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CAPÍTULO 114

CAPÍTULO 114

Al finalizar la noche estábamos camino a la casa que ya estaba completamente amueblada y donde pasaríamos nuestra primera noche de casados.

—¿Estás seguro de que Max estará bien con tus padres? —lo miré al estacionarse.

—Completamente, ¿Por qué? Hasta parece que no quieres estar a solas conmigo. —me sonrió y bajé del automóvil.

—No es eso, solo que habría sido lindo entrar como una famila, ¿No lo crees? —tomé su mano.

—Si, pero ya tendremos tiempo para eso. —besó mi mejilla. —Mucho tiempo. —repitió llevándome hasta abrir la puerta.

Entramos de la mano, encendiendo las luces para ver el maravilloso trabajo y ver que lucía como un verdadero hogar, nuestro hogar.

—Es perfecto. —suspiré y lo vi subir las escaleras.

—¿Me acompañas? —extendió su mano, cosa que no dudé en tomar.

Caminamos a paso lento por el pasillo, hasta llegar al final del mismo, donde se encontraba la habitación principal. Él la abría con lentitud, dejando ver algo sumamente bonito y decorado para la ocasión, con luz tenue. Intenté entrar, pero me detuvo para tomarme entre sus brazos y entrar como se debía.

—¿Estuviste viendo películas? —reí un poco por la situación.

—No, solo lo estuve soñando y esperando. —susurró acercándose a la cama, donde me dejó con cuidado para quitarse el saco del traje y mis zapatos.

Ante mi mirada comenzó a desabotonar su camisa, pero me senté pata detenerlo.

—Eso déjamelo a mí. —tomé su mano para atraerlo y besarlo, lentamente.

Con la misma lentitud me recosté dejando que él estuviera encima para darle acceso a lo que quisiera aquella noche. Suspiré al sentir su mano viajar por mi pierna, erizandome la piel a su paso hasta llegar al muslo donde ser detuvo para mirarme.

—¿Estaría mal tomarnos todo el tiempo necesario para disfrutar la noche? —preguntó sobre mis labios y sonreí.

—No, esta noche es completamente nuestra, cariño. —acaricié su rostro para seguir hasta su cuello y unir nuestros labios.

Deslizó el cierre del vestido mientras hacía lo mismo con su camiseta y poder acariciar su torso desnudo, sin reservas al igual que él, comenzando a besar cada parte de mí cuerpo descubierto dejando besos húmedos a su paso.

Como lo dijo, se tomó su tiempo para explorar mi cuerpo de una manera diferente, sin prisa, sin presión porque sería mañana y sin preocupaciones, porque ambos sabíamos que al día siguiente continuaríamos juntos.

Al día siguiente desperté, su mano estaba sobre mi vientre y me era difícil moverme con libertad. Sólo pude girar para mirarlo, acariciar su rostro y depositar un beso sobre sus labios para que despertara, pero no reaccionaba.

—¿Ryan? —hablé en tono bajo.

—No es suficiente. —respondió del mismo modo, pero con los ojos cerrados.

—¿Estabas despierto? —sonreí.

—No, soy un bello durmiente. Debes besarme intensamente para que despierte. —continuó igual y reí.

—La bella durmiente solo necesitó un beso de su príncipe, ¿Acaso no soy tu princesa? —entonces abrió los ojos y fingí estar triste.

—Claro que lo eres, mi hermosa princesa y esposa. —me abrazó sin intenciones de soltarme.

—Muy bien, maravilloso esposo, hay que levantarse para buscar a Max. —con mucho esfuerzo me senté, pero el quedó mirándome.

—¿Que dijiste? —sonrió.

—Hay que buscar a Max. —respondí inocentemente. —Prepararé el desayuno, casi almuerzo. —intenté levantarme, pero nuevamente caí cuando me haló.

—Lo otro... Repítelo.

—¿Maravilloso esposo? —él asintió y sonreí. —Muy bien, maravilloso esposo. —repetí para dejarlo sorprendido.

—Desde ahora quiero que seas así de tierna. —se levantó para llevarme con él al baño.

—Ryan. —me quejé, pero no había vuelta atrás.

Al quedar sola en la casa abrí la nevera para encontrarla llena de comida y sonreí tomando lo necesario para preparar el almuerzo, porque sabía que se tardarían un poquito en regresar.

Comencé a preparar mientras tarareaba alguna canción que me vino a la mante junto a la boda y la noche anterior, provocando una sonrisa totalmente boba.

—Eres una mujer casada y con tu primer amor. —me dije a mí misma observando la alianza y a los poco minutos de terminar, escuché la puerta y fui a recibirlos.

—¡Lily! —Max corrió hacia mí y lo recibí con un abrazo.

—Hola, ¿Todo bien? ¿Te portaste bien? —pregunté con una sonrisa y él asintió del mismo modo.

—Mis abuelos dicen que me porto muy bien. —rió divertido, dando a entender que hizo alguna travesura y miré a su padre.

—Max... —parecía esperar una explicación que no recibió.

—¿Que sucedió?

—Le dijo a mí mamá que no se quedaría a almorzar porque siempre era lo mismo. Y eso no es cierto, no sé de dónde lo aprendió, pero no debería decirlo. —lo señaló con seriedad.

—Seguramente tu madre se disgustó.

—Si, pero se le pasará rápido. —movió una mano.

—Max, escucha. —lo miré para que me prestara atención. —Debes ser un niño bueno, hay cosas que no debes decir, quizás no lo comprendas ahora, pero lo primordial en todas las personas es el respeto. ¿Puedes entender eso? 

—¿Que es respeto? —jugó con sus manitos y sonreí por lo adorable que se veía.

—Respeto es tratar bien a las personas, y recibir lo mismo. Mucho más cuando se trata de la familia, por eso, la próxima vez le pedirás disculpas a tú abuela ¿De acuerdo?

—Si. —asintió con su cabeza.

—¿Lo comprendiste?

—Respeto. —me abrazó una vez más y luego a su padre.

—Se te dan muy bien estás cosas. —dijo con una sonrisa.

—¿Que esperas? Tengo casi treinta años Ryan. —nos dirigimos al comedor.

—Es cierto, pronto cumplirás los veintisiete, ¿Como lo festejaremos? —tomó su lugar y le serví su comida.

—Hablemos después. —le hice una seña para atender al niño.

Al terminar me ayudó a limpiar las cosas mientras Max jugaba un poco y luego lo llevamos arriba donde observó su habitación.

—¿Te gusta? —le preguntó su padre y él asintió para correr hasta su cama.

La habitación era de color azul con muchos juguetes que fueran de su agrado, al igual que algunas calcomanías.

—¿Estará bien al dormir solo? —pregunté en tono bajo.

—Si, es un niño, pero también necesita su espacio. Sabe dormir solo. —respondió del mismo modo.

—Pero es una casa nueva, y una gran habitación. —liberé un suspiro.

—Te preocupas demasiado, mira lo feliz que está. —besó mi mejilla para luego pasar y sentarse junto a él en la cama.

Los dejé solos un momento para acomodar nuestra habitación y luego bajamos para disfrutar el día en el jardín.

—Vanessa me envió un mensaje. —sonreí luego de leerlo.

—¿Ya quiere importunar? —tomó el balón con el que jugaba Max y lo lanzó despacio.

—Oye... —me quejé sin borrar mi sonrisa. —Pregunta justamente por mi cumpleaños y la inauguración de la casa. También aclara que no quiere venir de imprevisto porque sabe que te molestaras.

—Comienza a caerme bien.

—Maldito arrogante. —bufé sin decir más al respecto.

Por la noche estábamos en la habitación, él me abrazó y no me negué de ningún modo.

—¿Quieres hacer una fiesta de inauguración de la casa? —preguntó en tono bajo y sonreí.

—No, no somos adolescentes para hacer tanto alarde, con una cena estaría bien. Además, está Max, también hay que pensar en él. No podemos llevarlo con tus padres cada vez que suceda algo o no sentirá que es su hogar.

—Eso lo sé... —besó mi frente. —Gracias por pensar tanto en él.

—Ahora somos una familia, no agradezcas. —levanté la mirada para darle un beso corto.

—¿Y tú cumpleaños? —acarició mi mejilla.

—Tampoco, para ese entonces Vanessa ya no estará y no quiero algo grande.

—¿Por qué no? —sonrió.

—Porque no. —negué una y otra vez. —Eso me recuerda algo.

—Dime qué.

—¿No te da vergüenza estar casado con una mujer mayor? —sonreí por su expresión.

—Solo eres tres meses mayor, no hace la diferencia. —frunció el ceño y encogí los hombros. —La verdad debería darme vergüenza, porque envejeceras primero.

—Vorresti, dannato Ryan

[Ya quisiera, Maldito Ryan]

—Hablaste en italiano, eso significa que estás molesta. —rió acercándose peligrosamente hasta mis labios.

—Claro que no. —reí, pero fuimos interrupidos por una voz al otro lado de la puerta.

—¿Papá?

—Es Max. —me alejé para que se levantara.

Lo dejó pasar y hablaron algo en voz baja, el niño me miró y le sonreí, pero parecía avergonzado.

—Max quiere dormir con nosotros. —avisó Ryan tomando su mano.

—Te dije que era demasiado grande su habitación. —me levanté para correr las cobijas. —Ven pequeño.

Él sonrió feliz para correr y subir a la cama, hicimos lo mismo y el durmió en medio de ambos.








Comienza la vida en familia wiiii... *Come palomitas*

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