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Capítulo 6

Santa Mónica, verano de 2023


—¡Ay, pero qué lindos! —La voz de Cory irrumpe en el sitio. Giro la cabeza para verlo entrar con sus brazos cruzados sobre el pecho y los dedos de la derecha tamborilean sobre su izquierda, tal gesto indica que pierde la paciencia, aunque su tono sea sereno—. El par de hermanitos hizo las pases.

Lo veo limpiarse una lágrima imaginaria. Viro los ojos en respuesta.

Johan y yo nos habíamos sentado en el suelo del baño durante algún momento de mi relato e intercambiamos una veloz mirada ante las palabras del enano. Noto los ojos del chico bastante brillosos, aunque no dice nada durante un rato. En mi caso, ni siquiera sé qué siento ahora, ya no hay lágrimas, dolor ni ira, es como si flotara en el vacío.

—Oh, merde! —expresa Cory, sorprendido— Tenía razón John, él quiso llevarte y tú te fugaste.

Sus palabras bastan para revolverme la sangre y ese sentimiento lo reconozco bien: la rabia producida por la sola mención de John.

—¡Vete al diablo! —contesto enojado y enseguida me pongo en pie— A ese asesino ni siquiera lo nombres.

—Y vuelve la burra al trigo.

—¡Cory, no serás tú quien me haga cambiar de opinión! —le grito de vuelta porque me exaspera su actitud.

—¡Genial! Mientras te aferras a tu terquedad, la verdad se aleja de nosotros.

Empuño las manos a ambos lados de mi cuerpo y siento la ira crecer contra ese maldito enano.

—¡¿Pueden callarse?! —Es Johan quien, al fin, abandona el silencio y fijo la vista en él en cuanto se incorpora de un salto. Me observa entre curioso y confuso—. ¿Estás diciendo que tienes el nombre de un gato?

Su tono confundido me hace reír. De hecho, estallo en una fuerte carcajada a la cual Cory se suma después de cubrirse el rostro con la mano derecha por un momento. Supongo que ambos esperamos cualquier pregunta, menos esa.

—Sí, así es —admito entre risas mientras oigo a Cory aclararse la garganta para recuperar la compostura—. Karen fue mi abuelita, un ángel que cuidó de mí en la calle —añado nostálgico, pensar en ella y la colonia me produce una opresión en el pecho—. Diez gatos le acompañaban y Kevin era el más fiel. Mi homenaje a ambos es llevar su nombre.

—Volvamos a mi oficina, por favor —exige Cory. Johan y yo accedemos después de intercambiar una afirmación silenciosa.

Seguimos al enano entre los corredores. Tras nosotros se desplaza un par de guardias, probablemente para impedirnos escapar de nuevo. Noto a Johan algo nervioso en su forma de mirarme y luego observar al frente o abajo.

—¿Quieres saber algo o qué? —le digo después de un rato y él afirma con la cabeza.

—¿Por qué tienes diferentes nombres? —Se atreve a preguntar en tono bajo, sin mirarme. Suspiro.

—Soy testigo protegido, tengo información importante sobre la red de trata.

Johan ladea la cabeza, confundido, su respiración se acelera un poco antes de responder.

—¿Eres parte de eso? —indaga con una expresión en el rostro que mezcla miedo, rabia y asco. Sé lo que debe imaginar.

—Lo fui en contra mi voluntad.

La expresión de Johan cambia por otra de aflicción al comprender mis palabras y, aunque no lo dice, su mirada grita cuánto lo lamenta.

Cory guarda silencio en todo el trayecto, luego se suma de repente el nuestro. A pesar de lo que refleja su rostro, noto a Johan un poco más tranquilo, al menos ya no tiembla como hace rato.

—Dijiste que tienes un montón de hermanas, ¿cierto? —le digo al chico a mi lado para romper el fastidioso silencio y él sonríe mientras asiente con la cabeza.

—Cuatro, para ser exacto.

Abro la boca impresionado y lo veo extraer su celular del bolsillo, lo desbloquea con su huella y procede a juntarse conmigo para mostrarme:

—Ella es mi hermana mayor, una reportera gráfica que…

—Se llama Jennifer y es la mejor amiga de Cory —le interrumpo enseguida, aunque algo consternado, al reconocer a esa rubia hermosa de ojos verdes que lo abraza y besa a la fuerza en la fotografía que me muestra.

Johan ladea la cabeza, confundido, sus ojos parecen exigirme una explicación. Misma que le brindó después de un suspiro.

—Hace un par de fin de años la conocí, es adicta a los dulces, bailamos, coqueteamos…  —El rostro de Johan se contorsiona, diría que hasta se ve verdoso debido a lo que sea que pasó por su mente—. Eh. No, no, no, no, no, no —añado veloz, moviendo mis manos frente a él—. No cogimos, si es lo que te preocupa, ¡todo fue un plan de ese enano!

Señalo hacia adelante, sin despegar la vista de Johan, que no deja de lucir pasmado ante el descubrimiento.

—¡Ay, ni que fuese tan grave! —espeta el infeliz de Cory antes de ingresar a su oficina y ambos lo observamos, perplejos. El desgraciado se suelta a reír hasta tomar asiento en el borde de su escritorio—. ¡Muchachos, bromeo! Debieron ver sus caras, poseen la misma expresión de pánico.

—¡Maldito Hobbit!, eres horrible —le dice Johan, exaltado y el enano sigue muerto de risa.

—Claro, como te casaste con tu primo, crees que todos tenemos tus fetiches.

Mis palabras bajas bastan para que el enano infeliz vuelva a ser serio, mientras que a Johan se le escapa una risita burlona.

—No es lo mismo, mocoso maldito. —Cory se aclara la garganta y luego prosigue—. Cómo sea, John pidió verlos; entiendo todo el dolor que les ha provocado. No me vean así, chicos. No les pido que vayan a perdonarlo, si ni siquiera desean cruzar palabras con él, están en todo su derecho…

Oigo a Johan suspirar al mismo tiempo que yo trago saliva con dificultad. No quiero acceder. Si la petición viniese de cualquier otra persona, lo mandaría a la mierda sin dudar; pero es Cory quien está frente a mí, por eso sigo aquí. Él me ha dado una oportunidad real de vivir. No obstante…

—¿Por qué tanto interés en John? —Johan y yo preguntamos a la par; así que, compartimos una sonrisa nerviosa.

El enano se masajea ambas sienes con una mano.

—¿Crees que te arriesgaría aquí si esto no fuese importante para el caso? —responde él con los ojos fijos en mí.

—¿Qué tiene que ver ese tipo en todo esto?

—Kevin, ya no eres un niño. Créeme cuando te digo que comprendo todo el dolor de tu pasado, pero es tiempo de que veas tus recuerdos con ojo crítico.

Ladeo la cabeza, confundido, y aunque me cuesta comprender lo que dice, mi respiración se acelera. No digo ni una palabra, le permito a él continuar:

—¿De verdad no ves las similitudes? La vida con tu madre y John y esa otra a la cual R te convenció de entrar.

—¿R? —pregunta Johan, sorprendido, pero yo sigo sin articular palabra.

Me toca abrir la boca para respirar porque de repente el aire alrededor se siente pesado.

—¿Dices que John es parte de la red? —De nuevo, es Johan quien se atreve realizar esa pregunta trabada dentro de mí.

Siento escalofríos de solo pensarlo y fijo la vista en Cory que, aunque explica hallazgos, descubrimientos y un montón de cosas ligadas al caso, no consigue captar mi atención, ni siquiera escucho su voz o la de Johan, veo las bocas de ambos moverse sin emitir sonidos, porque me he quedado perdido en su pregunta anterior: «¿De verdad no ves las similitudes?». Esas palabras se reproducen en mi mente como un bucle infinito y dentro de mi cabeza, empiezan a superponerse escenas de mamá con John, las limitaciones que ella y yo teníamos para ver el mundo, el departamento cerrado, el tipo callado o el hombre sin rostro y estas, luego son reemplazadas por otras de mis propias vivencias.

—¡Eso es una mierda! —Ni siquiera he sido consciente del volumen de mi voz hasta notar el silencio absoluto dentro de la oficina y los dos pares de ojos que permanecen en mí.

Observo a Cory, consternado, mis ojos tiemblan ya no sé si por dolor, ira o el hecho de descubrir que quizás mi mamá murió por nada.

—Kevin, Johan, sé que no quieren ver a John, pero él mismo me contactó en cuanto supo acerca de la investigación que estoy llevando, solo pidió, a cambio, verlos a ambos. —Cory suspira y mi respiración no deja de ser errática, siento escalofríos—. Necesito la información que él guarda antes de que sea tarde.

—Cory… ¿Dices que mi mamá también fue víctima de ellos? —inquiero entre dientes, la rabia y el dolor me impiden hablar con claridad—¡¿Qué no solo se aprovecharon de mí, sino de ella?!

—Kevin…

—¿Dices que yo hice justo lo que ella intentó evitar? Que como un tonto corderito seguí a R al matadero… —Mi voz se quiebra, la preocupación es palpable en el semblante de Cory y un incontrolable temblor se apodera de todo mi cuerpo al recordar aquel lobo disfrazado de oveja que me prometió una mejor vida lejos de la calle…





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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 un placer volver a leernos, espero les esté gustando hasta ahora este desmadre. Si es así, pos cuéntenme con confianza.

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