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Capítulo 3

Santa Mónica, otoño de 2005


Había pasado la noche ansioso, aquella mañana saldríamos de paseo y me sentí emocionado porque faltaba poco para diciembre. Mi sexto cumpleaños se acercaba y, aunque sobra decir que la fiesta solíamos ser solos los dos, mamá se aseguraba de que todo fuese increíble. En retrospectiva, no hubo una sola celebración en su compañía que no fuese maravillosa.

Sin embargo, pese a la aparente emoción de mamá aquel día, la noté incómoda, lucía nerviosa, lo supe porque más de una vez se distrajo en la cocina; además, logré asustarla varias veces, algo que solo ocurría cuando intentaba simular que todo estaba en orden. No entendí qué pasó para tener ese comportamiento, pensé que quizás se debió a la constante ausencia de papá, hacía mucho tiempo que sus visitas disminuyeron; aunque también pudo ser aquel visitante que vi por casualidad días antes y del cual trató de ocultarme, apenas tocó la puerta.

—Alekay, por favor, no salgas. Quédate aquí dentro sin importar lo que oigas.

Aquella vez se veía muy asustada, el visitante no era mi padre, desconocía su identidad, pero llegó a aparecer otras veces anteriores a esa y la actitud de mamá me hizo sentir miedo de él todo el tiempo, ese día no fue la excepción. Pegué la oreja a la puerta para poder escuchar, aunque me aterró lo que oí en cada oportunidad. Sin embargo, en ese momento las cosas se descontrolaron y mayor fue mi cuota de miedo.

—Hola, hija, ¿cómo estás? —le dijo el hombre con un tono que me sonó amable, pero a mamá pareció que no, porque ni siquiera le contestó el saludo.

—¿Vienes a cobrarte, eh? —respondió con clara molestia.

No entendí a qué se refería, tampoco conseguí escuchar del todo, pero en algún momento, me pareció que preguntó por papá, mucho menos comprendí qué quiso decir con eso de perro faldero. El asunto es que el tono del tipo no varió, siguió siendo amable y sereno, aunque por momentos burlesco.

—Te sientes muy protegida por tu querido John, Ally. Una putita enamorada, ¡qué linda!

Pese a la aparente calma del hombre, salté asustado cuando escuché el quiebre de un cristal, seguido por los gimoteos de mamá. Ese tipo le hacía daño y mi corazón estuvo a punto de salirse.

—Eres una simple puta, compréndelo. —Me asustaba demasiado la serenidad qué mantenía mientras los chillidos de mamá ganaban fuerza y multiplican mi terror—. Si te digo que te arrodilles y me lo chupes, tú te agachas agradecida por la oportunidad, ¿entendido, preciosa?

—Por favor, Si… —Suplicó mamá y escuché un par de fuertes bofetadas, seguidas de chillidos y quejas.

No me aguanté. Salí de la habitación, quería ayudarla. Corrí a su encuentro, pero no pude cruzar hasta la sala, aunque quise, el miedo me paralizó. Mamá permanecía de rodillas en el suelo mientras ese hombre tiraba de su cabello con mucha fuerza, ella no paró de llorar y suplicar. Sin embargo, notó mi presencia, sus ojos se cruzaron con los míos y pareció gritarme en silencio que volviera a la recámara. No pude moverme, me quedé escondido.

—Te haces vieja, Ally, serás enviada a un club de cuarta.

—¡Basta, por favor! —Volvió a pedirle mamá entre lágrimas, se aferraba a las manos del tipo para tratar de liberarse—. ¡Aaah! Si-siempre he hecho mi trabajo…

El hombre la golpeó, pude sentir su dolor y miedo, aunque también rabia y frustración. Quería ayudar a mi mamá, de alguna manera, pero ¿qué podía hacer? Era un mocoso de cinco; sentí terror cuando volvió a golpearla porque al agacharse a levantarla otra vez, con un nuevo jalón al cabello, noté una pistola en su cinturón. «¡Matará a mi mami!», pensé en ese momento y fue inevitable llorar. El hombre giró un poco su cabeza hacia el lugar en el cual me hallaba, tal vez me escuchó, por eso me cubrí la boca y él volvió a centrarse en ella.

—Niña tonta —le dijo agachado y muy cerca de su rostro—, podrías ser libre, pero escoges ser madre…

—¡Púdrete!

En ningún momento logré ver bien la cara de ese hombre, eso era más aterrador porque ni siquiera pude darle un rostro al origen del miedo y vaya que me asustó. Su manera de hacerle daño me erizó la piel. Su voz profunda y amenazante se me quedó grabada en la mente, incluso llegué a escucharla en cada hombre horrible con el cual me crucé más adelante.

—¡Qué rica boquita, niña!

No comprendí esa frase hasta mucho tiempo después, años incluso. Su tono extasiado y aquellos gemidos se repitieron en mi cabeza, provocando arcadas. Cuando el hombre acabó, volvió a pegarle, lo vi acomodarse la ropa mientras le hablaba:

—En lugar de ser tan altanera, agradece. ¿Ya cuántos tiene? ¿Seis, siete? Sé que es tan lindo como tú, preciosa.

—No te atrevas. Ya hice lo que querías… —El tono de mamá dolió—. Por favor, vete.

La risa de ese hombre sonó cínica, burlona y me produjo escalofríos hasta que finalmente azotó la puerta al marcharse, ese sonido consiguió avisparme. Con lágrimas y fuertes temblores, pude correr hasta mamá, me sorprendí al ver que ella hizo lo mismo mientras limpiaba su boca con la manga. Cuando finalmente nos encontramos a mitad del camino, me abrazó muy fuerte.

—Ale, ¿estás bien? —Mamá frotó mis brazos de forma vehemente. Era ella quien tenía marcas de golpes, fue ella quien padeció todo ese tiempo, pero a pesar del terror que vi en su mirada, su preocupación era yo. Asentí en silencio reiteradas veces, nervioso—. Alekay, te pedí no salir…

—Me asusté, mami.

—Todo estará bien, lo juro, bebé.

Eso había dicho los últimos días con tal de calmarme: “todo estará bien”, pero la realidad era que sus ojos no creían sus propias palabras y aquella mañana se veía ansiosa. Iríamos de paseo al Mall de la playa, aunque la vi reír y hablar sobre nuestros planes para mi sexto cumpleaños y Navidad, parecía ocultar algo muy doloroso que no tenía intención de contarme.

Después de comer, nos alistamos y, ya que hacía frío por la proximidad del invierno, me cubrió con una chaqueta. Abordamos el auto junto al típico hombre grande y silencioso que solía acompañarnos. Tomados de mano, caminamos por el Mall de la playa, aunque yo solo quería correr directo hasta la orilla y sacarme los zapatos como había hecho otras veces; mamá no me dejó, dijo que el agua estaba helada y podía enfermarme.

Nos dedicamos a comprar las decoraciones, los regalos, la ropa; faltaba poco para diciembre y no tendríamos oportunidad de salir otra vez, al menos hasta enero. Vi a mi mami mucho más tranquila durante ese paseo, asumí con eso que todo de verdad estaría bien.

Mientras visitábamos una tienda de ropa, mamá me llevaba sentado en un carrito de compras, nos quedamos un rato en el área de bebés y mi curiosidad se encendió.

—¿Tendré un hermanito? —le dije confundido, pero mamá negó con extrañeza en medio de risas bajas—. ¿Y qué hacemos aquí, mami?

Volvió a negarse en silencio sin mirarme; en realidad, su vista pasó más allá de mí. Giré la cabeza para descubrir qué veía y solo divisé otras mujeres que veían ropas de bebé como cualquier cliente, aunque su interés parecía centrado en una sola. No obstante, pronto dejó de observarla y retomamos la marcha por la tienda, en el instante en que el sujeto intimidante y silencioso expresó junto a ella un “tic tac” en bajo. Al terminar con las compras, fuimos a comer pizza y todo volvió a ser felicidad, risas y juegos hasta terminar.

—Se acabó el tiempo —dijo el tipo con una mano sobre el hombro de mi mamá que permaneció en silencio e inmóvil durante un rato, parecía perdida, su cabeza estaba gacha—. Ally…

—Por favor, déjame llevarlo al baño.

—Es hora de volver.

—¿Mami? —le dije confundido.

—Es un niño, por favor.

—¡Qué sea rápido!

Mamá me cargó mientras el sujeto casi nos arrastró al baño. En realidad, yo no tuve ganas de ir, sino hasta ese momento por el miedo que sentí. Él apretaba un brazo de mamá para guiarla y supe que le dolía porque, aunque quiso disimular, vi en su rostro el pesar. En cuanto llegamos al sitio, el hombre abrió la puerta y nos empujó hacia el interior.

—Un minuto, si no sales, entraré por ustedes.

Apenas la puerta se cerró, Mamá liberó un suspiro y empezó a temblar…

—Mami, ¿qué pasa? —Me sentí aterrado, no comprendí qué ocurría.

—Mantén la calma, bebé.

—Ma…

No dije nada más, ella tampoco a mí, se acercó a la rubia embarazada que acababa de abandonar un cubículo y la observaba con cautela. La mujer le pidió paso a mi mami con un gesto de su rostro, pero mamá no lo hizo; en lugar de eso, guardó silencio sin dejar de verla, fue como si le costase expresar alguna palabra mientras se dedicaba a observarla. Reconocí a la señora, era la misma que vimos en la tienda de ropa.

—Disculpa, ¿te conozco? —preguntó la señora de ojos verdes con una sonrisa amable y mamá apenas negó con la cabeza.

—Tú, no; pero yo a ti sí —respondió mi madre con voz quebrada y nerviosa. La señora ladeó la cabeza, confundida—. Mi nombre es Ally, soy la amante de tu esposo.

—¿Perdón? ¿Qué es esto, algún tipo de broma?

Mamá negó en silencio y yo me sentí demasiado asustado por toda la situación; ella no dejó de temblar, su tono era muy nervioso. Me oculté detrás de sus piernas en cuanto esa señora fijó la atención en mí. Sus grandes ojos verdes me estudiaban con mucha incertidumbre.

—Lo siento —añadió mi madre—. Él es Alekay, su hijo, y necesito que nos ayude, por favor…

La señora veía a mamá como si estuviese loca mientras despacio marcaba distancia en retroceso. Mi madre lucía muy desesperada, como nunca antes la había visto. Yo seguí sin comprender el motivo. Ni siquiera recibió una respuesta.

En la puerta resonaron golpes que nos provocó un sobresalto a todos; pero mamá se repuso pronto, limpió las lágrimas que habían empapado su rostro, me cargó y, antes de salir a toda prisa, volvió a suplicarle su apoyo. No entendí lo ocurrido, mi corazón latió desbocado en todo momento, los ojos verdes de la señora se mantuvieron fijos en mí hasta que la puerta del baño se cerró tras nosotros.

Aquel encuentro, quizás no tan fortuito, fue su sentencia de muerte, pero tarde lo comprendí. Los días posteriores, cada sonrisa que me obsequió lució fingida porque el nerviosismo era evidente en su mirada. A diferencia de mí, ella era completamente consciente de las consecuencias acarreadas por su decisión; aun así, en todo momento intentó aferrarse a la idea de que todo estaría bien.

—Mami, ¿te tienes que ir? —le dije la noche previa a mi cumpleaños. Sentí más temor que el acostumbrado, había una especie de vacío dentro de mí, ni siquiera el segundo cuento que me leyó consiguió dormirme.

—Ale, volveré más tarde a dormir contigo —contestó en tono dulce y acarició mi cabello. Su dulce sonrisa, más que calmarme, incrementó esa incertidumbre que no me permitía conciliar el sueño y obligaba a suplicarle quedarse—. Además, mañana es tu fiesta, todo quedará hermoso y disfrutaremos juntos, ya lo verás, bebé.

Besó mi frente, yo me enganché a su cuello, la abracé con todas mis fuerzas y la firme intención de no dejarla partir. Se recostó un rato conmigo, aferrado a ella, logré sucumbir al sueño.

Aquella noche tuve una pesadilla demasiado vívida; en ella, sentí que me observaban y fue tal la sensación que abrí los ojos para encontrar al hombre sin rostro frente a mí. Temblé ante el miedo y estuve a punto de gritar o tal vez lo hice porque pude escuchar. Tenía la garganta seca durante la mañana y el trepidar de mi cuerpo a la vez me dejó entumecido en la cama hasta ser consciente de los rayos de sol que consiguieron colarse en mi habitación.

Me incorporé de golpe, era de día y mamá no estaba conmigo. Mi corazón latió como nunca, como ni siquiera había sentido al estar exhausto después de jugar a las carreras; mayor fue mi terror ante las vociferaciones de John.

—¡Ally, ¿qué hiciste?!

Salté hacia la puerta, no estaba segura y la abrí sin problemas. Me desplacé por el corredor, aterrado, a toda prisa llegué hasta la sala donde encontré a John sobre mamá.

—¡Maldita seas, Ally!

—Ma-mi…

No hubo globos, ni cornetas sorpresas, tampoco el aroma dulce que solía ambientar el departamento en mi cumpleaños. En lugar de eso, el azul afilado en los ojos de él se clavó en mí con rabia y desconcierto.

El seis de diciembre dejó de ser mi día especial, jamás volví a celebrar un cumpleaños y con el tiempo pasó a ser una fecha cualquiera en el calendario, una que no quería recordar, porque al hacerlo, el mundo alrededor adquiría un tono escarlata igual a la sangre que cubría el cuerpo de mi madre y también empapaba a John.




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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 es un placer traerles actu, espero estén disfrutando de esto y si es así, háganmelo saber.
Los loviu so mucho y nos leemos lueguito. 😘

Hace mucho, mucho, muuuuucho tiempo, generé esta imagen en bing como representación de esa escena donde Ally pide ayuda a la esposa de John, creo que la mostré en mis redes sin contexto o no recuerdo. 😅 Me dio una chica que se ve bastante grande cuando ella solo tenía 22 al momento de su muerte y en realidad conservaba un rostro más jovial, parecido al de la enfermera del capítulo anterior. Sin embargo, bastante hace bing, no puedo quejarme. 😅

¿Cuál creen que fue la intención de Ally al buscar a la esposa del man si sabía a lo que se exponía al hacerlo?

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