Hasta la camisa
Hace menos de dos meses me comprometí, cuando la conocí no creí que fuera a ser ella con quien compartiría el resto de mi vida, más sin embargo las cosas se fueron dando hasta el día de hoy, no podía negarlo, tener como prometida a mi hermosa Aim me hacía sentir que tenía el mundo en mis manos.
Pero no todo era felicidad como se supone que debería ser, ya que como ella estaba estudiando su maestría, sería yo quien me encargaría de organizar la boda. Había pensado que lo mejor sería esperar a cuando se graduara, de esa forma su única preocupación serían sus estudios y el trabajo, pero mi suegra estaba presionándonos, sobre todo a mí, para que el evento fuera poco después de su graduación.
Jamás había tenido que organizar ningún tipo de evento, menos uno como este, porque tratándose de la familia de Aim, debía ser algo en grande, aún más que la romántica pedida de mano, aún más que la fastuosa fiesta de compromiso. Siendo mi suegro uno de los mayores empresarios del país y mi suegra ocupando un importante puesto en la política, además que era su única hija, y para rematar debía seguir manteniéndolos contentos, dada su poca aceptación hacia mi persona, ese evento debía ser el evento del año.
Esta situación me tenía sin dormir, comiendo en exceso por pura ansiedad, hasta que pude encontrar la solución en internet y como bendije las redes sociales, de tanto y tanto me acabó saliendo un anuncio de un lugar que organizaba bodas, no dudé en sacar una cita, esperaba que estuviera a la altura de las expectativas de todos.
Al fin pude descansar, prometían ser el hada madrina capaz de cumplir tus sueños.
El día de la cita me dirigí a la agencia en cuanto salí del trabajo, se encontraba ubicada en un gran edificio, subí hasta el décimo piso, cuando llegué, no tuve que preguntar cual oficina era, en la entrada con flores estampadas en el vidrio había un gran letrero que decía "Fairy of weddings" así que debía ser ahí, al entrar las paredes estaban tapizadas de fotos de familias felices en bodas, eso aumentó mi confianza, me acerqué al aparador, una señora de no más de 40 años se mostró indiferente ante mi presencia, pensando que quizás estaba ocupada, la saludé con cortesía.
—Buenas tardes.
—¿Tiene cita? —me preguntó con poca amabilidad, sin siquiera mirarme ni corresponderme el saludo, me molestó su hostilidad.
—Si, con la señorita Aimara Hernández—respondí algo irritado.
Ella tecleo en su computadora y al fin levantó la mirada.
—Lo siento, pero ella ya no trabaja aquí.
—¡No es posible! No tiene ni una semana que agendé.
—No puedo hacer nada por usted, marque de nuevo y se le agendará con un agente distinto.
Ya iba a armar un escándalo, cuando la puerta que estaba a un lado del aparador. se abrió y un hombre se asomó.
—¿Un cliente de Mai?
—Si, la agendará más tarde.
—Después de cómo me trató, ¿Cree que regresaré? Ja, no lo creo.
El muchacho que recién había aparecido me miró con espanto.
—¡No caballero! Berni es linda sólo que aún no come, por eso está así y no se preocupe por su cita, yo lo puedo atender— me sonrió ampliamente, provocando algo en mí que no entendí bien que era, pero ya no sentía las ganas de soltarles una mala palabra e irme.
—García, sabes las reglas.
—Si, pero la prioridad es el cliente, así que caballero ¿Me acompañaría a mi despacho?
Me abrió la puerta, invitándome a pasar, aunque dudé un momento, entré.
Tras esa puerta, había varios cubículos, la pared estaba pintada de un fucsia bastante molesto y todas las paredes contenían más fotos de bodas, después de 6 cubículos llegamos al suyo, se sentó detrás de su escritorio y yo en frente, contra lo que se podría esperar de un lugar que daba esa pinta, el espacio estaba atiborrado de cosas, entre papeles y mil objetos más que ni si quiera podía distinguir.
—Disculpe el desastre, hoy me cambiaron de cubículo y no he tenido tiempo de ordenar—se disculpó apenado por el desorden, más me estaba molestando la propiedad con la que me hablaba que el caos.
—¿Puedes tutearme? —le pedí.
Sabía que eran formalidades, pero era incómodo que alguien me hablara de usted, cuando se veía que apenas y era mayor que yo, quizás hasta era de mi edad o más joven, me miró un momento como sopesando y luego nuevamente me sonrío.
—Oh, bueno, no suelo hacerlo con mis clientes, pero si lo deseas, claro que sí.
—Gracias—le sonreí, me siguió mirando un momento más, y a continuación comenzó a arrimar todo para dejar un espacio libre en la mesa.
—Pues bien ¡Bienvenido a Fairy of wedding! Soy Alan García y estoy aquí para hacer realidad tus sueños—repitió el slogan que había visto en el anuncio, poco le faltó para que aventara brillantina, mientras decía la frase, reprimí una risa, entendía que era su trabajo, pero era inevitable que eso se me hiciera gracioso.
—¿Tienes que decir eso a cada cliente? — el suspiró algo apenado.
—Lamentablemente, la mayoría de nuestros clientes son las mujeres así que por alguna razón a ellas les gusta todo esto.
—Bueno, vayamos al grano—miré mi reloj, esto era prioritario, pero había sido un día largo y no había nada más que deseara en ese momento que mi sillón.
—¿Al grano? ¡Ah si! Al grano—saco una enorme carpeta de por algún lado—Empecemos con el estilo de la boda ¿Tienes algo específico en mente?
Me quedé pensando un momento, a que se pudiera referir con el estilo, no lo había pensado ni tampoco lo había hablado con Aim.
—Algo lujoso pero económico—concluí, se me quedó viendo con cara de confusión
—Bueno, vaya, eso es algo contradictorio.
Me reí ligeramente, sentía que iba a acabar complicándole mucho la vida.
—Lo sé, lo que quiero siendo realistas, es algo que impresione.
—¿Exigencias de la novia o la familia?
—Familia.
—Que fastidio, al fin y al cabo, el momento es de ustedes.
—Lo sé, pero bueno ¿Qué me puedes ofrecer?
Abrió la carpeta, por lo que vi iba clasificado por estrellas, como deseaba que se detuviera en las primeras donde estaba lo sencillo, pero para dar con lo que buscaba llegó hasta las 5 estrellas.
—Puedo sugerirte las haciendas, la verdad es que esos lugares dan un ambiente de ensueño. La mejor es la Hacienda La Solariega.
Volteo la carpeta para enseñarme las fotos del lugar, sentí un vacío en mi alma al reconocerlo.
—¿No es dónde una vez la ahora esposa de un gobernador dio su exclusiva fiesta de compromiso? —pregunté recordando que alguna vez Aim algo había mencionado de ese lugar.
—Pues no estoy al tanto de esos eventos, nunca me ha tocado atender a personas tan exclusivas, aunque sí puedo asegurarte de que es el top para eventos de este tipo, el detalle es que es sumamente difícil encontrar fecha. También está la hacienda Puerta del Lobo o la de San Miguel.
Señaló fotografías de ambos lugares, se veían muy bonitos, sin embargo, sabía que el único que estaba a la altura de las expectativas de mis suegros era el primero.
—¿Cuánto crees que tendría que esperar?
—3, 5, 9...
—¿¡Días, semanas, meses... ¿¡Años!?
Se rio ante mi desesperación.
—Déjame hablar. Tengo unos contactos que al igual me hacen el favor.
Tomó el teléfono y marcó un número, crucé los dedos, tardó menos de 5 minutos en colgar, el gesto que tenía me hizo temer.
—¿Qué dijeron?
—Pueden ponerte en lista de espera.
—¿Y si es para la hija de la senadora Bárcenas? ¿El empresario Salmon?
El me miró algo sorprendido, me incomodó un poco su gesto, pero de algo tenían que servir los apellidos.
—¿Tu prometida es hija de personas tan influyentes?
—Coincidencias de la vida—dije intentando restarle importancia, al ver que seguía sin reaccionar lo presioné—¿Puedes hablar?
—Vaya, se ve que ya quieres casarte.
La verdad no era tanto mi urgencia de casarme, más que nada era ya no tener encima a la madre de Aim, preguntándome acerca de la boda, volvió a tomar el teléfono y por la cara que puso supe que eso no había ayudado, colgó y me observó.
—Me dijeron que ni por que fuera el Santo Papa te darían la preferencia, que tienen protocolos.
Eso si no eran buenas noticias. Al ver mi cara desanimada, cerró de sopetón la carpeta sobre saltándome un poco.
—No te preocupes igual y en menos de un mes podrías estar casándote. Entonces ¿Pido que te anoten?
—Tengo que hablarlo con mi prometida.
—Pues si te decides, llámame. Cuando me confirmes, podemos empezar con los demás detalles.
Me dio su tarjeta que contenía el mismo logo de la empresa y su nombre.
—Bueno, estamos en contacto, muchas gracias.
Salí del establecimiento, cuando llegué al edificio tenía la esperanza de salir de ahí en paz, feliz y con algo asegurado lo cual no fue así, me comuniqué con Aim para hablarle respecto al lugar, le mandé algunas fotos que había tomado de la carpeta que me mostró y accedió a esperar dado que quedo encantada.
Ya teniendo su aprobación y probablemente de mi suegra, al día siguiente me comuniqué con el agente que me atendió ayer.
Examiné la tarjeta que me había dado, su nombre completo era Alan García Castro, decidí guardar el contacto en mi celular, ya que era probable que a partir de ahora necesitáramos estar en continua comunicación, una vez añadido a mi lista de números frecuentes, le marqué para agendar una nueva cita.
Para mi fortuna me la dio para el mismo día, así que de nuevo, después de trabajar, me dirigí al edificio, la recepcionista me volvió a recibir con la misma cara de mal humor y poca educación y a continuación pasé a su cubículo otra vez, sentándome frente a él.
—Bueno aun no tenemos fecha para el evento, pero mientras podemos ir escogiendo las flores, centros de mesa, el menú, el pastel...—y siguió y siguió diciendo más cosas ¡cómo es que una boda podía tener tantos elementos! —¿Te he mareado?
Lo miré un momento y después le sonreí.
—Lo siento, no estoy acostumbrado a eventos tan grandes mucho menos a organizarlos.
—Tú no te angusties, que para eso soy tu hada madrina.
Su sonrisa me tranquilizó bastante, me dio la confianza de que, en sus manos, yo lo único que iba a hacer es decir si o no.
Lo siguiente fue hacer papeleo, firmar un contrato, dar un anticipo y todo ese tipo de cosas, finalizamos la reunión, estrechándonos la mano a modo de cierre de trato.
Mi economía iba a resentir esto, pero al menos no me afectaba tanto, me sentía agradecido de tener un buen trabajo, aunque no tenía mucho de haberme graduado.
El resto de la semana seguí yendo para ver todo lo que él me había dicho, en la segunda semana ya me había hartado del color fucsia tan espantoso de las paredes, así que le propuse que fuéramos a almorzar, solo accedió con la condición de que lo regresara pronto si no lo colgarían del dedo chiquito.
Fuimos a una cafetería y nos sentamos frente a frente, al fin en un espacio más fresco y menos apretado.
—Sabes me acabo de dar cuenta de un detalle—exclamó de pronto, mirándome con atención, haciendo que derramara ligeramente el jugo que bebía, se rio y me pasó una servilleta, limpié mi desastre y lo observé.
—¿Qué cosa?
—¡No se tu nombre!
Me quedé un poco confundido, ya que no entendía como es que no lo sabía, después de que le entregué un montón de documentos con mi nombre.
—¿Acaso no lo viste en todos esos papeles que firmé y te entregué?
Se quedo pensando un momento, sonrió apenado.
—A decir verdad, no me fijé mucho—admitió.
Sonreí negando con la cabeza ante su falta de atención y a continuación le extendí mi mano.
—Marck Peralta Garrido. —me presenté.
—Mucho gusto, soy Alan García Castro.
Nos estrechamos las manos y después nos reímos.
—Lo siento, a veces soy un poco distraído.
—Creo que soy peor—no lo decía para que no se sintiera mal, en verdad es que yo no sabía cómo había sobrevivido tantos años solo. —Tomemos esta presentación como nuevos amigos.
—Vaya, es la primera vez que un cliente me pide amistad, generalmente lo evito porque temo que sus maridos me golpeen.
Solté una risa, empezaba a notar la facilidad que tenía para hacerme reír.
—No te preocupes, Aim no es celosa.
Eso hizo que también riera.
—Sabes que, esto merece un trago.
—¿Tan temprano?
—Bueno, vamos más tarde. Mientras podemos ir a ver los centros de mesa y los recuerdos, iba ir solo y traerte fotografías, pero ya que estás aquí, acompáñame.
Lo pensé un momento, a decir verdad, evitaba el alcohol, aunque si se trataba de algo social, ya no tenía tanto problema, así que accedí.
—Pues vamos.
Pensé que iba a ser una tarde tediosa, pero Alan la aligeró bastante, hacia mucho que no convivía con otras personas, más allá de con quienes trabajaba y eso era relativo, apenas y los buenos días les daba, no era alguien precisamente sociable, sin embargo, esta nueva persona que estaba conociendo, me hacía sentir y actuar como si la conociera desde hace tiempo.
Al final del día ya tenía unas cuantas opciones, solo que requería de la opinión y aprobación de mi novia y mi suegra, nuestra última parada fue en un bar, pedimos unas cervezas y unas alitas de pollo.
—Así que ya eres más que mi cliente—comentó.
—Claro que sí, ahora soy tu amigo.
—¡Genial! Me hacía falta uno.
—Me haces sentir como un objeto.
El soltó una carcajada,
—Bueno, mi nueva adquisición, salud.
Antes de chocar mi tarro con el suyo, le lancé una mirada fulminante, aunque acabé sonriéndole y brindando con él.
Después de ese día ya no nos volvimos a ver, solo nos mantuvimos en contacto por mensajes y llamadas y aunque en su mayoría de veces eran temas acerca de la boda, a veces acabábamos teniendo conversaciones ajenas al asunto.
Aim se dio un tiempo en esos días para pasarlo juntos, aunque acabé acompañándola a realizar algunas compras, estaba comenzando a fastidiarme cuando recibí una llamada, mi prometida me miró suspicaz, ya que el tono de llamada era algo digamos... "mágico", es así como supe de quien se trataba, saqué mi celular y en efecto decía: "Hada Madrina". Por alguna razón me alejé de ella para responder la llamada.
—¿Alan? —pregunté confundido.
—No sé qué estoy haciendo Marck, necesito a alguien.
Se oía realmente mal.
—¿Qué te sucedió?
—¿Puedes venir?
Miré a mi mujer no le pasaría nada si la dejaba, además era un buen pretexto para zafarme, y ya le había dicho a Alan que éramos amigos, así que por lo tanto podía contar conmigo.
—Si, si puedo.
—Te veo en el bar de la otra vez.
Cuando terminé la llamada, Aim me miraba fijamente.
—¿Quién era, mi amor? ¿Un ser mágico? —me reí un poco
—Escuchaste el tono... en efecto nena, es nuestra hada madrina.
Ella me miró sin entender, no le había explicado el concepto de la agencia.
—¿Acaso es quien está ayudándote a organizar la boda?
—Así es preciosa y si te preocupa no es precisamente hada, es hado así que no te angusties.
—¿Por qué te habló a esta hora?
—Hubo un problema con el banquete que tengo que ir a resolver—Aim me alzó una ceja, ya conocía esa cara.
—¿No es demasiado tarde?
Miré mi celular.
—No pasan de las 7 amor y además son muy trabajadores—no le convenció esa respuesta—te juro que es hado, Aim—le aseguré, sus ojos me observaron por un momento como buscando la mentira y al final accedió.
—Pero mañana desayunas conmigo.
—Claro que sí hermosa—la besé y salí corriendo.
Me subí a mi carro y manejé hasta el estacionamiento más cercano al bar, cuando entré vi a Alan casi tirado en una mesa, al parecer ya había tomado unos cuantos tragos, me acerqué a él y toqué su hombro, me miró y sonrió.
—Marck que bueno que viniste—me senté frente a él y lo observé con preocupación.
—¿Qué te sucedió?
Antes de contestarme me pidió una cerveza.
—Mi madre—soltó sin más.
—¿Qué sucedió?
—Jamás le he dado gusto, siempre me dice que soy el peor hijo que pudo haber tenido, y que mi trabajo es una vil mierda—contó casi gritando.
—¡Pero si debe ser magnífico organizar fiestas!
—Lo es, pero ella esperaba que fuera como mis hermanos, casi me mata cuando le dije que quería estudiar Organización de Eventos, me dijo que era más que lógico que un... —se detuvo de forma repentina.
—¿Un qué?
—Que un puto maricón se quisiera dedicar a eso—dijo atropelladamente.
Me quedé algo desconcertado.
—¿Eres gay?
—Si, bueno, tal vez bisexual, pero prefiero a los hombres, otra cosa más por la que me desprecia— me miró como esperando que dijera algo al respecto, pero la verdad es que no me interesaban sus preferencias.
—Vaya, pues mira Alan, no le hagas caso, tú eres más que lo que te dice ella, que tal vez debería ser feliz porque tienes trabajo y no andas de vagabundo pues sí, pero si ella no quiere verlo así es su problema, tú se feliz con lo que haces y sobre todo con lo que eres.
Puse mi mano en su hombro y se lo estreché, él sonrió aparentemente un poco más animado, no había podido evitar en ese rato acompañarlo a tomar, dejé de lado la tercera botella que a penas estaba por la mitad, ya no tenía aguante, estaba comenzando a marearme.
—Eres la primera persona que me dice algo así, la mayoría solo dice: es tu madre, debes respetarla y aceptarla aun con sus ideas.
—Al carajo con eso, si te está haciendo daño, si nada más te baja la moral, se oirá irrespetuoso pero la mandas a la chingada.
—Gracias Marck.
Le quité la botella que sostenía entre sus manos.
—Basta de desahogarse con alcohol, no lo merece.
Sabía lo mal que hacia eso, no deseaba verlo en ese estado, apenas y reaccionó, alzó la mirada que ya la tenía medio bizca.
—¿Vives con tu novia?
—Aún no ¿Por qué?
—¿Me puedo quedar contigo? Mi madre me ha corrido de mi casa—me causó una santa indignación escuchar eso.
—¿En serio?
Él se alzó de hombros quitándole importancia.
—La verdad es que creo que fue un mutuo acuerdo.
—Bueno pues vamos que ya es tarde.
Los dos nos paramos tambaleando, decidí que en ese estado lo mejor sería no manejar, al fin y al cabo, era también pensión donde dejé el auto, así que tomamos un taxi, cuando llegamos a mi departamento le avisé a Aim y apagué mi celular.
—Vaya que bonito depa—Alan miró alrededor, era posible que fuera más por cortesía o por la cerveza, debía admitir que bonito, bonito no era precisamente, aunque ya me había acostumbrado a vivir ahí.
—Lo echaré de menos.
—¿No vivirán aquí?
—No, a Aim no le gusta la ubicación, y además quiere empezar todo de cero conmigo.
—Algo drástico.
El cayó en el sillón, me senté junto a él.
—Todo me da vueltas—me quejé.
—Sólo tomaste 3.
—¿Y tú?
—Perdí la cuenta después de la cuarta.
—Madre santísima.
—Soy rápido.
—Demasiado.
—¿Interrumpí algo cuando te marqué?
—No, de echó me salvaste, ya no sabía cómo huir de mi novia.
—¿Huir?
—Me gusta estar con ella, pero no recorriendo tres plazas comerciales enteras.
—Eso es demasiado.
—Si, estoy muerto.
—¿Me pasas el control?
Aunque en esas semanas había notado lo confianzudo que era, aun me sorprendía, se lo pasé.
—¿Qué veras?
—Un reality que me gusta.
Me acosté cuan largo soy, pero dado que el sillón era pequeño mi cabeza acabó en sus piernas.
—Oye, no soy parte del sillón.
—La espalda me mata.
—Anciano.
No dijimos más, nos quedamos un buen rato viendo el canal, su mano estaba recargada en el asiento del sillón, yo la tomé y comencé a jugar con sus dedos, dejó de ver la pantalla y me miró divertido.
—¿Qué haces?
—Tu mano es muy suave.
—Uso crema.
—¿Ese es el secreto?
—Así es.
—Lo tendré en cuenta.
Una parte de mi cerebro aun consiente, me hizo sentir incómodo tener su mano sobre la mía, así que me levanté de golpe, lo cual no fue nada bueno, todo se me movió y de no haber sido por Alan que se levantó rápido y me sostuvo, hubiera caído al suelo irremediablemente.
—Tómalo con calma Marck.
—¿Cómo es que estas tan sobrio?
—Me oiré algo alcohólico, pero creo que práctica.
Tenía su brazo en la espalda baja reduciendo completamente el espacio entre nosotros, lo miré unos segundos, era moreno, de ojos color ámbar, también se me quedó mirando y empezamos a acercarnos...
Después de esa escena desperté en mi cuarto, parecía que ya era de mañana, me dolía la cabeza de tal manera que sentía que iba a explotarme y aun me sentía mareado, intenté recapitular los sucesos de anoche, recordaba haber llegado bastante erguido al departamento, vimos la tele y después... Estaba todo negro. Vi mis manos y recordé el tacto de las suyas ¿¡qué carajos había hecho!?
Por eso había decidido ya no volver a tomar más que el trago social, nunca me había dejado nada bueno el alcohol.
Dado que mi estomago rugía, exigiendo comida y el olor a un delicioso tocino de algún vecino no ayudaba, tuve que abandonar mis cavilaciones y levantarme, en cuanto me incorporé el piso se me movió, temí azotar, entre trompicones logré llegar a la cocina, donde Alan ya estaba preparando el desayuno, cuando entré el volteo a mirarme, sentí que me sonrojaba, lo cual me hizo sentir estúpido.
—Buenos días, Marck. Perdona que me haya metido a tu cocina, pero moría de hambre.
—Alan ¿Qué pasó anoche? —cuestioné sin rodeos, el me miró un momento antes de responder
—Tenía dudas, pero llegué a la conclusión de que estuvimos a punto de...
—¿¡De...!?—grité exigiendo algo más claro, él solo se río.
—Ya sabes...
—¿¡Eso!?—se rio más.
— Eso—confirmó, sentí que el alma se me iba a los pies, Alan se carcajeó—Tranquilo no nos alocamos tanto, sólo casi nos besamos.
—Ah, que alivio—dije más calmado.
—Si, nada más.
—Ah bueno...espera—caí en cuenta lo que me acababa de decir—¿¡QUE CASI QUE!?
El nuevamente se carcajeó.
—No tienes que poner esa cara.
Me empecé a alterar y las palabras me salían como tartamudo.
— No paso nada Marck, cuando nos acercamos casi me vomitas, te llevé al baño y después de desahogar tu alma me corriste, oí que te bañaste y creo que te fuiste a tu cuarto.
—¡Pero casi hago una estupidez!
—Vamos Marck, al final no paso nada y si hubiera pasado sólo fue por el alcohol.
—Creo que tienes razón...—respondí con voz dudosa, me sentía tontamente apenado y avergonzado.
—¡Tranquilo hombre! No paso nada.
Parecía divertido con todo el escándalo que estaba armando.
—¿Seguro?
—Muy seguro.
—Si tú lo dices.
Dimos por terminado el tema, tome asiento.
—¿Qué has cocinado?
—Encontré tocino y huevo, así que ¡Voila!
Me puso un plato frente a mí.
—¡Se ve delicioso! Hace tiempo que no desayunaba así de bien.
Se sentó frente a mí.
—¿Qué sueles desayunar?
—Cualquier cosa del mini super.
—Que alimentación tan poco nutritiva.
No dijimos más, ambos sacamos el celular, cuando lo prendí vi que tenía como 5 llamadas perdidas de Aim, vi la hora, las 12:30.
—Carajo.
Salí volando a mi cuarto y empecé a vestirme, Alan desde la cocina me habló.
—¿Qué pasa?
Regresé a la estancia aun vistiéndome, intentaba que mi cabeza entrara por la manga de mi camisa, él fue en mi auxilio.
—Quedé de almorzar con mi mujer a las 12.
Cuando tuve bien puesta la camisa tomé las llaves y mi cartera.
—Espera— me detuvo y me acomodó el cuello—ya estas.
Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos, me sentí muy raro con ese cruce de miradas y esa cercanía, salí corriendo no sin antes gritarle que se sintiera como en su casa, la escena anterior me pareció como la esposa que le acomoda la ropa al marido lo besa y le dice: que tengas un buen día amor, me dieron escalofríos ni con mi prometida me había pasado algo así.
Llegué una hora y media más tarde, dado que todavía tuve que ir por mi carro y a sacar dinero, Aim aún estaba en el restaurante, se veía realmente molesta.
—¿Pedimos? —pregunté con cierto temor.
—Ya comí—respondió con un tono frío.
—Si, yo también.
Salimos del establecimiento y nos sentamos en una banca de la plaza.
—¿Por qué no contestabas tu celular?
—Es que lo apagué después de mandarte mensaje en la noche, quería dormir sin que me molestaran.
Al ver que sus cejas se fruncían más, me apresuré a especificar.
—A mi hermano se le olvida la diferencia de hora y luego me marca en la madrugada—eso era una gran mentira, apenas y nos hablábamos, ni siquiera sé en qué momento o porque razón lo había apagado.
Aún me miraba fijamente, quería más explicaciones.
—Y me desperté recién, estoy agotado.
Se seguía viendo molesta.
—Perdóname, mi amor.
—Es que Marck me hago un tiempo para verte y me dejas sola y luego peor, ¡Me dejas plantada!
—Lo siento Aim, enserio no volverá a pasar.
Ella relajo un poco el gesto.
—¿Me lo prometes?
—Claro que si hermosa, gracias por darte tiempo Aim, echo mucho de menos salir contigo.
—Pronto eso terminara Marck, nos veremos cada día.
—Eso me emociona.
—Y a mí. Marck, me tienes que recompensar.
—¿Qué quieres, nena?
—Quédate conmigo esta noche.
—Pero mañana es lunes, no tengo nada listo en tu departamento—La leve sonrisa que tenía en el rostro comenzó a desaparecer. —Está bien nena, me quedaré contigo, mañana lo resuelvo.
Eso la dejó satisfecha, pasé un buen día con ella, tenía buenos momentos a su lado mientras no se tratara de hacer compras y asistir a eventos de gente que desconocía.
A la mañana siguiente tuve que despertarme muy temprano, para llegar a mi departamento a prepararme para ir a trabajar.
Cuando llegué me encontré a Alan ya cocinándose el desayuno.
—Pensé que eras organizador de fiestas no chef—observé, él se sobresaltó y se giró a verme con la sartén en mano.
—Perdona la desconfianza.
—Ya te había dicho que podías quedarte, disculpa por no llegar anoche.
—Hombre, quien soy yo para que te disculpes por eso, me quedé en el sillón no necesité cobija porque hacia un calor de los mil demonios, solo ocupé una almohada que tomé prestada, lo siento—terminó diciendo un tanto apenado.
—Lo mío es tuyo, no te preocupes, puedes tomar lo que necesites.
Escuchar eso lo tranquilizó, sonriendo me ofreció desayunar lo cual no pude negarme, olía demasiado bien como para solo querer comer un yogur con manzana.
Ya que mi departamento tenía el espacio muy reducido, no tenía propiamente lo que se dice un comedor, solo una especie de barra que dividía la cocina de la sala, puso un plato con huevo revuelto y me senté, ya me había acostumbrado a hacerlo de frente a la cocina por lo tanto Alan se sentó en el otro lado.
No pude evitar sonreír con añoranza, hacía demasiado tiempo que nadie me cocinaba.
—Me recuerda cuando vivía con mi madre.
—¿Hace cuánto vives solo?
—Desde los 19.
—¿En serio?
—Mi madre falleció cuando tenía 16—me miró con asombro.
—Lo siento Marck —le sonreí ligeramente —¿Con quién viviste en ese tiempo?
—Tengo un hermano mayor, viví con el tres años, después, el empezó a hacer su vida, así que me dejó el departamento y se fue a otro país—eso era para resumir, aquella situación había sido más compleja.
—Oh vaya... ¿Y tu padre? — no solía contar tanto de mi a personas que apenas empezaba a tener relación, pero con Alan no me sentí tan incómodo de responder a sus preguntas.
—Nos dejó cuando tenía 5 años—solté un largo suspiro, y mejor cambié de tema—¿qué hay de tu familia?
—Pues mi madre ya te disté cuenta como es, mi papá es muy amable pero cuando se enoja, Dios santo, también tengo 3 hermanos más grandes y una hermanita.
—Son demasiados hermanos.
—Si, nunca me sentí cómodo de vivir con tanta gente, aunque ahorita solo viva con uno de ellos y claro está con mi hermana. Siendo sinceros, ya me sentía muy incómodo en esa casa.
—¿No habías pensado vivir solo?
—Pues sí, pero el dinero no alcanza, pese a lo que pareciera, no pagan tan bien.
— ¿Para lo que me cobraron?
—¿Fue mucho?
—¡Casi dejo medio riñón ahí! — se rio.
— Así es esto, la mayor ganancia es para la empresa, supongo que ahora con esta situación tendré que buscar mil trabajos—no me gustó verlo así de angustiado.
—Podemos llegar a un acuerdo, te dejo mi depa cuando me case, me vas pagando de a poco—el me miró conmovido.
—¿Enserio?
—Si, como te dije, ella y yo compraremos algo juntos—sonrió más aliviado.
—Muchas gracias, Marck — me sonrió ampliamente haciéndome sentir de esa forma extraña como cada vez que me mostraba sus dientes, yo apenas y le respondí la sonrisa.
Después de esa noche, Alan poco a poco se fue instalando.
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