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Tú mirada

Aunque nuestro primer fin de semana la pasamos muy bien, aún tenía mis dudas de como sería la convivencia con Alan.

Durante el tiempo que viví con mi hermano era una situación incómoda después de lo de mi mamá, pese a nuestro lazo sanguíneo éramos como dos desconocidos bajo el mismo techo, pero con mi nuevo inquilino estaba siendo muy distinto.

Empezando con que me esperaba para cenar, ya que él llegaba antes que yo, eso me agradaba bastante saber que habría alguien sirviéndome un plato de comida caliente después de una larga jornada.

Con el transcurso de su estancia comencé a evitar algunas salidas con Aim cuando llegaba a tener tiempo libre, quizás debía aprovechar esas oportunidades, sin embargo, me empezaba a agradar más estar en casa que yendo de compras o asistiendo a comidas y eventos de desconocidos, porque generalmente esos eran los momentos que compartía con ella.

El tiempo pasó con una increíble rapidez y cuando menos vi las semanas se habían vuelto casi dos meses, tiempo en el cual ya teníamos cierta rutina.

Solíamos compartir los fines de semana, los sábados en la tarde jugábamos juegos de mesa, videojuegos o veíamos la tele, aunque también podíamos estar cada uno en sus asuntos sin mayor problema mientras que los domingos era oficial realizar la limpieza, pese a eso era el día que más esperaba de la semana, Alan volvía algo engorroso en lo más divertido, era lo que más me agradaba de él, podía hacer que cualquier actividad cotidiana acabara siendo increíble.

Además de los fines de semana, entre semana también teníamos ciertas costumbres, como por ejemplo a veces nos quedábamos hasta noche platicando mientras tomábamos té de manzanilla como ingleses, era un momento que disfrutaba demasiado y me hacía sentir más cercano a él, ya que compartía anécdotas que había vivido, en ocasiones eran cosas divertidas en otras más personales, yo aún me mantenía bastante reservado.

Otro gusto que ambos teníamos era el ver películas, siendo el viernes cuando nos echábamos maratón desvelándonos, generalmente escogíamos algún género en específico o algún actor o director, eso fue lo que comenzó a hacer la verdadera diferencia.

Escogimos ver películas de terror, yo no me consideraba alguien valiente, siendo sincero, si hasta con los elefantes rosas de Dumbo que era según infantil me había causado cierto shock, ahora una en específico de ese género dudaba aguantarlo, solo acepté por Alan quien se veía emocionado, no obstante poco aguantó.

La primera que vimos la intenté ver y hasta eso que no me espanto tanto, pero para la segunda apenas iba empezando y yo ya me había hecho un ovillo, de forma repentina se apagó la tele, me incorporé de golpe, para mi tranquilidad había sido Alan que aún sostenía el control.

—Ya es noche, deberíamos ir a dormir—exclamó intentando fingir una voz somnolienta, ya podía notar cuando mentía.

—Si, está bien—concordé de inmediato—te dejo preparar tu cama—asintió y yo me levanté.

Agradecí su repentino dizque sueño, no hubiera podido aguantar otra película más, no me hubiera gustado ser yo quien le pidiera quitarle, pese al miedo parecía estar disfrutándolo.

Me dirigí a mi habitación, cerré la puerta y antes de acostarme dejé una lamparita encendida, comencé a cerrar los ojos intentando de dormir, pero las imágenes se repetían en mi mente, en ese momento oí un golpe que hizo que me sentara y casi gritara ¿Acaso la niña del aro venía por mí?

Volví a escuchar el golpe que esta vez pude ubicarlo que provenía de la puerta, debía ser Alan por qué de ser un muerto hubiera pasado primero por él y seguramente me habría enterado, de todas formas, abrí la puerta con precaución.

Mi alma regresó a mi cuerpo al comprobar que en efecto era él y de no ser por su carita tierna medio oculta por la almohada que abrazaba como un niño pequeño le hubiera cerrado la puerta en la nariz junto con una serie de palabras que le recordarían a todo su linaje materno.

—¡Casi me matas de un susto! —le reclamé.

—Disculpa no quería asustarte, realmente intenté dormir, pero siento que me observan desde la cocina, déjame dormir aquí, solo por hoy, por favor—suplicó, ni siquiera esperó represalias de mi parte, él ya estaba dentro. Exhalé y cerré la puerta.

—Siendo sinceros, yo tampoco estaba muy tranquilo—lo observé un momento, de cierta forma el que él estuviera ahí me hacía sentir más seguro.

—Agradable decoración—comentó y sin decir más se acostó del lado izquierdo cerca de la puerta, lo seguí acostándome junto a él.

Alan se durmió de forma inmediata, yo hubiera hecho lo mismo de no ser por que empezó a patear y cantar. Ya sabía que hacía eso mientras dormía, varias noches lo había oído, pero es distinto estando a mi lado.

Pasé la noche en vela, al amanecer comenzaba a cerrar mis ojos cuando la alarma sonó, ese ruido hizo odiar inmensamente mi vida. Alan se levantó fresco y sonriente, pero al mirarme su rostro cambió.

—Madre Santa ¿Tan mal dormiste? —me miró examinándome.

—¿Se nota? —respondí un poco molesto mientras me levantaba a buscar mi ropa.

—Siento cierto enojo de tu parte—él se sentó en la cama mientras me observaba sin comprender.

—¡Hoy mismo te vas a la sala! —le grité, mientras aventaba las sábanas que a saber cómo habían acabado en el suelo.

—¿Por qué me corres? —puso una cara de cachorro, ni por eso me compadecería.

—¡Ha sido la peor noche de mi vida y eso ya es un decir, ya que cuando he dormido con Aim tampoco puedo descansar porque parece un gusano en sal! —me sentía bastante exaltado, lo peor que me podía pasar era no poder dormir, pese a eso Alan parecía más divertido que asustado, un efecto contrario al que esperaba.

—¿Duermo tan mal? —preguntó con una aparente inocencia poco creíble por la sonrisa en su rostro, extrañamente su actitud no hizo sentirme más alterado, me senté en la cama y suspiré.

—¡Cantas como despechado! Aunque no estás tan desafinado, a decir verdad, pero ¿¡Qué horas son esas para sacar tus dones!?

—No sabía que lo hacía Marck, perdona—esta vez se veía genuinamente apenado, poco a poco empecé a calmarme.

—Podría soportar eso ¡Pero más aparte pareces caballo!

—Lo dices por—por la mirada que puso, entendí muy bien que quería decir, le aventé una almohada.

—¡No lo digo por eso! ¡Lo digo porque pateas como loco! —aclaré.

—Ah, pensé que ya habías descubierto uno de mis mejores atributos.

Estaba apuntó de ahorcarlo, sin embargo la alarma volvió a sonar recordándonos que había que apresurarse por lo tanto lo deje pasar.

Cada uno se fue a su respectivo trabajo, para la noche esperaba un reparador sueño, pero Alan me rogó, me suplicó y hasta me chantajeo con un litro de helado del sabor que más me gustaba con tal de que accediera a quedarse otra noche.

Al final lo logró y un día se volvió una semana y una semana se volvió un mes. Ya me había acostumbrado a compartir la cama con él, afortunadamente había dejado de patear y ahora su canto se había vuelto casi como un arrullo para mí, aunque Joan Sebastián no cantaba precisamente canciones de cuna.

Me sentía muy a gusto con Alan, era grato finalizar el día platicando un poco justo antes de dormir, aun con las peleas por el espacio o la cobija. También algo que me gustaba mucho era los pequeños detalles que tenía conmigo como preparar mis postres favoritos, que no tenía ni idea como es que sabía, ya que poco le había contado sobre mí.

Uno de sus tantos gestos que tuvo conmigo fue un domingo de tantos, al despertar no sentí el bulto a mi lado, lo cual se me hizo raro, ya que no solía levantarse sin despertarme, pensé que tal vez había ido corriendo al baño, los tacos de ayer estuvieron asesinos, de repente la puerta se abrió como si unos judiciales la hubieran pateado, por alguna razón me hizo levantarme de golpe y levantar las manos, sí, creo que he visto demasiadas películas policiacas. No se trataba de ningún judicial, solo era Alan con una charola y lo que parecía ser nuestro desayuno. Al verme se empezó a reír.

—Pero que te pasa Marck—él seguía riendo.

—¡Qué manera de entrar! —me quejé.

—Perdona, no pude abrir—me senté en la cama y él se acercó.

—¿Qué traes ahí?

—El desayuno.

—¿A la cama?

—Quería hacer diferente el desayuno y asegurarme de que te comas todo.

—Si me como todo—me defendí.

—¡Pero a diferentes horas del día!

Sonreí, tenía razón, solía dejar algo del desayuno para la cena y eso no le agradaba.

—Bueno, hoy prometo comerme todo.

El sonrío satisfecho, puso la charola en medio y se sentó.

—También es mi forma de agradecer tu hospitalidad.

—No tienes que ser tan formal, Alan—le sonreí y él me la correspondió.

—No encontré otras palabras.

—Está bien, comamos.

Siempre solía despertar con mucha hambre, me preguntaba cómo es que sobreviví tanto tiempo solo comiendo una barrita y un yogur como primer alimento del día.

Desayunamos mientras veíamos Tom y Jerry, cuando acabamos de comer dejamos la bandeja en el piso.

—Sabes Marck, nunca creí que me sentiría tan a gusto de vivir con alguien.

—¿Creíste que serías feliz como ermitaño? —él se rio.

—Como es que adivinas.

—Porque yo tenía la misma idea—le sonreí.

—¿Hasta qué conociste a Aim?

—No... La verdad es que hasta que te conocí—por la cara de Alan me di cuenta de cómo había sonado eso—quiero decir que has sido tú con quien he compartido más tiempo bajo el mismo techo. Con ella nunca he pasado más de una semana, claro quitando a mi hermano.

—Bueno, Aim me agradecerá más adelante que haya cambiado la perspectiva de su prometido.

—¿Quieres salir? —pregunté de repente.

—¿Salir? —me miró confundido por el drástico cambio de conversación.

—Si, ir al cine no sé cualquier cosa.

—Suena bien, no tengo ganas de limpiar el día de hoy—Alan iba hablando cada vez con mayor suavidad y poco a poco se fue recostando.

-–¿Vas a volver a dormir?

–¿Conoces el mal del puerco?

–Algo he oído.

–Bueno, en este momento lo estoy padeciendo–su voz finalmente se apagó y su respiración se hizo más profunda, me estiré y también me acosté.

Después de semejante desayuno era lógico que nos diera tanto sueño, luego de un rato nos despertamos gracias al molesto tono de llamada que tenía. Alan comenzó a quejarse hasta que sus lamentos se volvieron palabras.

—Calla esa madre–gruñó.

—Está muy lejos.

—¿En serio no vas a callar tu porquería?

—Estás tú más cerca.

Él estiró la mano hacia la mesita de noche, adivinando donde estaba y miró quien hablaba.

—Creo que es tu mujer.

Le arrebaté el celular.

—¿Aim? —contesté un tanto confundido.

—Hola mi amor. ¿Estás en tu departamento? —me consultó.

—Eh si ¿Por qué preguntas? —cada vez me sentía más extrañado con su llamada.

—Porque voy subiendo.

—¿¡Que!? ¿A dónde?

—Es obvio—acto seguido colgó la llamada y se escuchó que tocaba a la puerta.

Ese ruido fue suficiente para que Alan acabara de despabilarse, me miraba esperando una respuesta.

—Es ella la que está tocando—se levantó de golpe al escuchar eso.

—¿Qué hacemos?

—Llévate esa charola.

Nos movimos lo más rápido que pudimos medio levante la ropa tanto mía como la de Alan que se encontraba esparcida por casi todo el departamento y la aventé debajo de mi cama logrando que se viera más decente.

—Métete al armario.

—¿Sabes el trabajo que cuesta salir?

Lo miré sin entender, él empezó a sonreír burlonamente haciendo que comprendiera su chistecito.

—No seas idiota.

—Ok ya, ahí voy, pero ¿Es necesario?

—Llevas casi 3 meses aquí a ella le caga que no le cuente las cosas.

Al escuchar eso me miró un momento después sonrió.

—Ya entiendo la razón —y sin más obedeció.

No sabía a qué razón se refería, no me agradaba tener que esconderlo como si fuera quien, pero en verdad que si Aim se venía enterando después de tantos meses sería un verdadero problema.

Ella volvió a tocar, ya la había hecho esperar de menos 10 minutos, le di un último vistazo a la sala para comprobar que no se viera tan mal y fui a abrir, Aim ya se veía algo exasperada.

—¿Qué tanto hacías?

—Alzaba, no esperaba que vinieras y esto era un caos—no pude evitar cierto tono de reproche ante su visita sorpresa, lo cual no pasó desapercibido por ella, alzo una ceja y entro despacio mirando alrededor como buscando algo.

—Tuve tiempo libre y quise venir a verte ¿Estuvo mal? —intenté tomar una actitud más relajada.

—No es que esté mal, solo me hubiera gustado que me avisaras con antelación.

—O sea, no puedo venir a ver a mi prometido.

—Solo te pido lo mismo que tú me pides—respondí intentando mantenerme tranquilo. Aim desde que empezamos a salir me dijo que no le gustaban las visitas sorpresas a menos que fuera algo urgente.

—Está bien, tienes razón, lo siento. —me concedió, se sentó en el sillón—bueno, ya está aquí—dio una mirada al lugar, nunca me había comentado nada, sin embargo, tenía una idea de lo que pensaba de mi departamento— ¿Quieres hacer algo? —preguntó deteniendo sus ojos en mí que aún permanecía de pie.

—Ya tengo planes—le solté sin pensar mucho en mi respuesta, eso le sorprendió.

—Vaya—exclamó extrañada.

Sentí miedo, pocas veces le decía que no a algo y no sabía como manejar la situación, me senté a su lado y tomé sus manos, parecía que estaba a punto de quitarse.

—Lo siento mi vida, mis planes solo consisten en cosas del trabajo, correos urgentes, informes y eso.

Aim me observó con detenimiento como buscando la mentira en mi rostro.

—Un poco explotador tu jefe, es domingo.

—Si, ya sabes como es esto—esperaba que no comenzara una discusión, para mi fortuna sonrió.

—Entiendo, está bien, al menos ya te vi—soltó mis manos, lanzó sus brazos alrededor del cuello, y me besó, sentí sus intenciones, así que la detuve.

—Nena— bajé mis manos a sus hombros para alejarla, ella me miro desconcertada—Ahora no.

—Marck hoy tengo libre, solo 5 minutos.

—En 5 minutos no acabó nena— le sonreí con picardía— además para mi futura esposa no quiero solo 5 minutos prefiero que sea otro día, con más calma y sin prisas—se alejó con un gesto de molestia.

—Pues que remedio, pero no te me escapas el próximo fin—la mire sin entender.

—¿El próximo fin? —extrañamente, una sonrisa se dibujó en sus labios.

—Conseguí zafarme de las responsabilidades ¿Crees poder hacer lo mismo? —me quedé pensando un momento, quizás podría intentarlo Aim se lo merecía la había descuidado un poco en los últimos meses.

—¿Y adónde me va a llevar mi hermosa prometida?

—A la playa, necesito relajarme un poco—sonreí, ese plan sonaba perfecto, no conocía el mar, así que hacerlo a lado de la mujer que amo era un sueño.

—Me gusta la idea, déjame hablo con mi jefe y te digo—me dio un beso en la mejilla.

—No debería tener peros, con lo que te ha puesto a trabajar en los últimos meses te lo mereces—sonreí nervioso, el trabajo se había vuelto mi coartada habitual ante mi falta de tiempo, pero en realidad el motivo era Alan, me hacía sentir de cierta forma culpable.

—Está bien preciosa, te daré respuesta pronto.

—Perfecto—su celular sonó, Aim lo sacó y de forma inmediata lo volvió a guardar—lo mejor es que me vaya, para que puedas trabajar y tener contento a tu jefe.

Su acción me había parecido extraña, no solía ser alguien celoso, no obstante, no pude evitar preguntar.

—¿No responderás?

—Es mi madre—contestó de forma inmediata—seguramente es acerca del vestido, me trae loca. Lo mejor es que vaya a verla.

Se levantó como si de pronto tuviera prisa, no hice ningún otro comentario, no tenía razón de dudar de ella.

—Sea el que escojas, te verás hermosa—le dije mientras me levantaba y me acercaba a besar su mejilla.

—Eres muy galante Marck—me dio un beso corto—me retiro entonces.

—Te acompaño abajo.

—Pero vístete—dada su repentina aparición ni me había dado cuenta que aún seguía como solía dormir, sin camisa con un short.

—¿No te gustan mis músculos? —bromeé, pero ella no se rio.

—Ten decencia, mi amor.

—Está bien, voy a ponerme algo—fui al cuarto y me puse la primera playera que vi sin fijarme siquiera si era mía. Al salir ella me miró extrañada.

—¿Y esa playera?

Me miré en la pantalla de la tele... Definitivamente, no era mía, sin mangas de... ¿Mickey Mouse? ¿Qué clase de gustos tiene Alan?

—Es tierna ¿No crees?

—Es extraño—no dije más ni ella tampoco, solo tomé su mano y bajamos al estacionamiento.

—Me mandas mensaje cuando hayas hablado con tu jefe —me pidió antes de subir a su coche.

—Si mi vida, tú me avisas cuando estés en casa.

—Está bien amor, entonces hablamos después—me besó en los labios y yo la estreché, abrió la puerta, pero la detuve.

—Te amo—le expresé, no solíamos despedirnos sin decirlo, Aim giro a verme.

—Yo también mi vida—me respondió con una ligera sonrisa, se disponía a subir al auto, pero al notar que no me moví de nuevo volteó hacia mí —también te amo —añadió.

Era la primera vez que hacia esa pausa, intenté restarle importancia, le di un último beso y la deje ir.

Subí los 5 pisos, sintiendo que ya había bajado todo lo que había desayunado, cuando entré al departamento me encontré a Alan tirado cual jerga en el sillón abanicándose con un folleto.

—Un minuto más y muero.

—Exagerado.

—Métete ahí por 20 minutos y a ver si exagero oye ¿Esa no es mi playera? —cuestionó señalándome.

—Si y por cierto que gustitos los tuyos—me la quité y sé la aventé.

—¿Qué? ¿Ya empieza el show?

—Idiota—le lancé a la cara el primer cojín que vi, después me senté junto a él.

—Esta es pijama no creas que ando así por el mundo—aclaró

—Ya decía yo.

—Entonces, te irás a la playa.

—Aún no es seguro.

—Yo digo que si te dan el chance.

—¿Vas a estar bien? —pregunté de repente, él me vio sin entender.

—¿Qué quieres decir?

—No sé, estoy cayendo en cuenta que nunca has vivido solo.

—Por dios Marck, tengo 24 años, ya soy un adulto autosuficiente, yo te cuido el cuchitril.

—¡Oye! —le reclamé, después comencé a reírme, ya que recordé que era el diálogo de una película de Shrek, él también se río.

—Tú disfruta a tu mujer... hablando de eso, estaba analizando ahí dentro y hay algo que no me checa—observó pensativo.

—¿El qué?

—Me preguntaba por qué me mandaste al closet, luego me dije como serás idiota, es lógico el motivo, pero luego según oí te negaste y ahora creo que mi duda más grande es ¿¡Te negaste a tu prometida!?

—¿Qué pretendías? ¿Qué lo hiciera contigo ahí adentro? Degenerado.

—¡No malinterpretes Marck! Solo que no lo encuentro normal que te niegues a tu casi esposa.

—No era ni el lugar ni el momento.

—Bueno, en parte lo agradezco, me hubiera traumado un poco—reconoció. —Pero ¿Entonces por qué me mandaste al closet? —insistió.

—Ya te lo dije, Aim no sabe que comparto mi departamento y si se entera después de tanto tiempo no sabes la que se me armaría.

—¿Sabes que eso no tiene sentido?

—Ya vamos a alistarnos—le dije intentando dar por terminado el asunto, me puse de pie y él me siguió.

—¿No tienes trabajo que hacer? —su pregunta me hizo detenerme y girarme hacia él.

—Eso lo dije para evitar más preguntas, ya había hecho planes contigo, no puede disponer así de mi tiempo.

—Pero es tu prometida.

—Si ella me pide preguntar antes puedo pedir lo mismo.

—Pero ¿Quién soy yo para interrumpir los planes de una bella pareja?

Empezaba a hartarme tanta pregunta de su parte.

—Ya comienza a cambiarte, Alan—le pedí.

Él parecía dispuesto a seguir cuestionando, pero como cada vez que abría la boca, yo hacía un comentario diferente al tema, acabó resignándose.

Quizás hacía mal en ocultarle cosas a Aim, pero es que llegaba a ser una persona complicada y volátil, no tenía ni la menor idea que reacción tendría al saber de Alan y la situación, lo que tenía casi seguro es que no sería nada bueno.

Temía que el resto de la tarde se pusiera extraña la convivencia sin embargo él se comportó como si no hubiéramos tenido la anterior conversación.

Pasamos una agradable tarde, no solo fuimos al cine, sino también a sitios turísticos de la ciudad, era extraño estar de turistas donde habíamos vivido tantos años, pero me divertí demasiado con Alan, nunca había tenido un amigo como él, en definitiva, era alguien único. Comenzaba a sentirme muy agradecido de que se hubiera cruzado en mi camino. 

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