entiendes...

—Alguna vez alguien dijo... —me interrumpió, colocándose detrás para que pudiera guiarme y susurró. —Para superar tus miedos debes enfrentarte a ellos.

Giré el rostro para encontrarme con mirada, penetrante y segura, como si intentara decirme que conocía mi pasado y mis miedos, de algún modo me sentí segura y comprendida.

—¿Quieres intentarlo? —preguntó una vez más y solo pude sentir.

Él levantó su mano junto a la mía y cuando creyó que estaba en una buena posición, haló del gatillo para disparar, produciendo el sonido ensordecedor. En ese momento debía estar temblando del miedo, pero era todo lo contrario.

Meses después estaba con el sastre observando su magnífico trabajo mientras él sonreía complaciente al estar acompañado. Los meses pasaban y con ellos muchas cosas, pero intentaba mantenerme fuerte. Del mismo modo, siempre era acompañada por la custodia de Dimarco a la distancia, excepto por ese día.

—Es increíble el trabajo que hace, y todo para la familia Dimarco. —sonreí. —Es una lastima que solo haga trabajos para hombres.

—Como le dije tiempo atrás, esta es una tradición y con el pasar de los años las mujeres decidieron vestir diferente y con buenos diseñadores. —acomodó sus lentes tomando otra tela.

—Si, lo entiendo. Y, ¿Hay alguien que haya heredado su talento? Tiene una edad que ya debería descansar. —lo ayudé a acomodar la tela en su lugar.

—No, nunca me he casado. No tengo hijos ni esposa, así que el día que me retire me aseguraré de encontrar un buen sastre para esta tienda. —rió levemente.

—Espero que si, y que sea alguien a su nivel. —miré la hora. —Creo que debería irme.

En ese momento se escuchó la puerta y el hombre observó parcialmente.

—Los atiendo en un momento. —me miró y señaló una puerta para que me ocultara. —Llame al señor Dimarco.

Dudé por un momento hasta que escuché que los hombres levantaban la voz, los gritos no tardaron en sonar al igual que algunos golpes y decidí observar. La imagen que vi era tan violenta que no pude hacer otra cosa que ocultarme como me lo había indicado.

—Responde. —marqué a Lucio y tardó unos segundos en responder. —En la sastrería, ven rápido. Por favor. —pedí con voz temblorosa, seguida de un grito al escuchar un disparo.

Colgué la llamada para cubrir mis labios con ambas manos y esperar que esos hombres no me encontraran. Los recuerdos surcaron mi mente, una y otra vez dejándome inmóvil por varios minutos. Cerré los ojos evitando pensar en lo peor deseando olvidar todo lo que me venía a la mente.

—¿Señorita? —no supe en qué momento, pero Lucio tocaba la puerta.

Abrí con rapidez para poder respirar mejor y él me tomó de los hombros para que no cayera.

—¿Está bien? —entonces lo miré.

—¿Donde está el sastre?

Él no respondió e intenté salir de allí, pero me encontré con un cadáver. No podía creer que el hombre que había estado platicando conmigo minutos antes, estuviera sin vida a causa de un disparo. Sin poder controlar las náuseas vomité un poco y Lucio me sacó de ahí.

—¿Tienes fobia a la sangre? —su pregunta me sorprendió, pero no pude responder.

—Señor, sabemos quienes fueron y, también, sabemos a dónde se dirigen. —avisó uno de sus guardias.

—Vayan y retengalos hasta que llegue. —ordenó para después abrir la puerta y hacer que subiera. —Te llevaré a tu casa.

—¿Como sabes que no irán por mi? —pregunté con temblor en mi voz, en ese momento me sentía tan asustada.

—¿Te vieron? —negué de inmediato. —Entonces, no hay razón para hacerlo.

—Las personas no necesitan razones para hacer algunas cosas. —fruncí el ceño, frotándome las manos.

—Está bien, entiendo que estés asustada. —encendió el automóvil.

—En este instante lo que menos quiero es estar sola.

—¿Quieres ir conmigo?

No respondí y condujo por varios minutos hasta llegar a un lugar abandonado donde estaban estacionados los coches de sus hombres.

—Quedate aquí. Terminaré rápido.

Caminó con prisa dentro del lugar, no pretendía bajarme, pero la falta de aire comenzaba a molestarme y tuve que hacerlo. La ansiedad que sentía comenzaba a salirse de control y solo caminé hasta la puerta del lugar para observar.
No podía escuchar lo que hablan, pero la escena era difícil para mí. Lucio sostenía un arma en su mano, dispuesto a disparar al hombre que estaba de rodillas ante él. Aquello me trajo recuerdos más que evidentes y dolorosos, por lo que tuve que desviar la mirada y alejarme de la puerta esperando que todo terminara rápido.

—Terminalo. —lo escuché ordenar para luego tomar mi mano, sorprendiendome. —¿Estás bien? —preguntó llevándome hasta el automóvil y abrazarme por un momento mientras el disparo resonaba en el lugar.

Asentí ante su respuesta, intentado engañarlo y también engañarme a mí misma, pero mís labios no hicieron su trabajo.

—No. —desvié la mirada. —Jamás creí volver a presencial algo parecido, otra vez.

—¿Otra vez? —repitió en tono bajo y subí al automóvil, sin intenciones de responder o explicar aquel suceso.

Él lo comprendió y no preguntó más, cuando sus hombres salieron del lugar cruzaron algunas palabras para luego subir al automóvil y conducir en silencio.

—Estás en casa. —mencionó y solo en ese instante noté que estábamos delante del edificio.

—Gracias. —murmuré abriendo la puerta.

—Lily... —me detuvo, aquella era la primera vez que me llamaba por mi nombre con un tono diferente. —Eres una mujer fuerte, pero hay cosas que no deberías experimentar, sea primera o segunda vez. Por eso, estaría bien si dejas el caso. No necesitas involucrarte más con nosotros.

—He llegado hasta aquí, solo necesitaba al testigo y ya lo tengo. No te preocupes por mí. —respondí sin mirarlo y finalmente subir a mi departamento

Intentaba convencerme de mis palabras, pero era totalmente consciente de los peligros que representaba estar con ellos. Ese era mi razonamiento personal, aunque en lo profesional debía seguir adelante.




Lily tiene el razonamiento de: sabes que estás en peligro, pero la profesión es más importante *tira más leña al fuego*

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