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Eclipse

Sentí que después de ese día en que compartí con Alan uno de mis peores momentos hizo que algo cambiara entre nosotros.

Nuestra interacción se volvió más cercana y desinhibida, ya no teníamos tanto problema en, por ejemplo, darnos un abrazo cuando percibíamos que el otro lo necesitara, también noté el cambio en la manera de comportarse de Alan, lo sentía más abierto, como que me empezaba a dejar ver su verdadera esencia.

Por mi parte, ya no tenia miedo en que el me viera vulnerable, había derrumbado mi muralla que había construido por años, aunque aún evitaba temas que me avergonzaban.

Llegando el fin de semana se me ocurrió que luego de todo lo que había pasado entre lo de su cumpleaños, el estar para mí y que siempre estuviera teniendo atenciones conmigo quería corresponderle de alguna manera así que el domingo me desperté temprano con una idea en la mente.

Eran ya las 10 de la mañana, una buena hora para empezar el día, Alan seguía en el quinto sueño, aún medio susurrando la canción de la noche, lo moví un poco, él solo se quejó, lo seguí moviendo hasta que empezó a dar señales de vida.

—Alan... ¿Ya despertaste? —su única respuesta fue un gruñido—¿Qué quieres hacer hoy?

—Dormir—contestó mientras se echaba la cobija hasta la cabeza, yo lo volví a mover.

—Pero en la tarde —insistí.

El asomó los ojos, empezó a hacer un gesto que estaba descubriendo que me gustaba, cuando intentaba despertar solía subir una ceja y después la otra mientras trataba de abrir los ojos.

—Qué laves todos los trastes del día—sonreí.

—Claro, pero algo más—parecía empezar a resignarse de seguir durmiendo, salió de las cobijas medio sentándose aun tratando de enfocar.

—Solo no quiero hacer nada ¿Por qué tanta insistencia? — su voz ya se oía molesta lo cual significaba peligro, no obstante, poco me importó.

—Salgamos—le solté sin más, él me miró o más bien me escaneo porque sus ojos aún seguían siendo rendijas.

—No tengo ganas —sin más él se acostó de nuevo volviéndose a tapar con la cobija.

Sabía que lo pagaría caro, un Alan qué no lo dejaban dormir no era precisamente la persona más amable y la única forma que tenía de convencerlo no iba a ayudar, pero me arriesgué, me acosté encima de él.

—Salgamos—repetí, cayéndole de frente.

—¡Marck! ¿¡Qué haces!? —su cara estaba muy cerca de la mía, no pude evitar quedarme como idiota viéndolo algo tenían sus ojos qué te atrapaban, él aprovechó mi distracción para tocar mis clavículas provocando que saliera disparado del otro lado.

—¡Alan! ¡Sabes cómo odio eso!

—¡Y tú sabes cómo odio que me despierten! —él finalmente se sentó en la cama por completo—Además ¡Estas rompiendo tu propia regla! —me reclamó.

—Ya se—yo mismo había dicho tiempo atrás que despertaría por muy temprano a las 11 en domingo, eso era un sacrificio que estaba haciendo por él, para tener suficiente tiempo para salir y divertirnos— ¿Entonces? —insistí.

—Mira, lo más lejos qué iré será a la esquina a desayunar—se levantó con pesadez.

—Está bien—acepte sonriente.

No interesaba a donde quisiera ir, lo importante es que había conseguido sacarlo de la cama.

Ambos nos cambiamos logré convencerlo qué se pusiera algo más que un pants, él siguió bufándome sabía que así estaría por un buen rato esperaba que mis planes lo acabarán alegrando.

Una vez que estuvimos listos, salimos del departamento después de bajar los 5 pisos Alan se encaminó hacia la calle, pero lo detuve.

—Vamos al estacionamiento.

—No inventes Marck, está aquí en la esquina no seas flojo.

—¿Quién dice que iremos ahí?

—¿Qué? —lo tomé de la muñeca y empecé a jalarlo hacia el carro.

—El chiste era lograr qué salieras de la cama.

—¡Marcos!

—¡No me llames así!

—¡Es lo mismo que Marck!

—¡Claro que no! Además, se oye mejor.

—¡Esto es un secuestro! —se quejó mientras yo me lo llevaba.

—¿Cómo va a ser un secuestro si nos conocemos? —le cuestioné.

—¿¡Sabías que la mayoría de los secuestros es por alguien conocido?!

Alan siguió reclamando hasta que estuvo sentado en el asiento del copiloto.

—¡Solo quería un domingo en paz! — ignoré sus quejas, le puse el cinturón y conduje sin decirle nada.

Sabía que no estaba respetando su opinión, pero estaba seguro de que le acabaría gustando mi plan o al menos eso esperaba. Alan siguió un poco enfurruñado, aunque le puse su música favorita no fue hasta que vio nuestro destino qué su cara cambio por completo.

—Hemos llegado— anuncié al terminar de estacionarme y apagar el coche.

—Pero como porque ¡Marck! —lo había llevado a un rocódromo.

—Tú dijiste que nunca los quiso llevar tu madre porque lo consideraba peligroso y además eran demasiados ¿No?

—¿Por qué me trajiste?

—Hoy quería hacer algo diferente por ti—simplifiqué mi respuesta.

—Marcos—expresó en un tono suave y sonriéndome, como sospeche, su actitud cambio, realmente se veía feliz.

Estuvimos ahí por al menos una hora, se notaba que Alan lo estaba disfrutando mucho yo en cambio estaba dándome cuenta cuanto prefería estar en el piso.

Después del rocódromo decidimos ir a una plaza para alimentarnos, una vez en el área de comida nos sentamos en una mesa libre y como observe qué Alan miraba al rededor supuse que estaba escogiendo qué comer así que espere, detuvo su mirada y se levantó.

—Voy al baño—anunció ya dispuesto a irse, lo tomé de la muñeca deteniéndolo.

—¿Qué vas a comer?

—Pídeme lo mismo que tú.

—Pensé que ya habías elegido algo.

—Estaba buscando el baño—me sonrió, yo solo puse los ojos en blanco y lo dejé ir.

Observe a mí alrededor, si bien ya lo conocía lo suficiente como para saber que le gustaba aún no lograba una conexión telepática como para saber de qué tenía antojo, detuve mi escaneo en McDonald's y me levante hacia allí.

Alan me había mencionado qué desde siempre había querido una cajita feliz, pero por una u otra cosa nunca se le hizo, estaba dispuesto a consentirlo así que eso le pediría y para que no se sintiera extraño yo también me pedí una así al menos nos veríamos ridículos ambos.

Elegí los juguetes qué en ese momento tenían que eran de los Transformers y esperé mi pedido, pese a ser domingo no tuvo que pasar mucho tiempo para que estuviera listo.

Una vez con mi pedido en una charola me dirigí a donde estábamos sentados, me sentí tentando a empezar a comer, pero decidí esperar a Alan qué no tardó mucho en llegar, cuando vio lo que había en la mesa se quedó boquiabierto.

—¡Marck! ¿Y esto? —exclamó señalando las cajitas —¿Por qué? —siguió señalándolas—¿Por qué!? —repitió.

—Alguna vez mencionaste qué querías una, además los juguetes se ven buenos, deja de cuestionar y siéntate —aunque aún mantenía su cara de asombro tomo asiento.

—No puedo creer que te acuerdes de cosas así, pero olvides otras más cotidianas.

—Si no tengo tan mala memoria—repliqué.

—Lo dice quien se pone como loco a buscar el celular por toda la casa cuando lo trae en la mano, a quien siempre casi qué tengo que ver como Diosito lo trajo al mundo porque olvido la toalla ¿Sigo? —me sonrió con burla.

—Bueno una cosa es ser distraído y otra ser olvidadizo.

—¡Básicamente, es lo mismo!

—Anda ya come—le ayude a abrir su cajita y cuando lo hice vaya sorpresa qué me lleve.

—Era cajita feliz no sorpresa —yo me reí un poco.

—Es que... Algo extraño sucedió.

—¿El que? —no le respondí solo saqué el paquete qué contenía el juguete, Alan lo tomó y lo examinó—¿Un poni? ¿Por qué escogiste eso? —preguntó divertido.

—Juro que había elegido los de Transformers.

—A ver la tuya—abrí mi cajita y saqué el juguete, también era un poni solo que el mío era morado y el de Alan rosa, ambos nos reímos.

—Yo creo que eran los únicos que tenían.

—Tampoco están tan mal—dijo aun riendo, lo saco de su bolsa y comenzó a jugar, no pude evitarlo, también me puse a jugar con él, bonitos nos veíamos jugando con ponis a nuestros 25 años.

Luego de un rato recordamos el hambre, ya que no habíamos desayunado, pero como niños pequeños primero fuimos por los juguetes y luego por la comida.

Mientras comíamos conversábamos de todo un poco, era lo que me agradaba de Alan, con él podía hablar de lo que fuera desde cosas tan banales como los chismes del medio hasta cosas como si existen las coincidencias o era simple destino cuando ya estábamos llegando al "postre" (un yogur de vasito) Alan se calló un momento y me miró.

—¿Qué sucede? —le pregunte alzando mi mirada.

—¿Por qué de repente se te ocurrió salir? —yo le sonreí.

—Para agradecerte por lo de esta semana además siempre tienes detalles conmigo así que quería devolverte un poco de eso y también para compensarte por lo de tu cumpleaños—confesé apenado.

—¿Sigues con eso Marck? Ya te lo dije, me gusta que las cosas salgan de lo convencional.

—Aun así, Alan—él puso su mano sobre la mía.

—Nunca me imagine tener por pastel un montículo de pequeños panquesito ni cerillos en vez de velas.

—Te juro que tenía toda la intensión de hacerte algo especial —reiteré.

—Pero si lo fue Marck, porque lo especial de la relación entre nosotros es que se sale de lo cotidiano—me erice, las palabras nosotros y relación juntas en una oración me ocasionaba escalofríos.

—¿Relación? —Alan se quedó un momento callado como pensando lo que acababa de decir después retiro su mano y me sonrió, aunque era algo extraña su sonrisa.

—Si claro nuestra relación de amigos—asintió con una aparente calma, ambos nos evitamos la mirada —respecto a lo otro—continuó en un tono un poco más alto como para marcar el desvío del tema—si tengo atenciones contigo es porque estoy viviendo casi de a gratis en tu casa.

—¿Entonces solo lo haces por deber? —cuestioné sin poder evitar un tono triste, me sonrió de nuevo, pero de una forma distinta.

—La verdad no, mucho de lo que hago es porque me nace—eso me causo una felicidad bastante insólita yo le sonreí con timidez y ambos nos concentramos en terminar de comer.

Cuando acabamos decidimos ir al cine, nos encaminamos en un silencio algo inusual para ser nosotros no fue hasta el momento de escoger la película en que volvimos a conversar.

Al no tener muchas opciones acabamos eligiendo una de terror, nosotros no aprendíamos en verdad, antes de entrar a la sala pasamos por unos hot-dogs, palomitas, nachos y refrescos a juzgar por nuestras compras las hamburguesas no nos habían sido suficientes.

Nos sentamos en las filas de en medio casi cuando estaban empezando los comerciales, todavía ni había empezado la película y ya nos habíamos terminado casi todo solo nos quedaron palomitas qué por la forma en que las estábamos consumiendo dudaba qué sobrevivieron para sí quiera la mitad de la cinta.

Cuando empezaron a aparecer escenas de susto sentí como la mano de Alan se aferraba a mi muñeca y cada que algo lo sorprendía o asustaba la estrechaba con una sorprendente fuerza, tendría que haber una manera menos dolorosa y más pareja para desfogar el miedo.

Le quite mi mano de la muñeca y al momento sentí su mirada suplicante así que le tome la mano, sentí como se sobresaltaba, quizás sea algo raro que nos tomáramos de la mano, pero era lo único que se me había ocurrido.

—Por si nos asustamos los dos—susurre.

El resto de la función fue un intercambio de apretones qué hasta acabamos con las manos entumidas.

Mientras nos dirigimos al estacionamiento me iba quejando de los semejantes estrujones qué me había dado.

—Y es la derecha Alan ¿Cómo pretendes qué maneje?

—Si quieres yo lo hago.

—¡No! —grité—a menos de que te enseñé o a prendas por tu parte.

—No estuvo tan mal el viaje.

—¡Ibas jalando el carro como si nos estuviera llevando Filomeno! —le recordé.

—¿Quién es Filomeno? —pregunto divertido.

—El burro de la india María.

—¡Ah, sí! —comenzó a tararear la canción que apenas recordaba acerca de, se detuvo y se rio—Como me gustaban sus películas—expresó sonriente.

—Yo solo vi solo una o dos—comenté.

—Regresando al tema ¿Yo he sido tu peor experiencia en un auto? —finalmente llegamos hasta donde habíamos estacionado el carro.

—Aún no he decidido, entre Aim y tú—ambos nos metimos al auto.

—¿Por qué lo dices? —preguntó con curiosidad mientras se abrochaba el cinturón, antes de contestar hice lo propio, arranqué el carro y me dirigí a la salida.

—No es muy educado de mi parte hablar mal de mi prometida, pero cuando maneja se vuelve trailera—Alan soltó una carcajada.

—¿Cómo es eso?

—Se pone a decir todas las groserías qué se le pueden ocurrir, se la pasa mentándoselas a los otros conductores, esquiva los carros de una manera sorprendente y cuando está especialmente presionada le acelera de una forma qué te hace temer por tu vida.

—Marck, es como oírte a ti manejar —yo me reí al caer en cuenta de eso.

—Solo sucede contigo, con ella no me siento cómodo de comportarme de ese modo ella también trata de reprimirse, pero tiene menos autocontrol —el río.

Después de eso Alan no dijo más, solo se recargó en la ventanilla, me extraño su silencio siempre estaba hablando, aproveché un alto para mirarlo se agarraba el estómago y tenía cara de sufrimiento.

—¿Qué te pasa Alan? —él solo emitió un quejido—¿Estás bien?

—Creo que me excedí, me empezó a doler el estómago.

—Ya sabía que no debías comer tanto ¿Quieres que pasemos al doctor? —pregunté un poco preocupado.

—Solo es el exceso, tranquilo por cierto ya está el verde—regrese mi mirada al frente en efecto ya estaba él siga y los conductores de atrás comenzaban a pitarme volví a avanzar, de vez en vez volteaba a verlo el cada vez que lo hacía me sonreía como queriéndome tranquilizar.

Previo a una pequeña discusión decidimos pasar al súper, sentía que iba con un muerto andante, pero por alguna razón hacer las compras de la casa era algo que también le gustaba a Alan así que acabo siendo un buen remate del día.

Una vez ya con lo que necesitábamos nos dirigimos al departamento, al llegar al ver que aun venia como la llorona lo obligue a dejar las cosas en la cajuela ya luego yo me encargaría. En cuanto entramos Alan se dejó caer en el sillón yo me quedé a su lado mirándolo.

—No debimos ir al súper—lo regañé.

—Teníamos que ir ya no había pasta de dientes ni enjuague, no quería dormir con alguien a quien le apesta el hocico—le di una ligera patada—ten compasión de los muertos—se lamentó, me preocupaba verlo así, casi se mimetizaba con mi sillón que era de un verde obscuro.

—¿Seguro que no quieres ir al doctor? —volví a preguntar.

—Solo tráeme algo de la farmacia particular.

—¿Seguirás molestando con eso? —él me sonrió obviando su respuesta.

Fui al baño por la caja transparente donde habíamos guardado todas las medicinas, sonreí al ver su contenido, si quizás me había extralimitado, pero uno nunca sabe.

Regrese a la sala, Alan ya se había acabado de escurrir en el sillón, tuve que casi cargarlo para incorporarlo lo moví hasta la mesa, el apenas y se sentó y de nuevo se dejó caer sobre ella, me giré para preparar la medicina qué había escogido, un alkaseltzer, tomé un vaso de la alacena serví agua y le eche la pastilla qué de inmediato efervescio se lo puse frente de él.

—Creo que prefiero alcohol—apenas y levantó la cabeza.

—Qué alcohol ni que nada, tomate eso—le empuje más el vaso hacia él, finalmente se enderezo, y de un trago se lo acabo.

—Siempre trato de imaginar que es Sprite—tenía una cara de desagrado.

—¿Funciona?

—Claro que no, sabe asqueroso—me reí—voy a acostarme.

—¿Te llevo?

—Puedo arrastrarme por mi propio pie.

—Bueno está bien ahorita te alcanzo.

Observé como se iba como zombi cuidando qué en efecto pudiera moverse por sí mismo, la casa era muy pequeña así qué no tardó mucho en desaparecer del pasillo al llegar a la habitación.

Regresé mi atención a la cocina, alce el vaso y decidí prepararle un té de manzanilla era lo único que tenia de medicina natural.

Una vez con el té preparado fui al cuarto, Alan estaba acostado boca arriba en posición de muerto, dejé la taza sobre la mesita de noche y me senté en la orilla de la cama junto a él, lo moví ligeramente él emitió un leve quejido.

—¿Qué pasa?

—Número uno te hubieras cambiado, número dos te traje un té, tómatelo antes de que se enfríe.

—Ya no quiero pararme.

—En ese caso —me puse de pie y lo jale de la muñeca logrando medio levantarlo, tomé la taza para dársela y después pase mi otro brazo por detrás de su espalda para sostenerlo él a regañadientes se lo tomó de un trago.

—¡Quema! —se quejó

—Pues si tonto qué esperabas, solo a ti se te ocurre tomártelo así—hizo una mueca.

—Ya déjame caer.

—¿No vas a cambiarte? —soltó más el cuerpo quedándome clara su contestación.

Agarré la taza qué apenas y sostenía en sus manos y lo deje caer en la cama, la coloqué donde la había puesto anteriormente, me dirigí hacia sus pies dispuesto a cambiarlo, no era tan complicado ya qué él solo dormía con una playera, le jale el pantalón que para mi suerte le quedaba grande y no tuve necesidad de desabrochar nada, eso hizo que él se alzara de golpe.

—¿¡Qué haces!?

—Lo que tú no quisiste hacer.

—¡Me estás bajando los chones! —no pude evitar reírme.

—Lo siento no sabía que eso también te quedaba grande—Alan se agarró el bóxer y yo acabe de quitarle el pantalón, de nuevo se dejó caer, pero estiró los brazos hacia arriba—¿Te crees Superman?

—No sonso, es para que me acabes de cambiar.

—Míralo que conchudo—fui hacia la cómoda que había debajo de la ventana —¿Playera o sudadera? —solo cuando sentía mucho frío elegía ambas ya qué no le gustaba sentir tanto peso encima.

—Sudadera —respondió.

Mire los cajones, estaba hecho un desastre no encontré ninguna suya a la mano así que elegí una de las mías, regrese con él y hasta eso cooperó bastante para ponérsela una vez ya vestido me deje caer a su lado.

—Cansa vestir bultos.

—¿Por qué huele a ti? —preguntó, olfateando.

—Me dio flojera buscar las tuyas.

—Es como si estuviera entre tus brazos—comentó mientras se acurrucaba más.

—Puedo hacerlo realidad —medio me levanté para verlo.

—No, mejor haz esto—tomó mi mano y la puso encima de su estómago —frota.

—¿Me darás buena suerte?

—No, tonto. Eso hacia mi mamá cuando me dolía el estómago, frota —repitió, no me quedó de otra que obedecerlo, era extraño nunca había frotado la panza de nadie, no me detuve hasta que Alan parecía ya estar dormido.

Me levanté y baje al estacionamiento por las cosas que habíamos comprado, necesite de dos vueltas para poder acabar de subir todo, después me dedique a guardar el mandado, esperaba no tener problemas con mi compañero de piso ya que a veces llegaba a pasarse de meticuloso.

Cuando acabé me puse a preparar las cosas para mañana, deje listos los trajes, pulí los zapatos de Alan qué ya los traía hechos una pena e hice una ensalada de atún para llevarnos de almuerzo. Ya estaba por irme a dormir cuando mi celular sonó, me extraño por la hora, ya pasaban de las 11.

Me quedé parado en el pasillo y saqué mi celular se trataba de Aim, entonces es cuando caí en cuenta que hacía casi una semana que no le había hablado ni mandado mensaje, en años pasados apenas y pasaba el 6 y volvía a comunicarme con ella, pero esta vez la verdad es que se me fue por completo, tomé la llamada.

—Nena, hola.

—Hola ¿Todo bien? —podía sentir que estaba molesta y no la culpo yo también lo estaría.

—Si mi vida, apenas me estoy reconectando.

—Estaba preocupada, nunca te desapareces por tanto tiempo—su voz empezó a escucharse más relajada.

—Perdona, se me fueron los días —me sentía mal haberme desaparecido así de mi prometida, pero es que ni supe en qué momento se me fue la semana.

—Mmm está bien, no hay problema ¿Mañana quieres ir a comer?

—¿No estás ocupada?

—Puedo darme un tiempo ¿Y tú? —por una rara inercia giré mi cabeza hacia la habitación donde estaba un bulto durmiendo en mi cama, solté un suspiro.

—También puedo mi vida ¿Quieres que pase por ti?

—Si claro, espero tu llamada cuando salgas.

—Bueno, ve a descansar.

—Igual tu mi amor, te amo —permanecí un momento en silencio—¿Marck?

—Lo siento, bostece... También... Te amo—quedó satisfecha y colgó la llamada.

Entre a la habitación, comencé a cambiarme para dormir mientras pensaba, últimamente se estaba volviendo mas común que alguno de los dos dijera las últimas palabras con cierto trabajo cuando nos despedíamos, al principio de nuestra relación no era algo que acostumbráramos, pero con el pasar de los años se volvió parte de nosotros, caso de forma natural o ¿era ya algo automático? Quizás solo era un poco parte de la costumbre, quizás todo mejoraría cuando pudiéramos pasar más tiempo juntos.

Una vez terminé, me senté en la orilla de la cama, miré a Alan quien parecía que ya se le había pasado el malestar ya que se veía que dormía plácidamente, suspiré, desde hace algunos meses atrás sentía un nudo en la garganta, tenía la ligera idea de que el motivo no tenía que ver precisamente por algo de mi familia.

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