Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Caída libre

Desperté perdido por completo, no sabía si era tarde o noche o quizás ya era lunes a lo mejor había faltado al trabajo, no me importo mucho el tiempo más importante fue que al palmear a un lado de mí no había nadie, eso hizo que me incorporara de golpe.

Aun con los ojos como rendija y con la poca luz que quedaba del día busqué a Alan, no estaba en la habitación sentí pánico, no podía haberse ido.

Salí del cuarto para mi tranquilidad lo escuché tararear con suavidad desde el cuarto de lavado, me asomé y en efecto ahí estaba.

—¿Qué haces? —se sobresaltó al escuchar mi voz, dejó de hipnotizar a la lavadora y por un instante me miró, pero acabó regresando sus ojos al electrodoméstico.

—Lavando—no me agradó su respuesta tan escueta.

—¿Qué día es?

—Sigue siendo domingo, son las 7 de la noche

Bueno, eso ya era una preocupación menos, no había faltado al trabajo.

—¿Ya comiste?

—No, pensaba pedir algo, no tengo ganas de cocinar—no sabía que hacer, aunque parecía que quería mantener la normalidad, hablaba con una seriedad que no le conocía.

—¿Pizza está bien?

—Si, supongo.

—Voy por ella—eso hizo que de nuevo alzara la vista.

—Podemos pedirla —ignoré su comentario y me fui a poner los zapatos, la verdad es que necesitaba un poco de aire.

Salí del departamento y decidí caminar, tampoco es que estuviera lejos la pizzería.

Iba con las manos hundidas en los bolsillos y caminando a paso lento, necesitaba acabar con ese ambiente tan incómodo, no me gustaba.

Llegué al lugar y me acerqué a hacer mi pedido, pedí lo que solíamos ordenar: una pizza mitad de pepperoni, mitad de piña, ya que a mí me gustaba más la hawaiana cosa que se cuestionaba Alan, como podía gustarme esa extraña combinación de dulce-salado. Aparte pedíamos otra pizza mexicana ese era el único sabor que coincidíamos, aunque claro está que sin jalapeño porque él casi no comía chile.

No tardé en recibir mi pedido, me lo mostraron para corroborar que todo estuviera correcto lo cual no fue así. La mexicana cumplía mi petición, pero la otra no la habían hecho mitad y mitad.

—Disculpa, no están separados los ingredientes—le dije a la chica que me había atendido, ella se quedó un momento mirándome.

—¿No? —preguntó preocupada.

—Eh, no, pedí mitad piña y mitad pepperoni y esta revuelto.

—Oh no, no, no. Discúlpeme es que... es que... —me sentí mal al ver que estaba casi al borde del llanto, ¿tan exigente era su jefe? —perdone, en seguida le doy otra.

—No, está bien, así me la llevo—no quería que la regañaran.

—No, no, no. En verdad es que... Disculpe—una de sus compañeras se acercó al notar que algo sucedía

—Ana, yo me encargo —le dijo a su compañera, quien intentó negarse, pero acabo yéndose.

—_No importa, así me llevo la pizza—repetí.

—En verdad una disculpa, está muy distraída y como no con ese desgraciado, que le vio la cara hijo de—antes de poder soltar la grosería se dio cuenta—lo siento me altera el tema.

—Yo... No te preocupes—la tranquilicé ya olvidando las formalidades —entiendo lo que es tener un mal día, gracias por la pizza.

—Ten, te daré un cupón 2x1 para tu próxima compra por el error —tomé el papel que me daba.

—Gracias.

Salí con las pizzas y caminé de regreso, por alguna razón las palabras de la chica aun resonaban en mi cabeza le vio la cara... ese desgraciado... Hijo de.... Sentía como si la acidez subiera a mi esófago.

Cuando regresé Alan estaba sentado a la mesa absorto en su celular, puse las dos cajas frente de él esperando obtener su atención, apenas y alzó la mirada.

—No separaron la de piña y pepperoni — no dijo nada, me senté frente a él y tomé una rebanada y comencé a quitarle las piñas.

—No te preocupes, me la como así —acercó su mano hacia la mía apenas y sentí que rozaban, dejé caer la pizza.

Alan tomó la rebanada que había caído sobre la mesa y la empezó a comer, cada vez la situación era peor, lo normal hubiera sido ser testigo de un berrinche digno de un niño de 5 años y acabar teniendo que quitar piña por piña, en cambio ahora estaba muy resignado comiéndola así.

La comida siguió sin ningún tipo de conversación, Alan parecía perdido en su pizza yo trataba de no clavar mi mirada en él, observé las bolsitas de cátsup, las servilletas hasta una moronita que se había quedado en la mesa.

—¿Quieres hablar sobre lo de anoche? —me preguntó de repente provocando que el cacho que estaba mascando se fuera chueco haciéndome toser, Alan me pasó un vaso de agua que bebí con urgencia tarde un poco en recuperarme.

Creía que ya no iba a querer mencionar más el asunto y que la conclusión de todo fue el alcohol.

—Sobre tus suegros—añadió, eso me alivió, no sabía que tan bueno era tocar el otro asunto.

—Solo tuve una pequeña discusión con Aim.

—Dudo que sea pequeña, puse a cargar tu cel, ha estado sonando desde entonces.

No quería dar muchos detalles respecto a lo que había pasado con Aim. ni siquiera sentía que ahora tuviera cara de enojarme por lo que hizo.

Me levanté a ver mi celular que estaba conectado en la sala. En la pantalla me aparecían llamadas perdidas y varios mensajes, sabía que si no quería empeorar las cosas debía responderle al menos darle señales de vida, pero no me sentí capaz, lo silencié y regresé a la mesa.

—Solo tuvimos un desacuerdo, pero por el momento quiero dejar pasar el tiempo.

Alan no dijo más, siguió comiendo, fue la comida más incómoda que nunca había tenido con nadie.

Después de comer, Alan alzó la basura y fue al primer piso a dejarla, mientras yo tendí la ropa que había estado lavando.

No había mucho que hacer tampoco ánimos así que sin decirnos nada fuimos a la habitación para dormir, aunque apenas y eran las 9.

Quise quitarme la chamarra ya que noté una mancha de cátsup y no podía dormirme con ella, el cierre se atoró y comencé a tener una pequeña pelea con él, Alan quien se había mantenido en la orilla de la cama como hipnotizando una chancla, se acercó a mi para ayudarme.

Dejé de hacer el intento y quité mis manos, dejándolo que se hiciera cargo.

—Creo que pronto tendrás que sacar esta chamarra— comentó mientras la jaloneaba un poco hasta que logró desatorarla y me bajo el cierre, se me quedo viendo un momento y de repente me empujó hacia la cama, el cayó sobre mí me quede inmóvil, no era algo que me esperara, menos con la seriedad que había mantenido en las últimas horas.

Su rostro estaba a escasos centímetros de la mía podía sentir su respiración agitada y su corazón latiendo con rapidez, no podía moverme mi cerebro estaba demasiado ocupado tratando de analizar la situación como para ordenar a mi cuerpo moverse.

—Marck.... —hizo una pausa y tomo aire—si no fue el alcohol... ¿Acaso lo que pasó se relaciona con el plato de lentejas?

Su pregunta era extraña, difícil de comprender, aun mas cuando seguía medio crudo y teniéndolo encima de mi, observándome con esos malditos ojos que me hacían perderme.

Abrí la boca solo para hacer parecer que tenía una respuesta, aunque en realidad mi mente estaba en blanco.

Al no lograr emitir ni una palabra levanté mi mano izquierda y acaricié su rostro, me incorporé un poco acercando mi cara a la suya, sin saber por qué actuaba solo sabía que quería besarlo, pero cuando estaba a escasos centímetros de su boca, giró la cabeza hacia un lado quedando mis labios sobre su mejilla.

Volví a dejar caer mi cuerpo sobre la cama, Alan me sonrió, pero con una tristeza que me destrozó, no dijo nada, solo sacudió mi cabello y se dejó caer a un lado, acomodándose, dándome la espalda.

Me giré para verlo, sentía la necesidad de tocarlo quizás abrazarlo, pero solo me quedé con la mano suspendida, no pude dormir mucho, habían sucedido demasiadas cosas en menos de 48 horas, casi me quedé toda la noche velando sus sueños.

A la mañana siguiente, cuando desperté Alan ya no estaba a mi lado, me levanté para ir a la cocina creyendo que lo encontraría, pero no, el departamento estaba vacío en la mesa solo había una taza de café y un pan junto con una nota

"Voy a llegar noche "

Y eso era todo, hice bolita el papel y lo aventé no sabiendo ni como me sentía.

Tuve un pésimo día, simplemente no atinaba a hacer nada apenas y funciones básicas como caminar pude lograr hacer con éxito.

Después de llegar del trabajo efectivamente no había nadie, decidí preparar algo de comer para cuando llegara.

Aunque eran casi las 11 seguí esperándolo listo para calentarle la cena, pero cuando apareció apenas y me dijo hola y se fue directamente a dormir

En los días siguientes la dinámica fue por el estilo, las veces que llegábamos a coincidir estaba absorto en su celular en parte parecía que me evitaba, no me gustaba esa situación no sabía de qué forma solucionarlo, aunque algo dentro de mi sabía que era posible que no la tuviera.

Tampoco había sido capaz de contestarle a Aim, ella ya no había vuelto a llamar y sus mensajes se habían reducido, sabía que significaba eso, pero aún tenía mucho que procesar como para poder confrontarla de manera asertiva.

Creía que podía eludirla hasta que el jueves, recibí una llamada que al ver de quien se trataba no pude evitarla, se trataba de mi suegra, la única razón por la cual ella me llamaría es por una emergencia.

—¿Bueno? —dije nervioso

—Hasta que contestas— al escuchar la voz del otro lado me hizo sentir un poco más aliviado.

—Aim— exclamé— pensé que te había pasado algo.

—Solo así me ibas a contestar la llamada, llevo días intentando contactarme contigo—parecía que intentaba calmar el tono de su voz, pero no podía dejar de lado un cierto tono de reproche.

— Te dije que necesitaba tiempo—esperaba algún tipo de reclamo, pero ella soltó un largo suspiro.

—Sí, entiendo—me sorprendí, no esperaba que fuera tan comprensiva—lo he estado pensando en estos días... ¿Podemos vernos? —al escucharla ya suponía adonde pretendía llevar esa conversación, también era algo que ya había empezado a considerar, pero tenía miedo no quería enfrentar esa realidad, por otro lado, aún me sentía molesto, quizás esa conversación no era lo mejor tenerla cuando seguía así además la culpa me hacía no querer verle la cara—¿Marck?

—Está bien, ¿Qué día... Nena? —me atreví a decirle.

—El sábado en mi casa ¿Te parece bien?

—Si está bien —terminé la llamada, me dejé caer en el sillón.

Quisiera que las cosas fueran más normales, no tener ningún tipo de conflicto, sentí que alguien tocaba mi hombro.

—Jesús del huerto—exclamé asustado, me incorporé de golpe.

—Perdón, no quería espantarte.

—Pensé que no estabas—no respondió nada, solo me enseñó un calcetín color mostaza.

—¿Has visto el par de este calcetín? —preguntó sin más, me dejó mudo, después de días apenas y saludándome ¿De repente me preguntaba acerca de su calcetín?

Lo consideré una buena señal de que quizás las cosas no estaban tan perdidas como había creído, negué con la cabeza.

—Te ayudo a buscarlo.

Me levanté y fui a la habitación, él fue tras de mí, revisamos por todos los rincones del cuarto, pero ni una señal del susodicho, Alan suspiró resignado.

—Se supone que los lavé juntos y a la hora de destenderlos no estaban los 2— entonces recordé que tenía en mi cajón un montoncito de calcetines impares, por alguna razón eso sucedía en la casa, era como si la lavadora tuviera algún tipo de portal hacia una dimensión desconocida.

Los saqué del cajón y aunque entre ellos no estaba el calcetín de Alan hallé uno parecido.

—Mira este se parece, puedes ocuparlo para hacer el par.

Alan lo miró un momento y lo tomó como dudando, luego negó con la cabeza con firmeza.

—No, no, no —exclamó —cada calcetín tiene su par. No pueden estar con otro que no sea el suyo, cada quien con su cada cual, no se pueden combinar ni cambiar, solo pueden estar juntos los mismos. Están hechos para estar siempre juntos, no puedes sustituirlo o cambiarlo—dijo con bastante aplomo y después salió de la habitación con la misma actitud, me sorprendió un poco que tomara esa actitud por unos simples calcetines, pero quizás era su falta de experiencia con cosas de la vida adulta, pareciera que fuera algo que venía incluido, el perder los pares de calcetines.

Me senté en la orilla de la cama para después dejarme caer hacia atrás, estiré mi mano izquierda y miré el anillo que había en mi dedo anular, me lo retiré y lo contemplé a la luz de la habitación de nuevo me lo puse y de nuevo me lo quité, ya era algo común en esos días que jugara de esa manera con él.

La actitud de Alan siguió siendo muy variante, después del calcetín impar, volvió a ser como el fantasma del departamento que sabía que ahí estaba porque de vez en vez hacia ruido.

El sábado llegó, ese día tuve que ir a trabajar por lo tanto directamente al salir me fui al departamento de Aim, me sorprendió al recibirme muy arreglada con un bonito vestido rojo, no podía negar que se veía hermosa.

—Me da gusto que hayas venido.

Temí más acerca del rumbo de la conversación, dada su tranquilidad no era común que después de semejante discusión que habíamos tenido estuviera así, menos después de haberla ignorado.

—¿Cocinaste? —pregunté al notar los platos sobre la mesa.

—Así es, Norma me ayudó.

Por Norma se refería a la persona que le ayudaba a limpiar la casa, otra sorpresa era el hecho de que ella hubiera cocinado.

—¿Qué cocinaste?

—Hice unas albóndigas con espagueti.

—Espero no te hayas excedido de sal—le dije con una sonrisa evocando al momento en que alguna vez que cocinó en uno de nuestros aniversarios, eran muy pocas las ocasiones en que ella lo hacía generalmente eran para ocasiones especiales así que no sabía cómo tomar este momento, nos sentamos a la mesa sin decir gran cosa.

No sabía ni siquiera a dónde llevar la conversación.

— Aim...—comencé, pero ella me interrumpió.

—Antes de nada, te quiero pedir una disculpa​—cada vez la situación me estaba asombrando más y mas no era una persona que soliera disculparse, al menos no en primera instancia—Aunque estaba molesta, comprendí tú actitud y entiendo que te pusieras así. Te había prometido que no lo volvería a hacer, sólo no quería decepcionarte si fallaba.

—Aunque lo hicieras, nunca me sentiría decepcionado de ti, Aim. Te lo he dicho siempre, yo me siento orgulloso con el solo hecho de que lo intentes —ella me sonrió, y aunque eso me dio cierto sosiego, aún tenía miedo del rumbo que tomaría la conversación.

—Quiero que estemos bien, sé que estamos a nada de la boda y considero que sería el peor momento para estar discutiendo ¿No crees? —me hubiera gustado decir si y que todo siguiera normal, pero no podía ser un cínico, la culpa me carcomía.

— Yo tampoco he sido sincero contigo —extrañamente no se mostró asombrada.

—¿Ya me vas a decir? —un escalofrío recorrió por mi cuerpo, en ese momento sentí que estaba comiendo bombas en vez de albóndigas.

—¿Tú... sabes...? —pregunté casi temblando.

—No soy tonta, te conozco muy bien y en los últimos meses has cambiado demasiado. ¿Acaso te volviste budista o te uniste a alguna secta? —no esperaba esa pregunta.

—No, nada de eso—respondí un poco más relajado, entonces ella no sabía lo que había creído—yo... He estado aceptando todo lo que he pasado y creo que eso ha hecho una diferencia en mí.

—Entiendo, la verdad me cuesta trabajo adaptarme, pero si te sientes bien no tengo problema.

El que estuviera siendo tan condescendiente me estaba matando, no podía seguir sentado frente a ella sin decir nada.

—Aim, tengo que serte sincero. En estos días... Bueno, quizás ya era de antes, pero... —ella detuvo mis palabras colocando su mano sobre la mía.

—Creo saber el rumbo de esto, pero considero que esta demás que lo digas. Estas aquí ¿Cierto? —me atreví a mirarla, asentí con la cabeza—Yo también estoy aquí, entonces no importa lo que hayamos hecho.

El plural me asombró, sus ojos mostraban seguridad dándole mayor soporte a sus palabras.

—Tu...

—¿Qué más da lo que haya pasado? Lo importante es seguir con lo que nos comprometimos y si ambos estamos sentados a la mesa hablando es porque las cosas seguirán de acuerdo con el plan, no hay impedimentos para continuar.

—¿Crees que esto es una buena idea aun con todo lo que ha pasado?

—Por supuesto, he sacrificado mucho no pienso tirar todo a la borda por tonterías ¿Tu sí?

No sabía si eran tonterías, en ese momento no tenía ni la menor idea de que había sido lo que sucedió el fin de semana pasado, que lo sentía como si hubieran pasado años luz. Me levanté de golpe, ya se estaba volviendo una costumbre.

—Lo siento, Aim, necesito pensar.

Su amabilidad, parecía querer dejarla.

—¿Por mí?

—Por ambos, te agradezco la cena, pero me disculparas. De verdad necesito espacio.

No esperé una respuesta por su gesto, dudaba que la obtuviera, salí del departamento sin decir algo más.

Conduje sin querer llegar al departamento, en este momento no deseaba hablar con nadie menos con Alan, aunque las conversaciones en los últimos días habían sido escasas.

Acabé en donde había evitado ir en los últimos años, un bar.

Sabía que no debía, pero necesitaba alcohol, quizás alguna brillante idea se me ocurriría en la inconsciencia, o por lo menos se me olvidaría todo el peso que sentía encima, me senté frente a la barra y comencé con una cerveza, debía contenerme había trabajado tantos años para no terminar igual, esta situación no podía sobrepasarme.

Ese pensamiento lo fui olvidando conforme más tomaba, comencé a perder la noción de donde estaba y que estaba haciendo, en parte era liberador no tener nada en la mente, ni siquiera sabía ya porque estaba tomando.

Llegó un punto en que me volví un bulto, entre sueños recuerdo que me corrieron del lugar y que alguien había ido por mí.

No fue hasta que sentí mi trasero sobre una superficie fría y húmeda qué empecé a reaccionar, observé a mi alrededor, parecía que me encontraba en el baño de mi departamento y a un lado estaba parado Alan con la peor cara que le había visto.

—A ver si reaccionas—abrió la llave de la regadera y el agua helada me cayó de golpe, sin más salió dando un azotón.

El chorro me fue suficiente para acabar de despabilar, intenté recapitular desde que entre al bar hasta ahora.

No comprendía como o porque Alan había sido quien me trajo a casa ¿A caso lo llamé? Me apaniqué, si fue así pude haberle dicho algo de lo cual me podría arrepentir.

Cerré la llave y me quité la ropa empapada, me sequé con una toalla y me la enrollé a la cintura para poder salir, miré hacia al cuarto, pero ya no estaba ahí.

Me dirigí hacia la cocina, donde estaba de espaldas.

—Alan—lo llamé.

No se giró de inmediato, al momento de hacerlo me puso un vaso frente a mi.

—Tómatelo.

—¿Qué es?

—Tómatelo —repitió con más autoridad, lo obedecí, no estaba en condiciones de necear, de un trago me acabé la extraña bebida.

—Sabe cómo el huevo crudo que le quedaba a mi hermano, cuando intentaba cocinar.

—Es el levanta muertos de uno de mis hermanos.

—Alan ¿Cómo? Porqué...—comencé sin querer llegar a la pregunta directa.

—Me llamaron del bar, al parecer en tus tres segundos de consciencia se lo pediste al cantinero.

—Entonces... ¿No fui yo quien te llamó? — negó con la cabeza, al menos no seguí haciendo más estupideces.

—Nunca vuelvas a hacer eso. —lo miré.

—¿El que? —parecía estar teniendo un debate interno, aun se tardó unos minutos más en responder.

—Pedir que vaya por ti porque estas hasta la madre. —dijo finalmente.

Si bien Alan no me había hablado en los últimos días de la forma más amigable, en ese momento su tono se oía realmente molesto.

—Lo siento mucho, no soy racional cuando tomo.

—Si, eso ya lo sé —parecía asombrado por sus propias palabras —deberías vestirte, voy a salir.

Se dirigió a la sala y del sillón tomó sus llaves.

—Alan—me miró por una última vez, en sus ojos no podía ver ese brillo que los caracterizaban, estaban obscuros y más que brillosos estaban vidriosos—¿A dónde vas a ir?

—Saldré con unos amigos—y sin decir más salió de la casa.

Todo esto me estaba arruinando, cada vez sentía más y más la necesidad de tomar, era tan placentero no sentir ni estar consciente de absolutamente nada.

En los siguientes tres días me reporté enfermo, dudaba poder trabajar, evadí mi necesidad de alcohol por comida, me la pasé tragando todo lo que pude aun sin si quiera sentir hambre.

Alan cuando llegó a verme no comentó nada, ya era poco el tiempo que pasaba en la casa, apenas y lo veía a la hora de dormir y eso ya era un decir, dado que en muchas ocasiones se había ido al piso con el pretexto de que no se acomodaba, en otros momentos hasta llegó a quedarse en el sillón porque según le ganó ahí el sueño.

Todo se estaba desmoronando a mi alrededor, estar en este estado tan miserable me hacía cuestionarme si alguna vez estuve realmente bien.

Tuve que regresar a mi rutina, por lo menos el estar tan ocupado con el cercano cierre de año me hizo distraerme.

Llegué el viernes después de una larga semana, lo único que quería hacer era dormir, ya ni siquiera me preocupé por saber si Alan estaba, solo me arrastré hasta la habitación donde ya se encontraba.

Me extrañó verlo, hacía mucho no llegaba a su hora habitual, ya me había resignado a no volver a compartir una comida con él.

—Hola —lo saludé, eso hizo que se sobresaltara ya que estaba perdido mirando con detenimiento dos camisas sobre la cama, al darse cuenta se puso de frente como intentando taparlo.

—Pensé que llegarías más tarde.

—No había tráfico ¿Qué haces?

—Solo guardaba la ropa—sabía que mentía, aparte de lo obvio, estaba parpadeando más de lo normal, ya había notado que era un gesto que hacía cuando no decía la verdad. Él también estuvo consciente de ello—voy a ir a una fiesta y no decido cual...—se detuvo como para analizar sus palabras—Con cual me sentiría más cómodo. —terminó diciendo.

Solo había una razón por la cual uno se pusiera tan indeciso sobre que vestir y no me agradaba, pero no tenía ningún derecho a cuestionar nada.

Me acerqué a la cama y tomé una de las camisas, una verde con líneas blancas.

—Creo que este color te sienta bien —la tomó y me agradeció con un gesto.

—Me voy a bañar—sin decir más salió con su ropa hacia el baño.

Me cambié el traje por ropa más cómoda, mientras tenía en la mente la repentina fiesta de Alan.

Mientras se bañaba pude escuchar canciones de Juan Gabriel y Alan cantando de nuevo como si se tratara de su debut, eso me hizo sentir peor, escucharlo cantar con tanto sentimiento.

Cuando regresó ya venía vestido y extrañamente perfumado, se veía demasiado arreglado.

Ninguno dijo nada, él se colocó los zapatos y salió de la habitación sin si quiera despedirse, me fui tras él.

Había estado tratándome de controlar, no tenía el derecho de preguntar nada, él podía subir y bajar sin darme ninguna explicación, pero mi parte irracional como siempre, imperó.

—¿A la fiesta de quien vas?

Alan que ya estaba llegando a la puerta se detuvo y giró hacia mí.

—Un amigo, es posible que llegue noche—de nuevo volvió a dirigirse hacia la puerta.

—¿Qué amigo?

Se me hacía tan raro que de repente le salieran amigos como margaritas en el campo.

—¿Que importa eso? — comenzó a abrir la puerta, me acerqué y antes de que pudiera siquiera dar el paso se la cerré.

—Vas a salir con alguien—más que una pregunta fue una afirmación.

Él se plantó frente a mi queriendo parecer fuerte, pero sus ojos amenazaban con querer sacar lágrimas.

—¿Qué importa quien sea mi amigo o si es algo más?

—Mencionaste el plato de lentejas.

—¿Ahora entiendes? Marck, sea lo que haya sido debe quedar solo en que fue el alcohol, ahora déjame salir—no quité mi mano de la puerta— no seas infantil.

No podía moverme, pensé que había tenido suficiente con las pocas veces que tratamos el asunto, pero saber que se iría con no sé quién me mataba.

—Alan... —el me interrumpió

—¡Entiende que no fue nada! —su tono de voz comenzaba a alterarse, el casi nunca gritaba me paralizaba más verlo así—bebimos, nos emborrachamos, hicimos las estupideces que haces por el alcohol y eso fue todo—resumió.

—No fue la primera vez que nos besamos —le recordé ya sin pensar que estaba diciendo, todos esos sentimientos que había tenido en los últimos días estaban por explotar, era inevitable.

—¡Concluimos que fue para callarnos mutuamente! Nunca ha significado nada.

No soportaba escuchar esa conclusión

—Pero es que—Alan llegó a su punto máximo de exasperación, me tomó con las dos manos de la playera sujetándome con fuerza.

—¿Qué es lo que pretendes que te diga Marck? ¿Qué si deseaba besarte? ¿Qué era lo único que he querido hacer desde hace tiempo? ¿Qué la estúpida canción que cantaba cada maldita noche era por ti? —me quedé helado—¿Eso es lo que querías oír?

Abrí mi boca sin saber con exactitud cuales serían mis palabras.

—No digas nada—me suplicó.

Ya su voz era apenas un hilo, me acabo soltando, las lágrimas que había amenazado con salir de sus ojos comenzaban a correr por sus mejillas.

Me rompía verlo así, me acerqué a él no sabía bien con que intensión, aunque intentó retroceder no tenía hacia donde, estaba arrinconado. Me acerqué tanto a el que nuestras narices se tocaban, en sus ojos noté miedo, incertidumbre podía ver demasiadas emociones difíciles de describir, acaricié su mejilla con mi mano.

—Yo también me he sentido de la misma forma—sus ojos se abrieron aún más.

—Marck no—no pude dejar que dijera nada, lo besé, el me empujó—¡Marck! —gritó, pero ya nada me importaba, lo único que en ese momento deseaba era besarlo, volví a hacerlo una tras otra vez mientras el me empujaba seguí insistiendo hasta que al fin cedió, me correspondió el beso y yo me sentí la persona más dichosa del mundo. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro