02. La figura
Era una sofocante noche de verano en la costa del sol. La luz de la luna llena, suspendida en un cielo sin nubes, proyectaba su pálido resplandor sobre las aguas de la piscina. Tres amigos compartían momentos alrededor de una mesa, donde las copas de vino resonaban como cánticos siniestros en la quietud de la noche.
- ¿Cuál es vuestro más oscuro secreto? - inquirió David, clavando su mirada en los ojos de sus dos amigos. Un silencio pesado se cernía sobre ellos, envuelto en la incertidumbre de confesar verdades inconfesables. David esperó en silencio, como un espectro aguardando en la penumbra, preguntándose si alguno de sus amigos se atrevería a desvelar los oscuros secretos que ocultaban. Poco le importaba la respuesta; posiblemente conocía los tormentosos secretos que sus amigos guardaban. La verdad detrás de su pregunta no era otra que la urgencia de purgar sus propias sombras. - Bien, entonces os revelaré mi secreto: desde hace años, veo sombras del más allá en esta casa. - Pedro y Fran rompieron en risas ante la confesión de su amigo. - Vuestras risas no me importan, pero siento la imperiosa necesidad de compartirlo con alguien. - El rostro de David no mostraba señales de broma; no había ni la más mínima muestra de ligereza en sus ojos.
- Está bien, cuéntanos. ¿Cuándo te encontraste por primera vez con la muerte? - Intentó Pedro mantener la seriedad, pero su voz se quebró al final, liberando una risa nerviosa. David dudaba sobre la valía de insistir en la narración de su experiencia.
- Veréis, todo comenzó cuando nos mudamos aquí. En ese entonces, esta zona estaba lejos de estar poblada, era prácticamente un extenso campo. Mi habitación, como sabéis, mira al norte, y desde mi ventana no se divisaba ninguna casa. En una de esas noches, un estruendoso golpe contra mi ventana y el ulular de un búho resonaron en la oscuridad. - David hizo una pausa en su relato mientras dejaba que los matices del vino acariciaran su paladar. - Ya había visto lechuzas en la zona; incluso una vez, mi tío deslumbró a una con el coche, chocando contra el cristal. La trajo a casa en un intento de curarla, pero fue más bien un susto y no tardó en recuperarse, alzando el vuelo. Pero eso es otro relato. Volvamos a la primera vez. El búho parecía atrapado entre mi ventana y los barrotes. Podía ver su sombra reflejada en la puerta de entrada. - La habitación de David tenía una disposición en "L", con el cabecero de la cama impidiendo la visión directa de la ventana. - No comprendía cómo había logrado meterse entre los barrotes de la ventana, pero la sombra y los golpes me llevaron a levantarme para socorrer al desafortunado animal. - David hizo una pausa, humedeciéndose los labios con el vino. - Al doblar la esquina para asomarme a la ventana, me encontré con una figura sentada en el sofá bajo ella. Quedé paralizado ante la visión de una joven, recostada sobre el sofá, vestida con ropajes de otra época. Llevaba un vestido negro con encajes y un sombrero adornado con plumas. Su pelo rubio recogido en un moño, sus ojos azules, y su expresión seria y melancólica la convertían en una visión surrealista. Me acerqué a la figura y la observé detenidamente. Era increíblemente realista, como si una persona viva se hubiera quedado inmóvil. Quedé hipnotizado por su belleza, sintiendo una extraña atracción hacia ella, como si fuera un imán.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? - pregunté con voz temblorosa.
- La joven no respondió, simplemente me sonrió con dulzura. Se levantó del sofá mientras un escalofrío recorría mi espalda, esperando verla avanzar hacia mí. - David tembló al recordar aquel momento. - Permaneció mirándome fijamente durante un tiempo, un lapso que no podría evaluar si fueron horas o segundos. Para mí, pareció una eternidad mientras aguardaba mi inminente muerte a manos de esa joven. Entonces, la figura se giró y avanzó hacia la puerta, traspasándola. Después de su desaparición por la puerta cerrada, el búho pareció calmarse. Me miró a los ojos antes de girarse y colarse de nuevo por los barrotes hacia la libertad. Desplegó las alas y alzó el vuelo. Permanecí en shock durante unos minutos antes de poder siquiera levantarme. No había rastro de la muchacha ni del búho. Con temblores, me dirigí hacia la puerta y la abrí, con el temor de encontrarme a la joven al otro lado, pero no había ni rastro.
- A la mañana siguiente, mi padre me informó que mi prima había saltado por el balcón. La muchacha no era mi prima, pero cada vez que la he vuelto a ver, siempre ha precedido a algún acontecimiento luctuoso o trágico.
- La segunda vez, justo antes de la muerte de mi abuela materna, sumió la tarde en una oscuridad aún más densa. Me recosté para dormir la siesta, y cuando apenas llevaba unos minutos en la cama, una sombra comenzó a emerger en la silla de mi escritorio. Aunque las persianas y cortinas estaban cerradas, la habitación se llenaba con suficiente luz para revelar mi escritorio, silla y PC. En esta ocasión, no hubo ulular de búho, solo la figura de la joven que se materializaba cada vez con más solidez. Al principio, como un vapor denso, hasta que no quedó duda alguna de que una presencia se sentaba en la silla. Tragué saliva y me senté en la cama, apoyándome contra la pared. A pesar del terror que me invadía, no solté un grito, extrañamente silente como la vez anterior.
La silla comenzó a girar, posicionando a la joven para que me mirara directamente. Sus ojos se clavaron en los míos. A pesar de la escasa luz, sus rasgos eran claros; no había duda, era la misma muchacha de meses atrás. Tragué saliva, esperando su próxima acción. Al levantarse, señaló con su dedo índice derecho el suelo de abajo. - ¿Qué...? - Intenté articular con mis labios. Pero la pregunta completa flotaba en el aire: "¿Qué deseas de mí?" Se acercó a los pies de mi cama, sin dejar de señalar con su dedo hacia abajo. ¿Quería que suplicara de rodillas? No comprendía su insistencia en señalar el suelo con su dedo índice. Me acurruqué en posición fetal contra la cabecera de mi cama. La sombra pareció negar con la cabeza y volvió a insistir, señalando una vez más con el dedo hacia sus pies.
En posición fetal contra la cabecera de mi cama, la sombra negó con la cabeza y repitió su gesto de señalar hacia abajo. Reuniendo todo el valor que pude reunir, me bajé de la cama y me acerqué de rodillas hacia ella.
- Por favor... - Supliqué, pero no pude terminar mi súplica. La sombra encogió los hombros y comenzó a atravesar el suelo. No hace falta decir que ese día, en el cuarto debajo de mi habitación, mi abuela encontró su último suspiro.
Después de esa experiencia, otras siguieron, siempre precediendo a eventos funestos. La muerte de mi vecina o una enfermedad grave en la familia, aunque estas últimas ya me atemorizaban menos al comprender que ella era solo una mensajera de desgracias. - Con estas palabras, David concluyó su relato, sumiendo todo en un silencio más oscuro que la propia noche.
Sí, todo quedó sumido en un silencio extraño, donde no se escuchaba ni un ladrido de perro, ni el rugir de un motor, ni siquiera el susurro de las ramas movidas por la suave brisa veraniega. Fran, con los ojos abiertos como platos y la boca entreabierta, palideció ante la presencia que desafiaba la realidad.
- Venga, ¿no te habrás creído la historia de David? - Bromeó Pedro, ante lo cual David protestó.
Fran levantó la mano, señalando hacia la piscina, pero sus labios se movían sin emitir sonido. David y Pedro siguieron la dirección del dedo de su amigo, descubriendo la figura de una dama vestida de blanco flotando cerca de la piscina. David la reconoció como la misma figura de la historia, aunque esta vez envuelta en un blanco que contrastaba con la lúgubre tonalidad de otras apariciones. Fran intentó articular palabra, pero sus labios se movían en silencio.
- ¿Es... esa la mujer de la historia? - preguntó Pedro, luchando por articular las palabras.
La joven se giró hacia ellos.
- Mierda. - Fran soltó un susurro maldecido al notar cómo los miraba fijamente a los tres.
La mujer, con una belleza cautivadora y ataviada con ropajes antiguos, sonreía a los tres. David se levantó y avanzó hacia ella con los brazos abiertos.
- ¿Estás loco? - Susurró Pedro, pero David lo ignoró y dio otro paso hacia ella, quedando al borde de la piscina, mirándola a los ojos.
Aunque era tremendamente hermosa, el blanco le sentaba mucho mejor que el negro de siempre. Sin embargo, la visión de esa mujer fantasmagórica flotando sobre el agua era aterradora. Ni siquiera David entendía cómo había podido acercarse tanto a ella. Una pregunta se formó en la mente de David al observarla: "¿Por qué esa noche no venía de negro, como era su costumbre?" Pero eso no era lo importante. Respiró profundamente, reuniendo las últimas gotas de valor, y preguntó finalmente.
- ¿A quién te llevarás hoy? ¿Qué buscas de mí? ¿Y de nosotros?
No obtuvo respuesta. La figura sonrió, inclinó la cabeza a modo de saludo y, ante sus ojos, desapareció. Una lechuza sobrevoló la piscina y la cabeza de los jóvenes para desvanecerse en la distancia. Esa vez, no hubo ningún evento luctuoso. Pedro jamás volvió a reírse de los fantasmas, Fran evitó pisar la casa de su amigo, y David, desgraciadamente, nunca consiguió saber por qué esa noche, en lugar de vestir de negro, la figura se presentó de blanco.
La atmósfera tensa se disipó después de la misteriosa aparición de la figura vestida de blanco. Los tres amigos quedaron en silencio, con la revelación flotando en el aire como una sombra persistente. David, a pesar de su valentía al enfrentarse a la figura, no obtuvo respuestas a sus preguntas inquietantes.
Después de un rato, Pedro rompió el silencio. - Bueno, eso fue... inesperado. ¿Qué demonios acaba de pasar? - preguntó, tratando de restar importancia al asunto.
Fran, aún visiblemente impactado, balbuceó. - ¿Realmente viste eso? No puedo creerlo.
- Sí, lo vi. Y estoy bastante seguro de que no fue una alucinación colectiva. - respondió Pedro.
David se acercó a sus amigos, con una expresión seria en su rostro. - No sé qué significa esto, pero estoy seguro de que esa figura está relacionada con la muerte. No hay forma de explicar todas las veces que la he visto y lo que ha sucedido después.
- ¿Crees que sea un presagio de alguna manera? - preguntó Fran, ahora más curioso que asustado.
David suspiró. - No lo sé. Pero siempre ha aparecido antes de algo malo. Mi prima, mi abuela, mi vecina... todas las desgracias siguieron a su presencia.
- Entonces, ¿crees que nos está advirtiendo? - preguntó Pedro, con cierta incredulidad en su voz.
David asintió. - Podría ser. Pero no tengo idea de por qué a veces va de negro y otras de blanco.
La noche continuó con los amigos discutiendo y especulando sobre lo que habían presenciado. Aunque Pedro y Fran inicialmente se mostraron escépticos, la experiencia dejó una marca en ellos. La casa de David, una vez llena de risas y charlas animadas, ahora estaba impregnada de un aura extraña.
Con el tiempo, los tres amigos se distanciaron. La visita de la figura vestida de blanco dejó una impresión imborrable en sus mentes, y la incertidumbre sobre su significado permaneció sin resolver. Aunque las noches de verano en la costa del sol seguían siendo calurosas, la presencia de lo sobrenatural había alterado la dinámica de su amistad para siempre.
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