CAPÍTULO 72
CAPÍTULO 72
Al llegar pude notar el automóvil de mis padres y no quería imaginar la verdadera razón de aquel encuentro.
Intenté estar lo más tranquila posible y poder tocar la puerta. Esperamos a que abrieran, evitando mirarnos porque ambos parecíamos pensar lo mismo. Segundos después nos encontró la señora Rogers con una expresión preocupada hacia su hijo.
—Ryan...
—No es momento mamá. Luego te lo explico. —anticipó.
—Está bien. Pasen... —nos dió permiso y en cuanto entramos nos encontramos con los tres mayores sentados en la sala.
Mis padres se levantaron inmediatamente al verme, pero su expresión no reflejaba preocupación sino desaprobación y respiré profundo.
—Lily, cariño ¿Quieres explicarnos que sucede? —preguntó mi madre, mirándome para luego mirar a Ryan.
—¿Debería preguntar lo mismo? —fruncí el ceño. —¿Que hacen aquí y por qué nos llamaron?
—¿Por qué? —cuestionó mi padre y luego señaló las heridas de Ryan. —¿Será por eso? ¿Que demonios sucede entre ustedes?
—¿Entre nosotros? —levanté la voz, mientras los demás se mantenían en silencio. —Puedes verlo en ese estado y lo único que preguntas es ¿Por lo nuestro? ¿Es en serio papá? —me molesté.
—¡Lo pregunto porque sé que al no aclararlo ahora, tampoco lo harás luego! —respondió, con notable enfado.
—Adam, calmate. Te pediré que no grites, actúa como un adulto. —intervino la señora Rogers. —Dejala hablar sin presiones.
—Pero Sam... No puedo reaccionar de otra manera. —se escuchó calmo.
—No tiene que preocuparse. —decidió hablar Ryan.
—¿Que no me preocupe? ¿Acaso dirás que la cuidarás? —nuevamente se molestó, tomandolo del cuello de la camisa. —¿Luego de todo lo que le causaste?
—Adam, no te excedas. Lily es tu hija, pero Ryan es nuestro hijo. —el señor Rogers se levantó al ver la situación. Aún así, mi padre no hizo caso.
—Papá, ya basta. —lo detuve, haciendo que lo soltara.
—Claro que no diré eso... —continuó el más joven, con un semblante apagado. —No hay nada entre nosotros y tampoco lo habrá, su hija me rechaza continuamente. Así que, puede estar tranquilo, ella no necesita que nadie intervenga, es ella misma quien traza la línea en esto y lo acepto. —me miró. Su mirada reflejaba ¿Desepción? —Lo acepto. —repitió alejándose de mí.
Su actitud me sorprendió, ¿También era bueno actuando o lo decía en serio? Solo habían pasado unos minutos desde que habíamos estado en el hospital y su semblante era totalmente contrario, provocándome confusión.
—¿Y quieres que lo crea? —cuestionó mi padre y lo miré. —Tu y yo hablaremos seriamente.
—¿Hablar? —cuestioné del mismo modo.
—Mamá, ¿Donde está Max?
—Está arriba, en tu habitación. —respondió la mayor y lo vi subir las escaleras mientras un sentimiento de culpa crecía en mi interior.
—Es momento de irnos, ésta conversación no debió ser así. —habló mi madre, disculpándose con los dueños de la casa.
También me disculpé con ellos dispuesta a irme, pero mi padre me detuvo para que fuera con ellos a la casa y así escuchar su sermón completo.
—Lily, hija. Por favor, dime qué entre ustedes no sucedió y tampoco sucede nada. Por favor, no me decepciones. —habló con paciencia, controlando su humor. Jamás lo había visto de ese modo, parecía molesto y desesperado.
—¿Que no te decepcione? —fruncí el ceño. —¿Que esperas que te diga exactamente?
—Hace tiempo sospechamos que algo inusual sucede entre ustedes, sus miradas y dinámica en la cena, no solo con ustedes sino con su hijo. —mencionó mi madre, más controlada que mi padre. —Lily, ¿Dieron ese paso? ¿Se están permitiendo una relación?
La respuesta a esa pregunta fue fácil de dar, era simple para mí, pero por alguna razón no podía exteriorizarla en ese momento. Negarlo se había convertido en algo tan difícil que solo quedé en silencio, sin dar ninguna respuesta ni indicio.
—Fue por él que te fuiste, sé que en su momento no pudiste hablarlo conmigo, pero tu madre me lo contó todo. Aquel secreto que solo compartiste con tu hermano, aquello que te dijo Ryan que te hizo una niña tan sombría cuando debía ayudarte. Hija, eres lo más preciado para mí, no me decepciones.
—¿Continúas hablando de decepción? —contuve el nudo que se había formado en mi garganta, mientras los recuerdos regresaban a mí. —¿Que caso tiene hablar del pasado o del ahora si solo se enfocan en la decepción que puedo causarles? Esto me agota como no tienen idea, tengo 26 años, maldición ¿Cuando comprenderán que puedo tomar mis propias decisiones? —cuestioné presionando los puños, para controlar mi ánimo.
—Tienes 26 años, y tomas buenas decisiones profesionalmente. Lamentablemente no puedo decir lo mismo sentimentalmente. Nuevamente tropiezas con la misma piedra, esa que te hizo tocar fondo. —no pude replicar. —No negaré que es bueno en los negocios, como socio, ¡pero tu no eres un negocio! Tu estás fuera de discusión aunque tenga que terminar nuestra sociedad y no me importaría quedar en la quiebra.
Hubo unos segundos de silencio, mi madre no emitió ninguna palabra, solo lloraba en silencio y la entendía. Entendía su preocupación y aflicción.
Bajé la mirada, dejando deslizar una lágrima que limpié rápidamente y luego volví a mirarlo con seriedad.
—¿Y quien decide eso? Utilizaré tus propias palabras, ¡no soy un negocio! Puedo tener una relación con Ryan, terminarla, regresar, tener solo aventuras o lo que sea, es solo mi decisión y no puedes opinar sobre ello porque es mi vida...
Y justo en ese momento, al terminar de hablar sentí el impacto de su mano sobre mi mejilla, él me había abofeteado.
—¡Adam! —mi madre lo detuvo, totalmente alarmada.
Él jamás me había levantado la voz de pequeña, jamás me había regañado sin razón y jamás me había levantado la mano, era irónico que a una edad tan adulta lo haya hecho por primera y última vez.
Froté mi mejilla sintiendo el ardor del golpe, incapaz de mirarlos, solo giré dirigiéndome a la puerta.
—Lily, hija lo siento. —se escuchaba arrepentido, aún así no lo miré y salí de la casa, conduciendo sin rumbo.
Me detuve después de mucho, en una zona poco habitada de la cuidad me detuve a pensar y asimilar lo sucedido mientras deslizaba el espejo del automóvil para mirar mi mejilla, aún roja por el golpe.
Descansé los brazos sobre el volante para hacer lo mismo con mi cabeza, dejando deslizar las lágrimas que había contenido. Aquello era un llanto silencioso y frustrante que hasta el momento no había experimentado, al menos no con mis padres. Parecía una broma todo lo que me sucedía, ¿Acaso Ryan me llevaría a tocar fondo nuevamente, a pesar de haberme convertido en una mujer tan fría?
Esa pregunta solo la podía responder él, por eso tomé el móvil con la mano temblorosa y marcar para llamarlo, pero no respondió. Hice varios intentos obteniendo el mismo resultado.
Regresé a la ciudad luego de muchas horas dirigiéndome a la casa de los Rogers, donde se suponía que se encontraría o eso me lo había informado su madre.
Toqué varias veces hasta que abrió, con una expresión de disgusto que quise ignorar.
—¿Ahora, que sucede? —me preguntó con el ceño fruncido, sin invitarme a pasar.
—¿Están tus padres? —entré, cerrando la puerta con cuidado.
—No, tenían algo que hacer. ¿Que quieres?
—Supongo que regresarán pronto, no puedes ver a Max tanto tiempo. —sonreí sin ganas. —Si que eres bueno en muchas cosas. Deja de actuar, estamos solos. —me acerqué, tomando su camisa para jugar como si fuese una niña regañada; con la intención de recibir un abrazo, algo que realmente necesitaba.
—No estamos solos, y no estaba actuando. —tomó mis manos para alejarlas de manera brusca.
—¿Que?
—¿Hasta cuando creíste que lo soportaría? Llevo meses intentando de todo para que pudiéramos dar un paso, como los adultos que somos, pero ¿tú? —negó. —Tú solo te concentrabas en lo que pasaba en la habitación, está bien, admito que al comienzo lo inicié como un juego para que pudieras acceder, pero en esto, te hablé de sentimientos y lo único que haces es ignorarlo. Como se lo dije a tu padre, lo acepté y por eso, terminamos aquí.
Sus palabras surcaron mi interior, las mismas que la noche anterior habían causado un desorden emocional, en ese momento me calaban como veneno doloroso por cada rincón qué, helaban mi piel.
—¿Que dices? —pregunté, con titubeo.
—Lo que escuchaste.
—¿Y quién te da ese derecho? ¿Por qué decides por ambos? —levanté la voz.
—Lo comencé y puedo terminarlo. —me miró con seriedad.
—Comenzó porque así lo quise y terminará cuando lo decida... —me detuve, asimilando mis palabras, no sonaba como una mujer equilibrada o razonable. Llevé una mano a mis labios para cubrirlos y morder, para evitar sonar como una adolescente herida. —Terminamos, porque así lo decido.
Corregí lo último intentado aparentar una mujer fuerte y fría, lo que él hacía tanta alusión.
—Lily. —Max salió de algún lado para correr hacía mi y abrazarme con una sonrisa. Me arrodillé a su altura para mirarlo y él hizo lo mismo. —¿Llodaste?
—¿Lloré? —él asintió. —No bebé, yo no lloro, soy una mujer muy fuerte. —sonreí.
—Quedate a cenar. —tomó mis mejillas e hice una mueca de dolor, sin poder controlarlo.
—Max. —mencionó su padre.
—No puedo, ahora debo irme. Tengo cosas que hacer, ¿Sabes?
—¿Te veré ponto? —me abrazó.
—No lo sé, quizás... —susurré, correspondiendo. —Ahora ve, come bien y crece fuerte. Siempre te digo lo mismo, ¿Cierto? —él asintió con una sonrisa y se fue corriendo.
En ese mismo momento me dirigí a la puerta, pero Ryan me detuvo tomando mi brazo.
—¿Que tienes en la mejilla?
Sin responder me solté de un tirón, y del mismo modo me fui a mi automóvil. Mientras conducía mis labios temblaban sin control, amenazantes por el llanto y solo quise ir a un lugar donde me permitiría llorar de ese modo, pero no lo hice. Debía aceptar que algunas cosas había que enfrentarlas conmigo misma y así poder sanar mis propios conflictos.
*Se sienta para no ver a nadie*
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