12 Dudas y tristeza
Mientras Jungkook y Nam Mi cabalgaban hacia el bosque con su séquito y Namjoon a su lado, el humo negro en el horizonte se hizo más denso y ominoso. Los corazones de ambos latían con la preocupación y la urgencia de encontrar a Suho, el niño que amaban como si fuera propio, y que ahora estaba en peligro por culpa de Lía.
- Tenemos que llegar antes de que sea demasiado tarde -murmuró Nam Mi, su voz resonando con determinación mientras el viento agitaba sus cabellos oscuros. A pesar de parecer segura y firme, tenía un terrible sentimiento que no dejaba de asecharla. Una corazonada que la asustaba.- Tengo miedo, Jungkook...- susurró cuándo el caballo de este alcanzó el ritmo del suyo. Él peli negro la miró algo angustiado. Tenía ganas de abrazarla para decirle que todo estaba bien. Pero ¿a quién engañaba? Todo era angustiante. Él ni siquiera podía con su pobre corazón lleno de preocupaciones.
- Confiemos en Allah- es lo único que dice al mirar sus bellos ojos verdes llenos de angustia. Pero él tenía tantas ganas de llorar...
No, no podía hacerlo. Debía ser fuerte para ella, para sus hijos e imperio.
Jungkook apretó las riendas de su caballo, su mirada fija en la cabaña que ardía en llamas a lo lejos. Con cada galope, el temor crecía en su pecho. No podía permitir que algo le sucediera a Suho, su hijo perdido.
Cuando llegaron al borde del bosque, el fuego ya había consumido gran parte de la cabaña. Las llamas danzaban con ferocidad, alimentadas por la madera y el paja.
- Por Allah- susurró Nam Mi totalmente impactada, el calor que esas llamas emanaban, provocaban el sudar de sus cuerpos.
Lentamente bajaron de sus caballos, viendo primero cómo estos relinchaban y se quejaban del calor y él fuego que quedaba plasmado en sus ojos. Nam Mi contuvo el aliento, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Temía lo peor, pero aún mantenía la esperanza de encontrar a Suho ileso.
Porque existía esa posibilidad. No había indicio de que hubiera estado ahí y si lo estuvo, todo estaría calcinado o... él...
¡No!
¡Imposible!
Jungkook miró a Nam Mi con preocupación, para lentamente alejarse de ella y dar pasos torpes hacia adelante. El fuego se reflejaba en sus orbes negros mientras su corazón latía con frenesí. Tenía miedo, pero se mantenía firme. Él era un Sultán, el Sultán del mundo. Debía ser fuerte.
- ¡Aquí, Namjoon! -exclamó Jungkook, señalando hacia el lugar donde las llamas rugían con intensidad. Su voz resonó sobre el crepitar del fuego.
Namjoon se adelantó con el resto de los soldados, abriéndose paso entre las brasas y el humo espeso.
Llevaban una mano a su nariz y labios, para no aspirar el humo, mientras trataban de encontrar algo. Nam Mi comenzó a jugar con sus dedos algo ansiosa.
Entre los escombros ennegrecidos, encontraron una manta carbonizada que había pertenecido a Suho. Namjoon se lo mostró a Jungkook totalmente asustado y angustiado de la reacción que este podía demostrar.
- No...- susurró Jungkook sintiendo su mundo derrumbarse- ¡NO, NO!- alzó la voz sin poder contenerse para llevar sus manos a sus cabellos y voltearse, negándose a sí mismo lo que sus ojos observaron. Pero tan pronto miró a su amor con esa expresión de miedo, se quedó ileso.
Nam Mi se alarmó, ambos se miraron a los ojos con miedo. Comunicándose telepaticamemte, la pelirroja dio pasos hacia dónde se encontraba su esposo y Sultán llorando en silencio sin ni siquiera moverse.
El corazón de Nam Mi se hundió al bajar la mirada a las manos de Jungkook, el temor y el dolor entrelazados en su pecho.
- ¡No puede ser! -susurró Nam Mi, con la voz quebrada por la angustia. Se aferró a las manos de Jungkook, incapaz de apartar la mirada. Para ella, aquella manta quemada representaba un dolor inmenso, la pérdida de un hijo que había esperado durante tanto tiempo.
Jungkook apretó los dientes, su mandíbula tensa por la furia contenida. Miró a su alrededor, buscando desesperadamente alguna señal de Suho, pero el fuego había consumido todo a su paso. Ni siquiera podía llorar, no podía. Se negaba, su hijo no podía estar entre todos esos escombros calcinado. No podía...
- ¡Encuentren a Lía! -ordenó Jungkook con voz firme, mirando a los soldados que trabajaban para sofocar las llamas restantes. Su determinación era palpable, su mente centrada en encontrar a la mujer que había robado a Suho de su lado.
Nam Mi se secó las lágrimas con determinación. Aunque el dolor la consumía, sabía que debía mantenerse fuerte por Suho. No podía permitirse caer en la desesperación mientras Lía estuviera libre.
Ambos se miraron a los ojos, no podían llorar más. Estaban dispuestos aniquilar a esa rubia. Después de todo, tenían algo en común. La determinación, la furia, el coraje y rencor. Indiscutiblemente ellos juntos eran una bomba de tiempo...
El bosque resonaba con el crujir del fuego moribundo y el murmullo de los soldados que buscaban a Lía entre los árboles retorcidos. Jungkook y Nam Mi se apretaron mutuamente las manos, unidos en la angustia y la determinación de recuperar a Suho, sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino.
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MINUTOS ANTES...
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Lía observó con resentimiento la cabaña en llamas, las llamas crepitaban furiosamente, devorando el techo de paja y madera con voracidad. El humo negro se elevaba en espirales hacia el cielo despejado. Dentro de la cabaña, el pequeño Suho lloraba desconsoladamente mientras las llamas danzaban a su alrededor.
- ¡Maldito bastardo! -masculló Lía entre dientes, cargando al bebé en brazos. Suho, con apenas unos meses de vida, tenía pequeñas cicatrices en sus muslos y piernas, marcas de los golpes con una tablita de madera que Lía le propinaba cada vez que lloraba. Para ella, no era más que un estorbo, un recordatorio constante de sus errores y fracasos.
El incendio había comenzado por accidente. En un momento de furia, Lía había arrojado una lámpara de aceite al suelo, esperando asustar al bebé para que dejara de llorar. Pero la lámpara se rompió y el aceite se esparció, alcanzando la llama de una vela cercana y desatando el fuego.
- ¡Maldita sea! -exclamó Lía, tosiendo por el humo que comenzaba a llenar la cabaña. Con dificultad, salió al exterior con Suho en brazos. La cabaña ardía cada vez más intensamente, las llamas crepitaban amenazadoramente a su alrededor.
Decidió que no podía quedarse. Con el bebé en brazos, corrió hacia el borde del bosque cercano. El palacio del Sultán no estaba lejos, apenas a unos kilómetros, pero el camino a través del bosque era peligroso y desconocido para ella.
El humo comenzó a nublar su vista y la tos la sacudió. A pesar del peligro y su disgusto por tener que huir, Lía sabía que su única opción era llegar al palacio. No podía permitir que el bebé sufriera más daño del que ya le había causado... o quizás ya tuviera planes para él.
- Aguanta, maldito crío -susurró Lía entre dientes, apretando con fuerza a Suho mientras corría por el sendero bordeado de árboles retorcidos y sombríos. La luz del sol se filtraba entre las ramas, creando un juego de sombras en el suelo cubierto de hojas secas.
El corazón de Lía latía con fuerza, mezcla de temor y determinación. Sabía que si llegaba al palacio, estaría en grave peligro. Pero también sabía que si perdía a Suho, sería el fin para ella. Nadie sabía las vueltas que daba el destino. No podía permitir que el niño cayera en manos de la Reina Nam Mi, a quien consideraba su rival y enemiga desde hace tanto tiempo.
Mientras tanto, el Sultán Jungkook y su comitiva se aproximaban rápidamente al palacio, lo que alentaba a que Jungkook apretara las riendas de su caballo y acelerara el paso. Nam Mi, a su lado, compartía su preocupación, su mirada llena de determinación.
- ¿Qué crees que nos encontremos, Jungkook? -preguntó Nam Mi con voz afligida mientras cabalgaba.
- No lo sé, pero temo lo peor -respondió él, con la mente y el corazón llenos de angustia. Sabía que algo malo estaba sucediendo, algo que amenazaba su paz y a su familia.
Jungkook apretó los dientes, su mandíbula tensa por la preocupación. No podía permitir que nada le sucediera a su familia, especialmente a Suho, el hijo que más debía ser amado por sus pésimas experiencias en este mundo, desde el momento que se convirtió partícipe de este.
- Rápido, tenemos que llegar al palacio antes de que sea demasiado tarde -ordenó Jungkook, su voz resonando con autoridad mientras dirigía a sus hombres hacia el humo que se alzaba en el cielo...
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