22. Todo en exceso...
Afraid.
Viernes, 12 de enero de 2018.
Luego de que Elly se quedó dormida, aunque me costó hacerlo, me levante de la cama y la dejé allí. Le eché un último vistazo antes de salir de la habitación y supe que estaba haciendo lo correcto en darle su espacio.
A pesar de que en el momento estuve con ella y la compañía le hizo bien, la situación por la cual ella había pasado, requería que pasara algo de tiempo a solas y analizara mejor como se sentía y cuáles serían sus próximas acciones.
Se dijo cosas muy duras con su padre y si bien las tenía merecidas, sé que le dolió hacerlo. Su expresión en el auto me lo dijo.
Me encamine hasta el estacionamiento y en el trayecto, miré con detalle las instalaciones de conjunto donde vivía. Se veía un ambiente elegante, tranquilo y seguro. Me gustó. Ella estaba bien ahí.
Miré la hora del teléfono y me relajé al notar que aún estaba a buena hora para ir a casa de Elliot, por ello, le marqué.
—Voy vía—Le dije a lo que atendió la llamada.
—Genial.
Corté y puse el auto en marcha. Pasé comprando algunas cosas para comer un poco y unas cervezas más, en caso de que él no tuviese suficientes, pues yo, necesitaba echarme unos buenos tragos.
No es que beber sea la solución a los problemas, nunca lo consideré así, pero a veces necesitamos un poco de distracción o algo que nos ayude a sentirnos diferente.
Unos minutos más tarde, estaba aparcando el auto frente a la casa de Elliot.
—Joder, tenía tiempo sin verte. —Mencionó él.
—Tienes razón—Respondí a la vez que me acercaba a él y palmeaba su espalda.
Observé que en la sala se encontraba una pequeña cava, algunas chucherías para picas y ya la partida de juego en la consola de videojuegos, estaba a la espera de que le diésemos comenzar. Fui a ordenar las cosas que llevé en la cocina y volví a la sala, donde ya Elliot yacía sobre el sofá. Tomé dos cervezas y las destapé.
—Tenía demasiado tiempo sin verte, Afraid. ¿Qué has estado haciendo?
—Bueno—Me senté en el sofá en el extremo contrario al que él se encontraba y le pase una de las cervezas que había abierto—El nuevo trabajo es relajado en cuanto a guardia de seguridad, pero soy el encargado de llevar la administración y contabilidad del lugar.
—¡Joder! ¡Eso debe fascinarte!
Asentí a la vez que le daba un trago a mi bebida.
—En realidad, sí.
—¿Todo bien con Becca? —Cambió de tema.
Ladeé mi cabeza y caí en cuenta de la pregunta que él me estaba haciendo. Vaya que sí tenía mucho sin hablar con Elliot.
—No me jodas. ¿No te conté?
—¡No me jodas! ¡¿Lo hicieron oficial?!
—Le di fin a lo que sea que era que teníamos.
Me regaló una mirada sorprendida y asintió, como procesando poco a poco la información.
—Pensé que nunca lo harías. Tu miedo a herirla, no te hacía ver que seguirla ilusionando, era herirla de peor manera.
—Gracias a Dios pude entenderlo.
—Y... ¿Eso fue gracias a...?
—¿Puedes ir al grano?
—¿Qué está pasando contigo y Elleny?
Suspiré y le di otro trago a mi cerveza. Esta sería la primera vez que hablaría de ella en voz alta y con alguien diferente a mi consciencia. Quería hacerlo. Quería decirlo todo y poner lo que sentía sobre la mesa. Elliot me ayudaría a analizarlo luego.
—Es extraño. Es extraño porque es complicado y a la vez, no lo es. Porque todo surgió rápido y a la vez lento. Porque traté de mantenerme lejos, pero era inevitable acercarnos. Elliot, ella es diferente a las demás. Ella no es interesada, ella es interesante. Tiene la carga pesada de un alma hecha pedazos y aún así hace lo posible día tras día para salir adelante e irla reconstruyendo. Y lo está logrando, pero sin saberlo, también me está ayudando a reconstruir partes de mi que ni sabía que estaban mal.
—Me hiciste recordar una especie de juego de palabras. Es como si fuesen un mar de antónimos.
—Algo así... Ella es la luz y yo la sombra.
Elliot me regaló una mirada seria antes de advertir.
—Procura no olvidar, que todo en exceso es malo... Aún y cuando solo se trate de luz.
***
Domingo, 14 de enero de 2018.
Mi reloj marcó las cuatro de la mañana y divise a lo lejos el conjunto residencial. Me sentía exhausto y somnoliento como no me sentía desde hace muchísimo tiempo atrás. Mi sien palpitaba levemente como señal de una migraña que se desarrollaría en caso de no tomarme pronto dos pastillas e irme a dormir.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron en mi piso, sentí un alivio inmenso, y en una inhalación de alivio, me percaté de un olor que reconocía a la perfección.
En efecto, Elly estaba allí, plasmada al lado de la puerta del apartamento. No habían rastros de lágrimas en su mirada, sin embargo, mis alarmas se dispararon y cada rastro de cansancio y malestar, se esfumaron de mi.
—¿Qué te pasó? ¿Estas bien? —Quise saber a la vez que me precipitaba sobre ella y constataba por mi mismo que sí lo estuviese.
—Estaré mejor luego de hablar contigo—Susurró ella con una débil sonrisa. Sonrisa que para nada me convenció.
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