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CAPÍTULO 61

CAPÍTULO 61


El caso no comenzaba oficialmente, pero ¡Como! agotaba mentalmente, al punto de quedarme en mi departamento para trabajar mejor, llevando algunos pendientes de la oficina. Claramente que eso fue con aprobación de mi jefe.

—Necesito comer algo... —rebusqué en la cocina hasta recordar los chocolates. Sonreí al encontrarlos y más aún por la forma del corazón. —¿Que es esto? ¿Somos adolescentes enamorados?

Inmediatamente negué, tomando un par para comerlos y disfrutar la delicia de ese sabor que no comía a menudo. Inevitablemente recordé a Ryan y sonreí de nuevo.

—Funciona. —suspiré, recordando sus palabras.

Luego de un momento decidí salir para distraerme un poco. Caminé sin rumbo, solo para despejar las ideas hasta que alguien tomó mi mano. Claramente me sobresalté, sin saber que acción tomar hasta que lo miré y suavicé mi expresión.

—¿Max? —me arrodillé para quedar a su altura. —¿Que haces aquí? ¿Con quien viniste?

—Papá. —respondió con una risa inocente para abrazarme con fuerza.

—¿Donde está? —lo levanté en brazos y señaló en dirección por donde llevaba un Ryan un tanto agitado, por haber corrido.

—Max... —intentó regañarlo, pero lo detuve con un certero “shhh”. —Sabe que no tiene que correr.

—¿Por qué lo hiciste? —lo miré.

—Lily, quería ir con Lily. —jugó con sus manitos.

—Tan lindo. —lo abracé y miré a su padre. —No lo regañes, solo quería venir conmigo, pero Max. No debes correr, ¿De acuerdo? —él asintió comprendiendo y escuché un suspiro de parte del mayor.

—¿Que hacías? Creí que estabas demasiado atareada. —se acercó un poco.

—Lo estoy, solo salí a tomar un poco de aire fresco. Lo necesito. —bajé al niño para que tomara la mano de su padre.

—¿Estrés?

—Es lo que quiero evitar, ¿Vinieron solos? —miré a los alrededores, creyendo que Ashley aparecería en cualquier momento.

—Si, ella no está, de nuevo. —murmuró bajo, para que Max no se percatara y en su distracción me robó un beso. —Max, ¿Quieres un helado?

Sus acciones era divertidas y peligrosas, pero no podía reprimirlo. No tenía ese poder, solo podía controlarme a mí misma y eso ya era una lucha.

—Si. —respondió felizmente y Ryan se arrodilló a su altura para decirle algo al oído. En un secreto muy sospechoso, hasta que se separó y Max asintió con una sonrisa. —ven con nosotros. —pidió, mirándome.

—Mira sus ojitos, no puedes rechazarlo. —agregó Ryan e inevitablemente reí.

—Deja de utilizar al niño. —lo regañé para volver la mirada al menor. —Está bien, cariño. Claro que los acompañaré.

Él parecía estar más feliz, tomando la mano de su padre y con la otra, tomar la mía para dirigirnos a una heladería al otro lado de la calle. En esos momentos sentí la calidez de su diminuta mano, despertando algo que hasta el momento no me lo había tomado en serio, pero ¿Sentía deseos de ser madre?
Hasta el momento, las pocas veces que había mencionado el tema, fueron palabras vacias pero al tratar con Max eso fue cambiando gradualmente, quizás era por su ternura o inocencia. No sabía explicarlo, pero al observarlo, despertaba mi lado “maternal” que no sentía ni con Amy, pero ella era diferente, la amaba de todos modos.

—Quiero de chocolate. —pidió, sacándome de mis pensamientos.

—¿Chocolate? Comes demasiado chocolate. —respondió Ryan y el niño hizo una mueca de desagrado.

—Será mejor uno de vainilla. —sugerí. —Es igual de delicioso y te hará feliz, ¿Que dices?

—Está bien. —sonrió. Su padre me miró con evidente celos en su expresión y no supe identificar la verdadera razón.

—Demasiado chocolate no es bueno para los niños, deberías saberlo. —murmuré con disimulo, recibiendo los pedidos.

—Lo sé, pero me es difícil decir que no.

Negué con una sonrisa, sentándonos en los asientos disponibles dentro del local, y qué, por fortuna no había mucha concurrencia.
Para sorpresa de ambos, Max no se sentó en un asiento, en su lugar fue conmigo para sentarse en mis piernas y comer tranquilamente.

—Max... —intentó decir, pero lo detuve con una seña para que lo dejara.

—Está bien. No me molesta. —sonreí, tomando una servilleta para limpiar al costado de su labio que se había ensuciado.

Para cuando levanté la mirada, Ryan me observaba detenidamente, parecía encantado y confundido a la vez. Aunque quise preguntar, me lo reservé por la presencia del niño. Solo le dediqué una sonrisa incompresiva y me devolvió el mismo gesto.
Después de eso nos fuimos a un parque para que Max pudiera jugar, y cuando lo noté era demasiado tarde. Sinceramente no había notado el trascurso de las horas y eso me hacía sentir bien, la presencia de ambos era tan grata y reconfortante que hasta olvidé mis obligaciones y lo único que podía pensar era, regresar a casa y descansar. No quería desperdiciar esa energía en el trabajo, mínimo la tendría conmigo hasta el próximo día.

—Adios Max. Llega a casa y descansa. —lo saludé, estando en el automóvil.

Él movió sus manitos de manera frenética, acompañado por una sonrisa más que resplandeciente. Suponía que lo había pasado bien, y eso me alegraba.

—Tambien descansa. —me dirigí a su padre.

Al regresar a mi departamento me sentía con energías renovadas, tomé una larga y relajante ducha para recostarme aunque no tuviera sueño.

Ryan: Dormirás temprano?

Yo: ¿A que viene esa pregunta? Espera, no me lo digas... 😐

Ryan: Estoy abajo, ¿Puedo subir?

Corrí hasta el ventanal para observar hacia la calle, y en efecto, allí estaba su automóvil.

Yo: de todos modos lo harás.  ✓✓

En menos de cinco minutos estaba tocando la puerta, abrí sin ánimos de discutir y lo dejé pasar.

—Nos acabamos de ver, ¿Por qué no cuidas de Max? —me acerqué, y para su sorpresa, lo abracé.

—Luego de tomar una ducha, quedó completamente dormido. Está en casa de mis padres. —también me abrazó, descansando su mentón sobre mi cabeza.

—Y estás aquí, porque... —quedé en silencio, luego de un tono dudoso para que respondiera.

—Porque quiero estar contigo. —me separó para besarme, pero no de un modo deseoso, sino gentil y amable que hasta parecía decirme “te quiero”.

Era eso o la ilusión comenzaba a manifestarse en mí, y  solo podía ahogarla bebiendo mucha agua.

—¿Pretendes quedarte? —lo miré un momento.

—¿Puedo? —sonrió.

—Siempre haces lo que quieres. —entonces rió.

—Te lo estoy preguntando, caso contrario, claro que respetaré tu decisión.

—Esto es nuevo. —murmuré, desviando la mirada. —Pero Max...

—Él está bien.

Después de pensar un momento lo acepté, y el sueño comenzaba a llegar, aunque no estaba segura de que realmente se quedara “solo a dormir”

Nos recostamos y aunque tenía sueño, me costaba conciliarlo.

—Lily —me llamó, en tono bajo.

—Hmmm. —mantuve los ojos cerrados.

—Quiero preguntarte algo. —ante mi silencio continuó, deteniéndose un momento pudiendo notar su duda, hasta que finalmente lo dijo. —¿Que sucedió la última vez en mi casa? —preguntó directamente, y tuve que reprimir mi sorpresa, aún así no respondí.

—Estoy apunto de dormir. —mentí, presionando las cobijas.

—Claro que no, sé que no puedes hacerlo, pero puedo ayudarte. —se removió para colocarse encima. —¿Quieres agotar energías?

Lejos de despertar mi apetito sexual, solo quedé mirándolo, sin saber que acción tomar. Su pregunta me había descolocado totalmente.

—Lo ves. —Volvió a recostarse, pero de lado, para mirarme. —Creo que en la relación que estamos, deberías responder esa pregunta.

—¿Estamos en una relación? —fruncí levemente el ceño para mirarlo. —Creí que había aclarado ese punto.

—Ambos sabemos que esto no es solo sexo, no lo fue la primera vez, no lo es ahora y tampoco lo será en el futuro. Eso fue lo que aclaramos. —acarició mi rostro.

—¿Que clase de expectativas tienes conmigo? —imité su posición.

—Sé que lo sabes. —acarició mi mejilla con el pulgar, y no tuve ánimos de contradecir. —Vamos, dímelo.

Lo pensé por unos segundos, incapaz de ocultarlo y recordar aquel suceso tan traumático de mi vida.

Siempre se repetía el mismo recuerdo, en las calles de Nueva York, donde caminaba con mi hermano, las mismas calles que de convirtieron
en un laberinto de miedo y desesperación cuando un automóvil se detuvo, y mi mundo cambió para siempre. Si no hubiera sido por mi repentina actitud, quizás no me habrían secuestrado. O eso es lo que me decía a mí misma mientras me llevaban a un lugar desconocido.

Me habían sedado con alguna droga y cuando desperté, me encontré perdida y asustada. El frío y la soledad me envolvieron los sentidos, y las lágrimas comenzaron a fluir de mis ojos. El suave vaivén de lo que parecía ser un automóvil se convirtió en mi única conexión con el mundo exterior. Pero cuando escuché a Eve, mi amiga, una pequeña esperanza se encendió en mi pecho.

Nos metieron en una habitación fría, nuestras vistas limitadas por vendas, y luego todo se volvió oscuro. Cuando desperté de nuevo, estábamos en medio de un intento de escape. Pero la libertad tenía un precio.

Un disparo rompió el silencio resonando en el lugar, seguido por el sonido sordo de un cuerpo cayendo. La sangre comenzó a manchar el suelo, y mi grito de horror resonó en el vacío. El enojo de nuestros captores se desató, y un segundo disparo voló por el aire. Eve se interpuso entre yo y la muerte, recibiendo el impacto que estaba destinado para mí. Ese mismo disparo  que le hizo perder su embarazo. Ese mismo disparo que en algún momento cuestioné y deseé que hubiera llegado a su destino.

Yo era solo una niña de catorce años, atrapada en una pesadilla de adultos. Todo esto, porque alguien quería el dinero de mi padre y aprovecharse de su gran posicionamiento empresarial y de lo que respectaba en tecnología. En aquel entonces, no entendía el verdadero "por qué" y tampoco quería saberlo. Solo quería olvidar, pero cada recuerdo me arrastraba de vuelta a ese oscuro lugar. A pesar de haber crecido y convertirme en una mujer fuerte, la fobia que despertaron en mí siguía viva, como un recordatorio constante de aquellos días

—Tengo... Tengo fobia a la sangre. —confesé en tono bajo. —Es una secuela que me quedó luego del secuestro.

Me miró sin emitir respuesta o sonido, por lo qué continué.

—No sé que tanto sabes al respecto, pero cuando asesinaron a un hombre delante de mis ojos y luego le dispararon a Eve... —sentí mis ojos humedecerse por los recuerdos, incapaz de controlar ese sentimiento. —La cantidad de sangre que vi ese día, es algo que jamás olvidaré.

Me senté en mi lugar, mordiendo mi labio para no caer en aquel sentimiento tan oscuro, de nuevo. No quería sentir nada parecido de nuevo, aunque eso significara guardar todas las lágrimas que amenazaban con salir por las traumáticas imágenes que llegaban a mi mente.

Sin anticiparlo me abrazó con lentitud y cuidado, como si sintiera mi fragilidad; pero a la vez, ese abrazo se sintió protector aunque no dijera nada. Y mi mente debatía en una nueva batalla en la qué, por un lado pedía decirles sus verdades y por otro, pedía que me dejara contener.

—Lo siento. —susurró. —Siento lo que viviste, y siento cada pesar que sientes ahora.

—Es pasado, solo debo aprender a vivir con las secuelas. —respondí del mismo modo. —No es algo que no pueda superar, algún día. —murmuré la última frase.

—Lo siento. —repitió. Entonces se me generó la idea de que no se disculpaba por el momento sino por el pasado. —Quizás no sea de ayuda, pero conmigo puedes sentirte segura. Cuando te sientas abrumada, puedes venir a mis brazos y te protegeré. Lo prometo.

Había deseado tanto, tanto escuchar esas palabras que parecía que mis deseos se habían desvanecido en el tiempo, y no sabía cómo sentirme en ese momento. Inevitablemente me aferré a sus brazos, con fuerza y no era por lo dicho, sino para que no viera una lágrima deslizarse por mi rostro. Mis esperanzas con él, habían sido enterradas muchos años atrás que parecía mentira lo que dijo y como estábamos en ese momento, ¿Que debía sentir?






Por un lado, Lily con un instinto maternal.

Y por otro...

¡Fobia! Bueno, no es para menos *se va pateando una piedrita*

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