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2"El príncipe Suho..."

Corea del Sur... Seúl...

Palacio Imperial...

- ¿Se durmió?- preguntó algo cansada, sentada en su cama.

- Así es, Sultana...- respondió.

Jisoo dejó salir el aire, estaba muy adolorida aún.

- Debería descansar, Sultana...- le dijo su criada Wendy, al ver cómo Jisoo hacía varias muecas tratando de acostarse en la cama- No debería salir a caminar en su estado, mucho menos a estas horas.- le recordó.

Jisoo rodó los ojos.

- Solo di a luz, puedo caminar. - respondió- Además, debía encontrarme con alguien. - contestó cuando logró acomodarse en su cama.

Su criada frunció el ceño, para acercarse a ella.

- ¿La Sultana?- preguntó.

- Todavía recuerdo a esa mujer...- ignoró la pregunta de su criada- ... ¿Cómo osan enviarle de regalo a su majestad, una princesa?- cuestionó con desagrado.

Su criada asintió del mismo modo.

- Fué una insolencia. Esperemos que su majestad no la reciba en su Harén. - habló Wendy, demostrando que a ella también le había desagradado.

Jisoo bajó la mirada por un momento, para dejar salir una pequeña sonrisa mientras miraba sus uñas.

- ¿Crees que solamente yo sufriré este insulto?- indagó alzando la mirada para verla- Que entre a los aposentos de Jungkook, no tengo nada que perder después de todo.- le recordó- Jungkook no me toca, ni siquiera pasa la noche del Viernes conmigo- dijo entre dientes- Me cansé de solamente sufrir yo.

- ¿Qué planea hacer, Sultana?- preguntó algo confundida.

- Lo que debí hacer desde hace mucho tiempo...- la miró a los ojos, con la maldad viva en ellos- Deshacerme de los estorbos pero primero... - desvió la mirada para ver la luna, por la pequeña ventana que al parecer había quedado abierta-...quiebro ese patético amor...

○○○

El peli negro sonreía mirando desde su espejo, a sus tres hijos de casi cuatro meses jugar entre ellos. Balbuceaban de manera seguida.

Tan pronto su esclavo terminó de ponerle su camisón de dormir, este salió dejando a Jungkook solo con sus hijos. Inmediatamente se acercó a ellos, mirándolos jugar.

- Hijos míos...- murmuró con una sonrisa- Me complace tanto tenerlos conmigo a pesar de todo...- llevó su mano derecha hacia las manitos de sus tres hijos-... este tiempo ha sido una tortura. - suspiró con pesar- Mi madre gracias a Allah, logró recuperarse de dicho atentado. Casi pierde la vida con esa flecha...- recordó cuando encontró a su madre inconciente, entre tantos cuerpos heridos. Y ella no fué la excepción. - Luego la partida de su madre hacia su verdadero Imperio, junto a sus padres, hermanos. - alzó la mirada para ver la luna, esta se podía apreciar gracias a que las enormes puertas del balcón estaban abiertas- ¿Creen que esté viendo la luna en este instante?- cuestionó sintiendo los balbuceos de sus hijos- Hable uno primero y el otro después, así no puedo entenderlos. - Los regañó con diversión, para mirarlos.

Y cómo si ellos pudieran entenderlo, hicieron silencio y sólo uno balbuceó. El pequeño Jeon Suho.

- Abqgue...- salió de sus labios de manera torpe, el rastro de saliva se hizo presente. Su hermano mayor llevó su manito a su boca, cómo si la quisiera morder. Pero ni dientes tenía o quizás comenzaba a salirle y quería rascarse la encía. - Guejqid.

Jungkook dejó salir varias risitas divertidas.

- No me digas.- expresó con asombro fingido- ¿Mamá está viendo la luna?- llevó sus manos a su rostro, para ocultar sus ojos con ellas. Los bebés se le quedaron mirando- ¿Chincha?- salió de sus labios con diversión para quitar sus manos y mirarlos. Estos hicieron una carita de asombro. Jungkook volvió a tapar sus ojos- ¿De verdad?- volvió a preguntar para apartar sus manos a los costados, mirando a sus hijos quiénes inmediatamente se pusieron a reír con emoción.

Ahora era Jungkook el asombrado, normalmente los bebés de tan solo cuatro meses casi, no pueden reír a carcajadas.

- Oh, Oh. - salió de sus labios- ¿Mis hijos tienen tan buen desarrollo, físico y mental?- preguntó con asombro- Oh Allah, si estoy hablando con los futuros genios del imperio Sur-Coreano. ¡AY que celebrarlo!- dijo con emoción para llevar sus manos a los cuerpecitos de sus hijos, intentando hacerles cosquillas.

○○○

La pelirroja miraba la luna desde el balcón, suspiraba una y otra vez.

¿Será que mi amado estará mirando la bella luna que acompaña esta noche?- se preguntó mentalmente.

Algo en mí me dice que sí, pero ¿que pasa con este terrible sentimiento de miedo en pecho?- estaba llena de preguntas.

Llevó su mano a su pecho, sintiendo una extraña sensación.

Quizás era vacío.

¿Verdad?

Vacío por no tener a sus hijos cerca...

Sus hijos...

Cómo extrañaba el llanto de Seoho cada vez que ella se apartaba de él. O cómo Seojun no se dormía al no ser que ella estuviera cerca o una prenda de ella, no estuviera al lado de su pequeño bebé. Extrañaba ver cómo Suho solía dormirse si tomaba su mano.

Los extrañaba, realmente extrañaba a sus hijos.

Pero también lo extrañaba a él. Su enamorado. Su amado, su amante, su amor, su hombre, su esposo, el padre de sus hijos. Ah, amaba cada parte de él. Sentía que lo necesitaba tanto en ese momento.

Sus pensamientos se detienen cuándo de repente comenzó a llover, frunció el ceño totalmente confundida. La Luna se escondía pero de repente volvía aparecer. La lluvia se intensificó, gracias a Allah no lograba entrar al balcón para mojarla.

¿Cómo era posible que lloviera?

Parecía que alguien intentaba deshacerse de la Luna, con unas falsas lluvias. Pero la Luna siempre recordaba que estaría y estará presente. Qué él mal que realmente deseaban, no era más fuerte.

¿Era posible?

Era una locura, una teoría absurda que ella misma creó en su cabeza. O quizás, era una advertencia que su mente le estaba enviando pero ella no lo entendía.

Esa sensación de angustia comenzaba a intensificarse cada vez más. Algo andaba mal...

○○○

Corea Del Sur...

Palacio Imperial...

La mujer de cabello rubio, sonrió al ver lo hermosa que estaba en el espejo.

- Mi padre estará contento, cuándo sepa que su majestad me aceptó cómo obsequio. - salió de sus labios.

Las puertas se abrieron, una criada entró con un frasco en sus manos. La rubia desvió la mirada para ver ese frasco con un hermoso color rosa de contenido.

- ¿Y eso?- preguntó con curiosidad.

La criada se detuvo frente a ella.

- La Sultana Viuda ha pedido que le den este perfume, princesa. - contestó,la rubia ladeó la cabeza para tomarlo en sus manos y llevarlo a su nariz, oliendo su fragancia.- Dice que es especialmente para usted.

- Huele exquisito. - murmuró.- Anda, untame un poco. - ordenó entregándole el frasco de fragancia, llevó sus manos a su cabello para sostenerlo en una coleta.

La criada abrió el frasco, tomó un pequeño pincel, fino. Lo introdujo para a los cortos segundos, sacarlo del recipiente y aplicarlo en su Señora quién inmediatamente, cerró sus ojos al sentir la brocha del pincel acariciar su cuello. La fragancia que este emanaba era exquisita.

○○○

Turquía... Estambul.

Palacio Topkapi...

- ¿Por qué tan sola?- preguntó uno de sus hermanos, posicionándose a su lado.

La pelirroja miró a su derecha para ver al peli negro, era apuesto, no podía negarlo.

- Quizás porque así lo he preferido. ¿No crees?- alzó una ceja, este sonrió sin poder dejar de mirarla.

- Haz avergonzado a nuestro Padre delante de todos.- le hizo saber, para mirar hacia el frente, viendo la intensa lluvia- Que fuerte está lloviendo.

Nam Mi se le quedó mirando, tenía un bonito perfil pero las palabras que el le había dicho, se le quedaron en la mente.

Dejó salir el aire para mirar al frente.

- Yo no vine a Estambul para satisfacerlo. - respondió con sinceridad.-

- No te ha dicho nada, porque cómo bien sabemos no tiene mandato sobre tí, ni siquiera de Fatma.- dejó salir una risita- Le están dando de su propia medicina. Ahora debe abstenerse.

La pelirroja dejó salir una risita.

- No dejes que manejen tú vida.- contestó ella, mirando las gotas de agua caer del cielo.

- Yo dejaría encantado que tú manejes mi vida. - le respondió para voltear un poco su cuerpo, puso su antebrazo en el balcón dejando caer todo su peso en él, mientras miraba con una sonrisa a la pelirroja, quién inmediatamente volteó a verlo con una sonrisa llena de diversión.

- ¿Cuándo pasamos a tutearnos tan rápido, hermanito?- le preguntó ella con diversión, sus hermosos ojos verdes estaban hipnotizando al peli negro.

- Medios, hermanos. - le corrigió sin apartar la mirada, pero señalando su persona con su dedo índice de la mano izquierda - La otra mitad es de puros desconocidos, ni ariente ni pariente. - La pelirroja rompió en risas al escucharlo- Lo que significa, que aún puedo meterme y meterte.- sentenció -

- ¿Ariente ni pariente?- repitió la pelirroja sus palabras- ¿Meterme y meterte?- cuestionó entre risas, observándolo- ¿Qué vocabulario es ese Sęhzade?- indagó con una sonrisa.

El peli negro sonrió para acercarse un poco más a ella, su mano que anteriormente la apuntaba con uno de sus dedos, paró en la mejilla de esta.

Nam Mi miró su mano por unos cortos segundos.

- El vocabulario del deseo...- susurra mirando sus labios, Nam Mi le da un manotazo en su mano, riendo con burla.

- Allah, Allah. Sálvame del instinto y deseos pecaminoso de Ahmed- ambos dejaron salir varias carcajadas.

- Allah, usted que es sabio...- El peli negro aclamó mirando el cielo oscuro, dónde lágrimas caían de él, disfrazado de gotas de agua llamadas lluvia- ...permita que mi destino sea esta hermosa pelirroja, de ojos verdes con destellos azules, que le hacen perder la cordura hasta al hombre más cuerdo. - Nam Mi dejó salir varias carcajadas, llevando su mano derecha a sus labios-...Solo somos medios hermanos, permitame llenar la otra mitad con mi amor.- La pelirroja ante esto golpeó fuertemente su brazo provocando la risa del peli negro.

- No Allah, no permita esa desgracia. - exclamó entre risas.

●●●

Corea del Sur... Palacio Imperial...

Esa rubia caminaba con elegancia, por los pasillos desolados de la desolada noche, estaba a tan solo unos pasos de las puertas de los aposentos Reales del Sultán.

A su lado, estaba Baekyung con una mirada seria. Sabiendo que su Sultana no estaría muy contenta de nada.

Jungkook reía con sus hijos, se sentía totalmente tranquilo y en armonía. Más algo en su corazón, lo hacía sentir inquieto. Era una especie de miedo, angustia. No lo entendía, más no le hizo caso. Poco a poco sus hijos comenzaban a dormirse. Él optó por levantarse, quería aprovechar para revisar varios papeles de la corte pero su paso se detuvo cuando las puertas fueron tocadas.

La rubia dejó salir el aire, llevó sus manos a su vientre justo a la altura del ombligo. Bajó la mirada, para demostrarle respeto tan pronto las puertas se abrieron al escuchar...

- Adelante...- tan solo eso bastó para que ella pudiera entrar, mientras las criadas que venían detrás, se detuvieron en la puerta esperando poder tomar en sus brazos a sus príncipes. Jungkook frunció el ceño al ver a esa mujer, de vestido Rosa, entrar a sus aposentos. Baekyung hizo aparición junto a ella, obteniendo una mirada confundida de su Sultán?- ¿Qué hace esta mujer en mi aposentos? Baekyung...

Ante esa pregunta en la que dejó en evidencia su desconcierto pero también seriedad, Baekyung tragó fuertemente.

- No me culpes su alteza...- son sus palabras- La Sultana Viuda se sintió mal por no poder ir a visitar al nuevo príncipe y no celebrarlo junto a usted, debido a su condición- le explicó las palabras dadas por su Sultana.

- ¿A que viene eso?- indagó dando pasos hacia él de manera amenazante- ¿La Sultana la envió?- preguntó para mirar rápido a la hermosa mujer frente a él.

Más inmediatamente apartó la mirada, era hermosa, sí, el lo reconocía. Más no llamaba su atención, sus ojos no deseaban mirarla a ella porque deseaban ver a la pelirroja de bellos ojos.

- Así es, alteza- contestó Baek una vez Jungkook se detuvo frente a él- Me pidió que le dijese, que la muchacha es una princesa de las tierras lejanas, Inglaterra. - El peli negro frunció el ceño- Ha dicho que si no la recibe, se sentirá decepcionada y triste.

Jungkook cerró sus ojos con fuerza.

- Dile a la Sultana que lo lamento. - abrió sus ojos para mirarlo- Pero en mis aposentos no entrará ninguna otra mujer que no sean mis esposas, las madres de mis hijos.- sentenció poniendo las facciones firmes. Baekyung sonrió con disimulo, totalmente satisfecho de su respuest- Saca a esta mujer de aquí, la quiero lejos de mí vista. - salió de sus labios con enojo dispuesto a darse la vuelta.

Más la rubia al saber esto, supo que debía intervenir. O pasaba la noche con él o la tirarían junto a la servidumbre.

- Alteza...- Ante esa palabra, que ella alzó su mirada, una fuerte brisa pasó por su lado, dirigiéndose al peli negro quién inmediatamente detuvo su paso.

Nadie lo vio, nadie se dio cuenta. Fué cómo una sombra, un humo ligero que salió del cuello de esa mujer hasta llegar a las fosas nasales del peli negro, quién aspiró sin darse cuenta.

Fué extraño, totalmente difícil de explicar. Tan pronto aspiró ese exquisito olor, Jungkook sintió cómo algo dentro de él se sintió extraño. Su corazón comenzó a latir con fuerza, las pupilas se le dilataron de solo mirarla. Algo en él, comenzó a cambiar y a llamarlo lentamente, obligándolo a mirar a esa mujer frente a él.

- Anda vamos mujer- le dijo Baekyung on seriedad para tomarla del brazo e intentar sacarla.

Jungkook se quedó anonadado, perdido en el cuello de la mujer, en toda su silueta. Su seriedad desapareció de manera radical.

- Alteza Permitame quedarme...- pidió con antelación pero al mismo tiempo desesperada.

Y fué cómo un mandato ante Jungkook. El sentía que necesitaba oler, aspirar esa fragancia tan inigualable. Era cómo si estaba en medio de un sueño y debía obedecer sus mandatos. Porque eso era lo que el quería en ese momento. ¿Porque era él, verdad?

- Quédate...- salió de sus labios sin el esperarlo. Frunció el ceño, su yo estaba sorprendido, quería decirle que no, que se fuera pero algo dentro de él lo obligaba a decirle tal respuesta.

- Alteza... - salió de los labios de Baekyung con desconcierto.

La rubia sonrió para soltarse del agarre de Baekyung. Caminó hacia Jungkook y según avanzaba, este aspiraba más su olor, era cómo una droga, cómo un hechizo.

Las manos de Jungkook temblaron, incluso sudaron.

La rubia se arrodilló, sin apartar la mirada del peli negro, ella lo miraba de manera morbosa, mientras Jungkook estaba con una mirada embobada. Más algo dentro de él, gritaba que se detuviera pero no tenía fuerzas para hacerlo.

Baekyung algo confuso y decepcionado, manda a las criadas a entrar para que se llevaran a los niños. Una vez lo hicieron, salieron todos de los aposentos dejando al peli negro solo con la mujer.

- Llevenlos directo a sus aposentos. - ordenó Baekyung a las Concubinas para verlas asentir y tomar el corredor que quedaba a su derecha, mientras el tomó el de la izquierda.

Cuándo su Sultana se enterase, perdería la cordura. Él lo sabía. Pero lo que no sabía, era ese cambio repentino. Fué cómo si no fuera el mismo.

Mientras la rubia se levantaba lentamente, gracias a la mano puesta en el mentón de ella, optó por ponerse de pie. Jungkook la admiraba, una vez estuvo completamente a su altura. Las Concubinas caminaban con tranquilidad con los príncipes en manos, más una de ellas iba detrás, mirando atentamente a cada una de ellas.

Debía hacerlo rápido y sin levantar sospechas. No podía permitir que algo saliera mal. Bajó la mirada para ver al niño que yacía en sus brazos durmiendo, con un pequeño puchero en sus labios. Volvió a alzar la mirada.

- Adelantense- le dijo a las demás criadas, quiénes inmediatamente se detuvieron para voltear y mirarla con el ceño fruncido.

- ¿Pasa algo?- preguntó una de ellas sosteniendo a su príncipe.

La mujer negó, tenía varias pecas en su rostro.

- No, pero he olvidado tomar la pequeña manta del príncipe. - insinuó, más bien, inventó. Fué su única excusa.

- Olvídalo, no podrás entrar.- le dijo una de ellas, su cabello era castaño- Su majestad está junto a su Harén.

Ella negó.

- No, no está en los aposentos del Sultán. - contestó- Se quedó en el piso del Harén.

- Ah, está bien- contestó la otra- Pero tranquila, solo es una manta.

- Sabes que la señorita Eun Bi es muy recelosa con las cosas de los príncipes. - le recordó, las demás asintieron- No se preocupen, yo iré detrás con el príncipe. - después de varios segundos pensándolo, las dos mujeres asintieron para seguir su camino.

Una vez estuvieron suficientemente lejos, ella tomó la vía más sencilla que quedaba a su izquierda, dando directo a la parte trasera del palacio.

Miró hacia todas partes, caminó cómo si nada pasara para no llamar al atención. Ante los ojos de las pocas personas en los corredores, solo estaría paseando al príncipe tratando de que se durmiera, cómo otras veces.

Una vez llegó a las puertas del palacio, exactamente las que daban al bosque, miró hacia todas partes sintiendo el bebé moverse en sus brazos. Las puertas se abrieron en cuánto la vieron.

Una rubia inmediatamente salió del carruaje, corrió con rapidez hacia ella. Para tomar el bebé en brazos.

- ¿Nadie te vio?- le preguntó con la adrenalina correr por su cuerpo.

La esclava negó.

- No, La Sultana se encargó de que eso no pasara.- comentó- Envió a una princesa a los aposentos del Sultán, todos a estas alturas estarán pendientes a lo que pasará en esos aposentos.

La rubia asintió con disgusto para mirar el pequeño bebé que dormía y misteriosamente hacía una mueca.

- Engendro del demonio. - susurró con desagrado- Maldigo la hora en la que te traje a este mundo.- sentenció con coraje bajo la atenta mirada de la mujer frente a ella, que de solo escucharla sintió pena por ese bebé. Sabía que le iba a ir muy mal- Pero si no puedo beneficiarme contigo, ella tampoco lo hará- dijo con burla para alzar la mirada y mirar a la esclava- Me iré ahora, dile a la Sultana que quiero lo acordado. - la mujer frente a ella asintió.

La rubia le dio la espalda para correr hacia el carruaje, le abrieron la puerta y se adentró en él. Tan pronto este se puso en marcha, ese pequeño bebé comenzó a llorar de manera desgarradora...

●●●

Turquía... Estambul... Palacio de Topkapi.


La pelirroja hablaba animadamente con su familia, mientras sostenía una copa de vino. O bueno, eso aparentaba.

- En muchos aspectos Hümasąh. - dijo su padre con seriedad- El hecho de que ambas digan eso, es cómo si me quitaran potestad en mi propio Reino.- la mujer de canas, dejó salir el aire ante las palabras de su hijo.

- Nadie desea eso, padre. - habló Narhee, mirando fijamente a su progenitor- Pero tampoco espere que digamos lo contrario su majestad. Las cosas cómo son.- sentenció con seriedad.

- Ya sé, pero pueden amoldarse un poco a mis reglas, mi Imperio. - llevó su mano a su pecho- Son mis hijas, pero me destrozan mi reputación cómo Sultán de una nación, con las respuestas que dan. - confesó con sinceridad.

- Padre...- habló su primogénito- No pueden amoldarse porque ni siquiera vivieron aquí. Fątma...- señaló a la casi rubia- Tan solo convivió en este palacio bajo tus reglas, hasta los tres años de edad. - le recordó- Y Hümasąh no llegó ni a los dos días. - Murad dejó salir el aire- No conocen nuestras costumbres, están adaptadas a otras las cuáles pertenecen a su Reino.

- Su Reino es este. Ellas pertenecen a Estambul. - recordó su padre mirándolos a todos con seriedad.

- Murad. - habló su madre por primera vez, al ver que Hümasąh permanecía en silencio observandolos- Las niñas originalmente son de Turquía, por su sangre corre la sangre Otomana, tienes razón- Murad asintió mirando a su madre- Pero Mehmet tiene razón. - este miró a su abuela- No pueden amoldarse completamente a nuestras costumbres, esto es compartido. Querías conocerlas, no pedir que sigan tus reglas. - le recordó- Recuerda que no son niñas, son adultas que han formado su familia por lo que ya pertenecen a otra nación, aunque siempre serán las princesas Otomanas.

- La Sultana Nurbanu tiene razón. - habló Safiye mirando a Murad- Sabes que no llevas en tú poder la última palabra. Fątma y Hümasąh siempre han sido así. - le dijo y este sólo dejó salir el aire con frustración- Y tienen razón, nadie puede dominar sus vidas, no después de todo lo que han pasado para conseguir lo que hoy poseen en sus manos.

- Sultana...- iba a hablar pero Nam Mi ya estaba harta, estaba perdiendo la cordura.

- Es suficiente, Sultán Murad.- habló finalmente llamando la atención de sus familiares, principalmente de su padre quién la miró con atención al escuchar cómo se dirigió a él- ¿Amoldarme a vuestro estilo, leyes y costumbres?- preguntó con ironía, dejando en evidencia su disgusto. Su mirada y la de ese castaño de ojos verdes, conectaban- Eso Jamás sucederá. - sentenció, provocando que su padre alzara una ceja- Lamento si mis palabras, mis respuestas o las de Narhee no fueron de su agrado.

- Fątma, Hümasąh. Es Fątma. - le corrigió su padre, aunque este más bien estaba atento a cuál sería su respuesta. Era cómo si sólo buscaba saber que personalidad optaba realmente su hija. Con que autoridad y liderazgo, gobernaba una nación. Porque todo Emperador o Emperatriz, tenía una personalidad que lo delataba.

La pelirroja sentía que enfurecia.

- Es Narhee- atacó con seriedad- Y dígame Nam Mi, Kim Nam Mi. - sentenció con autoridad- Porque así me llamaré hasta el último día de mi vida. - su hermano mayor respiró hondo, al ver que clase de personalidad tenía su hermana menor. Sencillamente, era igual a Nurbanu y la Sultana Hürrem cuando se trataba de personalidad- - El hecho de que ahora haya descubierto que soy una princesa Otomana, no cambia nada para mí. Anteriormente tenía un nombre, una familia. - siguió hablando- Una Nación la cuál logré adquirir después de tantas lágrimas, dolor, sufrimiento y sangre derramada.- Nurbanu, su abuela, sonrió al ver la manera en la que su nieta se expresaba. No le tenía miedo a nada- No espere que ahora que lo tengo todo, después de tanto sacrificio de mi parte y mis seres queridos, vaya a renunciar todo para permanecer a su Reinado. - su padre tragó fuertemente, más no apartó la mirada firme- Sí hemos venido aquí, ha sido para conocer a nuestro progenitor, nuestra familia de sangre, no exactamente para abandonar a nuestros hijos, esposos e imperio por personas que acabamos de conocer.

- Nam Mi...- su madre intentó calmar la situación.

Sus palabras estaban siendo duras, no las medía. Pero esa era Nam Mi. Directa con la flecha, firme con la espada.

- Agradezco que me haya engendrado, Sultán Murad. Pero eso no quiere decir que usted puede decidir mi futuro, nadie, ni siquiera el Sultán de la nación a la que lidero. - le hizo saber- Y demás estaría decirle, que no le daré la espalda a mis súbditos. Mucho menos al hombre que me ayudó, a llegar a la cima e incluso a conocerlos a ustedes. - sentenció- Espero que mis palabras, hayan sido claras. Una disculpa si se sintió avergonzado, pero no puedo abstenerme a que alguien hable por mí y mucho menos doblegarme. - su padre hizo una mueca con sus labios algo satisfecho- Pero cómo estoy aquí e incluso le aclaré la situación alteza, al ser familia posiblemente visite este Reino varias veces así cómo esperaré que usted haga lo mismo. Intentaré comportarme cómo una princesa Otomana en este lapso de tiempo.- Narhee ladeó la cabeza estando de acuerdo.

- No lo hagas. - habló su padre, provocando que ella alzara una ceja, incluso sus familiares lo hicieron- Con tus palabras ha sido más que suficiente. Por lo que te prohíbo rotundamente que optes ocupar el comportamiento de una princesa cuándo visites tú Jerarquía por origen. - ella ladeó la cabeza confundida.

- ¿Entonces Sultán Murad?

Había que ser sinceros, a ese hombre no le gustaba que le dijera así. Se pasó un mes esperando su llegada, luego dos semanas conviviendo con ella y en ese tiempo, de sus labios no salió; "padre"

- Entonces, quiero que siempre optes por ser lo que realmente eres. - expresó con orgullo- Una Reina...- Nam Mi alzó la mirada- Porque las verdaderas Reinas, jamás dejan caer su gran corona por una más pequeña.- algo en esa pelirroja cambió en ese momento, no lo supo, pero escuchar a su padre le dio fuerzas- Sigue así, hija mía. Dichosos mis ojos que han podido ver a dos mujeres frente a mí, que son fuertes, a las cuáles pude darle vida con ayuda de su madre. Mis nietos han sido bendecidos- dejó salir el aire para estirar sus manos y así tomar las de sus dos hijas- Ustedes son unas Reinas, las dos lo son. - corrigió para mirar a Narhee quién sonrió - Y sólo le pido a Allah que el día que mi hermosa madre no esté...- miró rápido a su madre, quién le regaló una pequeña sonrisa-... me de la dicha de que mi hermosa hija mayor, me acompañe en mi reinado junto a su madre.

Narhee entreabrió sus labios sin saber que decir.

- Yo propongo que esté junto a mí, el día que esta nación esté en mis manos. - propuso su hermano mayor- Madre cómo la Madre Sultana mientras Narhee nos acompaña.

La casi rubia dejó salir una sonrisa.

- A mí me encanta la idea- confesó Nam Mi con una sonrisa-

- A mí también- expresó Narhee- Agradezco esto que hacen.- confesó con sinceridad- Pero no necesito eso. Soy la hermana de la Reina Sur-Coreana, también del futuro Sultán Otomano y esposa del príncipe Namjoon, ¿qué más puedo pedir?- preguntó ella con una sonrisa- Mi esposo permanece junto a su hermano, por hermandad, lealtad, porque no quiere separarse de él. ¿Creen que yo querría separarme de mi hermana sabiendo todo lo que ha sufrido en ese Imperio?- indagó mirándolos a todos. Ellos sonrieron con tristeza pero al mismo tiempo admiración.

Nam Mi la miró con la mirada llena de culpa.

- Alex...- esta la miró - No quiero que te sientas con la obligación de estar junto a mí- le dijo- Yo quiero que hagas una vida, que seas feliz. No que te sientas agobiada con mis problemas.

Los ojitos de ambas se cristalizaron.

- Tus problemas son mis problemas. - le corrigió- Desde niñas siempre estuvimos juntas, no pienso separarme de tí ahora solo porque podría obtener un rango más elevado junto a nuestros padres.- Safiye sintió su primera lágrima caer al ver a sus hijas.

Narhee era un ángel.

La pelirroja sonrió.

- Yo te adoro. - le confesó y el mayor de los tres decidió hablar al ver tal escena.

- Es una injusticia que me hayan alejado de ustedes. - se quejó y todos rieron- Allah, ¿quién se quedará conmigo?

- Me tienes a mi cariño. - le dijo mi madre.

- Así es, tienes a madre, al Sultán, a la abuela. Incluso a Ahmed, a nuestros hermanos. - habló con diversión Nam Mi.

- ¿Nuestros diecinueve hermanos y que de todos solo en Ahmed se puede confiar?- negó con una sonrisa-

- Aún así, estamos para tí...- cuándo de los labios de Nurbanu salieron esas palabras, la copa que sostenía la pelirroja en su mano libre, cayó al suelo ensuciando la alfombra blanca de rojo.

Todos se alarmaron para mirarla, incluso los invitados que estaban desde la lejanía disfrutando de la fiesta.

Nam Mi llevó su mano derecha a su pecho Inmediatamente.

- Ahg...- salió de sus labios un gemido de dolor.

- ¿Hümasąh?- preguntó su padre tomándola de las manos.

Ella se quedó con la mirada pérdida, sintiendo esa extraña sensación que le dio en el pecho.

Nurbanu solo miraba la copa derramada, desde que estuvo en el borde de la muerte cuándo pequeña, comenzó a sentir y ver cosas que nunca imaginó. Sintió una extraña sensación que sólo la sentía cuándo...

- Esto es sangre... brujería...- murmuró para sí misma, Nurbanu.

- Mis hijos...- susurró Nam Mi con su voz quebrada- Jungkook...

●●●

Corea del Sur... Seúl, Palacio Imperial...

El palacio estaba silencioso, todos dormían, bueno, la mayoría. Aquel peli negro llevó sus manos al pecho de la rubia, con la intención de deshacerse de ese vestido. Por más que ansiaba detenerse, había algo que lo empujaba a seguir.

Se acercó lentamente a su cuello, oliendo la fragancia de este. Cada vez que lo olía perdía el control de su cuerpo.

No Jungkook, detente.- se decía a sí mismo...


Eun Bi estaba con los pequeños, los cuidaba mientras dormía. Más su corazón estaba intranquilo. La criada encargada de llevar a Suho, nunca apreció con él príncipe.

Sin poder aguantar más, salió de la habitación para buscar a la criada y reprenderla. Siguió su camino, caminaba a pasos apresurados por los pasillos. Más no había rastro de ella, mucho menos del príncipe.

Su mente ya la estaba traicionando pensando un sin fin de cosas. Era imposible que algo malo le hubiera pasado al príncipe, ¿verdad?

O quizás no...

- ¡AAGH!- gritó cuándo vio a la criada tirada en el suelo, con la sangre saliendo por su cabeza. Tenía un enorme charco alrededor de su cuerpo ya. - Allah. MGH...- sollozó al verla con sus ojos abiertos, desangrándose.

Estaba muerta.

- Allah, ¡mi príncipe!- exclamó al darse cuenta que no estaba con ella.- ¡MI PRÍNCIPE!- corrió a la dirección contraria dispuesta a hablar con el Sultán.

Sus ojos se cristalizaron e inmediatamente las lágrimas cayeron de sus ojos. El mundo se le vino encima. Corría por los pasillos gritando, despertando a todos a su paso. Ya no era momento de dormir.



Jungkook comenzó a deshacerse de las prendas de la rubia, algo en el lo estaba controlando.

¡DETENTE!- se gritaba mentalmente. Era cómo si estuviera atrapado en su propio cuerpo mientras alguien lo manejaba.

- Hágame suya, Mi Sultán...- escuchó la voz de la mujer frente a él.

<Solo si me promete que me amarás>

<¡Jungkook!>

Fué extraño, Jungkook se resistía a lo que fuera que intentara controlarlo. Hasta que la voz y risas de Nam Mi, comenzaron a pasar por su mente.

< Yo Te Amo>

<¡ESTOY EMBARAZADA!>

<¿De verdad usted dejó de amarme? Agh>

<Huyamos a dónde el ojo del Rey no nos pueda ver>
-<O sea, ¿Dónde tú no puedas vernos?>

<Exacto>

<Y ¿Dónde es eso?>

<En mi corazón>

<¡MI HIJO! AGH... M-MI HI-JO!>

Jungkook se alejó abruptamente al recordar a Nam Mi, varias escenas venían a su mente. Tantos momentos juntos.

La rubia lo miró desconcertada.

-¿Pasa algo?

<No puedes elegirme cómo tú princesa>

<Di, ¿por qué? No lo haré, ¿cuánto pagarás?>

NAM MI ES MI PRINCESA!>

< MI REINA>

Los ojos de Jungkook se cristalizaron, inmediatamente apartó la mirada de la rubia.

- ¿He hecho algo mal?- preguntó preocupada.

Jungkook sintió las lágrimas caer por su rostro.

- Yo estuve a punto de hacer algo mal- susurró. Pero había algo que lo halaba aún, de solo tenerla cerca sentía que debía tenerla más cerca.- Sal de mis aposentos ahora mismo - ordenó para mirarla, la rubia se quedó perpleja sin entender nada. Ni siquiera entendía porqué lloraba.

Estaba dispuesta a hablar, pero las puertas se abrieron de manera abrupta. Dejando a ambos sorprendidos. Una mujer se dejó ver con lágrimas en sus ojos, estaba asustada. Tan pronto el peli negro la vio, frunció el ceño. La rubia comenzó a arreglar su ropa.

- ¿Qué pasa Eun?- le preguntó para pasar por el lado de la rubia y caminar hacia la peli negra que no dejaba de llorar desconsoladamente.

- Agh... A-Alte-za...- no podía ni hablar-

- ¿Qué pasa?- preguntó asustandose- ¿Los niños? ¿Una noticia de la capital de Turquía?- sólo podía ser una de esas dos opciones para que ella estuviera así.

Ella sollozaba, su pecho subía y bajaba.

- Peor...- pudo decir, Jungkook sintió su corazón latir con fuerza. El miedo lo invadió.

- ¡HABLA YA!- alzó la voz totalmente desesperado.

Ella sollozó una vez más para hablar.

- El prí-ncipe Su-Suho...- logró decir alarmando a Jungkook.

- ¿Qué pasó con mi hijo?- preguntó para llevar su mano al hombro de la mujer destrozada- ¡Responde Eun Bi!

- Agh...- salió de sus labios- Desapareció...

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Amores!!! Ya sé que hay un sin fin de errores. Pero el capítulo es algo largo, 5337 palabras. Y llevo desde la mañana cada vez que tenía un tiempo libre, tratando de terminar el capítulo.

Les quiero pedir que por favor, perdonen esos pequeños errores ortográficos. Yo después los arreglaré.

Si les va gustando la historia, voten por favor. Y si quieren comenten, siempre les responderé. ¡Un Besito!😚🫣❤️💜

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