Hipnotízame
De cierta forma sí sentí la presencia de mi mamá en esos días, hasta llegué a percibir un aroma a Alelí, su flor favorita.
Conforme noviembre transcurría Alan se iba notando cada vez más emocionado con la Navidad ya hasta de vez en vez lo sorprendía escuchando algún villancico, me agradaba que fuera tan entusiasta con los días festivos, era refrescante.
La situación con Aim seguía sin estar de lo mejor, se mantenía distante y cuando me comunicaba con ella me hablaba de manera cortante, no sabía que más hacer para poder volver a estar bien.
A último momento el sábado después de tres semanas de mi cumpleaños, me habló para decirme que sus papás nos invitaban a comer, no sabía cuál había sido mi mayor sorpresa si la invitación o su repentina llamada, dado a como estábamos.
En general solo nos reuníamos con mis suegros en fechas especiales o eventos, en ocasiones si había algún anuncio importante, pero nada más, para mi suerte no eran de las familias que se reunían cada fin de semana.
El lugar de la cita fue en un elegante restaurante eso me dio las luces de que era importante el asunto, ellos se sentaron frente a nosotros.
Antes de pedir la comida nos trajeron una botella de champán.
—Los citamos hoy por ser una ocasión especial—comenzó mi suegro.
—Deseábamos hacerlo antes, pero Alonso tuvo que salir de viaje.
—Por eso lo pospusimos hasta ahora. Queríamos felicitarlos personalmente. —continuó el señor con una sonrisa.
—Claro que sí, hijo —afirmó mi suegra, ya que seguramente en mi rostro comenzaba a ser notable mi confusión —nos referimos a ambos porque son una pareja y el logro de uno también es del otro.
—Por supuesto, nosotros somos los padres más orgullosos—añadió el papá de Aim a las palabras de su esposa. Necesitaba contexto, estábamos celebrando por algo que parecía que me concernía, pero no tenía ni la menor idea que era.
—Temíamos que no sucedería, pero nuestra niña lo ha logrado—continúo la señora.
—Después de todo. Así que antes de nada hagamos un brindis.
Ambos tomaron su copa, pero yo solo me giré hacia Aim buscando una explicación, extrañamente se veía un tanto nerviosa.
—¿Por qué estamos brindando? —pregunté más Aim, quien seguía sin emitir palabra alguna.
—¡Ay, Marck! ¿Cómo no vas a saber? —exclamó asombrado mi suegro.
—Es tu prometida y no sabes algo así—añadió mi suegra con cierto reclamo.
—Ha estado tan ocupado con el trabajo que no hemos podido hablar —explicó al fin Aim, ella soltó una risita que me irritó—¡me iré por 6 meses a Nueva York! —anunció emocionada.
—Así es, por eso hago este brindis, por nuestra princesa que por fin está logrando sus sueños—los tres alzaron su copa, pero no pude imitarlos.
Aún estaba procesando la información recibida.
—Marck, tu copa—me dijo entre dientes Aim, pero la ignoré.
—¿Cuándo te vas a ir?—Debes tener más atención con ella hijo, esto es muy importante— el tono amable del papá de Aim comenzaba a desaparecer un poco.
—Se va en marzo, ya para ese entonces debió haber sucedido la boda ¿cierto?
No respondí, me puse de pie de golpe para sorpresa de todos, Aim coloco su mano sobre la mía.
—Mi vida—quité mi mano, siempre traté de comportarme frente a sus padres, ser educado, pero en ese momento me fue imposible hacerlo, me salí del restaurante sin decir una sola palabra.
Aim, me dio alcance, me tomó del brazo queriendo que me girara hacia ella.
—Marck. ¿Qué te pasa? ¿Por qué te vas así? Que falta de educación a mis padres—me reclamó, intenté respirar para calmarme, me volteé para mirarla de frente.
—¿Desde cuándo lo sabes? —esa pregunta la dejó tartamudeando—desde cuando Aim—insistí
—Solo algunas semanas—se justificó.
—¿Semanas? —todo el enojo acumulado estaba queriendo explotar como un volcán.
Siempre había sido muy tolerante con sus actitudes que no me agradaban, ya que sabía que yo también debía tener cosas que no le gustasen a ella, no obstante esto era la gota que derramó el vaso.
—No era algo seguro— se excusó.
—¿Y por qué vas? —sentía mis manos sudar.
—Tomaré un diplomado allá.
—Me hubiera interesado siquiera saber que te postularías ¿o mágicamente te llegó la oportunidad?
—Sabes que no me gusta decir las cosas hasta no estar segura.
¿Acaso a esto se referían las publicaciones que había visto? Quería reclamarle sobre eso, también acerca de su actitud en los últimos días, pero no podía hacerlo sintiéndome así, lo peor que podía hacer era ponerme a discutir con el enojo al nivel que sentía.
—No era algo seguro si, además todo va a seguir igual, me voy hasta el año que entra cuando estemos casados y solos serán 6 meses. —añadió al ver que no decía nada.
—Pues no sé qué decir —admití, aunque me mordía la lengua para no hablar.
—Un "felicidades" no vendría mal, pensé que siempre me ibas a apoyar en mis decisiones —reclamó, su única forma de voltear la situación a su favor.
—No es que no te apoye, es que me gustaría ser parte de ellas.
—Vamos a regresar a brindar, luego lo hablamos—sus luegos ya me estaban cansando.
—Necesito espacio—le comuniqué.
—¿Qué? ¿Te vas a largar? Al menos ve a disculparte con mis padres.
No respondí, me di media vuelta y comencé a caminar hacia el valet parking. Escuché que Aim me gritaba, no me gustaba ser partícipe de escándalos, pero en ese momento estaba demasiado molesto como para seguir fingiendo.
En verdad quería sentirme feliz por ella, sabía cuánto había deseado estudiar en el extranjero y por muchas circunstancias, yo entre ellas, no había tenido la oportunidad.
El haberme enterado de esta forma, estar casi seguro de que otras personas lo supieron muchísimo antes que yo, no haber sido parte del proceso y estar ahí para apoyarla, más aparte que mis suegros me echaran en cara la falta de atención que tenía con su hija cuando había sido ella la que nunca me comentó nada, ni que fuera adivino, me tenían con la sangre hirviendo.
Las posibilidades de que las cosas empeoraran con Aim eran evidentemente altas, jamás la había dejado con la palabra en la boca añadiendo el tema con mis suegros, nunca fueron felices con la idea de que saliera conmigo, pero con el paso de los años se acabaron resignando, yo traté de comportarme y ser amable, evitar este tipo de situaciones enfrente de ellos, en definitiva, tendría que disculparme lo más pronto posible, pero por el momento solo deseaba llegar a casa.
Recibí mi carro y comencé el camino hacia allá.
Más que mi casa en sí, lo que sentía que quería en ese momento era escuchar a Alan hablar de la recepcionista que nada más necesitaba comida para ser amable, más sin embargo, todo el día traía cara de chancla, de su compañera que no superaba la época de RBD y la sorprendente pila de papeles a los cuales se tenía que enfrentar día con día, lo único que necesitaba era su voz. Eso podía distraerme y por un ratito olvidarme de todo, se había vuelto mi lugar seguro.
Después de casi atribuirme más de 3 multas llegué al departamento.
Me fue inevitable azotar la puerta cuando entre, Alan iba saliendo del baño y se me quedo viendo.
—¿Llegaste tú o Hulk? —preguntó divertido.
—Lo mejor es que no me digas nada, no vengo de humor, no vaya a usar tu cuello como desahogo. —traté de responder de la forma más calmada que pude, pero es que hasta estaba temblando, lo sentía en mis extremidades.
El alzó las manos dándome la razón, caminó hacia la cocina.
—Está bien, no diré nada. ¿Ya comiste?
—Si—le contesté de manera un poco brusca, tomé aire, no quería desquitarme con él, necesitaba calmarme. Aunque en realidad no había comido desde el almuerzo en ese momento no sentía que pudiera comer algo.
Me dejé caer en el banco frente a la mesa.
—Te iba a ofrecer agua de jamaica, pero creo que necesitas esto—sacó dos botellas de cerveza del refrigerador, pude entender sus intenciones, lo notaba en su mirada.
—¿Pretendes embriagarme? —sonrió sin decir nada, se sentó frente a mí y destapó ambas cervezas, me paso una, después acercó su botella a la mía para que la chocara.
—Quizás.
—Como quieras—dije chocando mi botella contra la suya, había querido evitar evadirme con alcohol en los últimos años por el miedo a mi pasado, pero si estaba con Alan estaba bien, no podía pasar nada.
Como siempre él se la terminó casi de un trago se levantó por más cerveza, aunque solo quedaban 4 más.
Al igual que la primera ya se había terminado la segunda y ya estaba destapando la tercera, me sorprendía que podía tomárselas como si fuera agua.
—¿Paso algo con tus suegros? —sentí que me observaba, pero no podía saber de qué manera, tenía la mirada clavada en mi botella.
Suspiré, bebí un buen trago, sin querer la había vaciado a casi la mitad. No sabía si quería responder, por un lado, quizás me ayudaría a desahogarme, pero por otro podría volver a sentir el mismo enojo que empezaba a calmarse.
—Algo así, yo... Me enteré de algo—hasta la mandíbula trabada sentía, el coraje estaba regresando, de un sorbo me acabé tomando lo que quedaba.
Alan no me dijo nada, terminó la tercer cerveza que había abierto, de nuevo se levantó y se agachó tras la mesa, reapareció con una botella de tequila que había tenido guardada desde hace tiempo, regalo de mis suegros, por cierto.
—Tengamos una fiesta.
—¿Qué?
—Tú, yo y este tequila—sirvió un caballito.
—¿Acaso quieres eliminarme con un coma etílico? —soltó una risa.
—La cerveza solo fue para ir calentando motores, además no alcanza.
—¿Y eso gracias a quién es? A veces me compadezco de tu hígado—el palmeo donde supuso que se encontraba su órgano.
—No te preocupes, está sano. Tampoco es que me la viva alcoholizado.
—Bebes al menos tres botellas o latas, según el caso, cada sábado—señalé, el movió su mano restándole importancia.
—Solo es digestivo, Marck
Una vez más se puso de pie y fue hacia la sala, ignoraba que hacía ya que le estaba dando la espalda, empezó a sonar reggaetón. Yo giré para mirarlo, incrédulo.
—No sé si por tu bien esa música haya sido la mejor opción.
—Yo te dije que tendremos una fiesta ¿Y qué es una sin reggaetón? Ven, baila—subió el volumen y comenzó a menearse, sus ridículos movimientos me hicieron reír y acabé acercándome no sin antes llevarme el tequila olvidándome del caballito.
¿Quién lo bebería a lo salvaje, directamente de la botella? Nosotros en definitivo.
Después de algunos tragos, Alan se subió al sillón mientras seguía bailando, sabía que tenía talento, pero cuando tomaba lo hacía de manera extravagante, no sabía si era por el tequila o por mi alocado compañero, pero ya hasta había olvidado por lo que estaba molesto.
Mientras más bebíamos más fuerte poníamos la música, ni siquiera la amenaza de un vecino de hablarle a la patrulla nos detuvo.
Del reggaetón pasamos a la bachata, Alan se bajó del sillón y se puso frente a mí, extendiéndome su mano.
—Baila conmigo.
—¿Estás loco? —él no me contestó se acercó a mí y me tomó de las manos.
—Acércate más a mí—comenzaba a sentirlo demasiado cerca ¡Qué más quería!
—A esta distancia estoy bien-— mi respuesta le valió, me abrazó por la cintura y me jaló hacia él, ya no había ni medio centimetro de lejanía entre nosotros.
—Esto se baila muy cerca—pese a que me sentía un poco nervioso, no me resistí.
Perdí la cuenta de cuantas canciones bailamos, pero para ese momento la música había pasado a segundo plano apenas y percibía que estaba sonando, nosotros seguimos bailando ya sin importar el ritmo.
Miré a Alan, sabía que ya había tomado demasiado porque comencé a percibirlo como el ser humano más bello. Teniéndolo tan próximo a mi podía verle hasta sus poros abiertos.
—Que pestañas tan abundantes tienes—comenté con tranquilidad, en otras circunstancias ya hubiera huido, pero ya había olvidado el raciocinio, me encontraba demasiado ebrio, como hacía mucho no lo estaba. Él sonrió y me observó, como analizando cada detalle de mi rostro.
—Contrario a ti, tienes los ojos pelones—también arrastraba las palabras, era extraño verlo en ese estado, puesto que siempre había presumido de tener aguante.
—Me las quemé prendiendo el boiler—comenté.
—¿El boiler? —soltó una risita boba.
—Hizo pum—realicé con las manos un gesto de explosión
—¿Pum? —repitió divertido.
—¡Pum! —volví a decir, por alguna razón nuestras voces se habían suavizado tanto que apenas eran un murmullo, Alan de nuevo miró mi cara, pero esta vez noté que sus ojos se detenían en mis labios, lo cual no me inquietó—¿Qué? ¿Quieres besarme? —él me dio suaves cachetadas en mis mejillas.
—Este Marck me cae mejor, es menos inhibido—acarició mis labios con sus dedos.
Y me respondió la pregunta no con palabras, sino con la acción en sí.
Rozó mis labios con los suyos, nos separamos un momento y nos sonreímos como tontos, nuevamente comenzamos a besarnos de forma más profunda dejando de lado esos "choques accidentales" de las semanas pasadas.
Su brazo aún se mantenía rodeándome la cintura arrimándome más hacia él, con la otra mano tomaba mi rostro, yo tenía mis manos alrededor de su nuca impidiendo que se alejara.
Lo empujé hacia el sillón, aún estaba consciente de lo que hacía, pero ya estaba lo suficientemente borracho como para que me importara.
Seguimos besándonos yo encima de él, comenzó a desabrochar mi camisa, desistió apenas haberlo intentado, se acercó a mí y prosiguió a besar mi cuello. Se alejó un poco y yo volví a besarlo.
Desperté a la mañana siguiente bastante confundido, Alan estaba diciendo quien sabe qué, solo murmuraba hasta que conforme se fue despertando comenzaron a ser claras sus palabras, de repente se levantó de golpe y gritó.
—¡San Pedro! ¡Me arrepiento de mis pecados! —yo había caído al suelo dado que literal me aventó, no pude quejarme ya que me carcajeé con lo que dijo.
—¿De qué hablas? —cuestioné entrecortadamente por la risa, miró confundido a su alrededor.
—Creí que ya había muerto, hasta sentí el peso de mis pecados—respondió frotándose el torso.
—Solo era yo, tonto.
—¿Te dormiste toda la noche encima de mí?
—Al parecer.
—Con razón, estás bastante pesado, Marck.
—Eso es gracias a ti—eso era una verdad, desde que me cocinaba empecé a notar como que ya no entraba en algunos pantalones. Ignoró mi reclamo.
—¿Y cómo por qué acabamos así? —ambos nos quedamos pensando, tratando de recapitular todo.
—Creo que.... Tú y yo... Creo que empezaste a besarme con intenciones incorrectas—su fuerte carcajada me interrumpió.
—¿Intenciones incorrectas? ¡Qué clase de término es ese! —siguió riéndose, luego tomo aire y se puso un poco más serio—¿Y después?
—Creo que busque una posición más cómoda, pero te emocionaste— me miró parpadeando perplejo.
—¿Acaso sentiste algo que no debiste? —su cara empezó a tomar un color tomate, yo le di con un cojín que encontré en el piso.
—No, idiota. La verdad es que es lo más claro que tengo y eso ya es un decir. ¿Tú no recuerdas nada? —negó con la cabeza—creí que no te afectaba el alcohol.
—¡Tengo mis límites! Nos bebimos casi toda la botella y era nueva—la señaló, estaba tirada en la mesita de centro, en efecto apenas y quedaba para unos pocos tragos, él abrazó sus piernas—Una cosa es cerveza y otro tequila, solo en dos ocasiones lo he bebido como cosaco, mismas que desperté con personas con las cuales no debí haberlo hecho ¿Cómo es que recuerdas?
—No recuerdo mucho, si no aguanto la cerveza ahora imagínate algo más fuerte, solo sé qué algo me duele— me miró asustado—y no, creo que no es ninguna zona que puede dar la confirmación de qué algo pasó...—esta vez yo fui quien lo miró asustado—¿A ti te duele algo? —dije alarmado, él se quedó pensando, se tocó el pecho.
—No, creo que no, la única molestia que siento es por tus 90 kilos que estuvieron encima de mi por más de 4 horas.
—¡No me ofendas, Alan de la Trinidad! ¡Nunca he pesado eso! —soltó una risotada.
—¿Por qué de la Trinidad?
—¡Porque fue tanta mi indignación que olvidé tu apellido! —siguió riéndose un poco más hasta que se calmó.
—Perdona, solo fue un cálculo aproximado según el dolor que siento— lo miré de manera asesina, después suspiré.
—¿Salimos a desayunar? —Alan miraba sus pies al escucharme, levantó la mirada y asintió
—Claro, algo bien picoso para la cruda—si bien habíamos amanecido con una actitud "normal ", su voz comenzaba a sonar extraña.
—Me baño y nos vamos—me traté de levantar sin éxito, entre el sentón y el mareo que sentía no ayudaban para poder pararme. Alan me ayudo jalándome de mi mano una vez de pie me usó de apoyo para también incorporarse.
Le solté la mano casi de inmediato y hui para preparar todo para meterme a la regadera, ya dentro al sentir el chorro de agua comencé a ser más consciente de lo que había sucedido.
Así haya sido producto del alcohol hice una completa insensatez que estuvo a punto de ser algo peor.
No podía estar haciéndole esto a Aim menos cuando las cosas no estaban bien entre nosotros, por eso había dejado de tomar porque si de por sí era un imbécil, ebrio era peor, sentía una culpa que me hundía y aún más porque había pasado con Alan, alguien a quien le tenía mucho aprecio y con quien no debí haber cruzado esa línea, si pudiera contar la cantidad de estupideces que hice por el alcohol no terminaría, pero jamás me había metido con una amistad.
Alan se metió a bañar después de que terminé, era evidente que la conciencia ya estaba haciendo su tardía aparición dado el silencio y la cierta incomodidad que se sentía en el ambiente.
Decidimos ir por barbacoa, recordaba que la cruda solía darme mucha hambre, sin embargo, en esta ocasión apenas y pude comer algo, Alan tampoco comió mucho, apenas y conversamos. Al terminar de desayunar o al menos intentarlo sin decirnos nada nos dirigimos a caminar a un parque cercano.
Quizás era para evitar regresar a la casa lo cual pudiera orillarnos a tener que hablar acerca de lo que pasó, íbamos en silencio cada uno, ensimismado en sus propios pensamientos, nunca había experimentado la cruda moral y era la peor, era como estar cargando 100 kilos a cuestas.
A medio camino Alan se desvió y se dirigió hacia un árbol, yo lo seguí por inercia, cuando estuve cerca, él se encontraba agachado tomando algo del suelo.
—Mi papá nos ha hecho quizás muy soñadores—no tenía muchas ganas de soltar alguna palabra así que esperé que continuara—mira—se levantó y me mostró un diente de león —él dice que si te encuentras uno en el camino significa que algo bueno te sucederá, solo tienes que cerrar los ojos, pedir eso que deseas y soplar. Aún no sé qué tan real sea eso.
Me gustaba que aún creyera en cosas así, era como mantener esa inocencia infantil de que todo era posible con tan solo desearlo, me agaché y tomé otro diente de león.
—No se pierde nada con hacerlo —le dije con una pequeña sonrisa y seguí los pasos que recién me había dicho. Mi único deseo en ese momento era encontrar una respuesta a una pregunta que ni siquiera tenía clara, soplé para cuando abrí los ojos aún seguían flotando algunas cositas—te toca.
Cerró los ojos e hizo lo mismo, su cara era casi la misma que cuando fue su cumpleaños, pero a la vez podía notar cierta tristeza escondida en los pliegues que se le hicieron en la frente.
—Quizás es algo muy tonto—opinó.
—Lo tonto es dejar de creer que los deseos se pueden hacer realidad.
Él solo sonrió y continuamos en silencio el resto del camino, después de dar la segunda vuelta regresamos a casa.
Pese a que pensé que tendríamos que hablar acerca de lo que pasó, una vez en el departamento, Alan se fue al cuarto sin decirme nada.
Su silencio me mataba, no solía ser así, era como un loro hablando, cantando y siempre haciendo ruidos, no era buena señal que estuviera tan callado.
Pasé al baño para aclarar mis ideas, debía hacer frente a la situación, no podía pasar un día más con el ambiente de esa forma.
Me senté en la taza del baño, tratando de recordar lo que pasó anoche o más bien lo poco que tenía en la memoria.
Lo más claro que tenía era el sorprendente cambio en mi estado de ánimo que había logrado Alan.
Nunca me había sido posible calmarme tan pronto ni dejar de lado lo que fuera que estuviera pasando, cuando tenía algún problema le daba y le daba vueltas sin poderme tranquilizar, sin embargo, en esta ocasión hasta lo había olvidado, había podido pasar un rato divertido hasta que el tequila hizo lo suyo ¿O fuimos nosotros?
Maldición, me levanté para mojarme la cara, en el espejo podía ver como tenía de fruncido el entrecejo.
Salí del baño y entre a la habitación sin decir nada, Alan estaba acostado boca arriba en la cama, me senté a la orilla, cerca de sus pies, necesitaba hablar sobre lo sucedido anoche.
—Alan—lo llamé, él no mostró ningún tipo de respuesta —¿Estás dormido? —pregunté pensando que por esa razón no contestó.
—Solo dormitaba—respondió sin levantarse.
—¿Podemos hablar? —me aventuré a decirle, las rodillas me sudaban, Alan no me dijo nada, haciendo qué empezará a impacientarme—Alan—volví a llamarlo, ya sonando más como súplica.
—Bebimos mucho Marck, el tequila es lo único que me hace perder la razón y... —después de esa palabra mascullo otra más que no pude entender.
—¿Qué dijiste?
—Nada. Respecto al tema... No te angusties, Marck—suspiró—solo fue el alcohol.
—No fue solo alcohol—solté sorprendiéndome a mí mismo. Eso hizo que Alan se incorporara un poco.
—¿Qué quieres decir? —quiso saber con la voz ligeramente temblorosa.
Pese a sentirme muy tieso acabé acostándome cerca de él, todo mi cuerpo estaba como gelatina, hasta los dientes sentía que castañeaban quedé un poco de lado recargado sobre mi codo mirándolo.
—No lo sé Alan.
No resistí a seguir viendo sus ojos así que dejé caer mi cabeza escondiéndola entre mis brazos, tenía la mano apretada en un puño, sentí como Alan jugaba de manera suave con mi cabello, no dijo nada ni yo tampoco. Por alguna razón sentía unas inmensas ganas de llorar.
No podía ser más ciego, si, quizás fue el tequila, pero era evidente que también fue algo más, estaba comenzando a comprender aquella analogía de la sopa de lentejas.
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