Único capítulo (?)
Entre/tejidos
"Mi ciervo. Te encontré manchado del pecado del que no puedes recordar. Tu delgada figura fue marcada en el jardín de las delicias sin que lo supieras. Hay veces que simplemente no podemos tener completo control de nosotros mismo, yo lo perdí alguna vez y fue mi exilio. Me pregunto si en tu juicio fue realmente justo lo que te tocó pagar. Después de todo, no tenías recuerdos de nada. Yo lo sabía en el momento que te encontré y te guie en el camino que tu mismo forjaste, pero... ¿si uno no recuerda el pecado que cometió... se merece ir al infierno?"
La visita de un huésped siempre pone alerta a todos en el hotel. Sin embargo, la presencia de éste hombre en particular no solo hace que se den cuenta de su llegada antes de tocar a sus puertas, sino que hace que todos se postren ante él incluso luciendo su apariencia más inocente frente a todos. La única persona en este mundo que podía llenar de terror hasta el más grande de los overlord.
Solo el pelirrojo que se encontraba en el vestíbulo, era el único que podía hacerle frente sin que llegaran a notar ni una pizca de emoción en sus facciones. Él tocó las puertas de aquel lugar, su presencia daba de qué temer, hasta el mismo Alastor tembló en su lugar, notando que de su boca caía un hilillo de sangre negra que limpio con desentendimiento, pensando que era un reflejo del miedo ante el poder de esa persona en particular, pero sin dejar que se notara, no iba a darle el placer a esa autoridad en específico de que vea su miedo. Nunca.
El aroma a te negro, el sonido de la cuchara paseando por el liquido y golpeando ligeramente la porcelana les daba una tranquila estadía en la silenciosa oficina, que estaba ansioso por romper – ¿A qué se debe el honor su majestad?
–Quería hablar con usted en especial –decía el rubio frente a él. El hombrecillo se reunió con Alastor en una habitación aparte, parecía ser la oficina del más alto, apropiada para atender a cierto señor del círculo del orgullo.
-Me... halaga señor –dejó entrever que no era de su gusto decir aquello – pero me temo que no entiendo de qué podríamos hablar usted y yo, si ni siquiera me reúno con los lords.
-¿A qué te refieres? –respondió con apatía.
-No creo que sea muy casual su visita –fue más directo ante la actitud del mayor, riendo sin gracia– Después de todo no tiene el suficiente tiempo para visitar a unos simples mortales –Él enarcó una ceja ante el comentario final.
-Enserio me vas a decir que te crees un simple mortal, Alastor. Si eres uno de los Lores más grandes en estos círculos o me equivoco.
-Para nada mi lord. Solo que se me hace realmente... extraño que esté usted aquí –a pesar que su sonrisa seguía de punta a punta, con una mirada firme y movimientos tan apacibles, internamente tenía un escalofrío que nunca pasaba con el resto de las personas,... se sentía una presa de nuevo.
-Pero si fuiste tú quien me llamó –comentó como si nada el rubio mientras dejaba la pequeña cuchara encima del plato, tomando su taza con una delicadeza majestuosa de un ángel, que dejó de ser. El de piel opaca tragó con dificultad su bebida, no esperaba una respuesta tan intranquila.
-No majestad, estoy seguro que no fue así.
-No te preocupes querido, a muchos les pasa, jamás se dan cuenta que me han llamado hasta cuando realmente me demuestran que me necesitaban –aquellos ojos afilados le regalaron una mirada indescifrable antes de tomar un sorbo de su bebida y apartar la taza de nuevo de sí.
–Entonces, ¿qué es lo que quieres Alastor?
-Y yo que podría querer de usted majestad, después de todo... yo ya tengo todo lo que quiero.
-¿Estás seguro?
...
–Buenos días damas y caballeros, espero que su mañana no sea tan caótica como para muchos de la gran ciudad. –El familiar sonido de la estática en los altavoces se hizo oír en el pueblo como todas las mañanas– Soy Alastor, su servidor y en esta soleada mañana no hay nada mejor que degustar unos Beignet en nuestra cafetería favorita Rosse doll con un buen café, que garantizo es el mejor desayuno para comenzar bien el día. Incluso pueden tomar un paseo por estas bellas calles de nuestra querida Nueva Orleans mientras que se oye este tema, que en lo personal es mi favorito –tan pronto terminó de hablar, "Farewell Blues" comenzó a sonar con bastante ánimo, dándole la alegría y oportunidad de comenzar la mañana de la mejor manera en la que le gusta vivir.
Alastor era un joven apuesto, delgado y alto, querido por el pueblo por sus atenciones de caridad, ayuda a los enfermos y las donaciones a la parroquia, sobre todo para los niños. Era un personaje muy carismático, sin mencionar que fue educado por una madre amorosa que le enseñó a respetar a todo aquel con el que se cruzara. Lastimosamente la gran mujer murió a muy temprana edad, cuando Alastor aún era niño, pero fue gratamente recibido por unos amigos de la familia que lo ayudaron a salir adelante, fue donde surgió el gran deseo de ser locutor, gracias al señor Ronald con quién empezaría a trabajar después de la escuela para poder lograr el sueño en aquella pequeña estación.
Claramente lo logró ante las buenas nuevas que el año diecisiete le entregó a Nueva Orleans, el primer teatro en el lugar y sobre todo mejor equipado que cualquier otro, el teatro Strand New Orleans, en Luisiana. El señor Ronald le dio la oportunidad al joven muchacho de inaugurar el lugar desde la radio. Alastor no podía estar más feliz por eso, vaya que se había sentido tan vivo sentado frente al gran monitor lleno de cables, botones y palancas, su sueño había dado inicio y se convirtió en el locutor más querido de su pueblo. Pero de igual manera el más cotizado.
Hacía varias semanas, vecinas ya de edad, le mencionaban al chico de anteojos lo buen esposo que sería, insinuando sin ninguna sutileza que debería casarse. Muchas de estas ancianas le ofrecían sin descaro la mano de sus nietas a lo que él con pena argumentaba que aún no podía casarse hasta cumplir sus metas. Pero la señora Laiene lo tomó con fuerza, acercándolo a ella para que le diera toda su atención, su voz gangosa le mencionó un "con estos tiempos tan difíciles que vendrán es mejor estar con buena compañía. Te presentaré a mi nieta, es un ángel."
Pero si ella era un ángel, no quería saber cómo era el diablo. La chica, aunque toda una dama ante las personas de la alta alcurnia, hablaba mal a sus espaldas y se burlaba de cómo vestían y cómo vivían, aun así eso no le irritaba a Alator, es más, aguantaba la actitud de la mujer solo por respeto a la abuela, nada más, por otro lado, él solo la acompañaba a estas fiestas para alimentar su mente de ideas y preparar su programa matutino, incluso había estado pensando que haría una sección por la tarde para que los trabajadores pudieran disfrutar su hora de almuerzo con todo gusto.
Su atención fue a parar en un grupo de músicos de color, tocaban un buen Jazz, el género se estaba volviendo muy popular y realmente amaba demasiado como se oía, sobre todo después del implemento musical del saxofón, vaya que estaba encantado, tenía un ansia de tocar una pieza. Sin embargo, toda su alegría decayó ante las palabras crudas de la mujer.
-Esa gente no pertenece a estas tierras, debieron matarlos antes que infectaran nuestras tierras –Alastor la volteó a mirar impactado, pero más que sorprendido, fue más el reflejo de odio en sus iris, viendo a la mujer a su lado convertirse en lo que una vez llamó padre.
Alastor amaba demasiado a su madre, la apreciaba y le otorgaba lo mejor para que ella fuera feliz. No hay nada más hermoso en el mundo que su madre, se decía, ella le había dado todo lo que a su alcance podía darle, una mujer humilde y con una sonrisa siempre tan grande en su rostro, tanto que su frase favorita "sonríe cariño, no estás completo sin una sonrisa" era aquella que solía recibirlo en sus malos días. Su madre lo educó buenamente para que él pudiera ser un buen caballero... la amaba, pero lo que nunca le gustó de ella fue que se dejara golpear de aquel hombre que dejó de llamar padre, dejó de importarle sus reglas, sus órdenes y sus golpes.
Pero no podía ignorar cómo trataban a su madre, Alastor a sus inocentes cinco años no comprendía porque su madre era despreciada por otros, ella era única y su color canela, pelo castaño y complexión delgada la hacía más que hermosa. No le molestaba tanto las habladurías de los demás, pero no podía tolerar la de su padre, con el tiempo se ganó su odio, su desobediencia. No podía hacer nada para ayudar a su madre, porque cada que se involucraba ella terminaba peor, las amenazas eran constantes para él y su silencio era la cadena que portaba en su cuello, una pesadilla constante.
Y no iba a permitir que eso lo afectara de nuevo. Se levantó de la mesa en donde estaba con la chica, la miró con seriedad sin decir palabra alguna, solo tomó su abrigo, pagó la comida y se fue sin mirar atrás, no quería ser grosero, pero tampoco podía decirle algo al respecto. No sabía cómo se sentía sinceramente. Se tomó la cabeza al sentir el inicio de una migraña, últimamente eran frecuentes, pero se limitó a ignorarlas para que no afectara su trabajo. Esa noche solo se tomó dos pastillas para el dolor y sintiendo como el sueño lo golpeaba con fuerza dejó que su dolor se apaciguara y que sus pesadillas lo dejaran en paz por ahora.
El programa había sido todo un éxito, recibió varias felicitaciones por la propuesta y sintió la satisfacción de los vecinos que degustaron del increíble Jazz, que estaba llenando la radio con más frecuencia. El día de ayer incluso había compartido su afición por el saxo y tocó una melodía en vivo durante el almuerzo, una bella melodía que encantó a más de uno. No obstante esa alegría se vio afectada ante el terrible recibimiento en la mañana.
-Le doy mi más sentido pésame señora Laiene. No tengo palabras para esta situación –la mayor abrazó al muchacho con tristeza, mencionando con lamento "se supone que los nietos deben morir después que sus abuelos, no al contrario". La mujer se veía devastaba, pero no era para menos, la chica con la que había salido hace un tiempo había desaparecido hacía una semana, su abuela pensó que había regresado a la ciudad después de una discusión que tuvieron cuando llegó tarde a casa, pero horrible fue el suceso cuando unos cazadores encontraron el cuerpo de la muchacha abandonado entre un árbol caído, como si este fuera el lecho más bello de muerte que pudieron ver, pintada del color de la sangre en todo su pecho, garganta y lengua. No sabía cómo procesar esa información, ni siquiera sabía cómo expresarlo en la radio, pero tenía que hacerlo... por el bien del pueblo.
Fueron días grises, pero no esperaron que llegara algo peor. La caída de valores, fue una época dura para todos, comenzaron a llamarlo el día negro. Muchas familias abandonaron sus hogares, niños quedaron huérfanos, fuera porque sus padres los abandonaban, fuera porque éstos morían de hambre o porque en medio de las terribles circunstancias y la escasez de alimentos y demás sustento, eran aplastados como animales al obtener en exceso lo que estaba contado para la gente. A Alastor no le gustaba ese sentimiento, no podía dejar que su sonrisa flaqueara por amor a su madre, no podía tolerar que la gente se comportara así. Alastor comenzó a anunciar todo lo que ocurría a las afueras del pueblo gracias a un fiel amigo que trabajaba en la gran ciudad. Comenzó a ayudar a los huérfanos que llegaban sin ningún remedio a la parroquia, varios incluso de pueblos cercanos que abandonaron y que venían en busca de un futuro, pero dónde, si en todos lados había sido lo mismo, igual para todos.
Empezó a trabajar con el conocimiento de brujería vudú, que su madre le había enseñado en algún momento, para ayudar a los que lo necesitaban. Ofreció sus servicios a los hombres adinerados que encontraba en bares lejos de su hogar. Cazar era una de sus aficiones, pero se volvió un sustento para poder darles de comer a los niños (lo que Alastor más quería era que los pequeños crecieran en un ambiente sano y no les tocara vivir lo que él tuvo que hacer). Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, con el tiempo la estación de radio estaba peligrando, tuvo que despedir a las personas que le ayudaban en el mismo, redujo el espacio de alquiler hasta que le tocó trasladarse a su propio hogar, alejado del pueblo, para poder transmitir desde casa.
Con todo lo acontecido, aun así no faltaba la gente mala, los que se aprovechaban de la situación para estafar, cobrar más por los implementos necesarios, maltratar a los infortunados (más que todo a los de color), abusar de los niños, ancianos y mujeres.
Alastor respiró hondo, el ambiente frío le envolvió relajándose, apuntó a su objetivo sin quitarle la vista de encima, concentrándose para no fallar esta vez. El disparo sonó por el bosque, las aves se agitaron con terror viendo caer a una compañera, Alastor se refregó la cara con cansancio sintiendo un dolor devenir con fuerza en la cabeza, parecida a sus pesadillas. Se obligó a levantarse para recoger lo que iba a ser la cena de esa noche, pero antes que pudiera completar su acción un disparo de un rifle se escuchó más abajo del prado. Alastor con curiosidad se asomó hacia la colina, viendo cómo un grupo de tres hombres, quizás cuatro, se reían borrachos de diversión, una sádica, al ver cómo maltrataban a una mujer, la golpeaban y empujaban de ida y vuelta como si fuera una pelota, un juego de niños, el castaño frunció el ceño viendo desde la mirilla de su arma que le quitaban las ropas a la chica y la lanzaban desnuda al suelo.
La chica emprendió su huída, sin detenerse siquiera a lamentarse por las heridas en sus pies, corrió a todo lo que le daban sus pequeñas piernas, mientras trataba de limpiar sus lágrimas y esquivar las balas que los hombres tiraban al azar para asustarla, fue en ese momento que el rostro de una jovencita dio con la boquilla de su arma, asustándola, en aquellos ojos se reflejó el miedo, miedo que conocía bastante bien, pero que no demostraba ante la mayor autoridad que tanto despreciaba.
Cada que su padre volvía a casa, después de maltratar a su madre, votar la comida y desocupar las botellas de licor se postraba en el asiento que solo él podía tocar, nadie podía molestarlo, nadie podía entrar a esa habitación a menos que él lo permitiera. Ese día Alastor desafió toda órden, con las manos sudadas y la mirada fría, amenazó a su padre con llamar a la policía, lo que el hombre se burló con una carcajada suelta, llena de burla... comentando poco después que las autoridades jamás arreglaban sus problemas, solo eran corruptos y nunca ayudaban al inocente. Pero aun así, bajo la mirada de su bastardo le advirtió "si llegas a abrir la boca, juro que mataré a tu madre. Y tú serás vendido a los depravados que tanto te quisieron antes" .
La rubia, quién ya estaba preparada para su muerte, cerró los ojos hipando ligeramente. Empero, Alastor no le hizo nada, solamente la cubrió con su abrigo, la hizo a un lado. Con una seriedad inconsumable no dudó en cargar el arma, esperar la mejor alineación entre los desgraciados, apuntando con concentración. Al hacerlo, percibió una presión tras él, sintiendo cómo sus tensionados hombros se relajaban, el aire cálido en su nuca le calmó y en un tiro certero volvió a avivar las llamas de un fuego que yacía en cenizas hace mucho tiempo. Ese día descubrió una satisfacción ante esto, su sonrisa volvió a su rostro después de tanto tiempo de luto, sintió una gran satisfacción al tomar justicia por su propia mano, desafiando a la autoridad.
"Ya has bailado solo este vals por mucho tiempo, es hora, ya tengo la excusa perfecta para poder verte. Mi ciervo, sé que estarás dispuesto a hablar incluso cuando tú mismo te lo impides. Recuerdalo, porque mis manos están marcadas en tu cuerpo"
La situación, sin embargo, no cambió, el pueblo seguía en crisis y aquellos lugares que iban abandonando eran habitados por otras personas; desconocidos, gente que Alastor no quería en su pueblo, estaban invadiendo el lugar. Las personas ya no confiaban en nadie y todos en algún momento se volvieron algo mezquinos. Alastor, como todo caballero, trataba de entender la situación, no podía quejarse, después de todo él era de los pocos que tenía un buen sustento, ayudaba a los niños, que iban aumentando en la parroquia, seguía con sus trabajos en las sombras de la brujería para ganar algo más de dinero que no le vendría nada mal. Pero no le gustó para nada que las jovencitas estuvieran acosándolo de un lado para otro. Detestaba que lo tocaran, parecían muchachas de servicio que buscaban más que acostarse en sus aposentos y palpar en lugares prohibidos, lugares donde nunca le gustó ser tocado, pero la insistencia de las damas ya lo tenía enloquecido, causando un malestar en Alastor que se juntó con la migraña y las pesadillas por la noche.
Fue lo peor que pudo pasar, cuando una mujer entró a su casa, a su cuarto, a su cama, para darle las "gracias" por haberla salvado. Alastor se despertó alarmado, cayendo de la cama por la sorpresa que la chica le había dado. "¿Qué estás haciendo?" fue su pregunta, pero la chica no le contestó, solo se pavoneo hasta alcanzarlo, sentándose entre sus piernas insinuándosele. "Me rescataste, solamente te lo voy a agradecer". Alastor la alejó, la empujó, pero por más que trataba que todo esto se arreglara no pudo controlarse. Un mareo atacó su vista y como si hubiera caído en un sueño despertó desorientado, notando como la chica estaba muerta ante sus pies, Alastor abrió los ojos llenos de pánico viendo que él portaba un cuchillo de carnicero en las manos mientras que la pintura de un antiguo recuerdo hecho sangre, se instalaba ahora por toda su ropa y los azulejos del suelo.
Una clase de flash inundó su memoria, tomando su rostro intentó calmar el dolor de cabeza, el mareo que sintió, pero no podía, el aroma a sangre inundaba sus fosas nasales con infamia. Salió despavorido de su casa dispuesto a correr hacia el pueblo anunciando que habían matado a alguien, pero quién le creería, de un momento a otro sus pasos se detuvieron, miró hacia el bosque aturdido, no sabía qué hacer. Sin embargo, algo le decía que debía tranquilizarse, no había hecho nada malo, él no sabía que había pasado, pero aún así no le creerían. Además, tapar el pecado con un dedo será mucho más fácil que tapar el sol. Tragó con dificultad la poca saliva de su boca, respiró tres veces para calmarse y dejar de temblar, devolviéndose sobre sus talones para intentar enfrentar ese miedo, la pesadilla que lo atormentaba y darle cara a la realidad.
Esa noche, después de tal atrocidad, tocar la sangre más de lo que nunca pensó y ocultar lo que alguna vez fue su total personalidad en su hogar, Alastor no volvió a ser el mismo.
Los días posteriores llegaron como un balde de agua, estaba cansado. Ese día solo transmitió el horario de la mañana, cerrando por ahora todo ruido en los altavoces. Cerró con llave su hogar y se empeñó a caminar hasta las afueras del pueblo. Al anochecer inevitablemente terminó en un bar, donde pudo disfrutar del buen jazz al menos por hoy, música que no tuvo que buscar, escoger y poner para su programa. Give Me Your Telephone Number de Higginbotham sonaba con bastante ánimo en el bar, en esta ocasión no pudo resistirse y tener un poco de diversión pidiendo a la banda que pudieran acompañarle en una tonada, claramente como todo buen grupo de Jazz, la voz de Alastor fue acompañada por la gran improvisación de los músicos, quienes dieron lo mejor para sorprender al público de esa noche. Alastor había podido salir de su línea de tiempo para poder hacer algo diferente, haberla pasado bien, si no fuera porque un grupo de imbéciles arruinaron su pacífica noche.
Burlarse de él estaría bien, lo dejaría pasar, incluso les respondería con alguna sátira o un comentario inteligente para que posaran su atención en otro lado, pero los hombretones se burlaron de la música y sus intérpretes, los muchachos de la banda trataron de actuar, pero no podía hacer nada o se meterían en problemas. Alastor, notó que este bar había sido el único en aceptarlos. Si... no podían hacer nada. Después de agradecerles por tan encantadora interpretación Alastor se fue, sin dejar rastro, como si fuera un ciervo que desaparece entre el bosque en silencio.
Esa noche despertó de un susto, el mareo volvió a inundar su vista notando cómo es que el cielo nocturno daba vueltas incontrolablemente. Cerró los ojos sin poder deshacerse de la molestia, aun así se levantó notando como de nuevo estaba durmiendo en la maleza, en el bosque. Una vez más no supo cómo es que despertó allí y mucho menos sabía que era lo que había pasado a su alrededor, las manchas de sangre pintaban las hojas de aquellos arbustos, los troncos de los árboles y sin mencionar sus ropas, sus ojos se contrajeron ante el escenario que se encontró. Salió corriendo a su casa, para huir de lo que era la escena de un crimen que volvió a entrometerse si saberlo, estaba asustado, quería vomitar al presenciar de nuevo tal suceso tan devastador. No quería ni saber quién había sido la víctima esta vez, el pánico que generaba en su cuerpo pasó a su corazón bombeando con fuerza, sintiendo como éste quería salir de sus entrañas por el terror. Sin embargo, al entrar a casa, su hogar, se dio cuenta que la única obra de masacre no solo yacía en el bosque.
Su cocina, el piso de la misma habitación yacían "adornadas" de una nueva especie de carne, no era de ciervo, sabía que no lo era porque no había ido a cazar esos días, pero sabía de quién era. Se tapó la boca horrorizado, ya no sabía si llorar. No permitiría que su pesadilla se infiltrara en su vida real, estaba cansado, no lo quería cerca.
Corrió al baño para lavarse las manos ensangrentadas, la espesa sustancia estaba fresca, lo podía sentir incluso cálida entre sus dedos. Pero al prender la luz el lavado estaba igual de sucio por ese mismo líquido, sus ojos miraron con terror todo el escenario que se presentaba ante sus ojos. Más que todo cuando el reflejo de un ser parecido, pero distinto a la vez, apareció frente a él.
No, es más, era su pesadilla. ¿Estaría durmiendo ahora mismo?, ¿acaso esto es una ilusión?. Había soñado muchas veces con que aquel reflejo lo invitaba a traspasar el espejo donde no podía salir. ¿Lo remplazaría acaso?. Miró hacia atrás, pero no pudo ver nada, todo yacía apagado, estaba solo en su propia casa, sin embargo, esa persona era la única que veía ante él, se tomó la cara sin importar que ésta fuera manchada, lloró desesperado, pero de un momento a otro su lamento se volvió una sonrisa trágica, hasta que la figura del espejo, que había hecho la misma acción, sonreía de oreja a oreja con unos afilados dientes que reflejaban la maldad de sus acciones, era él mismo quien se miraba, era el mismo niño que dejó a un lado hace mucho tiempo, por miedo, el miedo a no poder proteger lo que tanto quería, y que aun así... no pudo proteger.
Los gritos coléricos que el hombre daba con macabro furor al golpear a su madre lo despertaron esa madrugada. Su madre yacía en el suelo sin moverse, fue lo que Alastor presenció, no pudo ver a su madre, no la oyó sufrir al taparse los oídos con fuerza mientras lloraba encogido entre sus piernas, pero cuando el monstruo dejó de golpearla y se derrumbó contaminado del licor en su sistema, fue que el pequeño pudo ver la atrocidad que fue antes su hermosa madre, ya ni siquiera sabía si ella era la mujer que tanto amó. Alastor gritó, lloró y miró con odio a su padre, se miró a sí mismo por el reflejo de aquellos vidriosos ojos, el hombre solo rió sin importarle siquiera lo que su hijo le exclamaba colérico.
-Lo prometiste.¡¡Lo prometiste!! Yo no hablé de esto nunca, jamás dije una palabra, esto es injusto. ¡¡Lo prometiste!! –repetía una y otra vez. La furia atroz de aquel niño, que aprovechó la botella de trago rota en el suelo, se convirtió parte de su venganza. Tomar justicia por su propia mano, borrando los rastros de lo que fue una vez un niño inocente.
El espejo se resquebrajó bajo su puño, el reflejo se reía con locura, sin parar, sin detener la satisfacción de lo que había pasado hacía apenas unas horas. No, no era el reflejo, era él mismo quién sonrió a su propio reflejo como si hubieran tenido un pacto, un juramento sin palabras una condición de estar juntos en lo que el otro le había guardado, una complicidad conjunta con lo que dio inicio todo un complot silencioso.
Días después Alastor saludaba como siempre a sus oyentes, pero esta vez comenzando con una terrorífica noticia. Tres hombres habían sido encontrados en el bosque, uno de ellos entre los árboles y los otros dos cerca del río Misisipi, brutalmente asesinados. Las muertes se estaban volviendo constantes en el pueblo de Nuevo Orleans, el terror se empezó a infiltrar por no estar seguros de lo que sea que fuera ese monstruo. Ya nadie estaba a salvo. Los habitantes comenzaron a llamar a este asesino "El carnicero", al ver que a los cuerpos siempre les faltaba una parte de su cuerpo, mientras que lo demás quedaba en medio de una obra (sangrienta) de arte en medio del bosque, como si el que lo hiciera se burlara de la gente y jugara con su comida
Las especulaciones comenzaron, la gente culpaba a todo el mundo, podía ser el de la tienda, el vecino, el cartero, el mismo alcalde. Nadie confiaba en nadie, sin embargo, nadie culpaba a Alastor, todos sabían que él no podía hacer algo tan atroz, siempre ayudaba al que lo necesitaba, nunca usaba malas palabras, siempre trataba a todos con la mayor caballerosidad (una que lo representaba), nunca lo vieron enojado incluso cuando sabían que algunas situaciones le incomodaban. Solo saludaba con cortesía y se retiraba sin decir más. No, el locutor era inocente incluso para aquellos que no les caía bien.
Tras la gran depresión y el asesino en serie, el pueblo comenzó a huir del pueblo, otros llegaban al lugar al oír la noticia de un asesino escalofriante. Mientras otros temían, llegaban más con la curiosidad de un gato como si no supieran del inminente peligro. Alastor solo podía informar de las muertes al no poder hacer más que eso, informar. Su programa empezó a ser más conocido en varias zonas de Nueva Orleans (por lo mismo que llegaba tanta gente al pueblo). Alastor comenzó a tener cierta fama, que le encantaba, más no lo demostraba.
Fue cuando la policía tomó cartas en el asunto y llegó al pueblo a resolver el caso. No la policía del pueblo, lamentablemente no podían hacer mucho ante sus pocos recursos, sobre todo por el terror de ser cazados por un demonio que sabía dónde vivían. La policía de New York comenzó su investigación, llegaron a aparcar cerca de la cafetería de Rossy, la cuál Alastor frecuentaba. Agradecía que aún siguiera abierta y sobre todo ese día, porque se dio cuenta de cuántos agentes había, quienes eran, su apariencia y de quién tenía que tener cuidado.
De entre los tres autos se bajó una mujer bajita, fornida, de piel blanca, rubia y ojos claros con pecas en las mejillas, una filosa mirada en su seria expresión le indicó que tendría que tener cuidado con ella. Más que todo, porque esa mirada se juntó con la suya, Alastor sonrió tal vez demasiado, porque la mujer se le quedó mirando con cierta duda, quizás miedo, quizás no, pero sí pudo ver que su trabajo peligraría si esa mujer se metía en su camino.
Que triste de ella si llegaba a pasar. Esperaba que no fuera tan pronto.
Sin importar que la policía estuviera tras su cabeza, Alastor siguió con su trabajo, redujo las visitas en su tienda de vudú, incluso llegó a cerrarla haciendo solo pedidos que le fueran fructíferos. Sin embargo, es cuando su unión a este mundo se volvió su segundo mayor secreto, ya que no lo usaba con funciones de ayuda económica o para auxiliar a otras personas, ahora esto era más para sí mismo, para su otra persona.
Alastor, de una sonrisa escalofriante y guantes negros en sus manos, viaja en secreto a ciudades o pueblos cercanos para hacer pactos, "¿quieres matar a alguien en específico? soy buen cazador, pero necesito un pago". La gente firmaba el papel sin leerlo, jamás consultaban qué era lo que necesitaba y mucho menos podrían pensar las decisiones que tomaban en un estado de consumo, pero Alastor se aprovechaba de esto para su beneficio.
Las noticias seguían en su programa, empero, se empezó a oír algo curioso en este. Las suposiciones en donde ocurrirían las muertes se volvió popular, muchos decían que tal vez Alastor trabajaba para la policía o ayudaba en la investigación al conocer la posición que se vería envuelta una víctima. Fue coincidencia que acertara en los primeros dos asesinatos, pero la policía comenzó a sospechar de la voz del locutor, porque durante esos dos meses hallaron las víctimas en donde la voz de los altavoces anunciaban, incluso días antes de que los cuerpos aparecieran, durante semanas.
La mujer rubia, de la policía de New York, quiso informar el problema. Sabía que había algo mal con el locutor del pueblo, no le había quitado la vista de encima durante un tiempo, pero no pudo conseguir la atención de sus superiores que andaban siguiendo pasos falsos y no escuchaban siquiera la radio o a la gente adecuada por creerse más que unos pueblerinos, pero ella sin poder pasar este suceso fue a investigar por su propia cuenta.
Alastor comía una jugosa porción de su carne favorita, podría parecer una escena normal, un hombre amado por todos en su propio hogar tomando una deliciosa cena antes de ir a la cama, más que todo al disfrutar de un buen descanso por no volver a tener pesadillas, ni dolores de cabeza, ni mareos. Claro, Alastor se sentía más vivo que nunca, pero realmente no podía decir lo mismo de la chica tras su ventana.
La rubia al verse descubierta respiró aceleradamente al notar que el hombre del que tanto sospechaba estaba comiendo lo que había sido su última víctima. Ella apretó los ojos para tratar de calmar su agitada respiración, debía salir corriendo a revelar todo el acontecimiento, pero tarde fue su huida cuando sintió que algo le cogía los pies, aun así no logró ver nada, la noche estaba tan oscura y nublada que no dio paso ni siquiera a la luz de la luna. La mujer, aterrada, miró cómo una sombra se reflejaba tras ella, dejándola paralizada.
-Qué mala decisión tomaste cariño. Si te hubieras quedado quieta... hubieras podido vivir un poco más.
La chica no volvió al trabajo después de eso, nadie se dio cuenta de su ausencia, nadie preguntó por nada durante tres días, fue hasta que el cuerpo de la chica apareció en el bosque, esta vez de una forma peculiar, colgada de las manos y el cuello entre las enredaderas de un árbol, con una nota escrita con la sangre de la dama y sus huellas. Claramente una nota del asesino, dejando en claro que si se metían en su camino no tendría piedad alguna de ellos.
Nadie lloró la muerte de su compañera, nadie estuvo en luto ese día, fue la forma en la que se deshicieron de su orgullo y comenzaron a seguir las pistas de la mujer que había podido pisarle los talones al carnicero, no hubo luto, pero habría justicia por sus propias manos.
Alastor, un hombre bastante caballeroso y humilde, pero tenía cierta apariencia de no haber dormido un buen tiempo y su aroma corporal no era muy bueno. Un joven policía había deducido aquello en una pequeña charla con el hombre, atribuyó su apariencia a la terrible caída de valores que afectó de sobremedida los pueblos, pero ya habían pasado más de tres años de eso y era realmente curioso. La gente seguía insistiendo que era un buen hombre y que solo defendía al que lo necesitaba, pero la gente, preocupada por el muchacho, también comenzó a indagarle a la policía el por qué preguntaban tanto por él si era una persona inocente, a lo que nadie quedaba satisfecho por la respuesta, "son cosas de la policía" respondían, de esa manera Alastor lograba saber también cómo se movían las autoridades, no solo sus sombras estaban en el pueblo informando; los vecinos, conocidos, amigos, le indicaban con mucha preocupación sobre lo que la policía hacía para incriminarlo, él los tranquilizaba con una sonrisa y una palmada en el hombro, diciendo un "no pasará nada, si me inculpan no habría prueba alguna que me metiera a prisión", pero no se fio de algo en particular. No solo tenía buenos amigos, también tenía gente de la que dejó de preocuparse cuando la policía llegó y fue su mayor problema.
Los ojos rojos, como los de un demonio en el bosque, disfrutaban de acuchillar aquel cuerpo frente a él, con toda la atención para su víctima, cortó con la delicadeza de un cirujano la piel blanca de esa persona, sacando lo que él creía la mejor carne para un buen banquete esa noche y, quizás, para la semana, pero todos sus movimientos se detuvieron ante el sonido de unos perros, sabía que si oía los ladridos de los perros callejeros sabría que tenía que apresurarse.
Sin embargo, estos no eran los perros de la calle, lo dedujo cuando el sonido se hizo más ronco pasando de un ladrido normal a gruñidos y aullidos que juraba eran de ira descomunal. Aquel par de ojos rojos desaparecieron y su mirada se convirtió en la de un chico asustadizo que lo dejaron a la deriva para que se defendiera por su propia cuenta, así fue. Solo pudo correr ante el miedo que lo descubrieran, pero a pesar de eso él reía, angustiado claro, pero reía como un demente por el bosque, sin limpiar la sangre de su traje, sin darse cuenta que dejó su abrigo atrás, sin darse cuenta que quienes lo perseguían habían escuchado con atención sus noticias esperando en silencio lo que era el final de "su carrera".
Los disparos se comenzaron a oír haciéndolo carcajear por la mala puntería, pero no paraba de correr, jadeando incontrolablemente, cayendo o rasguñando sus ropas en el trayecto. Sabía que debió cambiarse el traje, pero tenía un ansia ese día por acabar el trabajo, no podía optar por sus enseres más naturales, estos ya no le alimentaban, y aunque sabía que tenía varios ojos encima de él, salió, teniendo en cuenta que no podía darse el lujo de demorarse en su martirizante juego. Ahora había sido descubierto, se regañaba a sí mismo por dejarse atrapar, aunque fue divertido mientras duró, verlos revolotear entre sus falsos pasos, la inocencia de los demás. Un juego que no quisiera olvidar.
Sin embargo, sus risas, su diversión, sus pasos lo detuvieron en seco al ver una sombra de ojos amarillos al final de su camino, no tuvo tiempo de procesar lo que veía porque sintió que su vista se cubría de un ensordecedor rojo, haciéndolo caer con dureza al suelo... perdiendo el sentido, el sentido de todo hasta de la misma vida y tiempo.
Rió, rió entre lágrimas como si fuera un niño, rió de pena al saber que murió solo... rió para pronto dejar de respirar.
-No supe que fue después de eso, solo sé que desperté en un callejón cerca del que ahora es mi hogar, mis dominios, no podía recordar nada más –su sonrisa se ensanchó sin gracia, obviamente lamentaba haber muerto tan joven, hubiera podido aprovechar mucho del nuevo mundo que siguió andando después de su muerte –El tiro fue en la cabeza, claramente mis memorias estaban confusas, no olvidé todo. Aun así, tampoco podía hacerlo en su totalidad, pero eso ahora a quién le importa. –La risa del ser frente a él le hizo fruncir el ceño. La pregunta que inició todo esto volvió a surgir en su mente, una guerra constante que Alastor no comprendía y mucho menos deseaba de Él, ni siquiera había querido conocerlo, solo arruinaba su diversión. Pero algo que dejó perplejo al pelirrojo ocurrió.
-Sangraste ¿verdad? antes de que yo entrara –Alastor no contestó -tu cuerpo es el que sabe que me necesita, aunque tú conscientemente no lo hagas –el pelirrojo no sabía de lo que hablaba, pero solo siguió tomando su té sin dejar que lo sorprendiera de nuevo.
-¿Debería importarme ahora?
-Solo lo digo, porque parece que perdiste tu diversión al no saber con exactitud lo que pasó. ¿Perdiste tu personalidad cervatillo? –comentó con diversión haciéndole cambiar esa expresión al Demonio Radio –Sabes que moriste, pero la duda de muchos es por qué llegaste aquí dominando a tu antojo el territorio caníbal, tomaste tu diversión incontrolablemente y subiste a la cima sin problema. Sin embargo, tú mismo ni siquiera sabes lo que ocurrió.
-¿Y usted sí lo sabe majestad?
-Yo sé más de lo que crees. Tapar el pecado con un dedo será mucho más fácil que tapar el sol, no te parece –Alastor abrió los ojos al recordar esas palabras. Esa noche, la voz de su cabeza fue la que le dijo esas palabras para cubrir todo su miedo. Esa noche solo había entrado en pánico, estaba perdido, solo salió corriendo por el bosque sin mirar atrás, pero esa voz lo detuvo, esa voz que lo tranquilizó era tan dulce, pero al mismo tiempo ronca, como si sonriera satisfecho de lo que había hecho, le acariciaba el oído como si le ofreciera una lamida mientras las palabras taladraban su consciencia, le mencionó lo que debía hacer en una orden.
Recordando poco después esa misma figura de aquella voz, un demonio blanco de ojos amarillos al final de su camino. Sí, ese demonio fue el culpable de que se detuviera esa noche, no tuvo tiempo de procesar lo que veía en ese momento, porque la sangre de su cabeza lo cambió todo, haciéndolo caer con dureza al suelo viendo como unas botas blancas se alejaban de él sin dejar huellas. Dejándolo solo.
–Usted estuvo ahí, el día que morí... fue usted a quién vi –atacó con cierto recelo por haberle dado la oportunidad a esos bastardos de tener el premio mayor de Nuevo Orleans.
–Bueno querido, yo siempre estuve presente para ti, sin embargo, solo te diste cuenta de mi presencia en el momento más equivocado –Alastor se quedó perplejo, cayado recordando esos ojos amarillos muchas ocasiones, ahora podía entender porque en sus pesadillas veía el reflejo de un par de ojos amarillos, esa presencia que le sonreía de manera picaresca, con una satisfacción lujuriosa que había ignorado en medio de su risa, su locura mientras se embadurnaba con descaro del delicioso borgoña que le rodeaba.
Luzbel se acerca a él por detrás haciéndole recordar de igual forma aquel día que sintió un abrazo sin presencia, el día que mató a esos hombres asquerosos con una seriedad inconsumable que no dudó en cargar el arma y apuntar mientras que esa "persona" tras suyo le guiaba, le reconfortaba sintiendo el cálido aliento que erizaba su piel como ahora.
-Usted causó mi muerte –comentó alejándose del peligroso demonio, que rió por su huida.
-No puedo decir que si a tu pregunta, pero si fui testigo de lo inevitable. Solo que los humanos suelen confundir una cosa con la otra, pasa lo mismo con cualquier creencia religiosa, piensan que dios los abandona, piensan que yo les doy una mano, pero son ustedes mortales quienes deciden trazar su camino, yo solo les doy una opción, ustedes eligen, no es mi culpa que quieran tomar el camino fácil.
-Yo nunca tomé el camino fácil...
- ¿a no?
-No, porque yo si supe qué camino elegir, fueron mis decisiones y con mi auto-consentimiento, lo que hice fue totalmente mi voluntad, decisiones por las que llegué a mi posición hoy en día, yo mismo me di mi lugar –El mayor sonrió complacido con la respuesta de éste.
"Sí, vaya que si tomaste con bastante rigor tu lugar."
-¿No te pareció injusto que te mandaran aquí incluso sin haber sabido lo que hiciste? –El silencio reinó de nuevo la oficina, aun así Luzbel sabía de por sí que las palabras del más alto serían las mismas "yo mismo acepté esa personalidad". –Por eso me llamaste la atención desde un inicio, Alastor, no cualquiera se forja su trono desde antes de morir, pero fuiste inteligente al hacer pacto con los vivos, les hiciste vender su alma de la peor forma, cada persona que murió en su momento te alimentó y tu controlaste su poder. Eres un buen negociador y sabes cuando utilizarlo a tu favor, pero al controlar ese poder llegaste aquí a devastarlo todo con lo reprimido que te sentías. Te saciaste de una manera que dejó atormentados a los demonios de los nueve círculos. Hasta yo llegué a pensar que se trataba de una purga, pero no solo viniste a saciar tu sed de sangre querido –Lucifer volvió a acercarse, pasando el límite que permitía en su espacio personal. Sin embargo, no se retiró, no, no le daría el gusto de incomodarlo, pero después de lo que le susurró no supo cómo fue que reaccionó.
"Me diste más que tu alma esa noche."
-Señor, me temo que los ángeles han bajado de nuevo –comentó el ink a su servicio, Lucifer detuvo su trabajo y miró al demonio frente a él.
-Pero no han pasado los dos años aún–comentó sin entender.
-Bueno señor, realmente no sabría decirle qué ocurre, pero hay algo que está engendrando el pánico en el infierno.
Los radios hicieron un sonido ensordecedor y como si estuviera captando la señal de una sola voz, aquel demonio se presentó "Soy Alastor, bienvenidos a el infierno" manifestando la transmisión más temida en el siglo, Alastor en ningún momento se detuvo, el horror corría por los monitores antiguos revelando al demonio más grande entre los lord. Lucifer sonrió quitándose los anteojos y se alejó por el corredor sin mencionar nada a nadie.
Al entrar a aquel callejón, fijándose del desastre de sangre, cuerpos y partes de los mismos por el suelo fue que encontró a quién estaba buscando. Aún con una apariencia monstruosa se vio interrumpido de su comida, volteó para atacar al hombrecillo de traje blanco sin piedad, pero éste con un solo movimiento de su mano lo detuvo y tranquilizó su ser demoníaco dejándolo inconsciente en sus brazos.
-Vaya que me has generado un problema querido, supongo que debo encargarme de ti –pero en un acto que nunca se esperó, Alastor lo atrajo hacia sí mordiendo su labio haciéndolo sangrar, tomando de la sangre del ser más peligroso del infierno. Luzbel no pudo dejar pasar esa oportunidad, no dejaría que se escapara tan fácil de sus garras. Quizás fue un acto imprudente al dejarse llevar por la lujuria, pero nunca había sentido esa manera tan impecable de saciar su sed en actos tan arcaicos y vulgares, empero fue el mejor pecado que pudo cometer.
Alastor respiró aceleradamente al recordarlo, sintiendo poco después como de su boca volvía a salir aquel hilillo de sangre, dándose cuenta que aquel acto fue más que el pacto de un alma. Le entregó todo su ser.
-Eres una buena alma, una de las mejores almas que puedo decir... que me siento orgulloso de recoger.
-¿Recoger? –habló aún perturbado, ahora ya no había sonrisas que dar, aquella expresión divertida no volvió a generarse durante toda la conversación, se sentía expuesto, débil, recordando de alguna forma que frente a este ser tan poderoso era solo una presa.
-Perdóname querido, pero creo que perdiste ante la autoridad que tanto detestabas. Ya bailaste mucho tiempo solo y sin mi permiso. Ahora... asume tus consecuencias –su vista se nubló en segundos y la habitación en la que se encontraba giró ante su persona, sin poder creer que necesitara respirar en ese momento al ahogarse en una viscosa oscuridad, sintiendo las manos del demonio frente a él, en su rostro, succionando lo que alguna vez pudo llamar alma.
-Buenas noches, mi amor.
23122410
...Ƹ̴Ӂ̴Ʒ...
Holiwis mis queridas almas lectoras >:D/
Espero que les halla gusta este cuento/relato, la verdad no sé como se llamaría, aunque creo que si es relato ajajajajaj, de esta pareja, es mi primer intento de appleradio, pero suave, lo dejo con la duda de "único capítulo", porque no sé si podría tener una continuación. No lo sé lo pensaré hasta final de año, me ayudaría mucho si comentan si sigo con algo más o creen que es un buen final definitivo ejejej.
Ojalá que disfruten de este Halloween 2023, no coman mucho dulce porque les da diabetes ajajajaj, cuídense mis chikuelos. Recuerden no fumar, no tomar tantas bebidas alcohólicas, ni tomar drogas, porque la vida es corta y es una sola.
Bay bay <3
Violinblanco cambio y fuera ♪
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