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Rabo de nube

Los detalles no solo quedaron en ese día, porque el corresponderle no era de solo una salida, sino en los pequeños gestos cotidianos y no lo hacía porque me sentía en el deber de compensarlo, era como él había dicho, actuaba porque me nacía.

Era bastante sencillo lograr qué estuviera feliz y a gusto, no sabía cuan satisfactorio se había vuelto verlo sonreír por algún detalle que tuviera con él por más mínimo que fuera.

En las siguientes semanas también trate de pasar mas tiempo con Aim, aunque en muchas ocasiones se encontraba tan ocupada que apenas podíamos siquiera hablar, lo comprendía, ya que estaba a pocas semanas de terminar su maestría era lógico que empezara a tener aún más saturado su día.

Pero encontré en que entretenerme, desde aquella noche en que no encontré nada de la ropa de Alan me di cuenta de que en definitiva necesitaba hacerle espacio, después de tantos meses era necesario que él se sintiera a gusto y no como un invasor, esa era su casa, al fin y al cabo.

Aproveché el sábado de la siguiente semana, ya que no debía ir a la oficina, para ordenar un poco también era un buen pretexto para buscar una lata de galletas donde sabía que había algunas pertenecías de mi madre, mi hermano me la entregó, pero nunca fui capaz de abrirla ahora tenía curiosidad de saber su contenido, además, ya era necesario también hacer frente a eso, pero en tantos años y con tantos cambios a saber dónde había acabado.

En cuanto Alan se fue al trabajo empecé mi faena. Comencé en la sala, no podía llevarme tanto tiempo no es como que viviera en una mansión ni que tuviera muchas cosas, busqué primero en el pequeño librero qué tenía debajo de la ventana de la sala donde más que nada se encontraban los libros que ocupe en la universidad.

El siguiente lugar fue en el mueble de la tele ahí solo estaban algunas películas, unos juegos de mesa y videojuegos fue una buena oportunidad para acomodar y limpiar increíble qué Alan no haya notado las motas de polvo por esta zona.

Continué en el cuarto, ya que en la cocina dudaba mucho que estuviera, ya hubiera salido desde hace demasiado tiempo. Entre en la habitación y me quede parado en la entrada observando a mi alrededor, solo tenía una pequeña cómoda, el closet y una mesita de noche, si no estaba en ninguno de esos lugares a mí me iba a dar algo.

Empecé con la cómoda, me encontré con un desastre, la ropa de Alan y la mía estaban revueltas, saque todo el contenido que era lo interior y algunas sudaderas, lo aventé a la cama y me puse a separarla, doblarla y acomodarla para que cada uno tuviera su espacio también coloque en el suelo las que ya sacaría, me llevo gran parte de la mañana, pero quedé satisfecho, sin embargo, ahí en definitivo tampoco estaba lo que buscaba, empezaba a sentir un vacío de no encontrar la cajita.

La mesita de noche pese a solo tener un cajón también contenía un caos, ahí guardaba los cables viejos, pilas y más objetos que ni uno sabe de dónde salen, básicamente las cosas inútiles qué no sabes que hacerles, tampoco la encontré ahí.

Sentado en la cama, mire hacia el closet, no tenía muchas ganas de buscar ahí, pero era el último lugar que me quedaba así que me levanté abrí la puerta y contemple su interior, decidí empezar por sacar toda la ropa y ver si había cosas que ya no ocupara así Alan tendría mayor espacio.

Deje en la cama el cerro de ropa, así sería más sencillo revisar, pero antes de hacerlo recordé el espacio de hasta arriba del armario, lo que llamaríamos el hoyo negro, ya que ahí aventaba lo que no le hallara lugar.

Tuve que ir por algo para poder sacar lo que hubiera, aunque tenía una estatura promedio eso quedaba fuera de mí alcance.

Ya una vez con unas escaleras puestas subí y contemple el lugar, donde había bolsas de compras pasadas, cajas vacías, unas bocinas que según recordaba ya ni servían, muchos papeles que resultaron ser las fotocopias que sacaba en la universidad y, para mi sorpresa, mi vieja guitarra no sé qué me sorprendía, no había razón para que no estuviera ahí.

Baje de las escaleras y detuve mi limpieza para quedarme viendo el estuche negro donde aún seguía guardada, tenía una especie de sentimientos encontrados, por un lado, me sentí tentando a sacarla y por el otro... hacía años que no la ocupaba por el momento la puse sobre las almohadas lo más lejos del cerro que había de ropa y termine con lo demás dejándolo en el piso.

Con una escoba me asegure que no quedara nada al fondo, tampoco estaba ahí, suspiré resignado preguntándome que habría pasado.

Ya que estaba el desastre en la cama me dispuse a revisar, era increíble que aun quedara hasta ropa de mi hermano, como que un closet tan pequeño y que guardara ropa de tres personas no funcionaba.

Estaba tan entretenido separando lo que ya iba a sacar qué no me enteré de la llegada de Alan hasta que escuché su voz cantando, yendo hacia la habitación hasta que se detuvo me volteé hacia la puerta y él ya estaba ahí parado con un gesto de horror mirando alrededor.

—¿Qué paso aquí? —preguntó escandalizado.

—Decidí que era buen momento de limpiar.

—Esto ya no es limpieza, esto es exorcismo—me reí ante su comentario.

—Estoy buscando algo así que también aproveche para hacerte espacio.

—¿A mí? —se notaba sorprendido.

—Todas las mañanas te oigo gruñir por qué tu ropa se cae, no cabe, no encuentras nada, etc. ¿Por qué no me habías pedido cancha?

—Bueno es tu casa, yo estoy aquí de arrimado.

—Claro que no Alan, también es tu espacio, además todo esto será tuyo eventualmente.

—Por alguna razón sonaste como Mufasa— volví a reírme.

—Bueno mi pequeño Simba si quieres irte a la sala por qué aquí tengo muchas cosas que resolver.

—Te ayudo ¿Qué quieres que haga?

—Donde veas una sudadera azul marino es el montón de ropa que voy a sacar vela metiendo a una bolsa por favor—le indiqué.

Yo seguí revisando qué era lo de mi hermano quizás se lo debía mandar o tal vez lo mejor era regalarlo, había visto por sus fotos que había publicado qué había subido bastante de peso, dudaba qué eso le entrara siquiera en una pierna, después de un buen rato Alan logro que tuviera mayor visibilidad del entorno.

—Al fin te encuentro—me dijo sonriendo.

—Hola, lamento el desastre, así como los inconvenientes causados.

—Cuanta propiedad—expresó riendo.

—¿Quieres cambiarte?

—¿Lo dices solo por la mera curiosidad?

—Si—me reí—dudo que puedas encontrar algo.

—Tonto—me aventó una playera del montón a modo de misil—¿En qué más ayudo?

—¿Puedes ir colgando la ropa? Primero, pantalones después las camisas y al final los suéteres y chamarras—él asintió con la cabeza y comenzó a poner todo en ganchos.

—¿Solo tienes camisas polo?

—Son las mejores, son cómodas y te hacen ver medio formal.

—Tu forma de vestir es muy apagada, solo tienes colores neutros.

—¿Qué quieres que vaya como árbol de Navidad? —él se río.

—No, pero por tu tono de piel te quedarían colores un poco más vivos, no es un rojo.

—Esa es roja— señalé la camisa que justo tenía en las manos.

—Esa es vino Marck.

—Yo no veo la diferencia—reproché—además ¿Cómo sabes que tonos me quedan?

—¿En serio preguntas eso? Soy diseñador de imagen ¿Lo olvidaste?

—Ah si cierto... Si eres diseñador de imagen ¿Qué haces de organizador de bodas? —como que algo no me cuadraba.

—Soy Diseñador de imagen personal y corporativa con especialidad en organización de eventos.

—Se oye tan pro eso.

—De nada sirve si no te alimenta—se quejó.

—Pero eres feliz ¿No?

—De felicidad no se come Marck

—Supongo...—tenía razón por algo estaba trabajando en recursos humanos era buena la paga, pero no me hacía del todo feliz.

—¿Qué es esto? —preguntó de repente, entre el montón de ropa había encontrado mi guitarra, yo me acerqué a él y se la quite de las manos.

—Es algo obvio que es ¿No?

—No sabía que tocabas—abracé mi guitarra.

—Hace muchos años que lo deje de hacer, ni siquiera Aim sabe.

—¿Puedo saber por qué? — hice espacio en la cama para que los dos nos sentáramos, la saqué con mucho cuidado de su estuche y sonreí.

—Durante mi adolescencia estuve en el coro de la iglesia, había un sacerdote que se preocupaba por los chavos de la colonia, la zona no era muy buena y la mayoría acababa en pandillas—le conté mientras empezaba a afinarla—así que cada tarde se hacía cargo de todos los que podía mientras los padres trabajaban, nunca fue de inculcarnos la religión solo nos enseñó que siempre había algo más que velaba por nosotros y que ya era decisión nuestra que nombre ponerle, estuve durante al menos 5 años en el coro hasta que mi madre enfermó, ya que tenía que quedarme a cuidarla, los instrumentos que teníamos eran de lo que conseguían por donación, pero los del coro me regalaron la guitarra al saber lo de mi mama ¿Ves que está toda pintada?—se la mostré, Alan la observo, en ella los del coro me habían escrito mensajes de ánimo.

—Fue un gran detalle—comentó con una sonrisa.

—La verdad es que si, con los años descubrí que tocarla me hacía muy feliz. Poder tocarla aun sin ir al coro es lo que mantuvo—hice una pausa mirando las cuerdas y rasgando un poco comprobando que hubiera quedado afinada—recuerdo que mi madre me cantaba una canción de niño cada noche o cuando ella me sentía triste, es la única persona que tenía el poder de saber que no estaba bien, nunca preguntaba si tenía algo solo se ponía a cantarme, cuando ella enfermó me la aprendí y esa fue la que la acompaño hasta el último día de su vida, nunca he vuelto a siquiera oírla—no sabía si estaba listo para hacerlo, pero quería intentarlo.

Coloqué mis dedos intentando acordarme, comencé a tocarla, sonaba bastante mal, volví a tocarla, llego un punto en que la repetí tantas veces que perdí la cuenta, Alan tomo mi mano deteniéndome.

—Ya basta Marck, mira tus dedos ya están rojos— de nuevo estaba temblando no sé si por los recuerdos o por el esfuerzo, él me sostuvo mi mano para impedirme continuar—suena muy bonita la melodía—sus ojos se habían puesto llorosos, deje la guitarra en la cama y con mi mano libre le acaricie el cabello.

—Se llama Rabo de Nube ¿Alguna vez la habías escuchado? —negó con la cabeza—préstame tu celular, el mío está perdido en la inmensidad del caos.

Me dio su dispositivo, busqué la canción y por primera vez en casi 10 años volví a escucharla, una oleada de sentimientos me invadió de nuevo, pero ya no era con dolor, sino con una especie de nostalgia, escuchar a Silvio Rodríguez era como regresar a mi hogar, recordaba que era la música que más invadía la casa mientras mi madre cocinaba.

—En verdad que la letra tiene un muy bonito significado—dijo conmovido.

—Como me recuerda a mi madre—suspiré.

—¿Estás bien? —pregunto mientras me apretaba mi mano, con mi dedo pulgar acaricie la suya.

—Sí, es la primera vez que puedo escucharla sin querer aventar el celular—Alan rio.

—Creo que poco a poco iras pudiendo superarlo.

—Supongo que sí, siento que ya debí hacerlo hace muchos años.

—Cada quien vive su duelo como puede Marck, lo importante es darse cuenta y salir adelante—nos estrechamos la mano una última vez más.

—Sigamos alzando—ambos nos levantamos.

Alan continuó colgando la ropa mientras yo me quedé parado mirando a mi alrededor intentando pensar en que otro lado podría estar la bendita lata.

—¿Qué estabas buscando? —regresé mi mirada hacia él.

—¿Eh? — pregunté distraído.

—Dijiste que empezaste el caos porque estabas buscando algo.

—Ah eso... Es algo de mi madre, pero creo que no está—me volví a sentar, resignado.

—¿Ya revisaste en la sala?

—Por ahí empecé.

—Con razón la noté más limpia, en la cómoda quizás—él se acercó hacia ella.

—Ya.

—Si ya vi que aquí también ordenaste... Y el closet ya lo vaciaste... En la mesita de noche —negué con mi cabeza —¿no se la llevo tu hermano? —me quedé pensando un momento y volví a negar con la cabeza.

—Quien sabe que sucedió.

—¡Debajo de la cama! —él se hincó y se asomó.

—Alan, traes tu traje —él no me hizo caso se levantó con una caja de cartón en las manos.

—¿Es esta? —me la puso en las piernas yo la abrí y me asomé.

—Si es esta—Alan se sentó a mi lado.

—¿Qué es? —preguntó con curiosidad.

—No tengo ni la menor idea.

—¿Cómo? —cuestionó confundido, no solo había la lata de galletas, sino también algunas bolsas qué desconocía, solo saqué la lata y dejé la caja en el piso.

—Sé que aquí hay cosas de mi madre, pero no sé qué sean.

—¿Nunca la has abierto?

—No, mi hermano fue el que se encargó de limpiar su habitación, él solo me dio esto, pero no había tenido el valor de ver que había.

Abrí la lata y vacíe el contenido sobre la colcha no pude evitar sentir un nudo en la garganta, Alan empezó a agarrar las cosas.

—¡Son tus dibujos!

—No sabía que los había guardado, supongo que guardo los más importantes.

—No manches, este pegamento era de los buenos este tiene 20 años y mira—ondeo una hoja donde había pegado unos botones.

—No te confíes de su eficacia—le dije mientras se lo quitaba.

Después de remover varias hojas hasta abajo estaban unas cuantas fotos, más que nada para la escuela y trámites, tomé la única que estábamos los tres juntos y sonreí. Era una foto donde estaba mi hermano cargándome en sus hombros y mi madre sosteniendo un algodón de azúcar, no pude evitar que se me humedecieron los ojos.

—Sabes, está es la única foto que tengo así.

—¿En serio?

—Nunca tuvimos la posibilidad de una cámara, este día me contaron que había estado triste, ya que recién se había ido mi padre no entiendo por qué me sentí así ni siquiera lo recuerdo, en fin, salimos al parque y un señor se nos acercó y nos dijo que regalaba fotos, así es como la obtuvimos—Alan de repente se sentó en mis piernas y puso su celular frente de nosotros.

—¿¡Que haces!? —pregunté muy sorprendido.

—¡Sonríe! —y sin más saco una foto, miró su celular para revisarla—podrías intentar poner mejor cara a la próxima.

—¡Me sorprendiste! De repente llegas y te me sientas encima—él me sonrió.

—Quiero que tengas muchas fotos, no puedo recuperar momentos de tu infancia, pero podemos capturar los recuerdos que hagamos partir de hoy—sonreí y lo miré, la distancia entre nosotros era casi escasa él me contemplaba fijamente sonriéndome es cuando caí en cuenta de la situación en la que nos encontrábamos lo empuje haciendo qué cayera en el piso para su suerte aún estaba cubierta de ropa.

—¡Marcos! —me reclamó, yo no pude evitar reírme—¡deja de reírte y ayúdame! —no podía evitarlo, se veía muy gracioso en su vano intento de levantarse por sí mismo, tomé su celular qué había caído a su lado y comencé a tomarle fotos —¿¡En serio me estás fotografiando!?

—Dijiste que íbamos a capturar momentos.

—¡Pero no así! —finalmente acabo ganándole la risa, después de haber tomado otras dos me detuve—¿Acabaste?

—Si ya—le contesté aun riéndome.

—Ahora podrías hacerme el favor ¡de levantarme!

—Está bien, a ver —estiró su mano y lo jalé para qué se incorpora, pero no lo solté, sino que lo atraje hacia mí para acabar abrazándolo.

—¿Qué haces? —preguntó dándome unas palmaditas en la espalda.

—Dándote las gracias.

—¿Por qué?

—Por intentar mejorar mi presente—él me sacudió el pelo sin decirme nada, después nos separamos y alzó la caja poniéndola sobre la cama.

—¿Qué son estas bolsas? —indagó con curiosidad.

—Excelente pregunta —saqué una de ellas, la examiné y la abrí resultó ser unas banderas —creo que son decoraciones, no sabía que mi hermano las había conservado.

—¿De todo el año? —saqué las bolsas poniéndolas en la cama, empecé a abrirlas algunas era bastante evidente que contenían.

—Si mira; de independencia, Navidad, día de muertos y—me reí también estaba un viejo cartel de feliz cumpleaños que utilizábamos para cada uno año tras año—no puedo creer que aun exista, lo recuerdo desde que cumplí como 6 años.

—¿En serio? Con razón se ve tan gastado ¡Tu arbolito! —Alan saco un mini arbolito de menos de un metro, sonreí.

—Las Navidades nunca eran como escuchaba de mis compañeros, pero mi mamá intentaba, aunque sea poner el árbol, pese a que no era tan fan de esos días ¡Mira! —había una pequeña caja de cartón donde había unas canicas—ella improvisó estas esferas—Alan saco una y la examino.

—Ingenioso muy ingenioso nunca se me hubiera ocurrido usar canicas como esferas.

—Estas calacas las hice en la primaria—eran dos hechas con botones y lentejuelas.

—Supongo que las usaban en día de muertos.

—Así es, creo nunca pusimos una ofrenda como tal, solo ponía una veladora y un vaso con agua, que supiera no teníamos algún difunto, debe estar ella muy triste—reconocí.

—¿Por qué lo dices?

—Porque nunca le he puesto ofrenda, siempre en la oficina nos invitan a llevar la foto de algún familiar, pero nunca me he atrevido.

—Sé que donde sea que se encuentre ella comprende y también sé que estaría orgullosa de ti al verte como empiezas a volver a brillar—miré con asombro a Alan.

—¿Qué quieres decir?

—Tengo la teoría de que las personas cuando nacen están así de brillantes como estas canicas­—meneo una de las "esferas" que sostenía por el estambre y continuó— pero conforme pasan los años y las malas experiencias se van empolvando hasta que no queda nada de su brillo, cuando te conocí pude notar qué algo guardabas qué te dolía demasiado y hoy puedo verte más desempolvando sé que aún hay algo que no te deja ser del todo feliz, pero tú ya empiezas a resplandecer—recargué mi cabeza sobre su hombro no pudiendo evitar unas lágrimas, me había dado mucho sentimiento la reflexión de Alan, él me acaricio la mejilla.

—Pensé que solo mi madre podía ver mi dolor.

—Solo es querer verlo—sonreí, pero a la vez sentía una vacío en el estómago —oye qué pasa ¿Por qué esa carita? —él buscaba mi mirada.

—Eres la primera persona que lo hace.

—Pero ¿Y Aim? —preguntó confundido.

—Ella dice que no quiere saber de mi pasado, solo quiere saber de Marck en el presente y del futuro, quiere evolucionar y crecer como persona conmigo y que contando lo que ya paso solo te genera anclas que te impiden avanzar. Yo sentía que concordaba con ese pensamiento, pero hacía tanto tiempo que no me sentía así de tranquilo y en paz qué me doy cuenta cuanto necesitaba ver atrás enfrentar mi pasado y ahora si ver hacia el futuro —él me tomo la mano que se encontraba recargada sobre la caja ya vacía.

—Bueno cada persona aporta algo a tu vida, creo que ella logró sacarte adelante ¿Dónde crees que estarías si no la hubieras conocido?

Era una pregunta interesante, me puse a repasar mi pasado, conocí a Aim hace como 4 años cuando estaba en mis prácticas...

—Supongo que quizás estaría en una severa depresión—suspiré—aunque tú no lo creas lleve una vida bastante desastrosa después de que falleció mi madre, me la vivía de fiesta, tomaba mucho casi nunca llegaba a la casa ni siquiera sé cómo es que pase la prepa ni como entre a la uni, ese fue el motivo por el cual mi hermano se fue, se hartó de tener que estar sacrificándose por mí y yo no poner de mi parte —la voz se me quebró me sentía tan culpable qué ni siquiera me sentía capaz de hablarle a mi hermano más que lo necesario, Alan paso su brazo por mis hombros y entrelazo sus dedos que estaban sobre mi mano estrechándola—eso fue lo que me hizo cambiar, jamás volví a salir de fiesta, jamás volví a tomar así como lo hacía, hasta logré egresar de la universidad con mérito académico. ¿No te dije nada sobre esto mientras dormía? —él negó con la cabeza, era asombroso como el inconsciente funcionaba ni siquiera eso fui capaz de decirlo —Pues así fueron las cosas, en conclusión, creo que gracias a Aim es que tuve un motivo por el cual levantarme cada día.

—Ves, ella ha logrado algo positivo en ti—él me sonrió.

—Tú también lo has hecho—Alan me apretó hacia el sin decir nada, después de quedarnos un momento así continuamos alzando, esta vez ya no había nada que él no supiera de mí, hasta lo que aun más me pesaba ya lo sabía, no me juzgó ni hizo ningún comentario solo me brindo su compañía como siempre.

Si bien Aim me había hecho dirigir mi mirada hacia el futuro, estar en el presente y caminar a hacia delante, dándole la espalda a todo lo negativo del pasado, era Alan quien me había hecho ver finalmente, como dicen, el arcoíris después de la tormenta. 

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