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Empecé a mudarme al departamento de Aim, no vivimos juntos antes porque mi suegra nos lo pidió, pero ahora ya con la fecha confirmada podíamos dar ese paso, era de bastante ayuda tener a mi hermano, ya que él se estaba encargando de vender algunas cosas como los muebles, era bueno haciendo eso.
El fin de semana nos dedicamos al cuarto, la poca ropa que conservé de él decidió donarla, tal como supuse, no le cabía ni en una pierna.
Sergio comenzó a vaciar el cajón de la mesita de noche, no recordé lo que guardaba ahí hasta que me llamó.
—Marck —dejé de ver el closet y me volteé, las fotos que había tomado con la cámara que me dio Alan estaban sobre la cama. —¿Las vas a guardar?
—Si—me acerqué a recogerlas, no tenía el valor de deshacerme de ellas, las observé un momento. La mayoría era de Alan haciendo caras extrañas, me gustaba tomárselas infraganti, muchas de ellas ni siquiera se había enterado, eran pocas las que teníamos juntos.
—No sé si sea lo mejor—me dijo, no me importó, las agarré y las metí en la bolsa de mi pantalón, ya luego pensaría donde guardarlas.
De nuevo no dijo nada, continuamos tirando y limpiando, Cata había hecho algo bueno en él, porque era la primera vez que mi hermano no provocaba que me pusiera histérico haciendo cuestiones de limpieza.
El comenzó a ocuparse de la parte de arriba del closet mientras yo veía que había debajo de la cama.
—¿Aún la conservas? —escuché que preguntaba asombrado, alce mi cabeza para poder ver por encima de la cama. Había encontrado mi guitarra, me incorporé y me senté junto a él en la cama.
—No es como que la pudiera regalar verdad — la sacó de su estuche y la observó.
—Que habrá sido de Estrellita.
—¿Quién?
Sergio señaló uno de los tantos mensajes escritos.
—Fue mi novia.
—¿En serio? Con razón me adoptó —le comenté recordando que ella fue quien más me cuidaba en esa época
—¿La has tocado? —comenzó a rasgarla.
—Hace poco, pero hacía años que no lo hacía.
—Se siente bien—asentí dándole la razón.
—¿Te la puedes llevar? —dejó de mirarla para verme a mí.
—¿Y eso?
—Aim no sabe que toco, ni quisiera que supiera. —Sergio me vio extrañado, aunque no comentó nada.
—Está bien, pero si me cobran equipaje extra, corre por tu cuenta.
—Si, de eso no te preocupes.
Terminamos con el cuarto, dejé lo esencial y lo que menos iba a ocupar lo fui a meter al carro.
Cuando regresé, Sergio miraba algo parado en la sala, me acerqué a él.
—¿Qué ves?
Su respuesta fue enseñarme lo que tenía en las manos. Se trataba del portarretrato de mi mamá que ocupamos para la ofrenda.
—Desde que llegué la vi, pero no había podido preguntarte al respecto. ¿De dónde la sacaste?
—Mandé a ampliar una de las fotos que usó para su trabajo.
—¿Enserio es posible eso? —preguntó asombrado.
—Al parecer.
—¿Y por qué? —volvió a preguntar, esta vez extrañado.
—La puse en la ofrenda—de nuevo me miró asombrado
—¿Pusiste ofrenda? —asentí
—Creo que estoy empezando a sanar ese asunto—Sergio sonrió y me palmeo la espalda.
—También me ha costado trabajo —nos quedamos viendo la foto de mamá, no sabía que pasaba por la mente de mi hermano, pero no dudaba que fuera lo mismo que yo estaba pensando.
Todos esos momentos con mi madre volvieron a mi mente, ya no sentí esa opresión en el pecho ni el nudo en la garganta, a decir verdad, me sentía en paz.
Fue la primera vez después de que falleció que pudimos compartir un momento como este, parecía que mi vida comenzaba a repararse un poquito, esperaba que fuera en todos los aspectos.
No me llevó tanto tiempo trasladar mis cosas, es cuando pude notar lo poco que tenía.
Aim me había dado las llaves para que pudiera ir cuando lo necesitara.
Era extraño, nunca nos dimos la llave de nuestros respectivos departamentos hasta ese momento.
Los días siguientes a veces me sorprendía la rapidez con la que pasaban y a veces la lentitud que podía llegar a sentir, cada vez la boda estaba más cerca.
Sergio después de una larga discusión con Cata llegaron al acuerdo de que su cuñado la acompañara, ya que mi hermano no quería que viajara sola, llegó una semana antes para la prueba de vestido ya que Aim la había elegido dama de honor, pero no contaban que en el inter se embarazaría.
Esa semana previa a la boda se me hizo eterna, todo transcurría como en cámara lenta, yo me sentía como un extraño, totalmente desconectado, aunque hubo buenos momentos ya que tuve la oportunidad de convivir con mi cuñada, y también con su hermano que pese a su seriedad y que casi no hablara español era agradable.
Compartimos varias comidas en familia, extrañaba tanto tener la mesa llena, gracias a eso no tuve oportunidad de pensar nada más que en el presente y disfrutar.
Un día antes, aunque mi hermano me mandó a dormir a buena hora no conseguí conciliar el sueño, como si fuera un bebé me subió al carro y dimos de vueltas por las calles, hasta que medio logré dormir algo, al día siguiente me sentía un poco más descansado a costa de mi hermano que tenía toda la cara de un universitario después de entregar la tesis.
Hasta el mero día de la boda, pude experimentar por primera vez los nervios en pleno, necesitaba harina y azúcar, con un mensaje le supliqué a mi cuñada que me consiguiera buñuelos aprovechando que pasaría al departamento por mi auto. En lo que esperábamos Sergio y yo terminamos de arreglarnos, se paró frente a mi después de que me levanté de la cama.
—¿Estas listo? —preguntó, no fue necesario responderle—es evidente que no, traes todo chueco el moño—lo acomodó al igual que el traje, me observó un momento asegurándose que todo estuviera en orden, tocaron a la puerta, aun descalzo fui a abrir—Marck los zapatos—me dijo mientras iba atrás de mí, lo ignoré lo único que quería eran mis buñuelos.
Apenas abrí la puerta, Cata mostró la bolsa.
—Solo conseguí pan tostado con crema—anunció no bien entró.
—Sirven—casi se los arrebaté y comencé a comérmelos con rapidez, mi hermano llegó junto a nosotros.
—Marck, te vas a llenar de migajas—me advirtió—como te pones a comer de esa forma ¿y por qué se lo trajiste? —le cuestionó a su mujer.
—Me los pidió, los nervios dan unos antojos que se ponen peor que yo ¿Recuerdas los camarones?
Sergio sonrió, calmándose un poco.
—Casi nos casamos en urgencias—respondió.
Detuve mi atracón para mirarlos pidiendo más información.
—Muchos camarones—el hermano de Cata que seguía en la entrada fue quien respondió con su escaso español.
—Le dio una santa urticaria—añadió Cata.
—Es lo que estaba a la mano—, se excusó Sergio, alzándose de hombros.
—Entonces deja a tu hermano calmarse.
Me sentí por un momento como con mis padres uno defendiéndome y el otro llevándole la contraria.
—Quisiera, pero el azúcar le puede dar náuseas —Sergio hizo lo peor que podían hacerme, me arrebató mi bolsita del pan, no tuve ni chance de quejarme ya que empezó a apresurar a todos. —Joshua ¿Si sabes llegar? — le preguntó a su cuñado.
—Google Maps—contestó, mi hermano no parecía muy seguro.
—No nos perderemos Serch—intentó calmarlo su esposa.
—No confío mucho en la tecnología.
—Tu acompaña a Marck, total, preguntando se llega a Roma.
Sergio parecía a punto de la histeria con esa respuesta.
—Sí llegamos, tranquilo—añadió Joshua, con pesar le entregó las llaves del coche.
—Bueno, vámonos Josh—se despidió de su marido y ambos salieron de nuevo, mi hermano se quedó parado viendo a través de la puerta como si les estuviera dibujando el camino correcto.
—Aim dice que su padre tendría que estar dentro de unos 15 minutos—le comenté para sacarlo de su ensimismamiento.
—¿Estas listo? —volvió a preguntar examinándome de nuevo, asentí con la cabeza, aunque estaba comenzando a darle la razón respecto a la azúcar, comencé a tener unas náuseas apenas y aguantables.
—Creo que quiero vomitar — admití.
—¿Ves? Te lo dije, no debiste comer azúcar.
Fue hacia la cocina y comenzó a preparar algo que no supe que era hasta que lo puso sobre la mesa.
—¿Té?
—De manzanilla, es lo único que se me ocurre, además relaja.
—Lo sé, mamá siempre nos lo daba para dormir.
Sonrió al escuchar ese recuerdo.
—Cuando eras bebé, mojaba algodón con té de manzanilla y te lo daba a oler, caías muerto.
—Debiste recordar eso anoche.
—Posiblemente —dijo riendo—pero, no importa, fue agradable el paseo.
—¿Aunque hoy te parezcas a Víctor?
—¿A quién? —preguntó confundido.
—El del cadáver de la novia—le expliqué.
—Creo que nunca vi esa película—saqué mi celular para enseñarle al personaje del que hablaba.
—Mira—mostré la imagen, Sergio se rio.
—Bueno tu eres el novio así que preferible yo que tú.
—¡Eres el padrino! —exclamé.
Volvió a reírse, después de eso recibí un mensaje de mi suegro avisándome que ya estaba ahí.
—¿Ya llegó? —preguntó mi hermano notando el mensaje, asentí confirmándole, empecé a dirigirme a la puerta, sentía los pies de plomo, Sergio me brindó su apoyo colocándome su mano sobre mi hombro y bajamos
El camino fue bastante incómodo dadas las asperezas surgidas durante Navidad, después de más de 1 hora escuchando noticias y sus respectivos comentarios del señor al fin llegamos, todo parecía de ensueño.
Descendimos del auto, el papá de Aim bajó la ventanilla para hablarme antes de irse.
—Nos vemos allá, voy a dejar el carro, ya sabes donde será la ceremonia.
Lo despedí haciendo un gesto con la mano, y se retiró.
—Me da la impresión de que tu suegro está evitando que huyas.
—No lo dudo—admití.
Cuando entramos al lugar ya estaban las damas de honor y algunos familiares de Aim, mi hermano respiró en paz al ver a su esposa entre ellas, me condujeron a un cuarto para terminar de arreglarme, aunque yo ya había hecho bastante, me volvieron a peinar el cabello y se aseguraron de que el traje estuviera perfecto. Miré el reloj en mi muñeca, faltaban menos de 15 minutos para la ceremonia religiosa, no entendía muy bien el fin de realizarla dado que ninguno era católico, pero al parecer era parte del protocolo social.
Mi hermano y su cuñado entraron a la habitación.
—¿Estas listo? —no sabía cuántas veces ya me había preguntado eso Sergio, era como si esperara que le dijera que no y acabara ayudándome a huir, ni que fuera película de Hollywood
—Siento que me han dejado un casco en vez de cabello.
—Mucho aire, vas despeinarte, mejor si—a veces era difícil comprender lo que decía Joshua—trabando español— se excusó un tanto apenado.
—Ya pronto podrás hablarlo mejor—lo consoló Sergio—bueno pues vayamos a la capilla antes de que tu suegro te venga a buscar.
Nos encaminamos hacía donde se llevaría la ceremonia, no dudaba que si me tardara un segundo demás la suposición de mi hermano se hiciera realidad.
Ya estaba ahí a donde me casaría lo siguiente que sucedió fue para mi pura confusión, ni si quiera tenía muy claro quiénes eran los padrinos y madrinas ni tampoco de que, había sido demasiado indulgente con ese asunto, Aim había sido quien se había encargado de eso, yo como solo tenía a mi hermano no tenía mucho de donde escoger por lo tanto fue ella quien eligió a las personas que consideró oportunas.
Solo fui siguiendo instrucciones de la gente que organizó el evento donde claramente no estaba Alan, muy a mi pesar fui alejado de Sergio, aunque para mi fortuna Cata se acercó a mí.
—No soy tu madre y apenas hemos convivido, pero espero pueda ser lo que Sergio es para ti y que me permitas que sea conmigo con quien entres, además tuve que tener una plática un poco acalorada con tu suegra para estar aquí, así que espero no me rechaces—me reí ante su comentario.
—Gracias por ser parte de mi familia—apenas dije eso unas lagrimitas se le salieron de los ojos, se apresuró a limpiárselas.
—No ves que ando sensible.
De nuevo me reí, mi hermano tenía suerte de haberse casado con ella.
—Vamos—extendí mi brazo para que lo tomara, lo aceptó gustosa.
El caminar hacia el altar no solo fue incómodo si no eterno, la capilla era pequeña, pero sentía que el pasillo media mil metros, lo único que lo hizo llevadero fue tener a un lado a Cata.
No había necesitado demasiado tiempo como para sentirla ya como alguien muy importante en mi vida, esa semana en la que convivimos fue más que suficiente para agarrarle cariño.
Una vez que me dejó en el altar se fue a sentar en uno de los asientos de hasta el frente, una melodía suave comenzó a sonar y Aim apareció en la entrada del brazo de su padre, se veía realmente hermosa, nunca creí que sería un sueño verla en ese vestido, pero en ese momento aún pese a todo sentía que lo estaba cumpliendo.
Parecía feliz, tenía una sonrisa deslumbrante, con la que saludó a sus conocidos, ya estando cerca alzó la mirada y me vio de frente, pude ver en ellos algo que muy pocas veces le había notado, algo que había estado presente desde que me recibió con esa cena preparada por ella. Cuando al fin estuvieron frente a mí, su padre colocó la mano de su hija en mi brazo.
—Marck, te entrego lo más valioso de mi vida, mi niña.
Sabia todo lo que venía con esa simple frase, puse mi mano sobre la de Aim.
—No voy a fallarle—repetí lo mismo que le había dicho en aquel bar, por primera vez me sonrió de la forma más sincera que pudo y se fue a sentar con su esposa.
El resto de la ceremonia sucedió a tal velocidad que solo tengo recuerdos algo borrosos, seguía en automático, en el único momento más consciente, fue cuando el padre llegó a la pregunta a quien primero se dirigió el sacerdote fue hacia a Aim me sorprendía lo nerviosa que se sentía.
Siempre se caracterizó por ser alguien fuerte y decidida, jamás la vi titubear, pero en este momento por un instante su voz tembló al responder, él sacerdote se dirigió hacia mí y me hizo la misma pregunta.
Antes de poder contestar di una rápida mirada a mi alrededor todos esperaban expectantes muchas mujeres lloraban, nunca pude entender eso ¿Por qué una boda hacia llorar a las personas?
Miré hacia el pasillo, por un loco segundo, se me vino a la mente que Alan aparecería gritando ¡yo me opongo! ¿y después qué? ¿Una dragona se comería a Aim? No, la realidad distaba mucho de eso, sentí la mirada de mi suegro amenazante.
Sergio tocó mi hombro regresando mi atención, tomé un poco de aire y por fin respondí.
—Acepto.
Lo siguiente fue colocarnos los anillos, ambos temblábamos, pero al fin lo conseguimos.
—Los declaro marido y mujer —dijo el sacerdote y todos gritaron de emoción mientras aplaudían, Aim y yo solo nos vimos un instante y nos besamos.
Después de la ceremonia católica haríamos la civil, antes de eso Aim fue a cambiarse de vestido, tiempo en el cual los invitados aprovecharon para moverse al siguiente espacio donde se realizaría.
Me quedé esperando cerca del lugar cuando a lo lejos vi a Alan, pensé que era una alucinación, pero se veía bastante sólida para serlo, no esperaba encontrármelo dado que había dicho que alguien más se encargaría de terminar el evento, mi atención regresó gracias a que mi ahora esposa se colgó de mi brazo,
—Estoy lista mi amor—me anunció Aim, me giré a verla distraído—¿Qué veías?
—Nada —esa respuesta evasiva no le sirvió de mucho.
—¿Quién es? —preguntó al notar hacia donde había estado mi mirada, o más bien hacia quien.
—Él es quien organizó la boda.
—¿¡Enserio!? Lo quería conocer, vamos a agradecerle Marck.
—No, debe estar ocupado, nena. Dejémoslo trabajar—a ella le valió y me acabó jalando hacia él, cuando estuvimos de frente noté que perdía un poco de color.
—Así que tú eres quien hizo posible todo esto—Alan estaba bastante asombrado por nuestra repentina aparición, yo quería salir huyendo, no dudaba que él también estuviera deseando lo mismo.
—Si, Alan García, es un gusto conocer al fin a la novia. —se presentó estirando su mano, Aim se la estrechó con entusiasmo.
—¡El gusto es mío! Quedo todo tan encantador ¡De ensueño!
—Claro, soy el hada madrina y estoy aquí para cumplir sus sueños—tal como había dicho, ella parecía encantada con eso.
—En definitiva, voy a recomendarle con mis amistades—la conversación seguía y seguía, por más que empecé a decirle que ya nos esperaban, para la fortuna de todos Sergio hizo acto de aparición.
—Ya los están esperando—se dirigió primero a nosotros sin embargo a quien parecía que estaba rescatando era a Alan—¿Usted es el encargado?
El respondió algo confundido asintiendo con la cabeza.
—Es que hay un problema ¿Puede ayudarme? —dada la mirada de mi hermano confirmé que no era precisamente a mí a quien estaba zafando de la situación, ¿hermano de quién es?
—Sí, claro—respondió sin evitar sonar aliviado—disculpen, veré eso—Sergio comenzó a caminar y Alan antes de seguirlo nos miró un momento y nos dirigió una sonrisa cortés— muchas felicidades... a ambos les deseo mucha felicidad—pude notar que su voz quería quebrarse, pero para Aim fue imperceptible.
—Muchas gracias—le contestó sonriente,
—Con permiso–inclinó un poco la cabeza y se retiró tras mi hermano.
—Que chico tan mas lindo. —comentó.
Mis pulmones aún no recordaban su función, dudaba que en ese día lo hicieran.
La ceremonia por el civil no la viví muy distinta a la católica, cuando menos vi mi firma ya estaba en un papel a lado de la de Aim y nuestros testigos, estaba hecho, por todas la de la ley, Aim ya era mi esposa.
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