Te abrazaré
Ya pasadas tantas semanas deje de esperar el poder salir un fin de semana con Aim, ya habría tiempo cuando estuviéramos casado. También acabé resignándome con que Alan siguiera cantando lo mismo, al menos ya no lo hacía con tanta intensidad y tal como las primeras noches en que se quedó a dormir conmigo, terminé acostumbrándome.
El primer cumpleaños de su familia que me había dicho llegó, me dio el aviso en la noche que llegaría tarde y que si quería pidiera algo de comer, más no me mencionó de quien era el cumpleaños, algo un poco extraño ya que solía contarme con lujo de detalle sus planes, pero no le di mayor importancia.
Tal como me sugirió antes de llegar a la casa pase a comprar sushi, no tenía ganas de cocinar ni mucho menos limpiar. Cuando entré al departamento me recibió un fuerte olor a quemado y el lugar se veía ahumado, por mi mente pasaron muchas cosas, corrí a la cocina y lo que vi me hizo sentir que mi mundo se me venía encima.
Alan estaba sentado en el piso abrazando sus piernas, aparentemente llorando, miré al rededor de la cocina pude sentir cierto alivio al no ver ninguna señal de fuego, me hinqué frente a él, coloqué mis manos sobre su cabeza, el se alzó a mirarme, en efecto, se encontraba llorando.
—¿Estas bien? —pregunté angustiado, él solo me miró con los ojos vidriosos.
—Se quemó el espagueti—esa fue toda su respuesta.
—¿Pero tu estas bien? —le inquirí.
—El spaghetti —repitió.
—Alan...
Me agarro de repente de la camisa, recargó su cabeza en mi pecho y lloró más, era como si se hubiera contenido hasta que llegué, no sabía que hacer lo que más atiné a hacer fue pasar mi mano por su cabeza rogando que se calmara, me estaba preocupando como temblaba, afortunadamente cuando ya no tuvo más lagrimas que llorar parecía que se estaba tranquilizando, me soltó y alzó de nuevo la cabeza, me rompía verlo así, Alan se caracterizaba por ser una persona alegre, siempre con una sonrisa en el rostro con sus ojos brillantes, pero esta vez era como un foco apagado, tomé su rostro entre mis manos.
—¿Estas bien? —volví a preguntar.
—Si—su tono de voz era muy apagado.
Lo ayudé a levantarse, lo arrastré hasta el sillón y me senté a su lado. Pese a que había dejado de llorar y que ya respiraba con más calma no sentía que ya estuviera sosegado.
—¿Que pasó? —me atreví a preguntar.
—Cosechas lo que siembras—lo miré confundido.
—¿A qué te refieres?
—Siempre he sido un pésimo hijo y eso es lo que merezco—de nuevo empezó a soltar lágrimas, me acerqué más a él para poder pasar mi brazo por sus hombros.
—Alan...—empecé a decir buscando las palabras adecuadas.
—Toda mi vida la he decepcionado, siempre he hecho mi santa voluntad. En nada le pude dar gusto. Claro, es obvio, ya lo sabía, que incrédulo fui al creerles a mis hermanos, ella no me mando nada de medicina si ni siquiera quiso verme hoy.
—¿Que paso Alan? —pregunté de nuevo ya casi exigiéndole una respuesta.
—Fui a verla por su cumpleaños, me mandó a paseo.
Esa debía ser la razón por la cual no me dijo con quien iría, lo estreche un poco, dolía ver cómo le afectaba eso, antes de que pudiera decir algo, continuó.
—Soy un maldito inútil, nunca he podido hacer algo bien, jamás se ha sentido orgullosa de mi. Soy un fracaso, solo sobreviví a la escuela con lo suficiente para pasar, en el único momento que me fue menos peor fue en la universidad pero solo lo valore más por que yo me la pagué, he sido tan desagradecido, soy un pésimo hijo, una pésima persona, quizás su vida hubiera sido mejor sin mí, me compadezco de mi madre al haber teni—no pude dejar que terminara la frase me dolía tanto escuchar como hablaba pestes de si mismo que lo único que se me ocurrió para detenerlo fue besarlo, con la mano que lo abrazaba giré su cabeza hacia mí y le plante el beso, apenas y rocé sus labios solo lo suficiente para que no pudiera soltar más palabras, el me empujó, mirándome entre sorprendido y espantado.
—Perdona Alan—me disculpé bastante apenado— pero ya no podía soportar seguir oyéndote hablar así de ti, —aún me miraba perplejo así que aproveché su silencio para continuar. —Has hecho lo que podías, no necesitas ser el mejor estudiante para ser exitoso. Aún pese a lo que dices has tenido pequeños logros, estas encaminado a lo que deseas. No permitas que lo que los demás te impidan ver lo que realmente vales ni siquiera si se trata de tu madre. —Alan parpadeaba como procesando cada palabra—siempre pintan a las madres casi como seres perfectos, pero siguen siendo humanos, con sus vivencias y experiencias y, a veces, eso influye en sus hijos; sin querer acaban siendo quienes mas los lastiman, pero no es por que lo deseen. Tengo fe en que un día tu relación con ella mejorara, en que se dará cuenta de lo que ha hecho mal, que podrá dejar de lado el orgullo y vea las cosas desde otra perspectiva, pero por el momento lo que debes hacer es enfocarte en trabajar en ti Alan, en crecer. A la única persona que tienes que hacer sentir orgullosa es a ti mismo. —dejé de abrazarlo y pasé mi mano por su cara, limpiando el rastro de lágrimas que aún quedaba. —Te admiro en verdad por que tu vuelves un no en un sí, no importa lo que te cueste. Jamás vuelvas a decir que el mundo estaría mejor si tu existencia, tú eres una persona muy especial, con tu sola presencia haces sonreír a quien este cerca de ti. Nunca olvides que hay muchas personas que agradecen tu existencia, incluyéndome—concluí, me sentí aliviado al notar que mis palabras lograron que se calmara casi por completo, dejó caer su cabeza en mi hombro, yo le di palmaditas en su rostro.
—Gracias por estar aquí Marck—fue todo lo que dijo, tomé su mano que descansaba sobre su pierna y la estreché.
Quería estar siempre con él, si bien los mejores momentos eran cuando reíamos y tonteábamos, apreciaba mucho que pudiera confiar en mi para también mostrar esa parte suya tan quebrada,
—Te haré un té de manzanilla—él se incorporó para que pudiera levantarme—también iré por la comida, se quedó en el piso—comenté mientras iba hacia la cocina.
—¿Comida?
—Pasé a comprar sushi.
—No tengo hambre.
—Vas a comer así te lo tenga que meter por las orejas—con eso sonrió un poco lo cual me hizo sentir más sereno.
Le di la espalda para preparar el té, una vez con la taza lista y la comida servida regresé a la sala, Alan abraza sus piernas aun con una expresión un poco triste, lo único que se me ocurría para animarlo era poner su película favorita. Deje la comida en la mesita de centro y me acerque al DVD para ponerla, regresé con él que seguía en la misma posición sin mostrar interés en la comida.
—¿Qué pusiste?
—Algo que espero te haga sentir mejor—sonrió un poco más al ver la película que había puesto.
Tomé la taza y se la di, Alan se lo fue bebiendo de a traguitos, cuando se lo terminó tuve que darle de comer ya que seguía sin tomar la comida, aunque, aparte de su falta de apetito, estaba muy entretenido con la película como para comer por sí mismo, era como cuidar a un niño pequeño.
Después de acabar de ver la película nos fuimos a acostar, sin poder conciliar el sueño.
—Me comporte como un crio—mencionó Alan.
—¿De qué hablas? —le pregunté.
—Me quedé hecho bolita llorando como bebe, lamento que hayas tenido que ver eso.
—Me agrada poder estar en estos momentos, además tú también ya me viste como guajolote.
—¿Como guajolote? —me preguntó confundido.
—Con el moco escurrido—después de tanto que lloro, soltó una carcajada lo cual fue música para mis oídos.
—Como guajolote—repitió mientras seguía riendo.
—Nunca pierdas esa risa Alan, por más difícil que tengas el camino nunca olvides sonreír, no sabes cuan feliz pones al mundo cuando lo haces.
—No todo el mundo me conoce.
—Bueno, al menos al mundo en que te rodea—sentí como Alan recargaba su cabeza en mi brazo. Estire mi mano libre y le palme la cabeza hasta que ambos nos dormimos.
Al día siguiente desperté gracias a que casi sentía como mi brazo se desprendía de mí, y como no, Alan lo estaba abrazando como almohada y más aparte estaba tratando de cambiar de posición sin soltarlo, a mi otro lado estaba su llama, que a saber cómo acabo ahí, lo tome como arma comencé a darle de llamasos, necesite darle al menos tres golpes para que me soltara, él se sentó de forma repentina y comenzó a ver a su alrededor como buscando a quien debía matar, su mirada terminó en mí que aún tenía el peluche en las manos.
—¿¡Qué te sucede!? —comenzó a reclamarme.
—¿¡Qué te sucede a ti!? Casi me arrancas el brazo—al escuchar eso se calmó un poco
—¿Cómo?
—Pues no sé cómo rayos mi brazo quedó en lugar de tu llama.
—Ah—se rio un poco—lo siento— ya recuperado de la casi llave que me estaba haciendo me senté en la cama y puse mi mano sobre su cabeza, lo examiné, ya no se veía tan decaído—¿Qué sucede?
—Solo me aseguro de que estes bien—me sonrió.
—Estoy decidido a seguir tu consejo.
—¿Cuál?
—Siempre sonreír.
—Bueno, también es válido derrumbarse—era algo que Alan me había hecho aceptar.
—Lo sé, pero no es un estado de ánimo que me guste—él se levantó y comenzó a prepararse para bañarse.
Bailaba y cantaba como siempre, no se sentía como si lo estuviera fingiendo realmente su estado de ánimo era ese. Cuando se metió a la regadera pude escuchar como cantaba vestida de azúcar de Gloria Trevi, la reconocí por que en su tiempo era lo único que sonaba en la radio. En el baño se escuchaba que Alan estaba teniendo el concierto de su vida después de esa siguió otra que no reconocí, pero estaban sonando muy cursis para ser él, aunque solía ser una persona demasiado versátil respecto a gustos musicales.
Mientras se bañaba, me levanté y decidí que le prepararía lo mismo que el me cocino de desayuno cuando fue lo de mi mama, al llegar a la cocina me hizo recordar que anoche con lo que sucedió habíamos dejado el desastre. Comencé tirando la basura de la comida y dejando la olla del espagueti quemado a remojar, ya con el área más despejada comencé a hacer la mezcla, después de un buen rato Alan llego a la cocina con una apariencia fresca.
—Te luciste—me miró.
—¿A qué te refieres?
—A tu concierto en la regadera—el se rio, después de ver a una persona que te importa tan triste escucharlo reír era algo indescriptible.
—Espero no te haya molestado.
—Para nada, me alegra que estes volviendo a ser tú.
—Nunca deje de serlo, solo fue mi parte triste.
—Bueno me tranquiliza que hoy este predominando la parte más feliz, voy a prepararte el desayuno.
—No es necesario, yo ya estoy listo, ve a bañarte.
—Aún es temprano—le reproché—déjame hacer el desayuno.
—Se nos va a hacer tarde.
—Si no me baño, ahí guardó una loción.
—Que puerco—me acerqué a él y le sacudí el cabello.
—No me importa si así puedo hacerte también unos hotcakes.
—¡Me despeinaste! —me reclamo, yo sonreí, tome la toalla que aun tenia sobre los hombros y la deje caer sobre su cabeza y lo sacudí—¡Marcos! —grito antes de que pudiera reaccionar me gire hacia la estufa y vertí parte de la mezcla en un sartén, Alan se puso detrás de mi bufando, yo me gire un poco para mirarlo.
—Ese look te queda—me carcajee, había quedad como pájaro espantado.
—¿Sabes el trabajo que me cuesta que quede decente mi cabello?
—Debo serte sincero, parecías perro mojado—el tomó de la mezcla que tenía aun lado y me embarró la nariz—¡Alan! —me miró triunfante, claro que no me iba a dejar, al final ni pudimos desayunar, uno porque la mitad de la mezcla nos la embarramos, dos por que se nos hizo tarde al tener que limpiarnos, al final si tuve que aplicar lo de la loción, tampoco es que estuviera tan sucio en mi defensa.
Aunque ese día transcurrió con total normalidad, debía admitir que mi acto desesperado de silenciarlo estaba en mi cabeza, Alan en cambio no parecía para nada preocupado por lo que pasó.
Quizás debía dejar de pensar tanto en el asunto, al fin y al cabo, mi justificación era bastante válida, sin embargo, aunque traté de dejarlo pasar, no pude. Alan acabo dándose cuenta, ya que era seguro que me había notado mas callado, no es que fuera demasiado parlanchín ese era su papel, pero supuse que en la casi semana que había transcurrido había estado muy para mis adentros. Mientras me servía el desayuno, me cuestionó.
—Te he visto muy pensativo Marck ¿Sucedió algo?
—Es que estoy esperando.
—¿Qué te llegue la señal? —me preguntó divertido.
—No, sonso—exclamé antes de hincarle la mordida al sándwich que me había preparado.
—¿Entonces? —el no comenzó a comer, solo me miraba, también dejé de lado mi comida.
—No has mencionado nada respecto al otro día—comencé a decir.
—¿Cual día? —respondió pensativo.
—Cuando paso, ya sabes, lo de tu mamá— el me sonrió con tranquilidad.
—No te preocupes, ya lo estoy superando, me siento mejor.
—Me da gusto saberlo, pero no me refería solo a eso.
—¿No dijiste que era acerca de ese día?
—Si, pero también paso algo más — él puso una cara como recordando.
—Ah, eso —dijo al fin.
—Si, eso— le confirmé.
—¿Y qué quieres que te diga al respecto? ¿Si me gusto o qué? —me preguntó con una sonrisa burlona, yo le aventé una rodaja de jitomate.
—No, idiota. Solo no quiero que algo vaya a cambiar entre nosotros.
—Marck, entiendo perfectamente el motivo por el cual lo hiciste.
—En verdad, Alan. Te juro que, si hubiera tenido no se alguna paleta, un helado quizás hasta agua te hubiera hech—no pude terminar de decir la palabra estaba tan concentrado buscando mas argumentos que ni me di cuenta en que momento se había levantado, acercándose a mi para plantificarme un beso.
—¿Ves? Yo también recurrí a eso al no saber cómo callarte—intenté emitir algún tipo de reclamo, pero solo salían silabas sin sentido.
—¡Alan! —le grité.
—Sigue diciendo algo más y lo vuelvo a hacer—me amenazo parándome la trompa, me dejó farfullando—eso creí y ten tu jitomate—el me regresó la rodaja que le había aventado cayéndome en el ojo.
—¡Alan! —volví a reclamar, el se carcajeo, eso me hizo sentir en paz.
Si podíamos bromear y jugar con eso, significaba que nada podía cambiar entre nosotros, lo que no tuve en cuenta era aquel dicho que tenían los abuelos: quien juega con fuego al final acaba quemándose.
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