CAPÍTULO 90
CAPÍTULO 90:
Recuerdos de Lily [parte II]
Despertaba luego de dos semana de exhaustivo trabajo, hacía lo mío como sabía, pero con la pequeña diferencia de que Lucio Dimarco me ofrecía su apoyo constante. Sin embargo, había un detalle importante y eso era que, no conocía a su hermana y era la persona con la que necesitaba platicar.
—¿Como va todo? —preguntó con tranquilidad después de que llegara a su casa donde bebía té, sin una pizca de preocupación.
—Hablando legalmente, hago lo que puedo, pero sus abogados responden mejor de lo anticipado. —liberé un suspiro, mientras me negaba a beber un café.
—Lo imaginaba, ¿Que necesita específicamente? —dejó la taza sobre la mesa para mirarme con una leve sonrisa.
—Muchas cosas, principalmente, valiosa información sobre la empresa y si es posible, también, de su dueño... —me detuve cuando levantó una mano, pidiendo un poco de tiempo.
—Le daré todo lo que necesite, pero no me lo diga a mí. —justo en ese momento alguien más entró al lugar. Un hombre que aparentaba unos cincuenta años, algunas canas y vestimenta casual, pero de color oscuro. —Le presento a mi mano derecha, a quien puede llamar como, el informante.
Lo señaló y el hombre asintió levemente para después mirarme.
—Es un gusto conocerla, señorita. De ahora en adelante estaré a sus servicios para facilitar su trabajo.
—Claro. —asentí un poco confundida, mirando a Lucio, quien sonrió. —¿Informante?
—¿Le parece incómodo? —se levantó de su lugar.
—No es incómodo, es raro, ¿Tendré que pedir algo y decir, “informante, necesito esto o aquello? —fruncí levemente el ceño.
—Exactamente, aunque puedo decirle su nombre, pero eso implica introducirla en este mundo más de lo que debería. —se acercó a mí. —Y quien sabe, no pueda salir de aquí, o incluso pueda perder la vida.
—Ya veo. —desvié la mirada sin interés para que supiera que no podía intimidarme. —Sería un gran desperdicio, porque nadie terminaría este trabajo según la voluntad de su hermana.
Él sonrió y miró al hombre presente, como si se diera cuenta de algo.
—Como decía, el informante basicamente consigue absolutamente toda la información que le pidas, el tiempo dependerá de la importancia, pero siempre tendrás lo que quieras. —explicó brevemente. —Digale lo que me estaba diciendo.
—Bien. Si es tan amable, me gustaría pedirle información que ayudaría en el caso.
—Puede decírmelo, no tema. —habló con amabilidad.
—De acuerdo, lo que necesito es información importante de la farmacéutica como, fecha de iniciación, con que frecuencias realizan las pruebas y cuáles son sus sujetos de prueba. Algo me dice que hacen cosas ilegales, de otro modo Francesco Martini seguiría con vida. —los miré a ambos. —Tambien, si es posible una lista de todos los que se ofrecieron para las pruebas, serían buenos como testigos. Y en cuanto al dueño, sería suficiente comenzar con su historial familiar e intelectual.
—Entendido, en unos días lo tendrá. En cuanto a los testigo, supongo que tardará un poco más.
Cruzó algunas palabras con Lucio y se retiró, dejándonos solos.
—¿Puedo hacerle una pregunta? —lo miré hasta que asintió. —¿Su hermana se encuentra mejor?
—Dentro de lo posible.
—¿Cuando podré hablar con ella?
—¿Es lo que quiere? —me miró con seriedad.
—Es la única que me puede brindar una perspectiva diferente, ya que su prometido pudo haberle dicho algo que no sabemos.
—Bien. —se levantó y caminó hasta la puerta donde me miró. —Venga.
Lo seguí, subiendo las escaleras donde en el segundo piso tocó la puerta de una habitación. No recibió respuesta y abrió.
—Hermana, hay alguien que quiere hablar contigo. —tampoco respondió y me miró. —Intente hablar con ella, que reaccione, si lo hace le daré lo que quiera.
Sin más salió de la habitación, cerrando la puerta y solo entonces noté la oscuridad de la misma. Las ventanas parecían no haber sido abiertas en un tiempo, al igual que las lámparas. Solo una estaba encendida, una pequeña y con la luz suficiente para apreciar una fotografía.
—¿Micaela? —me acerqué con lentitud, esperando que no tuviese una mala reacción. Allí pude ver la fotografía y era de una pareja muy feliz, suponía que era ella con su prometido. —Micaela, soy la abogada a cargo del caso de su prometido.
Ella no respondió y su estado era preocupante, me preguntaba ¿Por qué su hermano no la había llevado con un especialista?
—¿Podemos hablar? —ella continuaba igual y coloqué una mano sobre su hombro. —Se siente en un abismo de profunda oscuridad y duele, ¿Verdad? Duele tanto que siente que jamás lo podrá superar.
—¿Alguna vez perdió a alguien preciado? —habló después de un momento, sorprendiendome.
—No, pero sé lo que es esa oscuridad. No es causado por el mismo sentimiento, pero el abismo es el mismo. —intenté relajarme.
Aquel lugar lúgubre y su estado me recordaba a mí misma cuando estaba asustada y dolida por los sucesos del secuestro, así que podía decir que sabía cómo se sentía.
—¿Le importaría dejarme? Cuando quiera hablar con usted, la llamaré. —apagó la lámpara para dejar todo a oscuras.
Me alejé de ella y antes de abrir la puerta giré para hablar con seguridad.
—Le prometo llevar el caso y hacer pagar al responsable. Ahora mismo necesita una mano para que salga de ésta situación y quiere justicia, puede tomar la mía y confiar que haré todo lo que sea posible. —intenté brindarle mí seguridad para que no se siguiera hundiendo y que tomara mi mano para que no cayera al abismo en el que estaba.
Aquel día me retiré con un sabor amargo al ver el estado en el que estaba, me costaba creer que fue su idea la de contratarme. Me compadecía de su estado y esperaba jamás experimentar algo parecido, referido a una pérdida que me hundiera de tal modo.
Después de unos días de intensa investigación y trabajo por parte de “el informante”, finalmente llegó el momento en el que se entregaría la información tan esperada.
Era una tarde soleada cuando llegué a la casa de los Dimarco, donde dos hombre me esperaban en su estudio. Sin mucho rodeo el mayor me entregó una carpeta con documentos detallados y archivos digitales.
—Aquí tiene todo lo que solicitó. La información sobre la farmacéutica ApexBio, los detalles de las pruebas realizadas, los sujetos de prueba, y el historial familiar e intelectual del dueño están incluidos en estos informes. También he recopilado una lista preliminar de posibles testigos para el caso. Espero que esta información sea de utilidad para su trabajo —explicó el informante con una expresión seria pero confiada.
—¿También consiguió la lista de los testigos? —me sorprendí.
—Si, creía tardar un poco más, pero no fueron tan difíciles como parecían.
Asentí abriendo la carpeta y revisar meticulosamente cada documento, asimilando la magnitud de la información que tenía en manos. La evidencia recopilada parecía arrojar luz sobre las sospechas de actividades ilegales en la farmacéutica y proporcionaba pistas valiosas para el caso. Entre los documentos, encontre un extenso informe sobre Sebastián Sharp, el enigmático dueño de ApexBio.
—Sebastián Sharp. —Decidió hablar el inforamante ante mi mirada y la de Lucio. —Nacido en Canadá, pero criado en Italia desde los 10 años, creció en un entorno de abundancia y privilegio. Se graduó como científico en las mejores universidades, donde adquirió los conocimientos y las habilidades necesarias para desarrollar la farmacéutica ApexBio. Con una mente brillante y una ambición desmedida, Sharp se destacó en el campo de la investigación farmacéutica, estableciendo su imperio empresarial con un enfoque en el desarrollo de medicamentos innovadores.
La información detallada sobre aquel hombre revelaba su trayectoria académica y profesional, así como su ascenso al poder en el mundo de la industria farmacéutica. Sus conexiones, recursos y reputación lo posicionaban como una figura influyente y controvertida en el campo, lo que planteaba interrogantes sobre su papel en el caso de Francesco Martini y las prácticas de ApexBio.
—Eso explica muchas cosas de la relación entre ese maldito y Francesco. —la pronunciación de una voz femenina nos sorprendió, haciendo que miráramos en dirección a la puerta y encontrar a Micaela con un mejor aspecto.
—Hermana. —Lucio se levantó de inmediato para acercarla a una silla y que pudiera tomar asiento. —¿Te sientes mejor?
—Solo un poco débil, pero mejorando. —me miró. —Aportaré todo lo necesario, y espero que cumplas tu promesa.
Solo pude asentir mientras se acomodaba en su asiento, aunque parecía dudar en hablar.
—Como saben, Francesco trabajaba como científico en ApexBio y la razón era la amistad que había desarrollado con Sebastián, ya que habían estudiado juntos. —hizo una breve pausa. —Tambien lo conocí meses antes, cuando anunciamos nuestro compromiso, él quería que conociera a su amigo y mentor para desarrollar la farmacéutica.
—¿Dices que fue una idea conjunta? —preguntó su hermano.
—Basicamente, algo de años atrás, pero solo Sebastián pudo llevarlo a cabo con su dinero y le dió un trabajo a Francesco. Antes del incidente me comentó que notaba ciertas irregularidades en los fármacos, en los que él no podía controlar y confesó su desconfianza. —apretó los puños con enojo. —Por eso es absurdo que la autopsia arrojara la ingesta de los mismos, jamás lo haría.
Negó peleando con las lágrimas que comenzaba a deslizarse sin control, su impotencia y dolor eran evidentes, cómo así también doloroso para los que la vieran.
Sus palabras me dejaron pensativa e intentaba analizar la situación desde otro punto.
¿Alguien está emocionado por esto? *Toma cafecito*
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