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La primera semana apenas y pudimos convivir, ya que fue bastante pesada en mi trabajo y llegaba prácticamente solo a dormir, por lo tanto, era obvio que el domingo que no trabajaba quisiera descansar.

Pretendía dormir hasta por lo menos la 1 de la tarde, Aim tenía que estudiar así que podía estar tranquilo.

Alan también descansaba ese día, pero no me preocupaba lo que hiciera, solía ser alguien muy tranquilo y apenas notaba su presencia.

Todo parecía estar a mi favor para dormir a gusto, pero mis planes se vieron frustrados cuando una extraña melodía me despertó, miré el reloj en mi muñeca, apenas y eran 9:30, refunfuñé ¡nuevamente doña Leonora me había despertado con su música!

Me levanté con pesadez y salí de mi habitación dispuesto a morder al primero que se me pusiera enfrente, pero lo que me encontré hizo que se me olvidara por completo el enojo.

No había sido mi vecina del piso de arriba si no mi vecino del sillón, quién cantaba y bailaba muy alegre una canción que sonaba a algo que oiría un abuelo, resultó que no era tan sereno como lo había supuesto.

Pese a que odiaba ser levantado antes de mis planes, no pude evitar soltar una carcajada, la cual fue suficiente para que regresara al planeta tierra, soltó la escoba y me vio ruborizado.

—No esperaba que me encontraras así.

—Esta parte de ti es genial—dije entre risas, me abracé el estómago y me sostuve de la pared, hacía mucho que no me reía de tal forma.

—Pensé que aún estabas muerto, en media hora iba a ver si aún

respirabas—eso hizo que recordara el motivo por el cual me levanté.

—¿Qué benditas ocurrencias de tener la música a ese volumen a estas horas de la madrugada? —le recriminé.

—¿Madrugada? Marck, ya salió el sol, los pajaritos cantan, también tu vecina, muy mal, por cierto.

—Si te refieres a doña Leonora, lo confirmo, canta como si le estuvieran haciendo mucho daño, pero ¡no cambies de tema! ¡Los domingos suelo pararme por muy temprano a las 12! — reclamé, él solo puso los ojos en blanco.

—¡Que desperdicio de día! Hoy que estás libre es cuando deberías hacer el aseo.

—¿El aseo? —pregunté confundido.

—¿No sueles limpiar? —me cuestionó bastante asombrado.

—De vez en vez, si veo basura o alguna mancha, usualmente uso trajes así que los llevo a la tintorería.

—¿Y la ropa que usas en casa?

—Bueno... No suelo usar más que ropa interior—sonreí algo apenado.

—Pues esta semana te he visto muy vestido

—¡Ni con Aim ando así!

—Ah vaya, pensé que eras más descarado—me sonrió con burla, no pude decir nada después de reírme de su show, estábamos a mano, volví al tema importante.

—¡Regla de esta casa, no se hace ninguna actividad antes de al menos las 11 en Domingo! —le advertí.

—Está bien, está bien. Solo quería tener la tarde libre—concedió de manera apacible.

—¿Para?

—Pues no se... Ahora que compartimos techo podríamos hacer algo—me quedé pensando, a decir verdad, nunca había tenido un amigo así que de eso de salidas no sabía mucho—pero antes hay que dejar aseada la casa—agregó, yo hice un inevitable puchero, Alan se rio—no pongas esa cara, con la música adecuada puede ser hasta divertido.

—¿Cómo puede ser eso? —para mí, el quehacer era una experiencia bastante estresante, mi hermano era demasiado metódico ¿¡qué proceso tan complejo se necesita para barrer un piso!? Levantó la escoba que había tirado y me la dio.

—Solo encuentra el ritmo adecuado y déjate llevar, pon la música que quieras, ya está mi celular conectado a la bocina. Barre mientras meto una carga a la lavadora ¿Quieres que también lave tu ropa?

—Eh, si por favor ahorita te la paso—dejé la escoba recargada en la pared y fui por lo que tenía sucio, le entregué el montón y se fue a lavar.

Tomé su celular pensando que poner, elegí unas cumbias, era lo más movido que se me ocurría, empecé a barrer al ritmo aprovechando que ya no estaba Alan, al poco rato regresó y literal me cachó en la movida, él se carcajeo igual que yo, pero empezó a acompañarme en el meneo, nunca creí que me comportaría así con alguien ¿Esto es tener un amigo? La música cambio a una más tranquila, así que nos detuvimos.

—Sabes Marck, cuando vives con alguien conoces sus secretos más íntimos—me miró de una manera tan extraña que hizo cuestionarme que había descubierto de mí.

—¿A qué te refieres? —pregunté dudoso.

—¡Me acabo de dar cuenta que no usas calzones! —yo sentí que se me subía la sangre hasta las orejas.

—¡Claro que uso! ¡Cómo pudiste llegar a una conclusión tan rara! —, él se rio.

—Pues por qué no vi ninguno en la ropa que me disté.

—¡No te iba a dar a lavar mi ropa interior!

—¿Por qué no? Me diste tus calcetines.

—¡Es diferente!

—Ay, por dios Marck, todos usamos, bueno habrá excepciones, pero es algo normal, anda dame tus chones.

—¡Eso fuera de contexto, se oye muy mal! —soltó una carcajada.

—Es verdad, lo siento. Lo que quise decir es que no seas penoso y dame toda tu ropa.

—¡Alan! Al menos invítame un café—se volvió a carcajear.

—Eres un idiota Marck—yo también acabe riéndome—anda deja de estar de chistosito, tráeme lo que faltó.

—¡Yo lo voy a dejar!

—De todas formas, voy a ser quien la tienda, aunque si tu deseas hacerlo, no me da pena que veas mi ropa interior.

Entre ver su ropa y que el vea la mía no sé qué era peor, pero no era mucha la diferencia, además se debía aprovechar el agua.

—¡Esta bien, tu tiéndela! Pero insisto que yo la voy a dejar.

—Bueno, haz lo que quieras, pero ya, que se te va a ir la lavadora.

Regresé con resignación por mi ropa y después la metí a la lavadora, volví a la sala donde estaba acabando de barrer, lo miré un momento y algo vino a mi memoria, una cosa primordial.

—Alan, se te olvidó un detalle.

—¿No le puse detergente? —preguntó distraído.

—No hablo de la ropa, ¡Hablo de mí!

—El beso de buenos días le corresponde a tu prometida—intenté calmar

mis repentinos instintos asesinos.

—¡No me refería a eso! — dejó de barrer y me miró divertido.

—¿Que se supone que olvidé?

—No me has alimentado—dije como un niño pequeño, por alguna razón me era inevitable ser así con Alan, el rio.

—¿Quién se supone que soy para tener que alimentarte?

—Eres el chef de esta casa—era un nombramiento no oficial, pero en lo que llevaba viviendo conmigo se había encargado de hacer la comida sin que se lo pidiera, además cocinaba delicioso así fuera un simple sándwich.

—Vaya es un honor ese nombramiento, está bien, solo por eso te haré unas quesadillas.

—Gracias, no te conviene mantenerme más tiempo en ayunas y trabajando.

—¡Uy, temo! —exclamó con sarcasmo, yo le gruñí.

Si seguía viviendo conmigo tarde que temprano le tocaría ver mi parte más salvaje cuando tenía hambre ¡A ver si no temía de verdad!

Mientras el me cocinaba fui a preparar el agua para trapear, tenía razón Alan, ya casi habíamos hecho el aseo y aún no me sentía cansado ni fastidiado, nunca creí que en efecto el quehacer pudiera ser algo divertido.

Por la tarde ya la teníamos libre, al fin pude tener tiempo de convivencia con él, aunque ya lo habíamos hecho semanas anteriores era diferente estar lejos de cuestiones laborales, sentados o más bien desparramados en el sillón sin trajes formales.

Comimos mientras veíamos una película, aunque casi no le pusimos atención ya que a cada rato teníamos algún comentario o chiste que decir, si por vía mensaje era fácil que acabáramos conversando de cualquier cosa, en persona era aún más sencillo que platicáramos de todo.

Siendo yo una persona bastante reservada, me sorprendía como podía hablar con él sin mayor dificultad, me daba la sensación de que teníamos una amistad desde hace años.

Con pocas personas llegué a sentirme cómodo, Alan comenzó a ser una de ellas.

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