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Capítulo 12

Santa Mónica, verano de 2023

—¿Alguna vez has tomado terapia? —pregunta Johan y así vuelvo a la realidad.

Siento una fuerte opresión en el pecho luego de pensar en Karen. Mantengo fija la vista en esa laguna con peces multicolores, intentando superar esta pesadez que siento mientras abrazo mis rodillas. Ladeo un poco la cabeza para contemplar a Johan antes de negar en silencio y él continúa.

—Deberías...

Una risa baja se me escapa. Creo que prefiero no pensar en el pasado.

—Es lo que siempre le he dicho. —La voz de Cory, a nuestras espaldas, nos produce un sobresalto.

Giramos para verlo y él devuelve una sonrisa burlona antes de acercarse a paso firme, seguro y veloz, como si la caminería fuese su pasarela; incluso al detenerse, realiza una pose igual que lo haría un modelo, a la espera de las fotos.

—Está todo preparado, muchachos —anuncia y siento escalofríos—. El vehículo espera por nosotros en el sótano, andando.

Sé que accedí a esto, también que necesito la verdad para cerrar este capítulo de mi vida, pero temí y mucho a este momento; por eso, me cuesta demasiado ponerme en pie. No soy el único, en cuanto he conseguido levantarme, observo a Johan que permanece en el césped, mordiéndose un nudillo.

—Johan —lo llama Cory, pero el chico no presta atención—. ¡Maldito puberto, espero por ti!

—¿Pu-pueden ade-adelantarse?

Suena demasiado nervioso, siento pena y de no ser porque yo mismo lo encontré hace poco, lastimándose, cedería a su petición. Sin embargo, por el estado en que se encuentra, me asusta dejarlo solo. Decido pararme frente a él y tenderle mi mano como una invitación para ayudarlo, me mira igual que lo haría un cachorro herido.

—A ti te asusta, a mí también; pero enfrentemos esto juntos, niño mimado. Luego, mandémoslo a la mierda.

—Ke-Kevin...

—¿Qué pasó? ¿No quieres ver la cara de nuestro querido papacito cuando aparezcamos juntos, frente a él? —le digo en tono irónico y se le escapa una risita, antes de apretar mi mano, al fin y asentir con la cabeza.

—Quisiera tu fuerza, Kevin.

—Yo, tu suerte, pero al diablo con eso, ¡acabemos con esto de una puta vez!

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Cory camina delante de nosotros con su celular pegado a la oreja, no tengo una sola idea de quién esté del otro lado, ni siquiera la conversación que mantiene me da una pista, ya que contesta puros monosílabos cuando no sale con su típico: "¡es una merde!". Suspiro con pesar en cuanto descendemos del elevador porque veo cada vez más cerca el auto que nos llevará con John.

En un momento, mientras caminamos, la mano de Johan se aferra a la mía y, aunque me desconcierta un poco el repentino gesto, le devuelvo el apretón. Así continuamos hasta abordar el auto y tomar asiento uno al lado del otro, el enano maldito se sienta frente a nosotros con una sonrisa un poco tensa, asumo que por casi forzarnos a ir con ese desgraciado.

—¿Se les antoja un trago? —pregunta como lo haría el mejor anfitrión y aunque en un principio Johan niega en silencio, levemente, accede con una sonrisa algo burlona después de escucharme pedir una botella de tequila— Kevin, ¿crees que mi limusina es algún tipo de antro donde encontrarás esas babosadas?

—Perdone usted, majestad, creí que sería nuestro barman —replico irónico.

Johan se suelta a reír, muy fuerte, sin importar la mala cara del enano.

—Ay, malditos niñitos, son insufribles. —Se queja Cory y ahora ambos morimos de risa por su tono—. Admito que me encanta verlos así, sin ganas de matarse mutuamente y felices. Jóvenes, no quiero que eso cambie ni siquiera después de ver a ese hombre.

—¿Por qué cambiaría algo? —pregunto contrariado ante su manera de expresarse y él solo se encoge de hombros— Cory, ¿hay algo que no sepamos y tú sí o qué? —indago, molesto. Veo al enano negar con la cabeza.

—Es un decir, Kevin. Escucha, no sé qué merde saldrá de su boca, pero independientemente de lo que sea, ni tú o Johan tienen culpa de algo.

—Espera... —Johan interviene con la respiración acelerada—. Accedí a verlo, ambos lo hicimos y tú mismo dijiste que no teníamos que hablar con él o escucharlo...

—Joha...

—Cory, yo no quiero ni siquiera oírlo. ¡No me interesa lo que tenga para decirme!

—Tranquilo, Joha, relájate. Escuchen, preparé plan de fuga para ambos —Cory habla con convicción, salta la mirada entre ambos, pero ninguno comprende a qué se refiere, así que prosigue—. Johan, hablé con Fisher, pensé en tu mamá, pero creo que se habría infartado de saber a dónde te llevo. Él esperará por ti afuera en caso de que sea demasiado.

—Gracias —contesta el chico a mi lado en tono bajo y un poco ruborizado.

—Necesito que comprendan una cosa, John pidió traer a sus hijos... a todos, solo ustedes faltaban, gracias a tu renuencia —dice con la vista en Johan, luego me mira a mí— y la investigación que me tocó abordar para encontrarte. Irónicamente, fue mi Jenny quien sugirió la posibilidad contigo.

Asumo que la sorpresa es demasiado evidente en mi cara o hasta en la de Johan porque Cory sonríe y se suelta a contarnos cómo hizo para dar conmigo y cuando estaba por rendirse, recibió una visita de Jennifer quien, al ver mis fotografías en el expediente sintió una corazonada y sembró en su mente la posibilidad, dado mi parecido con su hermano menor y John. El enano decidió escucharla; buscó entre mis pertenencias personales que extrajo de la residencia en los días posteriores a mi salida del país y envió al laboratorio todo aquello que pudiese contener ADN, también tomó muestras de John y ella misma.

—¿Por qué no me avisaste sobre tus planes? —indago, confundido.

—Kevin, ¿crees que quiero ponerte en peligro o causarte algún daño? —contesta Cory con una amable sonrisa— Si te traje de vuelta es porque no me quedó otra opción; además, contarte desde antes solo me habría asegurado tu desaparición y estamos contra el reloj. El asunto es que luego de varias muestras tuyas inviables, al fin, una funcionó para la prueba y arrojó el resultado esperado como hijo suyo.

—Entonces, Jen lo sabe —añade Johan y Cory asiente en silencio.

—También Johana —admite el enano y Johan baja la cabeza—. No las culpes por ocultártelo, lo hicieron bajo mi petición.

El silencio se apodera del vehículo y decido fijarme en las imágenes que pasan veloces a través de la ventanilla. Observo a Cory un instante cuando vuelve a pegarse a su celular, suspiro. Entonces, algo de lo que acaban de hablar resuena en mi cabeza como un eco: "Johana", asumo que es otra hermana del chico junto a mí, pero ya que su prometido es Raymond Fisher, cuya socia comparte el mismo nombre decido volver a hablarle e indagar porque si es lo que creo, en definitiva, quiero su suerte.

—Johana es otra hermana tuya, ¿cierto?

Mi pregunta parece tomarlo por sorpresa y ladea la cabeza, confundido, hasta procesar lo que dije; sonríe al asentir en silencio.

—¿De casualidad es diseñadora?

El chico aprieta los labios y baja la cabeza.

—Si contesto, creo que querrás ahorcarme otra vez —responde en tono bajo y no necesito más explicación.

—¡Oh, vaya! Entonces, estás comprometido con Raymond Fisher, el famoso fotógrafo; cuya socia, Jo'Jo, diseñadora en ascenso y modista particular del magnate del arte: el enano que nos acompaña, es nada más y nada menos que una de tus hermanas mayores.

A Johan se le escapa una risita por mi tono y asiente con la cabeza.

—¡Increíble! —agrego, asombrado y él no puede dejar de reír; de hecho, Cory también lo hace, aunque con mayor discreción— ¿Qué sigue? ¿Robert Ferro es tu mejor amigo?

El chico a mi lado ríe todavía más fuerte y por un instante Cory se separa de su celular.

—Te sorprenderías —me dice el enano con una sonrisa burlona—. Ahora, shhh. Calladitos como la lechuza.

No lo puedo creer, este chico se sacó la lotería, eso es definitivo. Observo a Johan de soslayo y este sonríe antes de girar su cabeza hacia la ventanilla para ocultar tal gesto.

—Niño mimado y suertudo —digo a Johan en bajo y le toca cubrirse la boca para contener una carcajada—. Dime, ¿qué haces cuando no te codeas con celebridades o eres atleta olímpico?

—Bien, estoy por titularme en la universidad como ingeniero agrónomo...

—Ni me lo recuerdes, maldito puberto... —Es Cory quien interviene y le contemplo, confundido, aunque a Johan se le escapa una risita burlona, así que se dirige a mí—. Se supone que lo patrocinaría para estudiar artes plásticas mientras cumplía su sueño como nadador olímpico, pero no, el niño aquí presente se cambió de carrera, luego de seis meses. ¡Quise arrancarle la cabeza con mis propias manos!

—¡Te la hizo! —contesto, muerto de risa y Johan tampoco puede contenerse, ambos nos revolcamos en el asiento como par de tontos.

—No sabía que tenía un payaso pintado en mi cara —replica Cory, fastidiado y por algún motivo, terminamos riendo mucho más—. ¡Cierren la boca ya, par de mequetrefes! —exige en alto, muy molesto.

Johan y yo intentamos respirar para calmarnos mientras nos limpiamos las lágrimas que se escaparon por tamaña carcajada. Cory es rudo cuando debe serlo, la verdad es que impone carácter, pese a su tamaño de bolsillo, es similar a un pinsher miniatura rabioso. Sin embargo, como aliado y amigo es excepcional, conmigo ha sido increíble y ahora, al ver sus interacciones con Johan, la manera en que lo cuida, regaña y se preocupa por él a la vez, cual si compartieran un vínculo fraternal me lo confirma. Me alegra tenerlo como protector en medio de todo esto.

—Ay, ¿por qué me ves así? —La voz de Cory me extrae de mis cavilaciones mentales y fijo la vista en él—. ¿Acaso es esa tu mirada de "cógeme"?

—¡Pero ¿qué mierda?! —respondo confundido y horrorizado, ni así se inmuta.

—Déjame decirte que es terrible, además, soy un hombre casado.

—Cory, vete al diablo, si quisiera coger contigo ya estarías a cuatro patas, pidiendo más.

—¡Chofeeeer, déjeme bajar, esto se puso raro! —Es Johan quien pide ayuda y de inmediato, todo se vuelve risas otra vez—. Bueno, antes de que empiecen a darse con todo y sin miedo, al menos creo que debo una explicación acerca de por qué lo hice.

—Nooo, es superobvio, maldito puberto. ¡Quieres desquiciarme! Eres un malagradecido —contesta Cory y Johan niega, desesperado.

—Te equivocas, Cory, estoy muy agradecido contigo, no solo por tu patrocinio, sino todo, pero titularme en artes... —La voz de Johan se corta en cuanto realiza una rara mueca de preocupación—. ¡Me habrías esclavizado toda la vida!

Cory se levanta, convertido en una fiera, y salta encima de él a golpearle la cabeza, varias veces. Me toca contener al enano, aunque muerto de risa.

—Ya, Kevin —exige y se aclara la garganta—. Ya, me calmo.

El enano recupera la compostura y regresa a su asiento como si nada hubiese pasado. Se concentra en hablar por teléfono otra vez, mientras que Johan y yo apretamos nuestras bocas para contener la risa.

—Hey —expresa el chico junto a mí después de un rato, le devuelvo una mirada expectante y él continúa—, sé que me envidias o eso dices, pero ¿sabes? Yo admiro tu fortaleza, a pesar de tantas vicisitudes, no has parado de luchar por tu sueño y eso es impresionante, Kevin.

Sus palabras me sacan una sonrisa. Supongo que tiene razón.

—A pesar de lo malo, me he topado con gente buena en el camino. Karen y Felipe fueron los ángeles guardianes de mi infancia. Cuando logré escapar de la red, me socorrió otro par: uno es a quien hoy día considero mi padre y el otro, ese enano maldito que habla por teléfono —le digo sonriente, señalando a Cory, Johan réplica mi gesto.

—¿Cómo los conociste?

—Bueno, en realidad, mi camino se cruzó con el de Lio mucho antes de encontrarme a R, pero en aquel entonces, no sabía cuán importante sería para mí durante el momento más caótico de mi vida. 





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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛 💚 💙 💜 💖 es un placer volver a leernos. Lo prometido es deuda, aquí una nueva entrega de esta encantadora historia para conmemorar el día internacional del libro y los derechos de autor.

Espero lo hayan disfrutado y pos, supongo que nos leemos el sábado, mis corazones.

Los loviu so mucho.

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Aquí otra vez foto de los hermanitos, porque a webo que en este capi sí iba, viajan juntitos a encontrarse con su querido papito. ¿Qué saldrá de este encuentro? 😬

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