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Me basta

La fecha más difícil del año para mí, cada vez se iba a cercando más, nunca podría olvidar el 6 de agosto, ya se cumplirían 9 años desde que mi mamá falleció.

Días previos empezaba a aislarme de todos hasta de Aim ella ya estaba al corriente de la situación así que me daba mi espacio.

En esos días era cuando más me volvía a deprimir quizás para tanto tiempo que había pasado ya debería superarlo, pero aún no podía lograrlo todavía me dolía demasiado.

Dos días antes de la fecha como ya era mi costumbre estuve decaído todo el día, ya para la noche fue inevitable no llorar, pero está vez lo tenía complicado, ya que no estaba solo y no podía correr a Alan, tampoco quería que me viera como solía ponerme así que esperé a que él se acostara para mi suerte parecía estar agotado así que no hizo por platicar como cada noche. Cuando escuché su respiración más profunda ya no pude aguantar más, como siempre, lloré hasta quedarme dormido.

A la mañana siguiente, desperté con un aroma que hacía mucho no olía cuando me levanté y fui a la cocina en la mesa ya me esperaba una torre de hotcakes, yo me quedé perplejo Alan se volteó y me sonrió.

—Buenos días, Marck—me saludó, noté un poco más de alegría de lo usual.

—Buenas—intenté responderle con la misma energía sin lograrlo—cambiaste el menú—observé.

Él cuidaba bastante nuestra alimentación al menos entre semana así qué por eso se me hizo extraño un desayuno así.

—Es mi truco de magia cuando alguien está triste—sentí un vacío en mi estómago temía preguntarle si acaso me había escuchado anoche, no mencioné nada ni él tampoco, me senté—¿con que los quieres?

—Crema batida—respondí.

Ese era mi ingrediente preferido, el la sacó del refri y también tomó asiento.

Cogí un hotcake del montón y lo puse sobre mi plato, estiré mi mano para tomar la lata, pero Alan me ganó pensé que le iba a poner al suyo pero lo que hizo fue echarle la crema,, a mi hotcake haciendo un intento de carita feliz que, aunque le salió un poco chueca, me hizo sonreír.

—El arte no es lo mío—comentó apenado.

—Gracias Alan—musité casi con la voz quebrada.

La verdad es que no solo me refería al desayuno, me apreté el puente de la nariz como cada vez que quería evitar llorar, intenté respirar para calmarme Alan siguió sin mencionar nada y actuando con bastante normalidad, acabamos de desayunar y cada quien se fue a su trabajo.

Por primera vez en muchos años no me sentí tan triste, no sabía si había funcionado su truco de magia o era su papelito del lunch del día que me pedía sonreír lo único de lo que estaba seguro es que él tuvo algo que ver.

Estuve bastante tranquillo dentro de lo que podía hasta que recibí el mensaje de mi hermano de que llegaría al día siguiente por la mañana, todos los años era lo mismo, él venía a visitar a nuestra madre, pero yo aún no podía ir menos con él, desde su funeral jamás volví a ir.

Cuando salí del trabajo iba pensando algún pretexto para evitar a Alan e irme directo a dormir. A esas alturas del día dudaba poder seguir resistiéndome las ganas de llorar.

No obstante, cuando llegué al departamento y vi lo que había en la mesa me hizo olvidarme de mi plan, frente mi se encontraban dos platos de chilaquiles unos verdes y otros rojos, Alan ya estaba sentado, cuando entre él me sonrió ampliamente.

—Llegaste justo a tiempo.

—Alan... ¿Pero qué...? ¿Por qué...?—no tenía palabras,

—Por alguna razón sé que esté día necesitas cosas que te animen, siéntate—yo hice caso.

Por lo general me cambiaba antes de comer, pero odiaba que los chilaquiles se aguadaran con la salsa así que entre más pronto los comiera mejor, Alan me pasó la crema y la cebolla, comenzamos a comer.

Estaba sorprendido de que tuviera el conocimiento no solo de cuál era el alimento que más amaba sino como me gustaba que estuviera preparado.

Siempre batallaba cuando los compraba, ya que nunca me entendían como los quería y si yo los hacía quedaban más como sopa de tortilla, por primera vez en años estaba comiendo unos chilaquiles decentes.

—¿Como...? ¿Cómo es que tú...? ¿Como sabes...?—seguí intentando hallar las palabras para formar una oración entendible pero el nudo que sentía en la garganta me lo impedía de nuevo apreté el puente de mi nariz.

—Solo sigue comiendo —no intenté volver a preguntarle, seguí engullendo ese manjar.

Cada bocado me estaba haciendo recordar la última vez que comí unos hechos por mi madre, apenas y fue unas semanas antes de que ella falleciera, tuvo un impresionante momento de energía.

En aquella ocasión cuando llegué de la escuela me quede muy sorprendido al verla en la cocina y aunque me preocupe que se estuviera sobre esforzando, me sonrió con tranquilidad, comí solo, ya que ella ya no tenía apetito.

Nunca podría olvidar ese día, semanas después colapso, en sus últimos momentos tanto a mí como a mi hermano nos dijo algo, yo no lograba recordar sus palabras intentaba acordarme, pero estaba bloqueado ese recuerdo.

—¿Qué pasa? —pregunté sobresaltado

—Es que estás llorando a moco tendido, al principio pensé que era porque te habías enchilado, pero después comprendí que estabas llorando... de nuevo—me aferré a sus manos ya no pudiendo contenerme más.

Alan se quedó abrazándome, aunque sabía que no era la posición más cómoda, trate de calmarme, pero no pude por primera vez no logre detener mi llanto siempre intenté ser fuerte ante los demás, pero con él no pude evitar quebrarme.

Me costó mucho tiempo parar, pero no me soltó ni un instante era la primera vez que alguien me abrazaba mientras lloraba, en realidad era la primera vez que otra persona me veía llorar, poco a poco empecé a sentir más calma y para cuando mi llanto ya solo era una respiración entrecortada él me soltó y me frotó la espalda, se alejó un momento de mí y me consiguió papel para limpiarme.

—Perdona Alan, no quería que me vieras así—él se puso en cuclillas mirándome a los ojos.

—¿Solo porque esta es tu parte más pura Marck? —el paso sus dedos por mis ojos quitando lo que quedaban de lágrimas — ayer te escuché, pero no quise intervenir, pero hoy al verte tan roto no puedo evitar ofrecerte mi hombro—sostuvo mi cara entre sus manos — ya qué estoy aquí ¿Por qué no me dejas ser parte también de tus peores momentos? — yo sonreí jamás nadie me había dicho algo así solo pude asentir con la cabeza.

Él se levantó me sacudió el pelo y me invito a que siguiera comiendo, él no se sentó, sino que se fue hacia la sala, no me gire a ver que hacía ya qué estaba sucediendo lo que no quería qué pasara con mis chilaquiles.

Me apresuré a zampármelos, apenas y había terminado el último bocado cuando una canción hizo qué me volteara hacia Alan (La bomba) me quedé con la boca abierta ya qué me tope con él bailando, siguiendo la música, nunca podía reírme en esos días, pero verlo meneándose hizo qué soltará una carcajada.

—¿Qué haces Alan?

—Esta canción es la que bailo cuando me siento triste, ven—él me invito a la sala, no sabía que tan bueno era moverse después de semejante comida, pero no podía rechazarlo. Fui hacia él y comenzamos a bailar, después de esa canción la siguiente también hizo qué me riera (La chona)

Esta vez Alan me invito a que fuera su pareja de baile, yo me sentía torpe, pero no pude rehusarme, pensé que iba a ser un baile sin ritmo, pero él me condujo como si supiera, las únicas veces que lo había visto bailar no había mostrado esas habilidades.

—No sabía que sabías bailar.

—Todo el tiempo que llevo viviendo contigo y no te has dado cuenta.

—Las veces que te he visto no muestras estas habilidades — él me sonrió y nos detuvimos.

—Fui chambelán—confesó, yo lo miré asombrado.

—¿Enserió?

—Una de las cosas que más disfruto es bailar.

—De eso ya me había dado cuenta.

—Sigamos bailando—él me estiró sus manos para que las tomara de nuevo.

—Es un poco raro que dos hombres bailemos así ¿No crees? —dije cayendo en cuenta de la situación.

—¿Acaso ves a alguien con quien hacerlo aparte de nosotros? Si quieres invitamos a Aim—me sonrió.

—Idiota, yo no sé bailar —él me tomo mis manos.

—Soy experto haciendo bailar a los muertos —comenzó a moverme al ritmo (La cumbia Sampuesana) en efecto él fue capaz de sacar mis pocos dotes de baile, me movió como una pirinola.

Mi mamá cuando hacia el quehacer nos hacía bailar con ella, me sorprendí eso era algo que ya había olvidado. Él se detuvo soltándome las manos.

—Es la primera vez que veo alguien llorando con esa canción de fondo—yo lo miré y me empecé a reír.

—Recordé algo, no precisamente por la canción...—me deje caer en el sillón, Alan detuvo la música y se sentó a mi lado— ¿Sabes por qué estoy así? —era obvio que esperaba una respuesta negativa, pero me sorprendió ver que él asentía con la cabeza—¿Si sabes?

—Es por tu mamá— lo miré con asombro.

—¿Cómo es que sabes?

—Anoche me lo dijiste—me quedé más atónito.

—Si no recuerdo haber abierto la boca—él me sonrió.

—Ya es hora de que sepas como es que sé algunos detalles acerca de ti—me miro de forma misteriosa, eso hizo que me olvidara un momento de cómo me estaba sintiendo.

—¿Qué sabes de mí? —dije dudoso haciendo un recuento de todos esos meses, en lo que más le había atinado era en las comidas, pero me hacía sentir que sabía más que eso.

—Se sobre tus comidas favoritas, las partes de tu cuerpo que no te gusta que toquen, lo que más te molesta, muchas anécdotas—me quede helado e incrédulo.

—Demuéstramelo, dime algo que según tú sabes de mí—le exigí.

—A ver... Para empezar una zona que nunca tocaría a menos que quiera ser golpeado son tus clavículas—aunque esa información hacía evidente lo que sabía aún no quería creerle.

—Otra cosa.

—La película con la que más has llorado es Pretty Woman, ni siquiera entiendo por qué, me diste toda una explicación que no fue muy clara—me quede boquiabierto.

—¿Cuál es tu secreto? ¿Me mandaste a investigar? ¿Eres psíquico? ¿Fuiste con algún médium? —pregunté escandalizado, Alan se rio.

—Eres una persona muy exagerada, toda la información que he obtenido ha sido de una fuente muy confiable.

—Ni mi hermano ni Aim saben siquiera lo de esa película.

—Me refiero a ti mismo, todo ha salido de tu boca.

—¿La mía? ¿Acaso me has dopado? —Alan soltó una carcajada, parecía que mis exageraciones siempre le divertían.

—Se te ocurre cada cosa Marck, tú me has dicho todas estas cosas dormido. Una vez me dio insomnio y comenzaste a contarme anécdotas de la secundaria. Yo me quede extrañado y al día siguiente por curiosidad espere a que durmieras y lo volviste a hacer.

—¿Y en dos días te conté mis 25 años de vida?

—Ay no Marck, por supuesto que no, ha sido a través de estos meses.

—Deberías considerar píldoras para dormir—le sugerí, él volvió a soltar una fuerte carcajada.

—Si me he quedado a escucharte es porque quería conocerte. Eres más hermético que los tóperes de tupperware.

—¿No me has conocido lo suficiente? Digo compartimos techo—él me sonrió.

—Si bien es cierto que viviendo con alguien es como mejor lo conoces aún queda algo en el fondo y creo que eso es la esencia de la persona, eso es lo que me interesa conocer de ti, ya que eso es lo que te hace realmente tú.

Sentí una especie de escalofríos, agradecí estar tapado de los brazos, ya que sentía que se me había enchinado la piel. Supuse que Alan noto la incomodidad que me provocó por qué se levantó de repente.

—Ven, sigamos bailando—él me tomo de la muñeca levantándome de un jalón.

Bailamos diferentes canciones de distintos estilos, sus gustos musicales eran bastante variados, nunca había sido de mi agrado bailar por qué no sabía, pero con él no era necesario tener ningún talento, simplemente nos dejábamos ir por el ritmo, llegó un punto en que me detuve para tomar aire.

Él siguió bailando, me sorprendió su energía, sus movimientos me hacían sonreír empecé a entender aquello de la esencia de las personas, me quedé tan perdido viéndolo que no me enteré de que él ya se había detenido.

—Por mi trabajo de chambelán estoy acostumbrado a ser observado, pero tu mirada esta tan fija que me asusta—solté una pequeña a risa

—Nunca había visto bailar a alguien como tú.

—Lo sé, soy increíble—me sonrió con presunción después él se acercó a mí y me sorprendió, ya que de repente tomo mi rostro entre sus manos buscando mi mirada.

—¿Qué haces? —pregunte un poco tembloroso por alguna razón tenerlo tan cerca me ponía de nervios.

—Suelo bailar para tratar de hacer feliz a alguien que esté triste, y muchas veces funciona, pero en tu caso apenas y puedo notar un poco de tu brillo. Entonces entiendo que en realidad lo que necesitas no es distraerte, lo que necesitas es sanar y para eso debes desahogarte, lo veo en tus ojos, has cargado con mucho dolor durante tantos años. Quizás sientas que has llorado lo suficiente o quizás aún te avergüenzas, o solo quieres seguir manteniendo tu muralla, pero quiero que te sientas en la total libertad de sacar toda esa tristeza que guardas en tu corazón.

Sus palabras me sorprendieron, nunca esperé poder quebrarme frente a nadie, siempre creí que era lo suficientemente fuerte para enfrentar cualquier cosa solo, pero sentía un peso dentro de mí que ya no podía resistir.

Me dejé caer de rodillas, ya no podía más, en definitiva, había llegado a mi límite, él se agachó conmigo y me abrazo mientras que con una mano me acariciaba la cabeza trasmitiéndome un cariño que nadie más que mi familia lo había hecho.

Mi mente quedó en blanco y solo mi cuerpo actuó empezando a llorar, con un verdadero desconsuelo que hasta me hacía tener pequeños espasmos.

Recordé como mi madre siempre me decía que no tenía que ser tan tranquilo que riera, llorará, me enojará. Desde niño fui así, un tanto neutro, siempre me guardé todo por el bien de mi familia.

Yo sentía que ya tenían demasiadas preocupaciones como para darles más, siempre busque la forma de solucionar lo que fuera por mí mismo.

Me sentía incapaz de desahogarme con nadie sin embargo Alan había logrado romper ese muro que por tantos años había fortalecido.

Llegó un punto en que ya no pude llorar más, solo eran pequeños sollozos intentando recuperar el aire, sentí como frotaba mi espalda logrando calmarme lo empujé un poco, me sorprendió ver como él también parecía querer llorar, pero no dijo nada solo me sonrió de una manera que me hizo sentir mucha paz, nunca me había sentido así.

—Lo siento, ya te llené de mocos y lágrimas—él me sonrió y acaricio mi mejilla.

—Es lo de menos, además a ti te toca lavar el próximo domingo—no pude evitar hacer un puchero.

—Quedamos que quedaría a la suerte—le recordé, él se rio.

—Está bien, eso lo solucionaremos luego ¿Quieres ver una película?

—Creo que prefiero dormir, si quieres vela tú—él negó con la cabeza.

—Consolarte cansa, mejor vayamos a dormir.

—Perdona—dije de nuevo.

—Deja de disculparte y vamos a dormir.

Dejamos los trastes sucios en el fregadero y nos fuimos a acostar, quería pedirle algo, pero me daba vergüenza hacerlo.

—Alan—lo llamé esperando que me entrara el valor repentinamente, aunque no fue necesario.

—¿Quieres que te abrace? —me sorprendió que haya leído mis pensamientos, quizás si tenía algún tipo de superpoder.

Alan no esperó mi respuesta, él ya tenía los brazos abiertos, yo me acerque a él como un gato, me acomode sobre su pecho y él me rodeo con sus brazos sentí como de nuevo pasaba su mano sobre mi cabeza.

—Alan—volví a llamarlo.

—Dime.

—Mañana quiero ir.

—¿A dónde? —preguntó con curiosidad.

—Con mi madre.

—¿Hace cuanto no vas?

—Desde el sepelio.

—¿En serio? —preguntó asombrado.

—No he tenido la fuerza de enfrentarlo ni mucho menos de ir con mi hermano, él viene todos los años.

—¿Irás con él?

—Por el momento no me siento listo primero tengo que enfrentarlo yo solo.

—Eso será relativo, no pienso abandonarte ni por qué me lo pidas.

—No pensaba hacerlo, es gracias a ti que esté año me atreveré a ir.

—Está bien, vamos después del trabajo.

—Pasaré por ti, mañana trataré de salir más temprano.

—Está bien, ahora durmamos—él no dijo más ni yo tampoco, era increíble la seguridad que me hacían sentir sus brazos, esa noche por primera vez en vísperas del seis dormí tranquilo.

Al día siguiente si bien me sentía más calmado aún estaba inquietó más cuando mi hermano me avisó que ya estaba en la ciudad, nunca le contestaba, pero está vez estuve tentando en decirle que iría, al final no pude hacerlo.

Logré salir antes del trabajo y pasé por Alan, en el camino estuvo bastante callado contra lo acostumbrado supuse que no sabía cómo actuar, yo puse canciones de Joan Sebastian ya qué sabía que le era inevitable no cantarlas al final él acabó comportándose como siempre y lo agradecí.

Llegamos al panteón y bajamos, apenas y recordaba donde se encontraba su tumba, después de pasar por algunos pasillos llegamos, Alan se mantuvo a cierta distancia de mí como para darme mi espacio.

Me pare frente a la tumba de mi madre sentí que temblaba de pies a cabeza, ya había un ramo de flores, así que mi hermano ya había pasado por ahí.

Estar plantado delante de su tumba lo hacía demasiado real quizás por eso no había ido por qué tenía miedo a enfrentar la verdad seguía prefiriendo vivir pensando que en cualquier momento ella iba a entrar por la puerta, que simplemente es como si se hubiera ido de viaje y que pronto volvería a abrazarla, pero la realidad era que físicamente nunca volvería estar, que no iba a volver a escucharla cantar.

Sentí que de nuevo me quebraba, comencé a llorar quizás no tanto como el día anterior, pero si lo suficiente para de nuevo estremecerme, intenté recordar la mano de Alan en mi cabeza, ya que eso me hacía sentirme tranquilo, pero no fue necesario imaginármelo por qué en cuanto pensé en él, lo sentí a mi lado.

Su mano tomó la mía y la sostuvo con fuerza, fue como si hubiera llegado un soporte cuando estás justo a punto de caerte, poco a poco me fui calmando, acabe en cuclillas Alan me soltó para pasar su brazo por mis hombros, él se quedó conmigo hasta que el cuidador nos pidió retirarnos porque ya iban a cerrar.

Caminamos en silencio, entre tantas tumbas, la muerte es tan natural en el ser humano y sin embargo cuando le llega a un ser querido parece el fin del mundo, cuando llegamos al auto Alan me impidió ir del lado del piloto.

—Dame las llaves—me pidió con cierta autoridad.

—Puedo manejar Alan además ni licencia tienes—él me las arrebato de la mano.

—Para empezar ¿Cómo vas a manejar si estas en modo gelatina? Para continuar si tengo licencia que sepa manejar ya es otra cosa—él se fue del lado del conductor así que me resigne a irme del lado del copiloto.

—¿Cómo tienes licencia si no sabes manejar? —no me agradaba la idea de subirme con alguien con nulos conocimientos.

—Fue un requisito del trabajo la licencia más no el saber hacerlo, muy bien, veamos—no tenía nadita de confianza al verlo como un niño jugando a los carritos.

—Entre yo que estoy temblando y tú qué no sabes manejar no sé qué es peor.

—Tu tranquilo yo nervioso ¿Es manual? Ah si ya vi las velocidades.

—Preferiría que me dejaras los nervios a mí—él me sonrió, después de algunos intentos logro arrancar con un jalón—te juro que la próxima vez que venga quiero que siga siendo como visita.

Alan ignoró mi comentario, puesto que parecía más concentrado en mantener el carro en línea recta, entre jalones y algunas mentadas de otros conductores logramos llegar a la casa, como nota mental nunca volvería a dejar las llaves en su poder mientras no le haya enseñado a manejar.

Después de todo lo que había llorado en esos días sentí algo nuevo en mí, como cuando dejas de cargar una mochila muy pesada, pude encarar la realidad de que mi madre ya se había ido y que yo debía continuar, debía vivir y ser feliz, seguramente el siguiente paso para lograr mi completo sosiego sería arreglar las cosas con mi hermano, pero una cosa a la vez, mientras Alan estuviera conmigo me sentía capaz de enfrentar lo que fuera.

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