Capítulo 14 (Final) 😭
Santa Mónica, verano de 2023
—¡Aplausitos para mi aparición en tu cuento! —expresa Cory, emocionado y sí, aplaude varias veces, parece uno de esos monitos que tocan platillos. Fijo los ojos en él por un instante mientras niego en silencio— ¡Qué recuerdos!, fue antes de convertirte en este chico engreído, vanidoso, egocéntrico...
—¿Cuándo empezamos a hablar de ti? —le interrumpe Johan con ironía y una risa se me escapa. Intercambiamos miradas, así consigo notar la humedad en sus ojos, aunque sus mejillas ya se han secado, asumo que lloró mientras le contaba. El chico procede a hablarme—: Cada parte de tu historia es increíble, digna de un libro.
—Te doy mi permiso de escribirlo. Cory, tengo la garganta seca, sírveme algo.
—Sin romper mis copas esta vez, Kevin —sentencia el enano con voz amenazante, eso me hace reír. Abre una portezuela que parece de madera, ubicada a su lado; extrae una botella fina de cristal labrado, similar a la que tiene en el minibar de su oficina, luego de servir el licor, lo extiende hacia mí—. Toma.
Alcanzo la copa y bebo un sorbo conforme pienso: «debería vender mi historia a Netflix», resulta imposible contener una risita tonta que intento disimular, ingiriendo el resto del licor.
Presenciar la interacción de este par es divertido, digo, quien ve este auto fino y elegante por la calle de seguro no imagina el desmadre revoltoso que transporta. Es que, hablamos de una máquina clásica. Por décadas ha sido símbolo de moda y lujo, John Lennon tuvo su propio Pullman, aunque el suyo era una extensión de su trabajo, lo convirtió en un miniestudio musical sobre ruedas. A diferencia del de Cory que, con su tono perlado, detalles e interiores de lujo le hacen parecer como un vehículo digno de la realeza. Supongo que le sienta a este enano extravagante.
Cómo sea, lo veo reclamarle a Johan por su comentario y este se encoge de hombros sin darle la más mínima importancia porque no está dispuesto a retractarse, ni aunque Cory salte sobre él a golpearle la cabeza; así que, su tonta discusión fraternal no deja de provocarme risas, a pesar de lo doloroso que ha resultado este día por afrontar un viaje al pasado.
Hacía mucho que ni siquiera pensaba en aquella época; escogí evadirme, enfocado en el presente; pero toda esa oscuridad siguió allí como una sombra dentro de mí, amenazando con apoderarse y destruir el más mínimo destello de luz que quisiera colarse. Quizás deba agradecer al enano por haber orquestado todo esto, me ha servido para soltar carga, «aunque siga en vilo por ese próximo encuentro», mejor no pensar en eso.
—No sé de qué te quejas, enano maldito —intervengo en la discusión después de ingerir el último trago y ambos voltean hacia mí—. Tú creaste este monstruo —añado conforme realizo un ademán con mi mano para señalarme de arriba abajo que le saca una sonrisa a Cory— ¿o se te olvida aquello de las afirmaciones positivas frente al espejo? Bueno, funcionaron.
Johan se suelta a reír y Cory vuelve a acomodarse en su asiento, con un fingido gesto de indignación: blanquea la mirada por un instante mientras disimula una sonrisa.
—Sí, maldito mocoso, pero ¿en qué parte de mi apoyo a tu autoestima incluí como consejo que te volvieras un sugar boy?
Mi carcajada no se hace esperar y en el rostro de Johan reina la confusión. Su gesto resulta gracioso, parece pedirme algún tipo de explicación, pero opto por encogerme de hombros y negar con una sonrisa para restar importancia antes de responderle al enano.
—Bueno, tus consejos funcionaron y me dije: Kevin, eres hermoso y malditamente sexi, ¡sácale provecho!
Johan y yo no dejamos de reír, Cory niega en silencio con la misma fingida decepción en el rostro. Un rato después, el Mercedes se detiene, veo al enano, arreglarse el cabello, también la blusa y expresar un: "llegamos, prepárense para la función" en voz baja antes de descender por la puerta central derecha del vehículo. En ese momento, contemplo al chico junto a mí porque ha vuelto a trepidar.
—Oye, Johan...
—E-estoy bi-bien. —Su voz tiembla también, aunque intenta emular una sonrisa, sin lograrlo del todo.
—¿Quieres plan de escape?
—Tra-tranquilo, puedo ha-hacerlo.
Lo veo abrir la puerta y bajar enseguida, yo suspiro con pesar antes de seguirlo. Por un instante, el cambio entre la tenue iluminación del vehículo provista por los cristales polarizados y la luz exterior ofusca mi visión; pero al conseguir enfocar, un escalofrío me recorre. Hemos parqueado en un amplio estacionamiento común, ubicado junto a una edificación de muros gruesos con torres de vigilancia a cada esquina, custodiadas por guardias armados. «¡¿Pero qué mierda?!», el pensamiento cruza veloz y jalo a Cory por un brazo para hablarle.
—¡¿Penitenciaría central de Santa Mónica?! —inquiero exaltado, apenas leo tal nombre en la fachada—¿Qué hacemos aquí?
Cory eleva una ceja y me contempla por un momento antes de responder, confundido.
—¡Maldito puberto! —le reclama a Johan—, ¿no le dijiste en todo este tiempo que John está preso?
Observo a Cory, sorprendido. Sin duda, no esperaba eso; aunque en retrospectiva tiene algo de sentido, digo, todo el asunto de la petición para vernos, el trato, los diez años que mencionó Johan. Por algún motivo, siento un soplo de tranquilidad. ¡Él estará tras un cristal!, no puede hacer nada para lastimarnos.
—Bueno, vayamos a visitar a nuestro querido papacito —le digo a Johan. Sostengo su mano y veo sus ojos temblar, por eso intento tranquilizarlo—. Escucha, esto es mejor de lo que esperaba, no puede dañarnos, mostrémosle al desgraciado cuánto nos queremos.
Una risita tonta se le escapa a Johan. En un tono bajo, pero irónico, me devuelve un "¿no que desgracia genética?", por lo cual sonrío. Ambos seguimos a Cory quien es guiado por un guardia hacia el interior.
Johan y yo vamos tomados de manos todo el camino, él me aprieta fuerte más de una vez, nervioso. Sin embargo, en otro momento, soy yo quien replica su gesto. Por el corredor adjunto pasa un par de guardias, custodiando a un reo que sonríe de cínica manera en cuanto me ve. Sus ojos cafés destilan malicia, en sus labios consigo leer con claridad "Ángel" como un aterrador susurro que solo mis oídos han sido capaces de escuchar. Parece ir hacia la salida y todo dentro de mí se revuelve. Siento palidecer.
—Cory... —Lo jalo por un brazo para forzarlo a detenerse, él me contempla con su cara de póker, pese a mi estado de pánico—. ¿A dónde llevan a S?
—No estamos aquí por eso...
—¡Cory!
—Concéntrate en lo que venimos a hacer...
—Maldito seas, enano... —me quejo, molesto e incluso jalo mi cabello ante la frustración.
—¿Pueden parar? —exige Johan junto a mí.
En un principio no le presto atención, ya que esa inesperada visión me hizo sentir enfermo, incluso podría vomitar. Sin embargo, una vez que fijo los ojos en Johan, la expresión de su rostro es tal que me provoca un golpe en el pecho.
—No sé quién es ese tipo —añade como una súplica trepidante—, pero en serio, ni siquiera deseo estar aquí y si siguen en lo mismo, juro que tomaré mi plan de escape, ahora mismo.
Aunque sienta escalofríos, dada esa posible liberación de S, Johan tiene razón, debemos acabar pronto con esto antes de que se retracte. Retomamos la marcha y a cada paso, siento el corazón en la garganta. El guardia que nos guía se detiene junto a una compuerta metálica, después indica la entrada.
Ante nosotros se abre una sala gris, bastante grande, conformada por una serie de módulos, compuestos por dos bancas y dos bocinas frente a un muro de cristal o acrílico transparente, muy grueso, solo eso separa del interior donde cada cierto tiempo aparece un guardia con un nuevo reo.
Los tres caminamos hacia la cabina asignada, veo mujeres y hombres hablar o lloriquear frente a su respectivo condenado; siento náuseas. Cory va adelante y nosotros no dejamos de apretar nuestras manos en el trayecto que parece eterno, inclusive más largo y tortuoso que la caminata desde afuera hasta este punto. Por decisión del enano, Johan y yo ocupamos cada banco y puedo jurar que ese chico luce mucho más nervioso de lo que le he visto en todo el día, me produce pena.
—Recuerden lo que les dije antes —expresa Cory quien permanece de pie tras nosotros, con una mano en mi hombro izquierdo y la otra en el derecho de Johan—, y si se sienten demasiado abrumados o indispuestos, no duden en levantarse y abandonar todo esto.
—Excelente, me largo —replica Johan y se pone de pie, pero Cory vuelve a jalarlo hacia su asiento, suspira antes de decir algo más—: Lo sé, hobit, aún no vemos a...
La voz de Johan se extingue y mantiene la mirada fija en un punto al interior, ni siquiera consigo verle parpadear, parece en shock. Giro el rostro hacia la dirección que observa y vuelvo a sentir escalofríos. De repente, todo parece en cámara lenta.
Como si fuese un efecto sonoro, el latir de mi corazón resuena al interior de mis oídos. El badún, badún, incesante y potente, cual martilleo. Badún, badún y lo peor es que gana fuerza conforme veo acercarse a un guardia quien trae casi a empujones a ese desahuciado reo. Badún, badún... Ha perdido buena parte del cabello rubio que antaño solía poblar su cabeza de manera pulcra.
Badún, badún... El azul de su mirada permanece igual, aunque enormes bolsas y ojeras se alojan en su rostro, debajo de ellos, como una evidencia de las terribles noches vividas entre barrotes. Badún, badún... Del esbelto cuerpo no queda ni rastro, ha perdido peso de manera abismal, parece un muerto viviente. Badún, badún y el incesante golpetear se desboca en cuanto toma asiento del otro lado, en frente de nosotros, pero ni siquiera levanta la bocina para hablar, extiende una mano sobre el cristal en dirección de Johan, a la vez que, la expresión de su rostro refleja anhelo y sus labios expresan el nombre del chico en silencio.
Johan desvía la mirada con timidez, su mano se aferra a la mía de tal forma que podría romperla, por eso le devuelvo el apretón para contrarrestar la presión. Después de un rato, el hombre gira la cabeza en mi dirección, sus ojos gritan alivio antes de replicar el gesto sobre el cristal, pero, en cambio, leo en sus labios "Ally" y toda la ira acumulada dentro de mí sale como un proyectil.
—¡No digas su nombre, hijo de puta! —un grito enfurecido resulta inevitable y me pongo de pie. Mi arrebato toma por sorpresa a Johan, quien me contempla sin parpadear.
—Kevin, él no puede oírte —me dice Cory con calma y luego palmea mi espalda para que vuelva a sentarme.
No quiero, mantengo mi iracunda mirada en John. Han sido demasiados años de odio, ni siquiera el verlo encerrado o su deplorable estado me aporta un poco de alivio. Él carece de toda expresión y eso es lo que más me enerva, no hay un ápice de arrepentimiento en su semblante.
—Lo lamentamos, perdió los estribos un instante... —Ni siquiera me fijo en la persona a la cual le habla el enano, pero vuelve a palmearme—. Por favor, Kevin, siéntate o tendrás que salir escoltado.
—Kevin, no-no pu-puedo hacer e-esto sin ti.
La temblorosa voz de Johan capta mi atención y le observo en silencio. Él mantiene la cabeza gacha y las manos empuñadas sobre sus muslos, luce bastante afectado, por eso, suspiro con pesadez y decido obedecer.
En cuanto he tomado asiento, contemplo a John, quien mantiene sus ojos en mí, y trago con dificultad al verlo extender su brazo derecho hasta alcanzar la bocina. «Quiere hablar conmigo». Soy consciente de que vine en busca de la verdad; sin embargo, me cuesta responder a su llamado.
—Kevin... —El enano me habla con un tono condescendiente y sé lo que dirá, es él quien parece no entender que esto es demasiado difícil—. Recuerda, no tienes que escucharlo, si no quieres.
Giro el rostro hacia Cory porque, sin duda, no fue lo que esperé oír y él afirma despacio con la cabeza como una confirmación de sus palabras. Lo veo tomar la bocina y dirigirse a John con una sonrisa desafiante.
—¿Qué tal te trata la vida, papá del año? —le dice con ironía, pero aunque me causa gracia su comentario, resulta imposible reír—. No, lo siento, pero ni ellos están dispuestos a escucharte ni mucho menos fue parte del trato hablarles. Me pediste traerlos. Aquí están, pese al dolor y la rabia, accedieron a venir, no tienes derecho a exigir más.
Johan suspira, es como si por largo rato hubiese contenido todo el aire de sus pulmones y, al fin, pudiese respirar con normalidad. La verdad, yo me siento igual después del discursito de Cory.
—¿Qué necesitas decirle algo importante a Alekay? —dice Cory y siento escalofríos— Tuviste oportunidad, ahora es tarde. Dame lo que acorda...
Le arranco el auricular a Cory y fijo la vista en John, molesto, incluso siento mi respiración más errática.
—¿Qué pasó, papacito? ¿La parca te está cargando y buscas consuelo en mi perdón?
—Alekay... —Le escucho decir con voz cansina, aunque noto algo de alivio en su tono—. Eres su viva imagen...
—No te atrevas a hablar de mi madre, maldito asesino.
—Amé a Ally...
—¡Vaya manera de demostrarlo, psicópata! —replico con ironía y una amarga sonrisa se cuela en su rostro al negar en silencio.
—Yo no la maté, aunque te cueste creerlo, la amé, ¡de verdad lo hice!
Sus ojos se desvían hacia Johan, yo hago lo mismo y así consigo notar que, él ha levantado el otro auricular, aunque su mirada tiembla, está a nada del llanto. No sé cuánto ha escuchado. La mano de John se posa sobre el cristal como un intento de caricia a su hijo, aunque puedo notar cómo este se estremece ante el miedo.
—También te amé y sigo amándote demasiado, hijito.
—¡Estás enfermo! —contesta Johan, alterado; de hecho, son las únicas palabras que intercambia con él antes de levantarse, colgar el auricular y expresarle a Cory una disculpa por largarse.
Lo veo abandonar el recinto a toda velocidad y un nudo se forma al interior de mi garganta; no quiero ni imaginar qué cosa tan horrible pudo hacerle ese hombre para que reaccione de tal forma. El enano ocupa su asiento antes de levantar el auricular para hablarle a John con una sonrisa cínica.
—¡Por todos los osos Teddy! Sí que sabes cómo llegar al corazón de tu hijo —expresa con un fingido pesar e incluso se limpia una lágrima imaginaria—. Lo repito: cumplí mi parte, dame lo que busco y mejor que sea importante.
Sin embargo, John no le presta atención, sus ojos permanecen fijos en los míos. Siento deseos de mandarlo a la mierda e irme también, pero entonces, esta visita habría sido inútil. Irónicamente, solo él puede arrojar algo de luz a las sombras de mi pasado.
—Ally estaba desesperada.
Comienza a contar y me toca valerme de todo el autocontrol. Odio escucharle mencionarla, pero debo soportar si quiero saber qué pasó aquel día. Mantengo la vista en sus ojos o cada gesto de su rostro con tal de determinar la veracidad de sus palabras, como dicen, un mentiroso reconoce a otro.
—Lo creas o no, pese al encierro y su trabajo, Ally era feliz cuando estábamos juntos. Yo también lo fui. —John suspira con pesar, cierra los ojos y en el gesto de dolor que surca su rostro consigue asomarse la culpa.
Mi respiración se acelera. Siento el corazón martillar al interior de mis oídos, cada vez, más y más fuerte ante la expectativa y el miedo por este maldito encuentro.
—Enterarnos del embarazo fue un duro golpe e intentamos interrumpirlo de mil formas, ninguna funcionó. Naciste condenado.
—¿Eso qué se supone que significa? —le digo e intento que mi voz no se rompa en el proceso.
John sonríe con amargura sin atreverse a abrir los ojos. Es como si al permanecer así reviviera cada momento, palabra o sentimiento expresado en su relato. Siento el corazón como un redoble, pero al mismo tiempo, temo que esa frase salida de su boca sea una confirmación a la pregunta que Cory fue incapaz de responder: ¿Acaso toda mi vida fue un sueño de libertad?
—Alekay, te aferraste a la vida de tal manera que tu nacimiento pudo considerarse un milagro o más bien, una treta del destino porque, al lado de Ally, tu único futuro era ser como ella y su tiempo juntos tenía fecha de caducidad...
No puedo decir nada, al interior de mi garganta se ha formado un nudo duro y áspero que me rompe si lo intento. Contemplo a John con la respiración acelerada por el miedo mientras toma una nueva bocanada de aire para continuar su relato.
—Ally insistió cada día, desde tu nacimiento, pidió llevarte conmigo, solo así podría salvarte del infame destino. Yo tenía mi propia familia y ella lo sabía, aquello era imposible.
Por más que intento, el temblor de mi cuerpo resulta incontrolable, «¿realmente mi destino era ese, complacer viejos mañosos desde que nací, igual que mi mamá?», el pensamiento me deja consternado. Siempre creí que mi vida habría sido distinta si él no me la hubiese arrebatado, pero al parecer eso está muy lejos de la realidad. Cory sembró la idea en mi mente, basado en los paralelismos vividos entre mamá y yo, pero ahora, escuchar esta confirmación... Siento náuseas.
Agacho la cabeza. Me niego a mostrarle las incipientes lágrimas que amenazan con colarse. Froto mi puño libre sobre un muslo con vehemencia, la frustrante sensación es espantosa. Mi mamá fue otra víctima de ellos y al igual que yo, tuvo su propio R en John, ahora lo comprendo.
Muerta o viva mi destino fue escrito desde que nací o incluso antes. Eso me repugna.
John habla sobre lo que pasaría conmigo, a partir de mi sexto cumpleaños, cómo me alejarían de ella para meterme a la organización, justo como R me contó acerca del origen de esos niños enjaulados, sin pasado y cuyo único futuro sería el de complacer a gente mañosa en algún lugar del mundo. Confirme cuenta, aunque el dolor es casi insoportable con cada palabra, consigo ubicar aquella discusión que tuvieron después de la golpiza que me dio cuando intenté acercarme a él.
—"Llévalo contigo". Me suplicó aquella noche, a pesar de la bestial forma en que te traté.
Las palabras de John me obligan a recordar el horrible dolor de sus golpes, aunado a ese ardor que quemaba dentro de mí por saberme rechazado, porque mi padre me odiaba. Ciño mi mano al pecho por inercia ante la abrumante sensación, sin atreverme a decir ni una palabra, solo le escucho continuar.
—"¡Estás loca, no tienes idea de lo que pides!", fue mi respuesta y no podía ser de otro modo. Me dolía conocer tu destino, pero llevarte conmigo no era opción.
»"—Por favor...", mi amada Ally volvió a implorar, pero me sentí la peor basura después de cómo te traté.
»"—¡Concéntrate en mantener al bastardo lejos de mí!".
»Me refugié en la alcoba después de tal exigencia, necesitaba alejarme de ustedes para poder lidiar con esa sensación de impotencia por ser incapaz de salvarte de un horrendo destino. Al mismo tiempo, la culpa por el maltrato que te propiné me hizo sentir como todo un monstruo, inhumano.
»Cuando Ally entró, yo permanecía sentado en el borde del colchón, repasando mentalmente lo ocurrido: tú apareciste, me invitaste a jugar y ese plan de mantenerte lejos flaqueó en cuanto estuve a punto de aceptar. Lo único que se me ocurrió fue lastimarte para que tú mismo guardaras distancia conmigo. La meliflua voz de Ally irrumpió y me extrajo de mis pensamientos.
»"—Es tu hijo, ¿no te importa?", me dijo, su dulce tono se quebró e hice hasta lo imposible por ocultar mi pesar.
»Sin embargo, lo notó y con esa adorable compasión que solo he conocido en ella, me abrazó muy fuerte. Sollocé en silencio sobre su hombro y hasta me disculpé cientos de veces por lo que te hice.
»"—John...", suplicó.
»"—Sabes que te amo y sé cuánto te duele esta situación porque me siento igual", me aferré a ella muy fuerte, también hizo lo mismo conmigo e insistió, pese a mi monstruoso comportamiento hacia ti.
»"—Estará a salvo si lo llevas contigo. Solo así tendrá un futuro, lejos de esto. Cumplirá seis y vendrán por él, John, ¡por tu hijo! ¿Serás capaz de vivir con eso?".
»Ally se separó de mí para contemplarme con una expresión desgarradora en el rostro. Era consciente de que ella tenía razón, la única forma de alejar aquel destino sería llevarte conmigo. Según las normas de la organización, los familiares de cada miembro son intocables.
—En cambio, fuiste un cobarde, incapaz de asumir tu error e ir con tu esposa a decirle que tenías otro hijo —le digo, molesto por su maldita confesión, pero intentando serenarme para que no me echen a patadas de este sitio—. No solo nos diste la espalda, a sabiendas de que el tiempo jugaba en contra; sino que encima me la quitaste y con tus propias manos intentaste llevarme a una jaula.
John abre mucho los ojos, su mirada que siempre me pareció afilada y aterradora, luce consternada mientras niega con la cabeza en silencio. Su mano vuelve a posarse sobre el cristal como un intento por alcanzarme.
—Yo no maté a Ally —habla con convicción, sin apartar la mirada de mí ni una vez. Trago con dificultad porque empiezo a creer que dice la verdad y no sé cómo sentirme con todo esto—. La amaba. Le exigí mantenerte alejado de mí porque sí, fui un maldito cobarde que quiso evadir su error, que le faltaron cojones para admitir su infidelidad y que intentó no desarrollar sentimiento alguno por ti... —Sus ojos tiemblan como en quien contiene el llanto y puedo sentir el movimiento errático de mi pecho.
—Kevin, no necesitas escuchar. —La voz de Cory tiene un tinte de preocupación.
El enano reposa su mano en mi hombro y así fijo la atención en él, luce sereno, aunque hay molestia y pesar en su mirada a partes iguales. Niego con la cabeza.
—No me iré en este momento —respondo, enojado y le veo suspirar con pesadez. Vuelvo a centrarme en John—. ¿Y qué me dirás, papito? ¿Qué en realidad me quieres con locura e intentaste salvarme? Permíteme dudarlo —espeto con ironía y él cierra los ojos de nuevo.
—Por petición mía, a Ally no se le agendaban citas la noche previa a tu cumpleaños... al menos, pude concederle eso.
Sus palabras me obligan a pensar y recordar. En cada uno de mis cumpleaños anteriores, mamá pasó la noche conmigo, era así como al despertarme, solía encontrar el departamento decorado y con olor a dulce en todas partes. Sin embargo, aquella vez fue distinto, salió a trabajar y en lugar de globos hallé su sangre. Me tiemblan las manos.
—Cumplirías seis, el momento más temido porque te arrancarían de su lado. Como una medida desesperada, Ally buscó a mi esposa y ella me confrontó, pero de nuevo fui un cobarde, no hice más que negarlo, reiteradas veces.
»"—Estás embarazada, Gina", le dije e incluso simulé indignación. "No puedes creerle cualquier cosa a una persona desconocida y menos, preocuparte por algo así, te hará mal".
»Fueron semanas de largas discusiones, siempre en torno al mismo tema. Como buen cobarde, hubiese huido a refugiarme en Ally, igual que muchas otras veces y así evadir cualquier problema que tuviese con Gina. Sin embargo, en ese momento no tenía escapatoria. Irme acrecentaría el pleito. Lo único que quedó fue negar hasta lograr convencerla.
»"—John, quiero creer en ti, pero ese bebé es... ¡Johan!", la exaltación de Gina me produjo un sobresalto, creí que hablaba de ti, que era parte de su reproche porque sí, ambos parecen salidos del mismo molde; en cambio, me volteé y vi a nuestro hijo de cinco años asomado en la entrada antes de que Jennifer apareciera tras él para llevarlo al parque.
»Sentí pánico por lo que mis hijos pudieron escuchar, aunque viendo hacia atrás, me doy cuenta de que fue mucho el tiempo que pasamos entre discusiones, su madre y yo; no tengo idea de lo que pensaron o cuánto se preocuparon. Afortunadamente, me tocó regresar a la base y como buen cobarde, agradecí tal escape.
»Pensé que las cosas se calmarían en mi ausencia, que Gina tendría oportunidad de meditar y ver el asunto desde mi perspectiva: era solo una jovencita que quiso jugarle una broma. Así, el problema sería parte del pasado. Suspiré aliviado, luego de unos días, las veces que hablé con mi esposa no mencionó algo acerca de aquella discusión y creí que todo se había solucionado. Sin embargo, cierta noche recibí una llamada de tu madre para contarme...
—Mientes —le interrumpo y él ladea la cabeza, confundido—. Estábamos incomunicados, no teníamos acceso a ningún teléfono, ni siquiera podíamos salir del departamento por cuenta propia.
—Así es, ustedes no tenían un teléfono, pero su chófer sí... —John inhala a fondo antes de continuar y mi corazón podría salirse del pecho en cualquier momento—. Ally lo asesinó. —Abro los ojos de la impresión y me devuelve una débil sonrisa condescendiente antes de continuar—: ¿Qué te sorprende? La desesperación te lleva a cometer locuras, ¿o no es así, Ángel?
Siento escalofríos con solo oír ese maldito nombre e incluso me invade un irrefrenable deseo de gritar y golpearlo por llamarme de tal manera. No obstante, consigo contenerme porque necesito escuchar el resto. John sonríe con amargura y suspira antes de continuar.
—Ally tomó su celular y lo utilizó para comunicarse conmigo, me contó lo que hizo y dijo que, si de verdad la amaba, era el momento de demostrarlo.
»Ella aseguraba que esa noche irían por ti y no se equivocó. Bajó del vehículo, subió las escaleras, descalza, lo supe porque al llegar encontré sus zapatos, accesorios, abrigo y cualquier otra prenda inútil regada por los escalones. Necesitaba correr. "La sombra", el mercenario que fue enviado para llevarte, estaba dentro del departamento.
»Ally lo enfrentó con cuchillo en mano y consiguió herirle el pecho, sin embargo, no fue suficiente. Él la mató. Cuando pude llegar, después de todo un protocolo en la base para poder salir de emergencia, la hallé en el sofá, agonizando.
»"—A-le-kay", balbuceó y estuvo a punto de ahogarse con su propia sangre, pero le levanté la cabeza para impedirlo, sentí que mi alma se iba con ella mientras la abrazaba. Ally señaló débilmente hacia tu alcoba y una vez más suplicó: "Po-Por fa-vor".
»No quería dejarla, era consciente de que poco a poco se apagaba, pero tampoco deseé que su último soplo de vida lo gastase en llorar por ti; así que, accedí a su petición. Caminé hacia el dormitorio y descubrí que La sombra seguía allí, que no solo me arrebató a la mujer que amaba, sino que también abusaba de ti. Sentí cómo el diablo se apoderó de mí y con el mismo cuchillo que ella empleó para defenderte lo ataqué.
»Durante toda la pelea, no pude dejar de pensar que aquello era un castigo para mí, por ese oscuro negocio al cual ingresé hacía mucho. Esa fue mi penitencia por ponerle precio a las vidas de tantos pequeños... Sin embargo, ni tú o ella eran culpables. De inmediato, le apuñalé por la espalda antes de abracarlo para alejarlo de ti. La sorpresa me confirió ventaja, aunque luchó por soltarse y forcejeamos contra los muros, derribando juguetes o adornos a nuestro paso. Logré asfixiar al desgraciado hasta que dejó de moverse. Aun así, nada sería suficiente para devolverla conmigo.
Intento controlar el temblor de mi cuerpo, pero es demasiado difícil, lo único que hago es contemplarlo en silencio, apretando el auricular tan fuerte contra mi oreja que empieza a dolerme la cabeza.
—Es cierto, tú y yo nunca fuimos cercanos, te lastimé por miedo a quererte y sufrir cuando te arrastraran hacia ese destino infame, pero por más que lo intenté, tampoco pude ignorarte porque, en casa, Johan me obligaba a pensarte a diario. —Suspira con pesar—. Ese día, por ella y el amor que sentí, decidí llevarte conmigo, aunque tuviese que sacar valor para confesarle a Gina el gran error que cometí.
Mi respiración va errática, puedo sentir la mano de Cory apretarme el hombro una vez más, pero ni así le presto atención. Me cuesta creer, o más bien, me niego a hacerlo, aunque cada gesto en el rostro de John confirma la veracidad de su testimonio.
«¿De verdad intentó salvarme?», el pensamiento se repite en mi mente, incesante, y siento un fortísimo dolor en el pecho. «Si hubiese ido con él, ¿mi vida habría sido distinta?», ¡maldición!, ya no sé ni qué pensar. La migraña es insoportable.
Contemplo al hombre frente a mí con la esperanza de hallar algo en él, su comportamiento, sus gestos u ojos, algún indicio de que su testimonio es falso o infundado. Sin embargo, no lo consigo y trago saliva con dificultad.
—¡Aplausitos! —Es Cory quien lo enfrenta, veo una sonrisa de incredulidad en su rostro y luego de reposar el auricular sobre el hombro por un instante, aplaude despacio. Lo observo, atónito; entonces, vuelve a levantar la bocina para continuar—: ¡El dramático testimonio de un padre que se culpa por no lograr la salvación de su hijo!
—Les he dado mi versión —replica John con ese mismo gesto y tono amargo de hace un momento.
Cory se limpia una lágrima imaginaria antes de ubicar el codo sobre el saliente metálico frente a nosotros y reposar el mentón encima de su palma libre, contempla a John con una ceja alzada y el gesto de incredulidad en su cara se remarca.
—A tu versión le falta algo.
El tono de Cory rebosa en ironía y John ladea la cabeza, confundido. No es el único, yo también me siento igual porque me ha parecido demasiado real su testimonio.
—Entonces, La sombra, ese mercenario que mató a la mujer que amabas, intentó llevarse a tu hijo y hasta abusó de él, lo mataste, ¿cierto?
John afirma en silencio, despacio y cierra los ojos con pesar. Cory libera una baja risa antes de continuar.
—¿Qué pasó con su cuerpo? Alekay no lo vio.
Abro los ojos de la impresión y un escalofrío me recorre. En un segundo retorna a mi mente aquel horrible día y, en efecto, dentro de mi recámara no había rastro alguno de lucha; de hecho, desperté por la luz del día que penetraba con una intensidad no habitual, sin mi mamá al costado y la puerta desbloqueada, fue eso lo único fuera de lugar. Contemplo a John con detenimiento, su nuez sube y baja con dificultad, un claro indicio de nerviosismo. «Aquí hay gato encerrado», el pensamiento cruza veloz, siento la respiración más acelerada.
«¡Ally, ¿qué hiciste?!», los gritos que escuché de John aquel día resuenan como un eco... «¿Por qué diría eso?», fijo la vista en el destrozado semblante de él, aunque en sus ojos parece arder la ira.
—¿Quieres mi versión? —Continúa Cory con la misma actitud—. Ally enfrentó a "la sombra"... —Hace comillas al aire con su mano libre en actitud retadora o burlona—. Pero para su sorpresa, ¡resultaste ser tú!
—¡Ya conté lo que pasó! —vocifera John e incluso se levanta de su asiento, molesto.
Un guardia tras él lo obliga a sentarse, aunque el gesto de su rostro no varía. Se limpia la nariz con un puño e intenta fijar la mirada en mí, como un desesperado intento por recuperar mi confianza. «¡No puedo creer que estuve a punto de caer!».
—Quise brindarte el beneficio de la duda, pero lo único que haces es confirmar tus nexos con esa red de porquería, también el nulo interés por Alekay y claro, que no eres más que un psicópata narcisista, igual a R; solo que más estúpido.
—¡Noooo, Evans, las cosas no son así! —Gira el rostro hacia mí—. ¡Alekay, por favor!
Un escalofrío me recorre y sigo sin lograr decir una sola palabra. Cory, en cambio, no deja de retarlo.
—Corrígeme si me equivoco. Dado los errores que cometiste al matarla y ser incapaz de llevar al niño a donde debías, terminaste en serios líos. Apuesto a que descubrieron el paradero de Alekay por las fotos del casero repugnante, obviamente, ustedes no podían permitir que ese hombre sacara provecho de su mercancía.
—¡Ya te dije que no es así, Evans!
—Sin embargo, R y su equipo de policías cochinos se te adelantaron. —Cory continúa, sin prestar atención a las vociferaciones de John—. Este joven integrante se valió de tu torpeza para escalar posiciones y luego de la redada donde recuperó la mercancía que tú perdiste, se ganó ante el público el título de héroe y luchador contra la pedofilia; pero en su lado más oscuro se quedó con tu privilegiado puesto.
—¡No, no, noooo, Evans! —John vuelve a levantarse, furioso e incluso impacta un par de puñetazos contra el vidrio, motivo por el cual, Cory lo contempla, anonadado, pero no menos burlesco.
—Tus fallas dentro de la organización, aunadas a los desmanes cometidos contra tu familia, te pusieron aquí; el propio R se encargó de ello como una burla directa hacia ti. Después de todo, fue el detective a cargo de tu caso, ¿o me equivoco?
—¡Yo no la maté! ¡Alekay! —John grita como loco y mi corazón se desboca.
—¡Ah, claro que no! Fue La sombra —responde Cory en tono irónico.
—¡¡¡Yo no lo hice, Evans!!!
Ya no puedo con esto. Estoy a punto de colgar cuando su desespero se torna mucho peor. Sin embargo, deja de vociferar y luchar, solo llora de una desconsolada forma y con tal sentimiento que siento una dolorosa sacudida en mi pecho.
—¡Ally se suicidó! Por mi culpa...
Todo mi cuerpo se estremece. El ardor en mi pecho es tal que, sin cruzar otra palabra con él, cuelgo la bocina enseguida. Me gustaría decir que no creo sus últimas palabras, pero esa mirada de ojos temblorosos, junto a que yo estuve en la misma posición que ella, cuando traté de volarme los sesos ante R, reafirman su veracidad.
Cuando sientes que no hay escapatoria, que la vida solo te escupe en la cara y el dolor dentro de ti quema con una intensidad infernal, la dulce caricia de la muerte se vuelve tentadora.
Él tiene razón: mi mamá ya no sabía qué hacer; además, lo amaba. Si lo que dice Cory es real, pudo atentar contra sí misma como un desesperado intento por hacer reaccionar al hombre que amó, y así, conseguir en él la liberación de esa condena que pesaba sobre mí por el simple hecho de nacer de su vientre. Me aprieto el pecho y contemplo a John.
De aquella imagen serena, aliviada y pacífica que ese hombre mostró desde nuestra llegada no queda rastro alguno, el mismo guardia de hace rato lo golpea con su macana para contenerlo y someterlo. Me pongo de pie, aunque un desesperado John no deja de llamarme en medio del llanto y golpea el cristal con su mano abierta para que lo atienda.
Intercambio una veloz mirada con Cory quien se disculpa por exponerme con este tipo, solo le devuelvo un guiño antes de emprender mi retirada. Lo que sea que él desee obtener de John, ahora, me tiene sin cuidado, mi única intención es largarme y no pensar en ese desgraciado otra vez.
Camino cabizbajo entre los corredores, a paso lento, «una mamá no te deja, siempre te cuida», le dije alguna vez a Felipe y aunque me cuesta procesar que mía lo hizo al quitarse la vida, comprendo a la perfección el motivo. Sin duda alguna, pese a todo el dolor experimentado, siento que este día ha sido liberador, aunque la luz de la verdad sea casi tan dolorosa como las sombras que asediaron mi vida.
En cuanto he llegado al estacionamiento, observo hacia todas las direcciones con la esperanza de hallar a Johan, pero resulta evidente que no está aquí, vuelvo a suspirar. Espero verlo otra vez, me habría gustado intercambiar teléfono con él y al menos, hablar estupideces por WhatsApp. Ni modo, después de esto, solo queda dejar todo atrás y retornar a Barcelona, mi hogar.
—¿Qué-qué haces aquí? —Se me escapa.
Soy consciente de que soné sorprendido e incluso una sonrisa nerviosa aparece, pero no lo puedo evitar, en cuanto atravieso el cercado hacia la calle, mi vista se clava en una persona que, sin duda, no esperé encontrar. Creí que hallaría a Johan aquí, humeando como chimenea en invierno; sin embargo, recuerdo las palabras del enano y ese plan de escape del cual nos habló, lo que me hace sonreír porque supongo que me encuentro ante el mío. Está de pie, apoyado de espalda contra su Harley, con esa chaqueta de cuero negra, jeans desgastados y anteojos oscuros que acentúan su estilo de bad boy retro. Pese a la revolución de emociones que esta maldita visita ha desatado dentro de mí, su presencia se torna en un bálsamo a mis penurias.
En cuanto hemos quedado frente a frente, me devuelve una sonrisa ladeada que a su rostro barbudo le confiere aire de galán. La sensación de alivio gana fuerza.
—Supuse que necesitarías transporte.
Una risa baja se me escapa y sin más, me aferro a su cuello porque necesito sentir la dureza y el calor de su cuerpo, quemarme por completo. Sus fuertes brazos se ciñen alrededor de mí, el embriagante aroma cítrico de su perfume me inunda y la calma empieza a abrirse espacio. Ha sido un largo y durísimo día; de hecho, en este momento, a su lado, me siento como si hubiesen pasado años desde la última vez que estuvimos juntos.
—Evans le habló a Lio, esperábamos noticias de ti y no aguanté más, decidí venir aquí —me dice al oído. Nos abrazamos mucho más fuerte, él continúa—: Sé que quieres mantenerme al margen de todo esto, pero te lo dije, no pienso dejarte en medio...
—Shh, shh, shhh —le interrumpo enseguida—. Me alegra verte aquí.
—¡Qué bueno saberlo! No voy a hacerme a un lado. A menos que desees conducir. ¿Quieres hacerlo? —pregunta a mi oído y una risita se me escapa.
—Te he enseñado bien —replico con picardía y Omar se disculpa, acelerado, no puedo dejar de reír con su modo nervioso—. Tranquilo, no tengo intención de profanar tu cuerpo, por ahora, me basta con abrazarte, Bombón.
Su respuesta es abrazarme mucho más fuerte, por largo rato. Mi piel y todo dentro de mí reacciona a su contacto, como si lo hubiese anhelado durante todo el día. Cuando empiezo a sentirme en paz es que rompemos el abrazo. Omar aborda la motocicleta, yo hago lo mismo tras él, me aferro a la dureza de su cuerpo, empapándome con ese abrasador calor que colma cada milímetro de mí y me aporta una sensación de serenidad increíble.
—¿Qué dices? ¿Cabalgamos hacia el atardecer? —pregunta Omar en un gracioso tono y no puedo evitar reír.
—A donde nos lleve el viento, vaquero.
La tenacidad de Cory me inyecta fuerza y optimismo; incluso en situaciones tan dolorosas como la de hoy, con ese infeliz que estuvo a punto de convencerme de su heroísmo fallido. A pesar de que han pasado años e incluso tengo la mejor familia, quizás ese niño inocente que anhelaba el amor de su padre siga por allí, oculto dentro de mí.
Confirmar que porto semejante condena desde mi nacimiento y que siempre buscaría la libertad, aun si debía recurrir a la muerte para ello, es abrumador. Puedo imaginar cómo lo fue para ella, enamorada del hombre que se encargaría de separarnos, creyó que su sacrificio me aseguraría ser libre, sin saber que con ello, el precio e interés por mí creció.
Sin embargo, en este momento, aferrado a mi bombón mientras nos desplazamos a alta velocidad, me siento ligero como pluma, sin el peso de esa terrible condena, incluso podría volar. En su compañía, soy completamente libre.
Estoy seguro de que más pronto que tarde, la maldita red y cada pizca de oscuridad que me persigue será cosa del pasado. Además, sin importar lo que pase o cuán difícil resulte, tengo personas dispuestas a apoyarme, ya no estoy solo y sé que sobreviviré porque siempre he caminado Entre sombras y sueños.
Fin
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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛 💚 💙 💜 💖 ha sido un verdadero placer tenerlos a bordo de esta conmovedora historia, gracias por acompañarme hasta este punto, espero que el final haya sido completamente de su agrado.
Si piensan que quedó algo por resolverse, no duden en decírmelo y pos nos seguiremos leyendo.
Suelo colgar curiosidades al final de mis libros, o hablarles de los desvíos ocurridos en el camino, respecto de la historia original, pero temo que en esta historia nada de eso ocurrió. Desde el principio sabíamos que sería algo duro de leer porque Kev solo deseaba hacer su catarsis desde aquel capítulo 14 de Un sugar boy enamorado donde se quedó corto.
Aquí una pic que me generó Bing de esa última escena, con Omar y Kevin "cabalgando" al atardecer.
De nuevo, gracias por su apoyo y pos hasta lueguito, mis corazones.
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